Resumen
La herida que le produce a Gregorio la manzana que le lanzó su padre tarda más de un mes en sanar, debido a que nadie de su familia se atreve a quitársela del cuerpo. A raíz de esta herida, Gregorio tiene dificultades para moverse. Sin embargo, la familia comienza a dejar la puerta del comedor abierta, para que él escuche las conversaciones tristes y monótonas de la cena. La actitud de los miembros de la familia con respecto al estado de Gregorio es de resignación.
La delicada situación económica de la familia exige que todos -excepto Gregorio, por supuesto- salgan a trabajar. El señor Samsa consigue un puesto como ordenanza, la madre comienza a coser ropa para un almacén y Grete, por su parte, consigue empleo como dependienta en una tienda. A pesar de esto, la familia debe vender varias alhajas y despedir a la sirvienta para afrontar los gastos de la casa. En su lugar contratan una asistenta que trabaja menos horas, lo que lleva a la señora Samsa a tener que hacer varias de las tareas de la casa. Los padres y la hermana alegan que no pueden mudarse debido a que es imposible mover a Gregorio en ese estado, pero él sabe que el verdadero motivo es que ninguno quiere perder la posición social, el estatus, que esa casa les confiere. Gregorio se siente culpable de esta situación y no logra dormir bien.
Gregorio comienza a notar que la hermana ya no se preocupa por él como antes: le deja cualquier cosa para comer y, cuando regresa, barre las sobras sin detenerse a observar qué ha comido y qué no. Además, el arreglo de la habitación ahora es superficial y rápido, y las paredes comienzan a llenarse de mugre y se acumula polvo y basura en los rincones. Es la madre de Gregorio la que un día decide limpiar la habitación a fondo. Esto, además de hacerle mal a Gregorio por el gran nivel de humedad que queda en el cuarto, genera que la hermana explote de rabia por haber sido sustituida en el cuidado de la habitación de su hermano. Grete les dice a sus padres que ella no va a poder encargarse más de la limpieza de la habitación de Gregorio. Toda esta discusión se da con la puerta del comedor abierta, por lo que Gregorio escucha todo.
La asistenta que queda en la casa, una mujer bastante mayor, tiene la costumbre de abrir la puerta de la habitación de Gregorio y contemplarlo. Incluso lo llama: "¡Ven aquí, pedazo de bicho!" (p.61). Una mañana lluviosa, Gregorio, ya harto de la actitud de la asistenta, avanza hacia ella para atacarla, pero la mujer, en vez de asustarse, levanta una silla y lo amenaza. Esto provoca que Gregorio retroceda y vuelva a su rincón.
Gregorio ya casi no come y su habitación se ha convertido en un depósito de muebles que estorban en la casa. La familia ha tenido que hacer espacio ya que han alquilado una de las habitaciones a tres huéspedes para ganar un poco de dinero extra. Una noche, la asistenta deja entornada la puerta que da al comedor y Gregorio escucha que los tres huéspedes se sientan a la mesa. Al poco tiempo, entran la madre y la hermana con la comida para estos señores. La familia cena en la cocina y, al finalizar, Grete comienza a tocar el violín. Los huéspedes, cautivados por la música, le piden a la hermana de Gregorio que por favor vaya a tocar al comedor. Por su parte, Gregorio, atraído por la forma de tocar de su hermana, va hasta el comedor y asoma la cabeza.
Los huéspedes se acomodan cerca de la ventana, fuman y cuchichean, como si hubieran perdido interés en la música. Gregorio avanza un poco más, con la intención de llegar hasta donde está la hermana, tirarle de la falda y ofrecerle que vaya a tocar a su habitación, dado que allí nadie está valorando su música. Gregorio está pensando en que le confesará a la hermana que tenía pensado enviarla al conservatorio para recuperar su afecto, cuando uno de los huéspedes lo señala y grita. Así y todo, lejos de estar asustados, la presencia de Gregorio parece entretenerlos más que la música de Grete. Cuando el padre les pide que vuelvan a su habitación, los huéspedes se enojan. A raíz de lo sucedido, uno de los huéspedes informa que se irán de allí, sin pagar por los días que ocuparon el cuarto y que no descarta exigir alguna indemnización por las molestias.
Una vez que los padres y la hermana se encuentran nuevamente en el comedor, Grete dice que la situación ya se volvió insostenible y que deben deshacerse de Gregorio. El padre coincide. Grete, de repente, corre y se refugia detrás de su padre, acusando a Gregorio de estar yendo hacia ella en una actitud amenazante. Pero lo cierto es que Gregorio apenas ha comenzado a girar para volver a su habitación. Su estado físico es tan deplorable que el resto de la familia se da cuenta al instante de lo exagerado de la reacción de Grete y lo dejan volver a su habitación. Con gran esfuerzo logra llegar y, apenas entra, siente que la puerta se cierra con traba detrás de él. Gregorio ya no puede moverse. Permanece así, en un estado de profunda reflexión e insensibilidad, por algunas horas, hasta que muere.
La asistenta encuentra a Gregorio a la mañana siguiente. Sale de la habitación y anuncia que Gregorio "ha reventado". La noticia despierta a los padres de Gregorio, a la hermana e, incluso, a los huéspedes. La asistenta hace pasar a estos señores al cuarto de Gregorio para que contemplen el cadáver. Frente a esta situación, el señor Samsa los echa de la casa. Luego los padres y la hermana de Gregorio se quedan observando el cuerpo sin vida; Grete se sorprende por lo flaco que estaba su hermano. Una vez que los huéspedes se han ido, la familia Samsa toma la decisión de aprovechar el día dando un paseo. Mientras se preparan para salir, aparece la asistenta y dice que no tienen que preocuparse por el cuerpo de Gregorio, pues ella ya se ha encargado de todo.
Mientras los Samsa pasean por la ciudad, piensan en que ahora que no está Gregorio todo será más fácil: podrán mudarse a una casa más pequeña y más barata. Por último, los padres observan lo crecida que está su hija y, sin decirlo, solo a través de la complicidad de sus miradas, coinciden en que ya es hora de encontrarle un marido a Grete.
Análisis
En esta tercera y última parte del relato, el abandono a Gregorio, que había empezado a insinuarse cada vez con más fuerza en las páginas anteriores, ahora se concreta de una forma definitiva. Su aspecto produce tanto rechazo que ningún miembro de la familia ni siquiera se anima a sacarle la manzana de su cuerpo. Gregorio comienza a tomar conciencia de que esa soledad que siente no solo tiene que ver con el abandono de su familia, sino también con el hecho de no querer reconocerse como lo que ahora es: un bicho. Sin embargo, en esta última parte de la historia, se va encontrando con situaciones que se lo recuerdan concretamente como, por ejemplo, el hecho de que la asistenta lo llame "pedazo de bicho". Por supuesto, el momento más dramático de este descubrimiento se da cuando Gregorio escucha a su padre y a su hermana coincidir en que tienen que deshacerse de él: "Es preciso que se vaya (...) Éste es el único medio, padre. Basta con que procures desechar la idea de que se trata de Gregorio. El haberlo creído durante tanto tiempo es en realidad el origen de nuestra desgracia" (70). A partir de allí, Gregorio comprende que ya no quedan vestigios humanos en él y se deja morir.
Por otro lado, todos los esfuerzos que tienen que hacer los Samsa para compensar la falta de dinero desde que Gregorio ya no trabaja afectan el estatus social de la familia, y esto tiene un impacto muy negativo tanto en sus estados de ánimo como en la actitud de ellos hacia Gregorio. De alguna forma, lo hacen responsable de lo extenuados que terminan después del trabajo y, sobre todo, de la pérdida de la posición social que tenía la familia. En este pasaje del relato podemos observar con claridad que lo que más rechazo le produce a la familia Samsa de Gregorio no es su aspecto, sino las consecuencias -económicas y sociales- que su metamorfosis produjo en la familia.
Asimismo, observamos cómo la familia Samsa, que había empezado a resquebrajarse a partir de la metamorfosis de Gregorio, se reencuentra con la armonía tras su muerte. En ese sentido, queda claro que Gregorio era un elemento incómodo y perjudicial para el sistema familiar. "Bueno, (...), ahora podemos dar gracias a Dios" (74) dice el señor Samsa cuando se entera de la muerte de su hijo. Kafka quiere ilustrar con su relato la alienación que puede producir el sistema capitalista y, también, cómo son rechazados y discriminados los que no quieren o no pueden formar parte de ese sistema, aquellos monstruosamente diferentes como Gregorio.
Sin inmiscuirnos en cuánto hay de autobiográfico en La metamorfosis, podemos afirmar que es una obra que contiene mucho del pensamiento de Kafka. La alienación que propone el mundo moderno al individuo, la crítica al sistema capitalista que deshumaniza a las personas, el abuso de poder por parte de la autoridad, el absurdo de una existencia bajo esos parámetros y la angustiante soledad que produce esa forma individualista y trastornada de vivir, son cuestiones que a Franz Kafka le preocupaban mucho y que expuso en esta obra.