Resumen
Escena I
Los artesanos llegan al bosque para comenzar a ensayar la obra acerca de Píramo y Tisbe. Bottom teme que si Píramo se suicida con su espada, el público pueda asustarse. Como resultado, los actores deciden escribir un prólogo que informe a la audiencia acerca de que Píramo, en realidad, es Bottom haciendo de Píramo, y que el suicidio no es real.
Luego, es Snowt quien advierte que hay que tener cuidado con el papel que va a representar Snug: el león. Afirma que si lo hace demasiado bien puede asustar a las mujeres. Sobre este asunto, los artesanos ya han discutido en el primer acto, pero esta vez deciden que escribirán otro prólogo para informar a la audiencia de que el león no es real, sino un actor disfrazado. Incluso, para quedarse tranquilos, deciden que, antes de ponerse el disfraz, Snug le hable al público, y que la mitad de su cabeza quede visible aun con el disfraz puesto.
Finalmente, comienzan a ensayar la obra mientras Puck presencia todo a escondidas. Los improvisados actores cometen todo tipo de errores. Puck, entonces, decide burlarse de ellos, y cuando Bottom sale de escena le coloca sobre su cabeza una cabeza de burro. Bottom no se da cuenta de que está transformado y no comprende por qué, al regresar, todos huyen de él. Cuando se queda solo, Titania se despierta, lo ve, y se enamora perdidamente de él. Le ruega que se quede con ella en el bosque, y luego llama a cuatro hadas de su séquito para que lo lleven a su jardín.
Escena II
Puck le cuenta a Oberón lo que ha sucedido con la hechizada Titania. Oberón se pone contento, ya que podrá recuperar a su paje y terminar la disputa con ella. Luego le pregunta a Puck por el ateniense al que debía hechizar con la pócima amorosa. Entonces Demetrio y Hermia entran a escena. Hermia está convencida de que Demetrio mató a Lisandro mientras este dormía, y lo maldice hasta que finalmente se aleja de él. Demetrio, entonces, se queda dormido. Oberón se da cuenta de que Puck se equivocó y no hechizó al ateniense indicado. Lo envía inmediatamente a buscar más de la planta con la que se hace la pócima amorosa. Puck sale y vuelve enseguida, ya con la pócima en su poder.
Entonces Lisandro y Elena entran a escena. Elena cree que Lisandro se está burlando de ella al decirle que la ama. Sin darse cuenta, ella despierta a Demetrio, en cuyos ojos Puck ha aplicado la pócima. Apenas Demetrio ve a Elena, también se enamora perdidamente de ella.
En medio de la disputa entre Lisandro y Demetrio para demostrar quién ama más a Elena, llega Hermia. Se sorprende muchísimo cuando escucha que Lisandro dice amar a Elena y no a ella. Elena asume que Hermia es parte de la burla y también se enoja con ella. Lisandro y Demetrio comienzan a pelear con mayor intensidad. Hermia interrumpe la disputa e intenta detener a Lisandro. Este la rechaza, le dice que es una serpiente enana, y se va para luchar con Demetrio.
Oberón está furioso por el desastre que generó Puck. Le ordena que se encargue de que Lisandro y Demetrio no lleguen a luchar, y que los haga dormir. Cuando estén dormidos, Puck deberá poner la pócima en los ojos de Lisandro y asegurarse de que vea a Hermia apenas despierte. Imitando las voces de Demetrio y Lisandro de manera alternada, Puck hace que los hombres lo sigan por el bosque sin encontrarse entre sí, hasta que caen rendidos de sueño.
Luego, Elena y Hermia entran en escena y caen dormidas cerca de Demetrio y Lisandro. Puck, entonces, aplica la pócima amorosa sobre Lisandro.
Análisis
En este acto se superponen dos mundos dentro del bosque: el de lo mágico, que tiene como protagonistas a los seres del bosque y los atenienses nobles, y el de la obra de teatro dentro de la obra de teatro, que tiene como protagonistas también a los seres del bosque y a los artesanos, encabezados por Bottom.
En relación con la representación de Píramo y Tisbe, algo que ya aparece en el primer acto, cuando los artesanos se reparten los roles, y aquí se refuerza cuando comienzan a ensayar, es la diferencia de clases. Los artesanos son hombres rústicos, trabajadores salidos del medio popular. La gran diferencia entre estos trabajadores y los nobles se ve, en principio, en el lenguaje: mientras los artesanos hablan de modo sencillo y lineal, el lenguaje de los atenienses es florido y está lleno de imágenes y metáforas. Además, los artesanos carecen de cultura. Al ensayar, son incapaces de decir sus líneas teatrales sin arruinarlas una y otra vez, generando así un efecto cómico en los espectadores.
Parte de la crítica afirma que en Sueño de una noche de verano los artesanos son el equivalente a los bufones. Si bien la comedia de enredos de los nobles atenienses es fundamental para generar un efecto cómico, este siempre va acompañado de un efecto dramático, mientras que, en el caso de los artesanos, no hay efecto dramático alguno, sino solo comicidad. Los artesanos, incluso, hacen reír a un personaje que está dentro de la obra: Puck, quien aporta al efecto cómico al transformar a Bottom en un asno.
He aquí otro tema muy importante dentro de la obra de Shakespeare: la identidad. Bottom es transfigurado en asno y no siente sufrimiento alguno. Por momentos pareciera que se da cuenta (dice que tiene ganas de comer heno), y por momentos pareciera que no, o que no le importa. Bottom, incluso, es el único personaje ateniense que interactúa con los seres mágicos del bosque, y esto tampoco le genera ningún tipo de sorpresa o confusión. Simplemente, se divierte con las hadas y con Titania. La simpleza de Bottom, representante de los trabajadores, le permite vivir sin complicaciones, sin drama.
Todo lo contrario sucede con los nobles atenienses, quienes sufren profundamente sus conflictos de identidad. Estos aparecen cuando Lisandro, Demetrio, Hermia y Elena, repentinamente, cambian su posición en torno al amor, y eso les altera la comprensión sobre ellos mismos. Lisandro deja de amar a Hermia para amar a Elena. No comprende cómo pudo estar enamorado de aquella a la que ahora desprecia. A Demetrio le sucede lo mismo. Elena, de repente, pasa de ser despreciada por su amado Demetrio a ser amada no solamente por él, sino también por Lisandro. No comprende qué está sucediendo y piensa que se están burlando de ella. A Hermia le pasa todo lo contrario que a Elena: pasa de ser amada por Lisandro y Demetrio a ser despreciada por ambos. Pasa de ser una mujer hermosa y deseada a ser una "serpiente enana". A Hermia no le importa Demetrio, pero no puede comprender qué le pasó a Lisandro ni qué le está pasando a ella. Las identidades se rompen. Hermia se pregunta: “¿No soy yo Hermia? ¿No eres tú Lisandro?” (p.78).
Al igual que en La tempestad, los personajes se ven envueltos en engaños a causa de un espíritu mágico que moviliza sus sentimientos amorosos. Lo interesante aquí es, por un lado, que la identidad de estos jóvenes depende de a quién aman o por quiénes son amados. El amor es el único motor que moviliza sus acciones, y aquello que constituye quiénes son. Al sufrir estos cambios repentinos en sus sentimientos amorosos, los personajes pasan a no reconocerse a sí mismos, dado que no comprenden por qué aman a quien aman o por qué son amados por aquellos que los despreciaban.
Aquí, entonces, los personajes, tras perder su identidad, entran en un proceso de anagnórisis. La anagnórisis es un recurso narrativo que consiste en que el personaje descubra datos esenciales sobre su identidad, datos que el público sí conoce. Esto da lugar a múltiples ironías dramáticas, graciosas para los espectadores y típicas de la comedia de enredos. Recién al comienzo del cuarto acto los personajes recuperarán su identidad, aunque no sabrán qué les pasó en el medio. Incluso, Demetrio no vuelve a ser quien era, es decir, aquel que amaba a Hermia y no a Elena. Ahora sigue amando a Elena, pero como Elena lo ama, su cambio de identidad no es un problema y sirve para dar un final feliz a su situación.
En este mismo sentido, es interesante destacar cómo los personajes son prácticamente intercambiables entre sí. Dependiendo de a quién amen o por quién sean amados, Hermia puede ser Elena así como Elena puede ser Hermia, y Lisandro puede ser Demetrio como Demetrio puede ser Lisandro. Esta duplicación de los personajes aparece con claridad cuando Elena le dice a Hermia: “Así crecimos juntas, semejantes a dos cerezas mellizas que se diría que están separadas, pero que un lazo común las une; dos lindas bayas modeladas sobre el mismo tallo. Así es como, con dos cuerpos visibles, no teníamos más que un solo corazón…” (p.76).
Teniendo en cuenta todo esto, es difícil afirmar que en esta obra Shakespeare glorifica el amor. Por un lado, el amor sí aparece como algo que se opone al sometimiento, que revela a los jóvenes ante la imposición de sus padres y, por lo tanto, de la ley. Pero, por otro lado, los jóvenes no parecen amar a nadie realmente. Sueño de una noche de verano no es como Romeo y Julieta, donde los personajes principales saben con claridad a quién aman y mueren por eso. Más bien, en Sueño de una noche de verano, los personajes parecen amar el amor en sí. Carecen de identidad propia. Incluso, una de las frases más memorables de la obra es: “¡Señor, qué locos son los mortales!” (p.72), dicha por Puck a Oberón, tras ver los constantes desencuentros de los personajes, y cuestionando así la naturaleza del amor en los humanos.
Aquí también aparece, como en la obra que se representa dentro de la obra, la idea de que todo lo real puede ser un sueño. Si todo cambia de un momento a otro, si la persona más amada puede convertirse en despreciada, y viceversa; si ni siquiera la identidad es algo sólido, ¿cómo puede diferenciarse lo real de lo soñado, de la ficción? En el final de este tercer acto, la obra llega a su éxtasis: nadie comprende por qué ama a quién ama o por qué es amado o despreciado. Las identidades se destruyeron. Es Oberón quien, mágicamente, resuelve este conflicto de una vez por todas: “Cuando despierten de pronto, toda esta broma les parecerá un sueño, una vana visión, y los amantes volverán a tomar el camino de Atenas, unidos con lazos que solo la muerte podrá romper” (pp.81-82).