Wiglaf apuñala al dragón en la parte inferior de su cuerpo, en un intento de matarle y parar las horribles llamas que quemaban el cuerpo de su amo. Las llamas se apagan poco a poco mientras el dragón muere. Beowulf acuchilla al dragón en la mitad, mostrando lo último de su fuerza. Cortado en dos, cae, la sangre se filtra en el piso y en el oro. Las heridas de Beowulf son demasiadas; la muerte está cerca, su cuello arde por el veneno del dragón. Beowulf se arroja al piso y el buen Wiglaf le lava sus heridas con agua. Beowulf le habla a Wiglaf, rogándole que reúna el oro del dragón a sus pies antes de que él muera:
"Mis días se han ido como el destino quiso,.../ Tal como supe, sin proferir profanos juramentos,/ Sin buscar guerras que queden. Puedo dejar / Esta vida feliz; Puedo morir, aquí,/ Sabiendo que el Señor de toda vida nunca me ha / Visto lavar mi espada en sangre / De mi propia familia". pág. 108, líneas 2735-6, 2638-2743
Seguimiento del Tema: El Bien y el Mal 11
Wiglaf entra rápidamente en la torre del dragón, buscando y sacando tantos tesoros, cascos antiguos y oro como le sea posible antes de que muera su señor. El interior del castillo es alumbrado por una luz brillante, la cual ilumina las piedras grises y significa la bondad de su alianza para matar el dragón. Wiglaf trae el tesoro a Beowulf para suavizar su muerte. El tesoro ha sido ganado, y él rocía más agua sobre su rey.
Seguimiento del Tema: Cristiano/Pagano 10
Beowulf le habla a Wiglaf, diciéndole que guíe a los gautas. Mientras muere, le solicita que lleve el tesoro a su pueblo y gobierne bien. Le pide a Wiglaf que construya un monumento, una tumba donde se sepultarán las cenizas del rey Beowulf, una gran torre sobre la antigua, de modo que los marinos la vean y hablen de ella por siempre. Luego Beowulf entrega su collar de oro, casco, anillos y malla al futuro rey y muere:
"La boca del anciano se silenció, no expresó/ más palabras, había dicho tanto como pudo;/ Él dormiría en el fuego, pronto. Su alma / Dejo su cuerpo, voló a la gloria". pág. 110, líneas 2817-2820
Wiglaf mira a su señor, ya muerto, y al horrible dragón, partido en dos por su mano, que yace cerca. Los gautas que habían corrido, abandonado a Beowulf y luego a Wiglaf cuando el temor los aterrorizó, regresan de los árboles en dirección a Wiglaf, esperando que hable. Wiglaf les habla duramente, diciendo cómo Beowulf había confiado en su palabra, dándoles armas, tesoros, un salón y aguamiel. Les dice cómo ellos corrieron atemorizados cuando atacó el dragón a Beowulf. Wiglaf había hecho solo una pequeña parte: distrajo al dragón el tiempo suficiente para que Beowulf lo matara. Él declara que no se les darán más tesoros, no habrá más entrega de anillos. Cuando los otros gautas descubran su cobardía, ellos y sus familias estarán por siempre en desgracia, digna sólo de la muerte.
Wiglaf envía un mensajero a los gautas, que habían esperado distantes, informándoles el destino de Beowulf. El mensajero les habla, diciéndoles cómo peleó Beowulf, y que ambos, el dragón y él, murieron. Wiglaf ha quedado como rey, pero no se puede esperar paz de los francos, ni de los suecos. El habla de sus historias, y de cómo Higlac había salvado a los gautas de la espada del rey sueco.
El mensajero cuenta la historia de la guerra entre los gautas y los suecos. Ongentho, cuando escuchó de la fuerza y reputación de Higlac, retiró a sus hombres al bosque, lejos de los gautas. Pero los gautas no tuvieron misericordia con Ongentho, e invadieron su ejército, y Wulf (de los gautas) quebró el cráneo y casco del rey sueco. Ongentho también hirió a Wulf en el casco, pero su valiente hermano, Efor, mató a Ongentho con un golpe de su maciza espada. Wulf fue vendado, y los gautas elogiaron al valiente Efor, a quien le dieron la única hija de Higlac, oro y tierra.
La historia del mensajero habla de los horrores que sucederán con la muerte de Beowulf; los gautas seguramente serán atacados. Habla de cómo las joyas del dragón se quemarán en la pira funeraria de Beowulf, y el resto se enterrará en la torre construida en nombre del rey, para saludar al mar. La tristeza descenderá en toda Geatland por su pérdida. Los guerreros caminan hacia donde yace Beowulf, y ven el dragón:
"Extendida enfrente / De su torre, una bestia extraña y escamosa / Que reflejaba una docena de colores pálidos y / Chamuscados por su propio calor. De extremo / A extremo tenía cincuenta pies, había volado / En la oscuridad silenciosa, un veloz viajero / Saboreando el aire, luego deslizándose / A su madriguera". pág. 117, líneas 3038-3045
Wiglaf habla de Beowulf, y como su valentía y deseo por el oro le costó su vida. Él lleva a los gautas a la torre, donde los más ricos de los gautas reúnen el tesoro del dragón en sus manos, y lo llevan a la pira de Beowulf. Lo mejor de los cascos, oro y malla se colocan en la pira, y el fuego aumenta, envolviendo al gran rey. Wiglaf y sus hombres deslizaron al dragón por el acantilado hacia el océano. El humo ascendía de la pira de Beowulf, y los valientes gautas miran con pena como es llevado al cielo. Luego:
"Durante diez largos días hicieron su monumento,/ Sellaron sus cenizas en muros tan rectos / Y altos como las manos sabias y dispuestas pudieron levantarlos.../ Y los tesoros que se habían llevado se quedaron allí también,/ ...De vuelta a la tierra". pág. 121, líneas 3159-3163, 3165-3167
Los guerreros, los gautas y Wiglaf, cantan sus loas alto y fuerte; no hubo vida más noble en la tierra entre los hombres. El mejor de los gautas cabalga alrededor de la torre de Beowulf, cantándole a todos, de un rey valiente y sabio que había vivido, llamado Beowulf.