Resumen
Clarín está solo, cautivo en una torre. Fue castigado por saber la verdad sobre Segismundo. De repente, oye el sonido de los tambores y de la gente que grita fuera. Están entrando en la torre y Clarín teme que lo estén buscando, aunque no entiende por qué. Un soldado se ofrece a besar los pies de Clarín y todos los hombres gritan hurras por el príncipe Segismundo.
Segismundo aparece y pregunta quién lo llama por su nombre. Los soldados miran a Segismundo y luego de nuevo a Clarín, sin saber quién es el verdadero. Segismundo confirma que él es el real y Clarín lo explica inmediatamente. Por temor a una profecía, el rey Basilio privó a Segismundo de su libertad y planea hacer de Astolfo el nuevo rey. Los plebeyos del reino se rebelaron y no aceptan al extranjero de Moscovia como su monarca, por lo que los soldados acudieron a la torre para recuperar a su príncipe y derrocar al tirano.
Mientras los hombres gritan y alaban a Segismundo, Clotaldo entra a investigar el ruido. Al verlos, Clotaldo se arroja inmediatamente a los pies de Segismundo y le pide clemencia. Segismundo insiste en que Clotaldo se levante y lo abraza, agradeciéndole su educación. Clotaldo está confundido y le pregunta a Segismundo qué está tratando de decir. El príncipe afirma que aun soñando quiere hacer el bien por su pueblo.
Clotaldo le responde que si quiere hacer el bien debe luchar contra el rey Basilio. Sin embargo, deberá matarlo Segismundo, porque Clotaldo jamás traicionará a su amo. A pesar de que el príncipe no está seguro de si está despierto o no, le dice a Clotaldo que envidia su lealtad al rey y le ordena que se vaya y se una a él.
Cuando suena la alarma y Segismundo y Clotaldo salen de la torre, entran Basilio y Astolfo. Astolfo insta a Basilio a suspender los planes de boda por ahora. Dice que desea ser rey, pero si la mitad del pueblo no lo quiere, es porque aún no se ha ganado su respeto. Astolfo pide un caballo para ganarse el apoyo de Polonia enfrentando a Segismundo.
Entra Estrella. Basilio advierte que debe controlar la sublevación o Polonia se verá empapada de sangre. Clotaldo entra corriendo, trayendo noticias de los soldados que sacaron a Segismundo de la torre. Advierte que, así, el príncipe hará realidad la predicción del cielo. Basilio pide un caballo y afirma que defenderá su corona. Estrella afirma que se sumará al combate, y se va con Basilio y Clotaldo.
Rosaura entra y se acerca a Clotaldo. Dice que llegó a Polonia como una mujer pobre y desgraciada, pero que encontró compasión en él, ya que le recomendó alejarse de Astolfo. Sin embargo, finalmente se encontró con el hombre. Afirma que Astolfo volvió a ofenderla seduciendo a Estrella en su propia cara. Así, le ruega a Clotaldo que acabe con sus problemas asesinando a Astolfo y vengando el insulto a su honor.
Clotaldo le dice a Rosaura que quiere complacerla y devolverle el honor perdido, pero las cosas cambiaron desde que Astolfo le salvó la vida. Admite que está dividido entre su lealtad a Rosaura y su nueva deuda con Astolfo, pero finalmente no puede quitarle la vida a un hombre que le salvó la suya. Rosaura sostiene que Clotaldo solo está obligado con ella; le recuerda que es hora de que sea más generoso con ella, pero Clotaldo sigue negándose a ayudarla.
Análisis
En el comienzo de esta última jornada, la obra vuelve a poner de manifiesto las dudosas conductas de la monarquía de la época. Del mismo modo que la crueldad de Basilio es cuestionada por Segismundo, en este acto, el encarcelamiento de Clarín por parte de Clotaldo muestra que el comportamiento de la realeza no es tan ético como debería ser. Clarín no cometió ningún delito que mereciera la prisión, sino que es castigado porque representa una amenaza para los secretos de la monarquía defendida por Clotaldo. La elección del castigo no es casual: si el nombre Clarín remite a un instrumento musical, y el personaje se caracteriza por ser ruidoso e inoportuno, entonces el silencio forzado resulta ser el peor castigo imaginable: “No conforma con el nombre/ Clarín, y callar no puedo” (p.79), dice el personaje.
Este episodio también subraya otro de los temas fundamentales del texto: la sutil distinción entre los sueños y la realidad. “De los sueños de esta noche/ la triste cabeza tengo/ llena de mil chirimías,/ de trompetas y embelecos...” (p.79), dice Clarín. Las chirimías y las trompetas son instrumentos de viento, caracterizados por sus sonidos fuertes y ruidosos. Por otra parte, la palabra "embeleco" significa engaño. En esta metáfora, Clarín describe el grado de confusión que vive al estar encerrado sin haber cometido delito alguno.
Este desorden mental de Clarín empeora cuando los soldados quieren liberarlo al confundirlo con Segismundo. En la obra, la confusión es un estado general: atormenta a Clarín, tortura también a Segismundo y, en esta jornada, afecta a los hombres que se rebelan contra el rey y vienen a sacar a su príncipe de la cárcel. Ellos creen falsamente que Clarín es su príncipe, cuando en realidad no es más que un criado de Moscovia. Una vez más, este equívoco difumina el límite entre la ilusión y la realidad.
Cuando, finalmente, logran liberar a Segismundo, los súbditos del rey se ven obligados a tomar una postura incómoda. Por una parte, ser leales al rey implica avalar las conductas crueles de Basilio pero, por otra parte, rebelarse a la autoridad supone romper uno de los principios básicos de las relaciones entre monarcas y súbditos. Es interesante la elección que hace Clotaldo. Cuando Segismundo le pide ayuda, el sirviente de Basilio responde: “Yo aconsejarte no puedo/ contra mi rey, ni valerte./ A tus plantas estoy puesto; dame la muerte” (p.86).
Por segunda vez en la obra, Clotaldo vuelve a poner su vida a los pies de Segismundo. Sin embargo, la diferencia fundamental con lo ocurrido en los actos anteriores es que el protagonista es capaz de tomar consciencia. Inmediatamente, Segismundo transforma la soberbia salvaje que lo caracterizaba en una actitud mesurada y civilizada. Reconoce a Clotaldo sus virtudes y acepta enfrentarse a él en el campo de batalla. Este gesto nos muestra la transformación del protagonista: el príncipe demuestra que puede vencer a los astros, que desde su nacimiento lo condenaban como el destructor de su patria, si se comporta de manera sensata. Otro de los cambios cruciales que se perciben en esta nueva actitud de Segismundo es la voluntad de actuar de una manera éticamente correcta: “que estoy soñando, y que quiero/ obrar bien, pues no se pierde/ el hacer bien, aun en sueños” (p.86). Convencido de que obrar bien es lo más importante, Segismundo ya no se cuestiona si lo que vive es verdad o sueño. Contar con esta certeza lo acerca cada vez más a la transgresión de su destino: es posible que sea un monarca justo si sabe que siempre debe hacer el bien.
Frente al panorama de una guerra civil, Basilio se muestra derrotado. La retórica de sus preguntas reconoce su impotencia para detener la rebelión: “¿Quién, Astolfo, podrá parar prudente/ la furia de un caballo desbocado?” (p.88). Es interesante la imagen que tiene Basilio de su pueblo: lo ve feroz e indomable como un animal descontrolado. En este contexto, Astolfo no lo duda y se lanza a la batalla, quedando solo el rey con su discurso derrotado. La presencia de Estrella en esta escena refuerza la urgencia del enfrentamiento: “Si tu presencia, gran señor, no trata/ de enfrenar el tumulto sucedido,/ que de uno en otro bando se dilata/ por las calles y plazas dividido,/ verás tu reino en ondas de escarlata/ nadar…” (p.90). La metáfora “ondas de escarlata” remite a la virulencia de este conflicto civil, que amenaza con provocar un gran derramamiento de sangre de todos los ciudadanos.
Sin embargo, estas arengas no incitan al rey a luchar. Es el hecho de que Clotaldo le informe que quien lo enfrenta es su hijo lo que resulta determinante para que Basilio decida pedir un caballo y lanzarse a la batalla. “Yo en persona/ vencer valiente un hijo ingrato quiero” (p.90), afirma el monarca. En esta declaración, se pueden apreciar las miserias de Basilio: el sufrimiento de su pueblo no lo conmueve lo suficiente, y es solo cuando confirma que es su propio hijo quien lo desafía toma sentido esta batalla para él. Una vez más, el poder aparece como uno de los temas fundamentales de la obra. En este caso, el temor a perderlo y la esperanza de destruir a Segismundo motivan a Basilio.
Una vez que parte con Estrella al campo de batalla, Clotaldo queda en soledad con Rosaura. En este diálogo entre los personajes, la obra pone de manifiesto la importancia que tiene el honor y la venganza para la mujer. Si bien al principio el pedido de Rosaura suena cortés, termina exigiéndole a Clotaldo seguir su plan para asesinar a Astolfo. En este intercambio, el lector sabe con detalles aquello que solo se había sugerido en el segundo acto: Astolfo atropelló el honor de Rosaura al abandonarla y continúa seduciendo a Estrella a pesar de no amarla. “Déste la llave he tomado,/ y te podré dar lugar/ de que en él puedas entrar/ a dar fin a mi cuidado” (p.91), le dice Rosaura a Clotaldo. De este modo, la mujer obliga a su padre a vengar este agravio.
Sin embargo, el hombre encuentra suficientes argumentos y justificaciones para declararse incapaz de un acto como ese. Aún más, llega a definirse como víctima de todo este enredo: “Soy persona que hace/ y persona que padece” (p.92). Frente a esta situación, Rosaura responde con más rabia que razones y justifica que la deuda de Clotaldo es con ella. Es interesante subrayar que, si bien los lectores sabemos que el hombre es el padre de la muchacha desde la primera jornada, Rosaura parece desconocer su verdadera identidad. En este punto, tanto la mujer como Segismundo son las dos caras de la misma moneda: a lo largo de la obra, ambos atraviesan desafíos y se exponen a encontrar y conocer su verdadero origen. Después de haber abandonado a sus respectivos hijos, Basilio y Clotaldo intentan restaurar su honor. Toman la decisión de introducirlos en el mundo cortesano, al que Rosaura y Segismundo corresponden por su linaje noble. Sin embargo, esta decisión es un fracaso. La experiencia de Segismundo en el palacio obliga a su padre a encerrarlo nuevamente, y Clotaldo prioriza ser generoso con Astolfo antes que ayudar a su hija.
Es interesante destacar que Rosaura no admite esta postura de Clotaldo y refuerza la idea de que: “...yo/ nada de ti he recibido,/ pues vida no vida ha sido/ la que tu mano me dio” (p.93). Así como Basilio muestra sus miserias al querer darle muerte a Segismundo, Clotaldo es ruin al poner en primer lugar su vínculo con Astolfo. En este sentido, es necesario aclarar que esta relación se justifica en tanto el ofensor de Rosaura es el heredero elegido por Basilio para la corona polaca. La mirada de Clotaldo no está exenta de interés político: ser servil a Astolfo es también garantizar su continuidad en la monarquía. Sin embargo, Rosaura no admite estas razones.
El intercambio entre ella y su padre se estructura como una secuencia de argumentaciones y contraargumentaciones de dos voces que no parecen coincidir en la mirada de las cosas. Al final del diálogo, las intervenciones se vuelven veloces cambiando el turno de palabra en cada verso. “No hay remedio” (p.96), dice Rosaura; “Piensa bien si hay otros modos…” (p.96), responde Clotaldo. La comunicación y el entendimiento entre ambos es imposible. A la muchacha no le importa la muerte, sino la deshonra. Rosaura utiliza cuatro sustantivos para describir su deseo de venganza: ella no es despechada, sino que actúa así por su fama, su honor, su rabia, su ira. Este legado le permite ir a la muerte sin miedo ni terror; Rosaura cuenta con la certeza de saber que su lucha vale la pena. Así, se dirige al campo de batalla sin mayor remedio que "perderme de otra manera” (p.96). Frente a esta drástica resolución de la mujer, Clotaldo parece cambiar de opinión y decide acompañarla. Si bien el hombre priorizaba sus intereses antes que defender el honor de su linaje, la decisión final de Rosaura es la motivación necesaria para que Clotaldo pueda ayudar a que su hija repare su honor perdido.