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Una de las críticas que, históricamente, recibía el territorio latinoamericano estaba vinculada con el atraso de estos pueblos, como si las repúblicas latinoamericanas estuvieran destinadas a fracasar por el atraso de sus habitantes. ¿Cómo es que Martí desmiente esto?
Martí insiste en mostrarse orgulloso de "nuestra América", es decir, de la América latinoamericana, la mestiza. Ante las reiteradas críticas que las naciones que la abarcan reciben sobre el fracaso de sus sociedades, sus políticas, su economía y su educación, Martí contesta que se trata de naciones jóvenes que tienen un complejo origen, ya que fueron "levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de la pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles" (p. 16). Señala que en muy poco tiempo y con muchísimas dificultades "se han creado naciones tan adelantadas y compactas" (p.16).
Indica, además, cuál es el verdadero problema que tienen estas naciones. La incapacidad no radica en ellas, sino en quienes se abocan a la tarea de gobernarlas copiando modelos de Estados Unidos y de Europa. El hombre natural del que habla Martí no es el motivo del fracaso de las políticas implementadas en América Latina; es el modo en que se fuerza a incorporar lógicas ajenas, de otras culturas, a las propias. Martí propone que el gobierno debe ser del país y que los gobernantes deben conocer su tierra y a sus paisanos. La solución, entonces, es formar a los intelectuales en la historia, la cultura y las costumbres de sus pueblos, para que no copien lo foráneo.
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¿A quién se dirige el ensayo? ¿De qué manera el título prefigura un receptor?
En cierta manera, este es un ensayo dirigido al mundo entero: todos deben saber que los pueblos de América están de pie y alertas ante la amenaza proveniente del exterior, ya sea de potencias europeas o de su país vecino del norte, Estados Unidos, en quien ahora está enfocada la mira defensiva. Ve la luz, primero, en La Revista Ilustrada de Nueva York, una publicación muy leída por los intelectuales de habla hispana, y luego, en el mismo mes, en El Partido Liberal, de México. Estos dos datos nos dan indicios de lo amplio que fue su público y de la gran circulación de este texto, cuyas ideas siguen vigentes hoy en día. Es, además, un texto producido por un autor que está a medio camino entre su carrera de periodista y diplomático y el revolucionario que será, el que dejará todo y morirá en batalla.
Ahora, si nos atenemos al título, sin embargo, este ensayo nos indica a quién se dirige de forma particular: a quienes quepan en ese "nuestra", es decir, a los habitantes de los pueblos que se encuentran al sur de Estados Unidos. Se trata de un llamado a la acción para esas repúblicas y se trata, también, de incluir en ese "nosotros" a los que siempre estuvieron excluidos. Por lo tanto, les habla, entonces, a los letrados e intelectuales latinoamericanos, a quienes están en una posición similar a la suya, y les llama la atención: hay que actuar de cierta forma que considera apropiada y hay que despreciar las otras formas, las que menosprecia en el ensayo. Hay que incluir a los oprimidos y hacer causa común con ellos "Para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores" (19).
El texto advierte sobre el peligro del imperialismo estadounidense y llama a los pueblos latinoamericanos a trabajar de forma conjunta en repeler ese peligro. El autor propone que "trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra" y, justamente, utiliza este texto como una de esas trincheras: es la semilla para la unión de los pueblos.
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¿Cómo debe ser un buen gobernante de acuerdo con Martí?
Martí sostiene que "el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país" (17). Para el autor, un buen gobernante debe ser uno que tenga una formación acorde a su pueblo: que conozca su tierra, sus habitantes, la cultura de su población, su idioma y sus costumbres. Un buen gobernante no puede copiar ideas y modelos foráneos sino que debe crear medidas aptas para la población que va a dirigir: "El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país" (17).
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¿Quién es el hombre natural y a quiénes se opone su figura?
El hombre natural no es una persona en particular, sino que esta denominación es amplia y sirve para designar a todos aquellos que pueden lograr la salvación del pueblo latinoamericano. Son los hombres y mujeres que viven en el territorio latinoamericano y están orgullosos de hacerlo, así como de su pasado; son los que trabajan su tierra y cosechan sus frutos; son los que, hastiados, se levantan ante los tiranos que pretenden dominarlos.
Martí ensalza el mestizaje cultural del hombre natural americano, que es el indio, el negro, el mestizo, el campesino. Y lo opone a la mascarada a la que ha llevado la copia de modelos foráneos: "Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España" (19). Es decir que los antagonistas del "hombre natural" son aquellos que no saben sentirse orgullosos de su tierra: los letrados artificiales, los criollos exóticos, los sietemesinos y el aldeano vanidoso.
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¿De qué manera se salvarán los pueblos americanos según el escritor?
El autor cita a Rivadavia, primer presidente argentino, quien sostiene que "estos países se salvarán". Martí comparte esa posición y sostiene que efectivamente es así, porque "le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real" (19). Con "real", el autor se refiere a auténtico, original y creador, es decir, en franca oposición a la copia que critica que realizan los tiranos o los letrados artificiales. Los pueblos americanos se salvarán si comienzan a conocerse a sí mismos y entre sí y empiezan a trabajar juntos en pos de la verdadera independencia; si comienzan sus intelectuales a crear formas de gobierno apropiadas para la realidad propia; si trabajan en conjunto los jóvenes intelectuales con los campesinos, los mestizos, los indios y los negros, es decir, con la diversidad de habitantes que puebla el suelo latinoamericanos.
Aunque "las levitas son todavía de Francia, el pensamiento empieza a ser de América" (20): Martí percibe que hay una oleada de jóvenes que, como él, se están despertando y constituyen la esperanza del territorio. El ensayo se cierra con miras a un porvenir utópico y optimista: la unión de los pueblos y la formación de sus jóvenes intelectuales será la salvación de Latinoamérica.