El tigre (Símbolo)
En dos momentos del ensayo, Martí trabaja con este símbolo, que recupera del mundo animal y que se manifiesta como un peligro latente y acechante para los pueblos latinoamericanos. El tigre es un animal exótico, no nativo de América; tal vez por eso es el elegido por el autor para representar peligros foráneos.
Con esta figura se conforman algunas frases alegóricas que trabajan esta idea de peligro y alerta para los pueblos latinoamericanos. Por un lado, en el octavo párrafo se afirma:
El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima [...]. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos (19).
Martí apela aquí a la figura del tigre para mostrar el peligro que significa el imperialismo estadounidense. Estados Unidos, como un tigre al acecho, está esperando que Latinoamérica, su presa, se muestre débil para saltar sobre ella y depredarla. El país del norte se acerca a los pueblos latinoamericanos "con zarpas de terciopelo", es decir, sin exhibir sus verdaderas intenciones depredadoras: sorprende al pequeño pueblo desprevenido cuando este se encuentra herido, cuando necesita ayuda. Sin embargo, augura Martí, ante la unión de los oprimidos, es decir, su despertar, ese tigre imperialista puede ser vencido y morir "echando llamas por los ojos".
En el décimo párrafo, por otra parte, se utiliza otra vez este símbolo para conformar otra alegoría, expresada de forma elíptica: "El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera" (20). Son dos, entonces, los tigres peligrosos de los que los latinoamericanos deben cuidarse: el de adentro y el de afuera. El que viene del exterior, es, nuevamente, el que refiere al expansionismo e imperialismo estadounidense. Desde 1823, con la Doctrina Monroe, esto era, claramente, parte de la política exterior de Estados Unidos. El tigre de adentro, ese que entra por la hendija, es el enemigo interno, que habita en las naciones del continente. De ese también hay que cuidarse. Se trata de la colonia que continúa, por otros medios, viviendo en la república: es el pensamiento propio del aldeano vanidoso, del criollo exótico, del letrado artificial que Martí denuncia y busca erradicar.
El pulpo (Símbolo)
En el undécimo párrafo se menciona al pulpo que está durmiendo sobre algunas repúblicas de América. Una vez más, el autor apela al mundo animal para referirse al peligro que las grandes potencias significan para los pueblos latinoamericanos. Tanto las potencias imperialistas europeas como Estados Unidos pueden estar representadas por este ser marino. En este momento preciso en el que el autor está situando su ensayo, sin embargo, el mayor peligro para los pueblos latinoamericanos lo constituye el país del norte, Estados Unidos, que, como un pulpo, va colocando sus brazos sobre los diferentes territorios y espera el momento oportuno para expandirse sobre ellos.
Los árboles (Símbolo)
En la naturaleza se cifran las disputas simbólicas de este texto. Mientras los animales representan el peligro para Latinoamérica, el mundo vegetal tiene una carga positiva y alude a los habitantes que pueden salvarla.
Martí apela a los árboles como símbolo de los habitantes del territorio que tienen el poder armónico que da la unidad para detener al gigante del norte. Esos árboles son como soldados que defienden su patria latinoamericana. Martí apela nuevamente a la alegoría para describir cómo deben ser esos árboles: "Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades" (15), dice. Lo que propone es que los hombres latinoamericanos sean como árboles robustos, cuantiosos y nativos, que, de pie, fuertes y unidos, se elevan con sus ideas, su historia y su fortaleza para no dejar pasar al imperialismo estadounidense: "¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!" (15).
El hombre natural (Símbolo)
La Madre América tiene un hijo que puede salvarla. Mientras muchos de sus habitantes son mostrados como perjudiciales para el territorio, como los aldeanos vanidosos, los sietemesinos, los letrados artificiales o los criollos exóticos, otro es el que puede vencer a todos ellos. Con la denominación de hombre natural se hace referencia a las personas que habitan el suelo latinoamericano de forma digna. Es el término para designar a los campesinos, a los indios, a los mestizos, a los negros, a los jóvenes que son esperanza para el futuro de los pueblos latinoamericanos. La América natural, la América mestiza, está conformada por hombres naturales.
El hombre natural se muestra como el ser auténtico y original que puede salvar a las repúblicas latinoamericanas. De acuerdo con el autor, la batalla es entre la falsa erudición y la naturaleza, es por eso que, según él, estos hombres naturales son los que vencen a los letrados artificiales y a sus libros importados; el mestizo autóctono es el que vence al criollo exótico.
El aldeano (Símbolo)
El aldeano es el antagonista del hombre natural. Martí lo utiliza como símbolo que representa a aquellas personas que solamente se muestran preocupadas por sus propios asuntos y su propio bienestar, sin tener en cuenta lo que sucede a su alrededor. Esto se puede llevar al plano de la política y, entonces, el aldeano simboliza allí a los gobiernos latinoamericanos que, ingenuos, solamente se preocupan por sus intereses particulares, sin pensar en hacer alianzas ni establecer lazos de amistad y fraternidad con las repúblicas vecinas del continente. Las aldeas, lugares habitados por los aldeanos, serían esas repúblicas latinoamericanas.
Los gigantes que pueden poner sus botas encima de los aldeanos (Alegoría)
Al inicio del relato, Martí presenta la alegoría de "los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima" (15) a los aldeanos vanidosos y distraídos que creen "que el mundo entero es su aldea" (15). El ensayista alude a una figura típica de los cuentos infantiles: se refiere al ogro de las botas de siete leguas del cuento "Pulgarcito", de Charles Perrault. De esta manera, realiza una analogía entre el gigante que acecha a Pulgarcito y el enorme país del norte del continente, que, en esta personificación alegórica, aparece como un gigante que puede alcanzar con sus largos pasos, rápidamente, todas las naciones del continente y aplastarlas con sus grandes botas.
Los países latinoamericanos y sus habitantes son como pequeñas aldeas y aldeanos, es decir, son ínfimos como Pulgarcito, el personaje del relato maravilloso de Perrault, que tiene el tamaño de un pulgar; en cambio, Estados Unidos se representa como el gigantesco ogro que se calza sus grandes botas para atrapar al pequeño niño. Con unas pocas zancadas, el gigante recorre grandes distancias y puede ubicarse sobre su víctima. Esa velocidad del gigante país del norte del continente, para posicionarse sobre las repúblicas que se encuentran hacia el sur, está representada mediante esta alegoría.
Acostarse con las armas del juicio bajo la almohada (Alegoría)
Martí realiza un símil entre los valientes hombres protagonistas de las crónicas de Juan de Castellanos, poeta español del siglo XVI que escribió en América, y los nuevos hombres necesarios para el despertar de unión latinoamericana al que aspira. En esa comparación, además, se cifra una alegoría sobre cómo deben ser la actuación de esos hombres: "Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras" (15).
Lo que pretende el autor es que, ante el peligro latente que él percibe en la región, los hombres latinoamericanos no sean pasivos. Por eso indica que no son tiempos para comportarse como damas que se acuestan con el pañuelo en la cabeza, preocupadas por el cuidado de su peinado, sino que deben comportarse como aquellos valientes hombres de los que trata el poeta aludido y estar siempre listos para la acción defensiva de su territorio (acostarse con las armas bajo la almohada). Una línea antes ya advertía sobre este peligro del dormir: "Lo que quede de aldea en América ha de despertar" (15). Los hombres latinoamericanos deben estar alertas, con los ojos siempre abiertos, porque el peligro está latente.
A diferencia de los protagonistas de los versos endecasílabos de Juan de Castellanos, sin embargo, Martí no plantea el uso de la fuerza, o, al menos, no solamente de ella: no se trata aquí de armas reales, sino de armas de pensamiento, del juicio, de la razón. Sostiene que son esas las que vencen a las otras, es decir, que las ideas y la planificación son mejores que las armas para sus propósitos. Se podría decir que un gran ejemplo de estas armas hechas de palabras lo configura, justamente, este ensayo.
La madre América y las hermanas naciones latinoamericanas (Alegoría)
Martí compara a los países latinoamericanos con hermanos: cada uno de ellos es un hermano de la misma madre, que es "Nuestra América". Esos países pueden presentar conflictos entre sí, pero, de acuerdo con el autor, eso debe ser superado en pos de una instancia superior: "Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de la casa chica, que le tiene envidia al de la casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos" (15). Lo que postula aquí, y va a sostener a lo largo del texto como medida para resolver los problemas internos que ponen en peligro a Latinoamérica, es que las naciones deben dejar atrás viejos rencores, disputas territoriales y guerras perpetuadas siguiendo tradiciones que le son ajenas a este territorio, para trabajar juntos en pos del crecimiento y la defensa de Latinoamérica. Los países deben unirse en un gran bloque conformado por las repúblicas que están al sur de Estados Unidos.
Es por esto que Martí sostiene que no deben enseñarse los puños para comenzar una pelea entre sí, sino que deben hacer que esos puños encajen, es decir, trabajen juntos, "de modo que sean una, las dos manos" (15). El enemigo no es el país hermano: el enemigo, del que advierte Martí, es el imperialismo estadounidense que se expande desde el norte del continente.
Además, como buenos hijos de su madre, no deben avergonzarse de ella, como denuncia que hacen aquellos a quienes acusa de traidores y denomina "sietemesinos", sino que deben mostrar orgullo y ocuparse "de la madre que los crió" (16), "de la madre enferma" (16), a la que no deben dejar "sola en el lecho de las enfermedades" (16).