El insecto
El relato comienza con una imagen visual muy potente: Gregorio Samsa convertido en un monstruoso insecto. La descripción es muy precisa: está acostado boca arriba sobre un "duro caparazón", tiene un vientre convexo "oscuro, surcado por curvadas callosidades", y sus "innumerables patas" se agitan en el aire. Naturalmente, siendo Gregorio el protagonista de la historia, esta imagen del insecto está presente durante todo el relato. La mayoría de las personas siente repulsión hacia él, incluso su propia familia. La imagen del insecto representa lo diferente, lo ajeno, lo que se salió del sistema y ya no es reconocible. Al mismo tiempo, ilustra de una manera metafórica la alienación que el sistema capitalista puede producir en una persona.
La habitación
La habitación de Gregorio es una imagen que se repite a lo largo de todo el relato y que, conforme avanza la historia, se transforma. En ese sentido, podríamos decir que, a diferencia de lo que pasa con Gregorio, que amanece ya convertido en insecto, la metamorfosis de su habitación es un proceso que podemos ir viendo. Al comienzo, la habitación es como la de cualquier persona, pero a partir de que la familia empieza a abandonar a Gregorio, se convierte en un lugar oscuro, sucio, como si fuera la caverna de un monstruo. La habitación de Gregorio como imagen también puede pensarse como una prisión en la que la sociedad -en este caso, representada por su familia- recluye a quien ya no forma parte de ella debido a que dejó de ser productivo. Ese espacio de la casa, que hacia el final del relato sufre el mismo nivel de abandono que Gregorio, representa el aislamiento al que se confina a una persona que ya no forma parte del sistema.