El libre albedrío vs. el destino
La vida es sueño explora el conflicto entre el destino y el libre albedrío. La fatalidad supone que la vida de una persona sigue un camino predeterminado que no puede ser alterado mediante elecciones o acciones individuales. Por otra parte, el libre albedrío supone que uno es capaz de elegir libremente un camino entre múltiples cursos de acción.
En la obra de Calderón, Basilio, rey de Polonia, encarcela a su hijo, Segismundo, desde su nacimiento, porque un signo astrológico profetiza que Segismundo será "un monstruo en forma de hombre" (p.26). Para salvar su reino y a sí mismo, Basilio le niega a Segismundo su papel de príncipe y lo encierra, pero pronto se arrepiente de su decisión y lo libera a prueba. Aunque al principio el protagonista se comporta de una manera que refleja su destino como monstruo, al final descubre que es la acción de su padre de encarcelarlo y tratarlo como un animal la que lo convirtió en un monstruo, no el destino. Al elegir simplemente no ser un monstruo, Segismundo acaba tomando el control de su vida. Así, demuestra que el libre albedrío puede triunfar sobre la voluntad que los dioses tienen sobre el ser humano.
A través de La vida es sueño, Calderón argumenta que la existencia de una persona no está regida por la suerte o el destino, sino que uno tiene la capacidad y el libre albedrío de controlar su destino a través de sus acciones.
Sueño vs. realidad
En La vida es sueño, la tensión entre sueño y realidad aparece como parte de los conflictos fundamentales de la obra. A lo largo de gran parte del texto, la realidad resulta ser algo distinto de lo que parece. Esto sugiere que la propia existencia humana no es más que una percepción que puede ser engañosa.
Cuando Rosaura es presentada por primera vez, está vestida de hombre, y cuando aparece a continuación, está disfrazada de dama de compañía en la corte. En realidad, la mujer utiliza estos disfraces para ocultar su verdadera identidad: es la hija de Clotaldo y quiere vengar la deshonra de Astolfo. Segismundo atraviesa un proceso similar: es conducido de la prisión donde vivió toda su vida al palacio para así asumir su rol como príncipe de Polonia. Para el protagonista, lo verdaderamente increíble es esta nueva existencia. Sin embargo, esta nueva percepción sigue siendo la realidad de Segismundo. En definitiva, lo que es real parece un sueño, al igual que lo que es falso suele confundirse con lo real. "Decir que sueño es engaño" (p.44), grita Segismundo cuando se despierta en una lujosa cama rodeado de sirvientes, y agrega: "bien sé que despierto estoy" (p.44). Segismundo está acostumbrado a la cárcel y al aislamiento, no al lujo y la opulencia, y se muestra dudoso desde el principio, pero aun así acepta su nueva realidad onírica. Con esta conducta, el protagonista deja claro aquí que los humanos no tienen más remedio que aceptar la percepción como realidad, incluso cuando esa realidad parece un sueño.
Esta certeza acompaña a Segismundo como un aprendizaje fundamental: una vez que el personaje despierta nuevamente en su celda, decide que no importa si su experiencia fue un sueño o no. De cualquier manera, el ser humano debe conducir el sentido de su vida hacia la búsqueda del bien común: "Sea verdad o sueño/ obrar bien es lo que importa" (p.88).
Honor y venganza
La vida es sueño subraya que el ser humano está atravesado por diferentes dilemas morales y éticos. Así como Segismundo tiene el desafío de transformarse de monstruo a monarca justo y bueno, la obra también examina los cuestionamientos que enfrentan otros personajes. En este sentido, la motivación de Rosaura se vincula con recuperar el honor robado por Astolfo. Para la sociedad española del siglo XVII, la mujer es víctima de una ofensa moral, ya que el hombre la sedujo y la abandonó, sin cumplir la promesa de casarse con ella.
Si bien la mujer busca venganza, la resolución que propone Segismundo es distinta: la obliga a casarse con su ofensor y así restaura tanto el honor perdido de Rosaura como el suyo propio, al consolidarse como un rey sensato y prudente.
Sin embargo, al principio tanto Rosaura como Segismundo están convencidos de que la venganza es la clave para recuperar su honor perdido. Es Clotaldo quien intenta convencerles de lo contrario, lo que implica que buscar la venganza no es un acto moralmente correcto. Así, repudia la decisión de Rosaura de matar a Astolfo y se niega a hacerlo. Si bien la decisión es difícil para él, en este gesto el hombre decide esencialmente priorizar la integridad y la gratitud sobre la venganza. Asimismo, Clotaldo también intenta convencer a Segismundo de que su deseo de vengarse de su padre, el rey Basilio, por haberlo encarcelado, tampoco es lo correcto. Clotaldo argumenta que Segismundo debe honrar a su padre en todo momento, y explica que “aun en sueños/ no se pierde el hacer bien.” (p.77). Este argumento sugiere que lo más importante es comportarse siempre de forma moral y justa, aunque eso signifique perder la oportunidad de vengarse.
En este sentido, Segismundo aprende de las palabras de Clotaldo y admite que lo honorable no es buscar venganza sino llevar adelante acciones nobles. Así, para restablecer la honra de Rosaura descubre finalmente que no puede realizar su legítimo papel como rey si busca su propia venganza contra su padre. Después de que Segismundo perdone la vida de su padre tras la revuelta del pueblo y sea nombrado rey de Polonia, decreta que Astolfo debe casarse con Rosaura para restaurar su honor perdido. De este modo, el protagonista no solo demuestra que, aunque el honor es importante, no requiere venganza, sino que, de hecho, estas son posturas irreconciliables.
El poder
La vida es sueño es también un relato sobre el poder y las implicancias que conlleva detentarlo. Basilio es padre y rey. Desde este doble rol exhibe autoridad tanto para su hijo como para su pueblo. Sin embargo, es un tirano: al anular toda manifestación de la libertad en su hijo, no le es posible ni legítimo juzgar el resultado de su experimento, ya que este está condicionado por la decisión de haberlo encerrado. De este modo, Basilio se muestra como un rey incapaz de enfrentarse al problema que, cree, se le avecina, y que, a la vez, no duda en oprimir a su propio hijo y heredero del reino. En este sentido, el discurso de Basilio esconde uno de sus miedos más recurrentes: el terror a perder el poder. “Y yo, rendido,/ a sus pies me había de ver” (p.28), comenta el monarca.
Si bien al principio Segismundo parece reproducir estos métodos autoritarios de su padre, en el último acto rompe con este orden previo y recupera un equilibrio que había sido alterado por las acciones de Basilio. En el desenlace, renuncia conscientemente a sus impulsos pasionales en pos del beneficio de la sociedad entera. Esto se ve particularmente en la decisión de renunciar al amor de Rosaura para restaurar su honra y, especialmente, en la posibilidad de redención que le otorga a Basilio.
En este sentido, La vida es sueño no denuncia las fallas de la monarquía como sistema de poder, sino el ejemplo de un mal rey que incurre en graves errores debidos a un defecto trágico de soberbia y al intento de indagar en un territorio prohibido a los conocimientos de los mortales. Si Basilio ejemplifica una variedad de rey tirano, Segismundo inaugura su reinado ateniéndose rigurosamente al modelo del buen gobernante. El final de la obra es doblemente optimista: por un lado, niega el fallido horóscopo de Basilio, que anunciaba que Segismundo sería ese monstruo destructor del reino. Por el otro lado, subraya la relevancia que tiene para la sociedad el hecho de que el poder quede en buenas manos. Así, se confirma que la destrucción del reino, la guerra civil y la injusticia fueron responsabilidad absoluta del soberbio y docto Basilio, y no se cuestiona la monarquía como sistema de poder.
Las diferencias generacionales
La vida es sueño pone en escena también las diferencias generacionales subyacentes entre los diferentes personajes de la obra. Así, en el texto, los dos grupos fundamentales constituyen también diversas ópticas sobre el mundo y sobre cómo comportarse en él. Por un lado, los personajes mayores, conformados principalmente por Basilio y Clotaldo, sostienen un paralelismo a lo largo de toda la obra: ambos encarnan roles paternos de manera cuestionable. Mientras que Basilio encarcela a su hijo por temor a los designios de los dioses, Clotaldo es responsable de haber abandonado a su descendencia. Por otro lado, los protagonistas jóvenes, representados por Rosaura y Segismundo, sufren las consecuencias de los errores de sus padres. Así, al príncipe de Polonia le es negada su verdadera identidad durante años, y Rosaura no sabe que es hija de un noble distinguido.
Sin embargo, el padecimiento de ambos protagonistas implica también una enseñanza para ellos. Segismundo es un mejor monarca que Basilio porque entiende la importancia que tiene obrar de acuerdo a valores morales adecuados; en parte, su sufrimiento le enseñó que si la vida puede ser confusa, lo único certero es sostener una conducta ética y noble frente a los demás. Asimismo, si bien al principio Rosaura busca venganza a la hora de restaurar su honor, finalmente acepta una resolución sensata y pacífica. En este sentido, la obra subraya que las nuevas generaciones están destinadas a superar las limitaciones de sus padres.
La identidad
La vida es sueño es, en parte, la historia de dos personajes rechazados por los padres por temor a las crueles acciones que el destino anuncia. Segismundo vive encerrado en una torre, casi sin contacto humano y sin conocer su verdadero linaje. “Soy un hombre de las fieras/ y una fiera de los hombres” (p.10), afirma. Así, esta prisión le impide constituirse como un ser civilizado y lo predispone a cometer acciones crueles. En este punto, el personaje actúa al principio como un tirano, ya que cuando conoce su verdadera identidad desarrolla una ira incontenida por el trato injusto recibido desde su nacimiento y se atreve a desafiar toda ley, paternidad y honor.
Es fundamental subrayar que, en este proceso de conocimiento identitario, Segismundo sufre. Así, la duda lo domina: lo que vivió como realidad es cuestionada. En este sentido, el personaje atravesó un aprendizaje que va a influir sobre su carácter: la realidad es cambiante, los límites entre el mundo real y el sueño son difusos. Este cambio modifica también su identidad: esta duda hace a Segismundo más consciente de lo que hace, y, por ello, se comporta bien. Finalmente, se convierte en un príncipe respetado y noble, pues entiende que con buenas acciones puede vencer los vaticinios.
También Rosaura atraviesa un proceso similar de reconocimiento de su identidad. Al principio, carga con dos deshonras: no es reconocida por su padre y fue abandonada por su pretendiente amoroso. A lo largo de la obra, esta situación se revierte doblemente. Gracias a la intervención de Segismundo, la mujer conoce su verdadero origen como hija de un noble y, como tal, está habilitada socialmente para casarse con Astolfo.
La fugacidad de la vida
En La vida es sueño, la experiencia de Segismundo lo hace tomar conciencia de la brevedad de la existencia. Luego de los sucesos ocurridos en el palacio, el protagonista reflexiona sobre lo volátil que es la vida y lo transitorio del mundo terrenal que atravesamos los seres humanos. Para el personaje, esta brevedad obliga a comprender que el mundo material es superficial e innecesario. Lo verdaderamente trascendente es comportarse de acuerdo a los valores morales que distinguen el bien y el mal.
Además, a lo largo de todo el texto, el lector encuentra asociaciones constantes entre la vida y la muerte: Rosaura define al protagonista como “vivo cadáver” (p.6); Segismundo, por su parte, se concibe como “siendo un esqueleto vivo/ siendo un animado muerto” (p.10). Este oxímoron entabla una relación íntima entre la vida y la muerte: la vida misma conduce de manera casi instantánea a reflexionar sobre la cercanía de ambos planos. En este sentido, la obra muestra que la relación entre la vida y la muerte nunca se rompe, y es importante recordar la inminencia de esta última mientras estamos vivos.