Resumen
Párrafo 3
Aquellos que no tienen fe en su tierra o se avergüenzan de ella y de sus raíces son calificados como cobardes hombres y catalogados como sietemesinos; son los que, al no poseer valor, lo niegan al resto. Los sietemesinos son los que, de acuerdo con Martí, no alcanzan con sus débiles brazos emperifollados con pulseras el árbol y, entonces, como ellos no llegan, dicen que el árbol es inalcanzable para todos. Se alienta a cargar los barcos con estos seres, a los que se compara con insectos dañinos para la patria: si son parisienses o madrileños, que entonces hacia allí vayan a pasear y ostentar. Se pone en duda la hombría de aquellos nacidos en estas tierras que se avergüenzan de sus orígenes, de su padre carpintero o de su madre india; que, traidores, maldicen el seno que los ha cargado y reniegan de la enfermedad de su madre tierra; que, en lugar de salvarse junto con sus indios, se alistan en los ejércitos de América del Norte. Se pregunta el ensayista si acaso Washington se fue a vivir con los ingleses cuando estos iban en contra de su tierra: la respuesta, claramente, es que no, porque él sí tenía honor.
Párrafo 4
El autor postula que en ningún otro lugar puede un hombre ser más orgulloso de su patria que en las "repúblicas dolorosas de América" (16). De forma veloz, en este territorio nacen y prosperan naciones adelantadas, a pesar del penoso pasado de luchas entre los nativos y los sanguinarios colonizadores que han desembarcado en estas tierras cargando consigo "el libro y el cirial", que buscarían imponer sobre los habitantes. Quienes acusan de irremediable a su república nativa son soberbios, que creen que "la tierra fue hecha para servirle[s] de pedestal" (16). La incapacidad, para Martí, no es de los jóvenes países latinoamericanos, sino de aquellos que quieren dirigirlos aplicándoles leyes heredadas de Estados Unidos o de Francia. Hay que atender la situación local para gobernar bien: el buen gobernante de América no es el que sabe cómo se gobierna en Alemania o en Francia, sino el que conoce su país y sus elementos y puede administrarlos para que sus habitantes disfruten de la abundancia natural, fruto del trabajo que los habitantes defienden con su vida. El gobierno, su espíritu y su constitución deben ser propios de su tierra.
Análisis
A partir de este párrafo se comienzan a analizar las razones por las que Latinoamérica, aunque ya independiente, es aún inestable. La razón que se desarrolla en el tercer párrafo está relacionada con sus habitantes. Para referirse de forma despectiva a aquellos que no tienen fe en su tierra, y no conocen ni se enorgullecen de su cultura, se utiliza una metáfora: se los nombra como sietemesinos, es decir, como prematuros. Se trata de seres con un desarrollo inmaduro y que se encuentran obnubilados por culturas ajenas; son hombres que no tienen valor para luchar por su propia cultura. Martí se refiere a ellos como débiles y asocia, nuevamente, esto a lo femenino: los representa como poseedores de brazos que lucen uñas pintadas y están adornados con pulseras; brazos que, además, no tienen energías ni fuerza suficiente para trabajar y producir, porque el peso de esos adornos no les permite alcanzar los objetivos. Apela, para ilustrar la arrogancia de estos personajes, a la imagen de sus brazos levantados hacia un árbol, que, débiles, no alcanzan sus ramas, y que, como ellos no llegan, sostienen, envidiosos y cobardes, que nadie puede llegar hasta allí. Insta, entonces, a devolver a sus lugares de origen a aquellos europeos que viven, en tierras americanas, añorando los paseos por las calles madrileñas o la posibilidad de lucir, petulantes, sus sorbetes por las calles parisinas.
Reacciona también contra los nativos que se avergüenzan de sus orígenes indios y contra aquellos traidores que se alistan en los ejércitos que masacran a los indios: estos también son sietemesinos. Acusa de falta de hombría a estos hombres que reniegan de la tierra propia y pone como contraejemplo de ellos, a través de una pregunta retórica, a Washington, uno de los fundadores y primer presidente de Estados Unidos. Lo ubica como una persona honorable en este sentido, dado que no se fue con los ingleses cuando estos fueron contra la tierra que él intentaba liberar.
Mientras en el tercer párrafo denuncia el accionar de aquellos a los que llama sietemesinos, en el cuarto muestra que sí se puede estar orgulloso de "nuestra América". En este apartado, el autor se muestra orgulloso de los pueblos de América, que, jóvenes, crecen rápidamente; que, a pesar de la violencia y la imposición religiosa (“el cirial”, p.16) y cultural (“el libro”, p.16) que se han sufrido durante siglos, se levantan. De esta forma, aludiendo a la velocidad con la que estas naciones se han formado en esas condiciones tan arduas, se opone a las ideas, reiteradas tantísimas veces, sobre el atraso de los pueblos latinoamericanos.
Denuncia, entonces, cuál es el problema de las naciones latinoamericanas: ser dirigidas con leyes y normas ajenas a su propia historia e identidad. Aquellos a quienes acusa de soberbios e incapaces no se dan cuenta de que no pueden aplicar en estas tierras ideas heredadas de otras latitudes, es decir, de países que tienen otros sistemas políticos, económicos y sociales y, además, muchos más años de historia. No es posible gobernar bien a los pueblos de América siguiendo modelos de una cultura ajena.
Finalmente, Martí plantea algo novedoso para una época muy eurocéntrica en sus concepciones: afirma que es necesario conocer la región y crear gobiernos y formas de gobernar autóctonos. Y lo postula como una necesidad imperiosa, a través de la utilización reiterada de la forma “haber de" + infinitivo y la repetición significativa de la palabra “gobierno”: “El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país” (17).