Además de ser fundamental en Sueño de una noche de verano, Shakespeare utiliza el recurso de la metateatralidad en varias obras, entre las que se destacan La tempestad, Trabajos de amor perdidos y Hamlet.
Dentro de cada una de estas obras, la utilización de este recurso tiene sus fines particulares (que ahora analizaremos), pero más allá de la búsqueda puntual, la constante aparición de la metateatralidad en Shakespeare demuestra, a priori, el enorme interés del autor por reflexionar acerca de la relación entre teatro y vida, así como sobre el teatro en sí: los procedimientos de creación, el rol de los actores, la importancia de la escenografía, la calidad de las representaciones.
En Sueño de una noche de verano, la metateatralidad funciona fundamentalmente para difuminar los límites entre teatro y vida, entre realidad y ficción. Invita al espectador a pensar que la obra que acaba de ver fue un sueño, a la par que le hace sentir que él mismo puede estar siendo parte de la obra. Pero además, en Sueño de una noche de verano Shakespeare utiliza la metateatralidad para reflexionar sobre el teatro en sí. Por ejemplo, los actores temen que el público no los entienda y ser castigados por ello; Flauto no quiere hacer de mujer porque le está comenzando a salir la barba (una alusión cómica al hecho de que los actores, durante el periodo isabelino, fueran hombres); la escenografía es absolutamente ridícula; Teseo afirma que no importa la calidad de la representación que uno ve ya que todo depende de la capacidad imaginativa del espectador.
Una característica muy particular del uso de la metateatralidad en Sueño de una noche de verano es que no interviene con la trama principal, la de los jóvenes atenienses. En ningún momento de la obra la representación de los artesanos agudiza o resuelve los desencuentros amorosos de Lisandro, Elena, Demetrio y Hermia. Todo lo contrario sucede en Hamlet, donde el protagonista usa la pieza teatral representada dentro de la obra para descurbrir a su tío como el asesino de su padre, agudizando así el conflicto de la obra y empujándolo definitivamente hacia el desenlace trágico. El uso de este recurso busca generar un efecto muy diferente en una tragedia como Hamlet que en una comedia como Sueño de una noche de verano.
La metateatralidad de Sueño… puede compararse con la de Trabajos de amor perdidos, otra comedia del dramaturgo. En ambas, las obras que se llevan a cabo dentro de las obras centra su temática en la Antigüedad. La representación de los artesanos en Sueño de una noche de verano cuenta la trágica historia de Píramo y Tisbe, personajes de la mitología griega, mientras que en Trabajos de amor perdidos se representa Los 9 paladines, obra en la que aparecen diferentes héroes mitológicos. Además de coincidir en esta representación basada en historias o personajes de la Antigüedad (el Renacimiento precisamente busca su esencia en dicha civilización), ambas obras coinciden, de manera casi idéntica, al mostrarnos el ridículo momento en el que los actores se reparten los roles y, luego, la también ridícula actuación que llevan a cabo.
Algo muy diferente sucede en La tempestad, obra en la que Shakespeare lleva el recurso de la metateatralidad al extremo. Si bien dentro de esta obra no se representa ninguna obra, Próspero, el protagonista, tiene, desde el principio hasta el final, la capacidad mágica de orquestar los movimientos del resto de los personajes como si fuera, efectivamente, un dramaturgo. Lo metateatral está presente todo el tiempo, pero lo más interesante sucede sobre el final de la obra, cuando Próspero abandona los elementos mágicos que le otorgaban dicho poder. La tempestad es la última obra escrita por Shakespeare y, por lo tanto, es imposible no leer esta última acción de Próspero como una referencia al abandono de la dramaturgia por parte del gran autor inglés, quien supo utilizar de diferentes modos la metateatralidad, incluso para reflexionar sobre el final de su mágica carrera como creador.