Canto XIII
Resumen:
Ulises deja de contar su historia en este punto, y al día siguiente Alcínoo y otros hombres le dan regalos. Ulises le agradece a Alcínoo por su hospitalidad y, tras algunas fanfarrias, los hombres de Alcínoo zarpan mientras Ulises duerme tranquilamente a bordo. Los feacios llegan a Ítaca al día siguiente, dejan allí a Ulises junto a sus posesiones y regresan.
Poseidón apela a Zeus, enojado porque Ulises ha tenido un regreso tan placentero a su hogar. Recibe el permiso de Zeus para convertir el barco de los feacios en piedra cerca de su puerto, como castigo. Alcínoo observa la escena, que cumple una profecía (del Canto VIII) y guía a sus hombres en un sacrificio a Poseidón. Los feacios deciden nunca más ofrecer transporte a extraños.
Ulises despierta, pensando que está en una tierra extraña. Atenea se acerca a él en forma de pastor y le informa que está en Ítaca. Ulises inventa una historia sobre cómo llegó allí. Atenea se convierte en una mujer y le dice amablemente que sabe que está mintiendo. Luego revela su identidad, le advierte que no le avise a nadie de su regreso y lo ayuda a planear la muerte de los pretendientes. Ulises se reunirá con su viejo y fiel porquerizo mientras ella busca a Telémaco en Laconia. Transforma a Ulises en un viejo decrépito para mantenerlo en el anonimato, y se separan.
Análisis:
Este episodio marca un cambio en la actitud griega hacia la hospitalidad. Si bien los feacios son tan amables como de costumbre al ayudar a Ulises, el cumplimiento de la profecía y el hundimiento del barco los obliga a dejar de ayudar a los viajeros. Zeus, cansado, permite la destrucción de la nave solo porque Poseidón siente que los otros dioses le han hecho daño. Al parecer, asegurar la armonía entre los dioses es más importante que mantener la hospitalidad entre los mortales a cualquier costo.
La tendencia de Ulises a mentir de manera ingeniosa se vuelve casi cómica cuando Atenea le llama la atención sobre su inventada historia. Sin embargo, como ella señala, necesitará esta habilidad para derrotar a los pretendientes y, de hecho, es ella quien lo transforma físicamente para su retorno, siendo esta la forma más literal del disfraz que Ulises utiliza en el poema.
Ulises se enoja porque Atenea dejó que Telémaco viajara para ir a buscarlo, cuando simplemente pudo haberle contado lo sucedido, pero ella señala que lo envió para "que ganara renombre" (422). No hemos tenido noticias de él en mucho tiempo, pero podemos suponer que su mini-odisea está completa, y ya está listo para reunirse con su padre y ayudarlo a expulsar a los pretendientes.
Canto XIV
Resumen:
Ulises, disfrazado de mendigo, se encuentra con Eumeo, su viejo porquerizo, en su majada en el bosque. Eumeo le da comida para cenar y le cuenta sobre los pretendientes y sobre su señor, el fallecido Ulises. Este le promete que su señor volverá y buscará venganza contra los pretendientes. Eumeo, quien odia a los pretendientes y extraña a Ulises, le dice que los primeros van a emboscar a Telémaco a su regreso. Cuando el viejo insiste en conocer su pasado, Ulises le cuenta haber crecido en Creta, haber peleado en la Guerra de Troya, haber ganado su fortuna en Egipto, haber sido esclavizado y haberse convertido, finalmente, en el mendigo que es ahora. Durante sus aventuras escuchó que Ulises aún está vivo, pero Eumeo se muestra escéptico. Ulises duerme en la majada mientras Eumeo atiende fielmente el rebaño de su señor.
Análisis:
En su encuentro con Eumeo, Ulises muestra sus dones para el disfraz (aunque ayudado por Atenea) y la improvisación (léase: la mentira). Tal como lo hizo en la famosa historia del Caballo de Troya, Ulises debe "invadir" en secreto una ciudad, esta vez la suya, y debe mantener este secreto a toda costa. Su capacidad para tejer historias espontáneamente es excepcional, y esta propone incluso algunos paralelismos con la verdadera. Habla de la codicia de su tripulación, y hemos visto evidencia de esta entre sus hombres (cuando abren el odre de los vientos y cuando sacrifican los bueyes de Hiperión), y el relato de su esclavitud no está muy lejos de lo que intentan lograr, de hecho, los pretendientes.
La mentira de Ulises a Eumeo puede parecer innecesaria, pero lo cierto es que debe probar la lealtad de su viejo porquerizo si va a ejecutar a los pretendientes según lo planeado. Ulises no puede confiar en muchas personas, pero la abrumadora lealtad de Eumeo, que renuncia a su propio sueño para cuidar de su rebaño, y que incluso trata al supuesto mendigo como si fuera, de hecho, su señor, prueba que será un fuerte aliado.
Homero nos recuerda el regreso de Telémaco y la inminente emboscada de los pretendientes, creando suspenso en este episodio de transición.
Canto XV
Resumen:
Atenea encuentra a Telémaco en Lacedonia y lo insta a que regrese a su casa para evitar que su madre se case con Eurímaco, uno de los pretendientes. También le advierte sobre la emboscada que se avecina, y le dice que encuentre a Eumeo y le pida que le entregue a Penélope el mensaje de que está de vuelta. Telémaco recibe permiso de Menelao para partir se va con Pisístrato, el hijo de Néstor, con su carro cargado con regalos de sus anfitriones y luego de que un águila pase volando con un ganso entre sus garras. Helena interpreta esto como una señal de que Ulises volverá pronto a buscar venganza contra los pretendientes.
De vuelta en Pilo, Telémaco se prepara para navegar con su tripulación hacia su hogar. Teoclímeno, hijo de un profeta y fugitivo por un asesinato que cometió en su tierra natal, solicita y recibe un lugar en la nave de Telémaco. Navegan por la noche, ayudados por el viento de Atenea.
De vuelta en Ítaca, Ulises intenta que Eumeo lo invite a quedarse más tiempo al anunciarle que se irá por la mañana y buscará trabajo con los pretendientes. Eumeo se niega, insistiendo en que se quede hasta que Telémaco regrese. Ulises pregunta por sus padres, y Eumeo le cuenta sobre la muerte de la madre y la soledad del padre de Ulises. Luego relata la historia de su vida: secuestrado por piratas, Laertes lo compró y la madre de Ulises lo crió como si fuera su propio hijo.
Los hombres charlan hasta la noche. Mientras tanto, Telémaco desembarca, habiendo evitado la emboscada. Cerca de allí, un halcón recoge una paloma, y Teoclímeno ve esto como una señal de que la familia de Telémaco se mantendrá en el poder para siempre. Telémaco envía a su huésped a casa con un compañero, y se va solo para encontrarse con Eumeo.
Análisis:
Dos augurios predicen situaciones positivas para Ulises, y es interesante que Homero haga el trabajo analítico por el público, haciendo que los personajes interpreten los símbolos. Claramente, la interpretación literaria ha cambiado dramáticamente desde la época de Homero. Sin embargo, Homero (y los griegos) todavía buscaban un significado simbólico tanto en la naturaleza como en su literatura. La representación simbólica de Ulises como ave de presa encaja con su personalidad: aunque no es un asesino de sangre fría, actúa con rapidez y con una aguda previsión.
Las pruebas a las que Ulises somete a Eumeo continúan demostrando la lealtad del porquerizo. Está reuniendo a un pequeño contingente para ayudarlo a vencer a los pretendientes, y Homero extiende el suspenso al terminar el episodio con Telémaco a punto de reunirse con su padre.
Telémaco ha completado su mini odisea, pasando de ser un chico impotente al comienzo del poema a haberse convertido un joven independiente listo para luchar junto a su padre. También extiende la hospitalidad que ha recibido a lo largo de su viaje a Teoclímeno, cuya virtud queda resumida en el epíteto que Homero le asigna: "a un dios semejante".
Canto XVI
Resumen:
Telémaco llega a la majada de Eumeo. El porquerizo lo abraza como si fuera su propio hijo y le presenta a su compañero "mendigo", Ulises. Telémaco se muestra reacio a tomar a Ulises bajo su protección, como se le solicita, aludiendo a que ya tiene suficiente con los pretendientes. Solo puede darle alimentos básicos y enviarlo a donde desee. Ulises intenta convencerlo de luchar contra los pretendientes, pero Telémaco insiste en que es impotente contra ellos. Le pide a Eumeo que le diga a Penélope y a Laertes que ha regresado a salvo, pero que no se lo diga a los pretendientes.
Atenea se le aparece a Ulises como una esbelta mujer y le indica que le revele su verdadera identidad a su hijo. Lo vuelve joven y atractivo de nuevo. Telémaco ve su nueva apariencia y cree que es un dios, pero Ulises revela ser su padre y le explica que Atenea lo transformó físicamente. Telémaco lo abraza y ambos lloran. Ulises cuenta cómo los feacios le abrieron un paso seguro a Ítaca, y dice que tienen que hacer un plan para matar a los pretendientes. Telémaco no cree poder derrotarlos, ni siquiera con la ayuda de Atenea y Zeus, ya que son más de cien.
Ulises diseña un plan: al día siguiente, Telémaco regresará al palacio y Ulises, disfrazado de mendigo, se le unirá luego junto a Eumeo. Ulises soportará los maltratos a los que los pretendientes lo sometan. Luego, cuando Atenea se lo indique, Ulises le hará una señal a Telémaco para que guarde todas las armas de la casa, a excepción de dos juegos de armas que usarán ellos más tarde. Le advierte que no revele su identidad a nadie, ni siquiera a Eumeo o Penélope, ya que su anonimato le servirá como prueba de lealtad.
Mientras tanto, un mensajero del barco de Telémaco le informa en voz alta a Penélope que su hijo ha regresado, y Eumeo le susurra el mismo mensaje. Los pretendientes escuchan al mensajero y no entienden cómo escapó Telémaco de su emboscada. Deciden que tienen que matarlo antes de que él les cuente a los aqueos de sus planes asesinos, y ellos redoblarán, por su parte, su cortejo a Penélope. Anfínomo, uno de los pretendientes, argumenta que deberían consultar a los dioses para saber si asesinar a Telémaco es la acción correcta. Los otros están de acuerdo, y la reunión se disuelve. Penélope, que ya escuchó que los pretendientes planean matar a su hijo, les dice que dejen de conspirar. El pretendiente Eurímaco niega la acusación y Penélope se va a dormir.
Eumeo regresa a su majada y le dice a Telémaco y al "mendigo" que el mensajero ya le había avisado a Penélope sobre el regreso de su hijo. Los hombres se van a dormir.
Análisis:
Cuando padre e hijo se reúnen en la majada de Eumeo, la audiencia / el lector se encuentra en una posición privilegiada, ya que sabemos quién es Ulises, mientras que ni Eumeo ni Telémaco lo hacen. Este punto de vista privilegiado continúa una vez que Ulises se revela a Telémaco, ya que ambos continuarán ocultando la identidad del héroe mientras intentan anticiparse a los pretendientes. Solo tres "personajes", entonces, saben quién es realmente Ulises: él mismo, Telémaco y el público / el lector. Si la nobleza de carácter del protagonista y la vileza de los pretendientes no eran aún suficientes, ahora estamos irrevocablemente del lado de Ulises, en tanto somos parte de la conspiración.
Una de las muchas ironías en este episodio, que incluyen a Ulises disfrazado de mendigo y viviendo en una humilde choza, es que el elemento sorpresa ha cambiado de manos. Los pretendientes creían que, con seguridad, emboscarían a Telémaco, pero, como suponen, la ayuda celestial lo impidió. Ulises y Telémaco están ahora planeando su propia emboscada, ocultando las armas en la casa y disfrazando a Ulises. Homero comienza a intensificar el clima de la trama a exactamente dos tercios del poema (el plan se concibe en el Canto XVI, y tenemos un total de veintiséis Cantos; el acto final comienza así en el Canto XVII). Ahora podemos ver que ha dividido el poema en tres actos distintos. Los primeros ocho Cantos constituyen una exposición y comienzan las diferentes subtramas. La segunda sección de ocho Cantos comienza con la provocación de Polifemo de Ulises en el Canto IX y el comienzo de los ataques de Poseidón, iniciando así el conflicto central de Ulises contra Poseidón.
Para que no pensemos que la aguda planificación de Ulises someterá fácilmente a los pretendientes, se nos recuerda que son numerosos y listos. Haciendo uso de la razón, deciden consultar a los dioses sobre su plan de asesinar a Telémaco, y le mienten a Penélope sobre dichos planes. Si ella les cree o no, no queda claro, aunque su confrontación con ellos es, al menos, la primera demostración de fuerza de su parte hasta ahora.
El símil de Homero en la descripción del emotivo reencuentro entre Ulises y Telémaco ("y lloraban a gritos, sin pausa, a manera de aves, / de pigargos o buitres de garra ganchuda a los cuales / los labriegos robaron las crías aún faltas de vuelos" (216-218)), nos recuerda la asociación simbólica que se hizo entre Ulises y un halcón en el Canto XV.