Un contraste entre Musas
Por Andrew Fitzgerald
A lo largo del tiempo, los hombres han utilizado textos literarios escritos previamente como modelos para composiciones propias. Este tomar ideas y conceptos de obras previas puede verse claramente en los autores romanos, quienes, en su mayor parte, imitaron el estilo de sus predecesores griegos. Virgilio, el poeta y autor de la Eneida, creó lo que puede considerarse simplemente como una versión romana de un clásico griego. Parece poco sorprendente, entonces, que Dante, un seguidor y entusiasta de este rimador de antaño, popularizara a Homero utilizando a Virgilio como modelo. Si bien la imitación de pasajes puede verse como una especie de homenaje a los precursores de la literatura, también se pueden contrastar pasajes similares, proporcionando una mirada sobre las diferencias en las actitudes y perspectivas de los dos autores. Un buen ejemplo de esto se ve entre Dante y Homero. Aunque tanto Homero como Dante invocan la ayuda de las Muses, la invocación de Homero se dirige hacia una entidad espiritual en pos de contar sobre otro hombre, mientras que la de Dante es interna, dirigida hacia sí mismo para hablar de sí mismo.
Homero comienza esta obra épica con la frase "Musa, dime del hábil varón...": este llamado a lo divino no solo revela una afirmación de la historicidad de lo que se narra, sino que también muestra humildad al pedir ayuda al Olimpo. La Musa a la que Homero estaría refiriéndose es muy probablemente Caliope, la musa de la poesía épica. Al admitir en esta sección que la obra habla a través de él, el relato de la historia es realizado completamente por la Musa, dejando al aedo ciego sin crédito alguno. Homero es simplemente el medio por el cual la musa canta. Además, nadie puede cuestionar la validez de la palabra divina, por lo que no deja ninguna posibilidad de cuestionar si estos eventos realmente ocurrieron.
Dante también invoca, aparentemente, la inspiración divina en su obra, pero una mirada más atenta apunta a la idea de que la invocación se dirige hacia adentro.
En la línea "¡Oh Musas!, ¡oh alto ingenio!, venid en mi ayuda", Dante comienza a sonar como si su petición estuviera dirigida a los mismos espíritus a los que apelaba Homero. Si bien la palabra "ayuda" connota la necesidad de algo que ahora está ausente, las líneas posteriores muestran a quién apela Dante realmente. La siguiente línea comienza con "¡Oh mente (...)!", porque, a diferencia de Homero, Dante se niega a ser un mero portavoz, y busca inspiración hacia adentro, no hacia arriba. Esto se puede atribuir a la ola de autonomía visible en las obras occidentales en la Baja Edad Media. Si releemos la primera línea con la interpretación de la Musa como su memoria, Dante va tan lejos como para ponerse en la posición de la Musa misma. Esto crea un tono completamente diferente al de la auto-negación que puede leerse en la invocación de Homero, y esta tendencia al contraste continúa en el resto de los pasajes.
Otro punto que diferencia ambas obras es la relación autor-protagonista. Homero continúa con las líneas sobre las hazañas de este héroe aún por nombrar, describiéndolo como "hábil varón", una vez más dirigiendo el reconocimiento hacia otros, en este caso, Ulises. Las aventuras mencionadas son experimentadas por otro, simplemente relatadas por la divinidad a través de un hombre. A la inversa, Dante desea contar experiencias propias; afirma que va a narrar lo que vio. La noción de ver indica que se trarta de algo que fue presenciado por él mismo. Dante continúa diciendo "ahora aparecerá tu nobleza", alabando a la Musa (es decir, a su memoria). La palabra "nobleza" podría fácilmente definirse como algo del orden de lo superior, poniendo a Dante (a través de su memoria) en un lugar superior al héroe de Homero, Ulises, que simplemente era "hábil".
Las diferencias entre los pasajes no solo se limitan al contenido; la estructura fluida del pasaje de Homero permite un continuo elogio de su personaje, mientras que la estructura de la invocación de Dante permite pasar de alabar a la divinidad a entregarse a un comportamiento narcisista. La línea de apertura de Homero, "Musa, dime..." conduce a la segunda línea, que concierne al "hábil varón". El resto del pasaje continúa con las hazañas del héroe griego.
Dante, por su parte, pone una clara ruptura en su invocación. La línea de apertura imita la de Homero, solicitando la ayuda de una fuerza sobrenatural. Pero luego de los dos puntos cambia el ritmo y la actitud del pasaje, lo que desorienta. Las líneas que siguen se alejan de este modo, dirigiendo su solicitud no hacia la deidad sino hacia sí mismo. Esta autocomplacencia es evidente en todo el Infierno (especialmente cuando se compara a sí mismo con los grandes clásicos), pero aparece aquí en su apogeo, presentando su memoria como "alto ingenio", sabiendo que "ahora aparecerá tu nobleza". Muy lejos de Homero, Dante abraza el orgullo que el poeta ciego rechazaba. Una vez más, la comparación directa proporciona una gran revelación.
En conjunto, se puede inferir mucho acerca de los autores observando estos pasajes uno al lado del otro. Los fluidos versos de Homero parecen llevar grandes elogios a su héroe, y dar todo el crédito a la divinidad, mientras que los versos un tanto entrecortados de Dante (en gran medida por la separación de los dos puntos) aplauden su propia obra, atribuyendo la historia a su memoria. Se necesita una lectura cuidadosa para captar esta distinción, pero no advertirla no nos permitiría captar el efecto completo de estos trabajos. Parece obvio que tanto Homero como Dante invocan a las Musas de manera similar en estos pasajes, pero un examen cuidadoso prueba que la invocación de Homero es más sincera, y que este no solo pide ayuda a lo divino, sino que se ofrece a sí mismo como una mera herramienta para contar la historia de un héroe. Dante, sin embargo, dirige su invocación internamente y le pide a su memoria que reviva lo que experimentó mientras buscaba a Beatrice. Esta diferencia ilustra la ruptura entre los ideales griegos y los prerrenacentistas.
Fragmentos analizados:
"Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío,
tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya,
conoció las ciudades y el genio de innúmeras gentes.
Muchos males pasó por las rutas marinas luchando
por sí mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres"
Odisea, Canto I, 1-5.
"¡Oh Musas!, ¡oh alto ingenio!, venid en mi ayuda: ¡oh mente, que escribiste lo que ví!, ahora aparecerá tu nobleza".
La Divina Comedia, Infierno, Canto II.