Cierto fabricante, para estimular la venta de sus productos, inició un concurso con opción a premios destinados a aquellos que presentaran una colección de banderas de las cuales se encontraba un ejemplar en la envoltura interior de cada caramelo.
Este fragmento es una muestra del peculiar estilo de Roberto Arlt, por el que fue señalado como un mal escritor en su época. La larga oración, aunque está correctamente escrita en términos de sintaxis, resulta algo difícil de entender por sus numerosas subordinaciones.
Avizorábamos continuamente las cosas ajenas. En las manos teníamos una prontitud fabulosa, en la pupila la presteza de ave de rapiña. Sin apresurarnos y con la rapidez con que cae un gerifalte sobre cándida paloma, caíamos nosotros sobre lo que no nos pertenecía.
En este fragmento, por medio del recurso literario del símil, el narrador establece una relación entre el acto de robar y la caza de una paloma por un ave de rapiña. Silvio se identifica como ladrón con un halcón, un ave imponente; la principal característica en la que se basa esta comparación es la rapidez. En este sentido, este fragmento ilustra la percepción de Silvio de que "robar era acción meritoria y bella" (pág. 44). A través de este procedimiento literario, y de la imagen visual del ave rapaz cayendo en picada sobre su presa, el narrador cumple su objetivo de presentar una visión romantizada y embellecida de la acción criminal. Al mismo tiempo, la similitud con este predador, remite a la noción de la supervivencia del más fuerte, "la ley de la ferocidad", como se enuncia al final de la novela, según la cual el crimen (pero luego la delación también) es algo inevitable, algo brutal a lo que no puede negarse.
Los billetes de banco parecían más significativos con sus imágenes coloreadas, las monedas de níquel tintineaban alegremente en las manos que jugaban con ellas juegos malabares. Sí, el dinero adquirido a fuerza de trapacerías se nos fingía mucho más valioso y sutil, impresionaba en una representación de valor máximo, parecía que susurraba en las orejas un elogio sonriente y una picardía incesante. No era el dinero vil y odioso que se abomina porque hay que ganarlo con trabajos penosos, sino dinero agilísimo, una esfera de plata con dos piernas de gnomo y barbas de enano, un dinero truhanesco y bailarín, cuyo aroma como el vino generoso arrastraba a divinas francachelas.
Este fragmento es característico del estilo de Arlt en varios aspectos. Por un lado, es un ejemplo de las extensas descripciones o imágenes descriptivas que interrumpen cada tanto el realismo de los pasajes narrativos, y que sirve para conocer la interioridad del personaje de Astier. Por otro lado, desde el punto de vista formal, también ilustra su estilo elaborado, plagado de metáforas, comparaciones y recursos literarios más propios de la poesía que de la prosa (la aliteración, la rima). Los motivos (el vino, el juego, los personajes fantásticos, como el gnomo y el enano) recuerdan la estética modernista. Mediante estos recursos literarios se construye una visión idealizada del dinero y del crimen, y se configura un campo de significados alrededor del mundo del trabajo (vil, odioso, penoso), que presagian las experiencias de Astier en el siguiente capítulo.
Cuando cumplí los quince años, cierto atardecer mi madre me dijo:
-Silvio, es necesario que trabajes.
Yo que leía un libro junto a la mesa, levanté los ojos mirándola con rencor. Pensé: trabajar, siempre trabajar. Pero no contesté.
Este diálogo marca el final de la infancia en la vida de Silvio y el comienzo del difícil proceso de transformarse en un adulto. La pobreza de su familia lo obliga a enfrentarse al mundo del trabajo a una edad temprana. Esto se diferencia de las aspiraciones de triunfo de Silvio y de los fantasiosos planes delictivos que elabora con Enrique y Lucio en el primer capítulo.
Eran las siete de la tarde y la calle Lavalle estaba en su más babilónico esplendor. Los cafés a través de las vidrieras veíanse abarrotados de consumidores; en los atrios de los teatros y cinematógrafos aguardaban desocupados elegantes, y los escaparates de las casas de modas con sus piernas calzadas de finas medias y suspendidas de brazos niquelados, las vidrieras de las ortopedias y joyerías mostraban en su opulencia, la astucia de todos esos comerciantes alagando [sic] con artículos de malicia, la voluptuosidad de las gentes poderosas en dinero.
Los transeúntes se desarrimaban a nuestro paso, no fuera que los mancháramos con la mugre que llevábamos.
La descripción de la opulenta calle céntrica de la ciudad de Buenos Aires de esta cita se contrapone con la mísera situación económica de Silvio, que lo avergüenza. El ambiente de la ciudad es caracterizado por Arlt como fuertemente desigual. Caminando por la misma calle hay personas ociosas que pueden consumir y divertirse, y personas como Silvio, que viven en condiciones miserables y humillantes.
«Virgen y madre» de Luis de Val, «Electrotécnica» de Bahía y El Anticristo de Nietzsche. La «Virgen y madre», cuatro volúmenes de 1.800 páginas cada uno, me lo había prestado una vecina planchadora.
Ya cómodamente acostado, observé con displicencia «Virgen y madre». Evidentemente, hoy no me encontraba dispuesto a la lectura del novelón truculento y entonces decidido cogí la «Electrotécnica» y me puse a estudiar la teoría del campo magnético giratorio.
Leía despacio y con satisfacción.
Una de las características principales de Silvio como personaje es su gusto por la lectura y sus ansias de superarse gracias a la educación. Aunque no asiste a la escuela, se informa acerca de temas muy diversos leyendo libros por su cuenta, como en esta cita. De esas lecturas Silvio aprende cuestiones técnicas para proyectar nuevos inventos, con los que espera hacerse rico y famoso. Pero por las lecturas también conoce el mundo de los bandoleros y ladrones famosos, lo que acentúa su fascinación por el mundo del crimen.
Me tembló el alma. ¿Qué hacer, qué podría hacer para triunfar, para tener dinero, mucho dinero? Seguramente no me iba a encontrar en la calle una cartera con diez mil pesos. ¿Qué hacer, entonces? Y no sabiendo si pudiera asesinar a alguien, si al menos hubiera tenido algún pariente, rico, a quien asesinar y responderme, comprendí que nunca me resignaría a la vida penuriosa que sobrellevan naturalmente la mayoría de los hombres.
En esta cita aparece enunciado el conflicto principal del protagonista. Silvio está desesperado porque la pobreza en la que vive frustra sus aspiraciones de ser un triunfador. Esta desesperación lo lleva a tentarse con ser un criminal, para obtener dinero y notoriedad.
—El otro día se viene una vieja. Era una mudanza, un bagayito de nada… Y yo andaba seco, seco… Un mango, le digo, y agarro el carro del pescador.
—¡Qué trotada, hermano! Cuando volví eran las nueve y cuarto, y el matungo sudado que daba miedo. Agarro y lo seco bien, pero el gallego debe haber junado porque hoy y ayer se vino una punta de veces a la fila, y todo para ver si estaba el carro. Ahora, cuando tenga otro viaje le meto con el de la mondonguera.
En este diálogo puede notarse la capacidad de Arlt para representar el habla popular de Buenos Aires y caracterizar al personaje a través de ese modo de hablar. El Rengo le cuenta a Silvio cómo toma sin permiso el caballo de un vendedor de la feria para hacer un trabajo por su cuenta. Esta anécdota da cuenta de la inmoralidad del personaje, pero también de su audacia y simpatía.
En una llanura de asfalto, manchas de aceite violeta brillaban tristemente bajo un cielo de buriel. En el zenit otro pedazo de altura era de un azul purísimo. Dispersos sin orden, se elevaban por todas partes cubos de portland.
Unos eran pequeños como dados, otros altos y voluminosos como rascacielos. De pronto del horizonte hacia el zenit se alargó un brazo horriblemente flaco. Era amarillo como un palo de escoba, los dedos cuadrados se extendían unidos.
Retrocedí espantado, pero el brazo horriblemente flaco se alargaba, y yo esquivándolo me empequeñecía, tropezaba con los cubos de portland, me ocultaba tras ellos; espiando, asomaba el rostro por una arista y el brazo delgado como el palo de una escoba, con los dedos envarados, estaba allí, sobre mi cabeza, tocando el zenit. En el horizonte la claridad había menguado, quedando fina como el filo de una espada.
Silvio tiene esta alucinación después de que lo dan de baja de la Escuela de Aviación Militar. Este fragmento de la novela es una muestra del tono expresionista que toma la narración en algunos pasajes. Elementos del paisaje urbano como el cemento "portland" y el asfalto aparecen transfigurados en un ambiente fantasioso y de pesadilla. Estos pasajes dan una muestra de la angustia que atormenta al protagonista y los elementos netamente urbanos de su imaginación.
Decíame:
—Porque si hago eso destruiré la vida del hombre más noble que he conocido.
Si hago eso me condeno para siempre.
Y estaré solo, y seré como Judas Iscariote.
Toda la vida llevaré una pena.
¡Todos los días llevaré una pena!… —y me vi prolongado dentro de los espacios de vida interior, como una angustia, vergonzosa hasta para mí.
Entonces sería inútil que tratara de confundirme con los desconocidos. El recuerdo, semejante a un diente podrido, estaría en mí, y su hedor me enturbiaría todas las fragancias de la tierra, pero a medida que ubicaba el hecho en la distancia, mi perversidad encontraba interesante la infamia.
En este pasaje Silvio medita acerca de la posibilidad de delatar al Rengo. Aunque delatarlo es correcto según la ley, significa también traicionar a un amigo. La decisión pone al personaje frente a esa contradicción. Pero es la traición, y no evitar el delito, lo que seduce a Silvio y lo tienta a tomar esa decisión. Al traicionar, Silvio rompe con la moral corriente y se diferencia de la mayoría de las personas. Esta manera de entender la decisión es, por un lado, una muestra de la atormentada psicología del personaje, pero, por otro lado, muestra el talento de Arlt como novelista, al describir en profundidad las contradicciones en las que se encuentra el protagonista.