Resumen
Gregorio descansa hasta el anochecer, momento en que lo despierta el rumor de unos pasos fuera de su habitación. Cuando se desliza hasta la puerta, nota que una de sus patas se arrastra sin vida. Entiende que lo que lo llevó hasta allí es un plato de leche con trocitos de pan que le ha dejado su hermana. Ni bien hunde la cabeza en el plato, un dolor muy fuerte se apodera de todo su lado izquierdo y siente repugnancia por la leche, que ha sido, hasta antes de su metamorfosis, su bebida preferida. En consecuencia, deja el plato y vuelve al centro de la habitación.
En el transcurso de la noche, Gregorio siente que la puerta se entreabre algunas veces, pero nadie entra. A la mañana, él deja entreabierta una de las hojas de la puerta para incentivar a que alguien de su familia entre. Pero transcurre todo el día y nadie se digna a hacerlo. Llega otra vez la noche y sus padres y su hermana se retiran a descansar. Gregorio, de repente, siente que su cuarto le da miedo y se mete, con cierta dificultad, debajo del sofá. Allí pasa toda la noche, incómodo por su nueva e imprevista corpulencia, pensando sobre su futuro y sintiendo culpa respecto de las molestias que le está ocasionando a su familia.
A la mañana siguiente, la hermana entra en la habitación y nota que Gregorio no ha tomado la leche que ella le dejó el día anterior. Él la observa desde debajo del sofá. Para sorpresa de Gregorio, Grete regresa con sobras de la última cena y varios alimentos vencidos; se los deja sobre un periódico viejo. Al salir, cierra con llave para que Gregorio se sienta tranquilo y coma. Luego de comer con avidez, él se queda reposando en el piso. Su hermana vuelve al rato y hace girar la llave lentamente, como avisándole a Gregorio que está por entrar. Él corre a ocultarse otra vez debajo del sofá, ya que entiende que su nueva figura no es un espectáculo agradable de ver para su hermana. Grete barre las sobras, limpia un poco y sale de la habitación. Gregorio ya puede salir de su escondite que, por todo lo que ha comido, lo estaba asfixiando.
Su hermana continua llevándole dos comidas diarias. Gregorio no sale de su habitación y la única forma que tiene de obtener noticias de sus padres es escuchando sus conversaciones a través de las puertas. La mayoría de estas charlas son sobre él. El padre de Gregorio revela cuál es la situación económica de la familia; él tiene algunos pocos ahorros que le quedaron de su trabajo anterior, y no mucho más. Gregorio, que desde hace años viene trabajando duro para hacer que a su familia no le falte nada, se siente un poco más tranquilo con la noticia de que aún quedan algunos ahorros. Hasta su metamorfosis, Gregorio se hacía cargo él solo de la económica de la casa.
Mientras está pegado a la puerta, escuchando, Gregorio medita sobre su sueño de poder mandar a su hermana al conservatorio a estudiar violín. Al mismo tiempo, entiende que los ahorros no son eternos. Está claro que, ahora que él está impedido, alguien de la familia tendrá que salir a trabajar. El padre está demasiado viejo y gordo para eso. Su madre, que padece de asma y se agita solo con caminar, tampoco puede. ¿Le corresponde a la hermana, quizás? Cada vez que se habla de esto, Gregorio se siente triste y avergonzado, y va a tirarse en el sofá.
A medida que pasa el tiempo, las entradas de Grete en la habitación de Gregorio adquieren un matiz diferente. Él la nota un poco fastidiada con la situación y cada vez que ella entra, corre a la ventana para abrirla. Estas carreras estrepitosas de la hermana asustan a Gregorio, que se queda bajo el sofá, temblando, durante todo el tiempo que ella está en la habitación.
Un día la hermana entra un poco más temprano que de costumbre y ve a Gregorio observando por la ventana. Grete cierra la puerta y no vuelve hasta el mediodía. Gregorio comprende que, más allá de que ha pasado un mes de su metamorfosis, su hermana no logra acostumbrarse a su nueva figura. Por eso decide cubrir el sofá con una manta y así ocultar también la parte de su cuerpo que sobresale cada vez que se mete debajo del mueble.
Durante las dos primeras semanas, los padres no se deciden a entrar a ver a Gregorio. El seguimiento que hacen de su hijo es a partir de lo que les reporta la hermana cuando le arregla la habitación. Más allá de que la madre insiste mucho en ver a su hijo, tanto el padre como Grete no se lo permiten. Gregorio, por su parte, ha desarrollado el divertimento de trepar por las paredes y el techo. Su hermana se da cuenta de esto y decide mover los muebles para facilitarle las cosas. Para esta tarea necesita la ayuda de su madre. Cuando se encuentran las dos en la habitación -con Gregorio lógicamente escondido- Grete decide que lo mejor es sacar todos los muebles menos el indispensable sofá. Luego de que ellas sacan el baúl, Gregorio asoma la cabeza para advertirles que quiere que la mesa se quede donde está. La primera en regresar al cuarto es la madre, que ve a Gregorio y vuelve rápido a la habitación de al lado, donde está Grete.
Gregorio, que no quiere que le quiten todo lo que ama de su cuarto, sale de debajo del sofá y trepa por la pared hasta quedar sobre un cuadro. Cuando regresan las dos, la madre lo ve y se desmaya en el sofá. Grete amenaza a Gregorio y sale a buscar algo para reanimar a su madre. Gregorio, por su parte, se desprende del cristal del cuadro y cae en la habitación contigua. Su hermana, que tiene una botella en la mano, la deja caer del susto y, cuando esta se rompe, un cristal hiere a Gregorio. Grete sale a atender a la madre y encierra a Gregorio en el cuarto con los muebles. Luego de un rato allí, recostado sobre la mesa, regresa el padre a la casa. Cuando este pregunta qué ha sucedido, Grete le cuenta que la madre se desmayó al ver a Gregorio y que, encima, él ha escapado de su habitación.
El padre entra al cuarto donde está Gregorio y amaga con pisarlo. Gregorio sale corriendo y comienza una persecución. Luego de un buen rato de correr por la habitación, el padre comienza a arrojarle manzanas. Una de ellas lo hiere seriamente. En eso, la puerta de la habitación de Gregorio se abre y entra corriendo la madre, que lo abraza al padre y le suplica que le perdone la vida a Gregorio.
Análisis
En esta segunda parte del relato, podemos observar cómo Gregorio comienza a darse cuenta de que ha perdido su identidad humana. El primer indicio de esto lo encontramos en el rechazo que le produce la leche, que ha sido desde siempre su bebida favorita. Por el contrario, cuando su hermana le lleva las sobras de la cena y varios alimentos vencidos, Gregorio come con avidez. Su apetito, entonces, ya no responde a un paladar humano, sino al de un insecto. Al mismo tiempo, cuando su madre lo ve, se desmaya por la impresión que le causa, lo que constituye otro ejemplo de que Gregorio ya no es reconocible por su familia. Asi y todo, Grete, al principio, intenta asistir a su hermano, llevándole comida y ocupándose de limpiar y ordenar el cuarto. Paradójicamente, cuando quiere hacer más espacio en la habitación de Gregorio para que él pueda moverse y trepar por las paredes más cómodamente, está atentando contra la necesidad de su hermano de aferrarse a los últimos vestigios de humanidad que le quedan: los muebles. "Le vaciaban su cuarto, le quitaban cuanto él amaba" (50). A partir de este ejemplo, entendemos que Gregorio tiene una conexión afectiva con lo material ya que, de alguna manera, es aquello que lo define como persona. Quitarle los muebles es, al mismo tiempo, despojarlo de su humanidad.
Por otro lado, en esta parte de relato, aparece con más fuerza uno de los temas principales de La metamorfosis: la soledad. Más allá de que Gregorio está recluido en su cuarto, el sentimiento de soledad se profundiza a medida que el rechazo de su familia hacia él aumenta. A esto se le suma la culpa que siente al escuchar a su padre hablando de la difícil situación económica de la familia, de la que Gregorio se siente responsable por ya no poder ir a trabajar. "Cada vez que la conversación venía a parar a esta necesidad de ganar dinero, Gregorio abandonaba la puerta y, encendido de pena y de vergüenza, arrojábase sobre el fresco sofá de cuero" (43). Esta nueva y traumática realidad en la que se encuentra Gregorio es un reflejo de las consecuencias terribles que puede tener un sistema tan alienante como el capitalista, que al concebir a las personas como simples organismos de producción, las deshumaniza, y, sin importar que estén rodeadas de otras personas o, incluso, de seres queridos como en el caso de Gregorio, favorece el desarrollo de una conciencia individualista que, tarde o temprano, crea un fuerte sentimiento de soledad.
Gregorio, entonces, quiere defender lo poco que todavía lo conecta con la idea de ser humano, los muebles. Su padre entra al cuarto en donde está él y amenaza con pisarlo; luego lo hiere con una manzana. Aquí podemos observar otra actitud autoritaria del señor Samsa, que recurre a la violencia para reprender a su hijo. Incluso la señora Samsa tiene que intervenir para que no lo mate. El padre de Gregorio representa esa autoridad represora, que abusa de su poder y busca eliminar todo lo que no sea compatible con el orden social que propone el sistema. Al mismo tiempo, el señor Samsa es un fiel reflejo del padre de Kafka, que era autoritario y reprimía los intereses de su hijo por no ser compatibles con los suyos. Por otro lado, tenemos la manzana: una fruta que siempre puede remitirnos a la historia bíblica de Adán y Eva, en la que ellos violan la orden de Dios de no tocar el fruto prohibido (frecuentemente representado por una manzana) y esto genera que él los expulse del paraíso. En el caso de Gregorio, también la manzana da comienzo a un exilio, en este caso, hacia la más profunda soledad. El paraíso del cual es desterrado es su familia, pero también su condición de ser humano.
Por último, el tema de la culpa también está presente en esta parte del relato. Gregorio tenía el sueño de mandar a su hermana al conservatorio y ahora no podrá hacerlo. Al mismo tiempo, el hecho de que él ya no pueda trabajar complica la situación económica de la familia y esto lo hace sentir culpable. Su sentimiento de culpa, entonces, nace a partir de que no puede cumplir con las expectativas que los demás tienen de él. De alguna forma, antes de su metamorfosis, dejó de lado sus deseos y sus emociones para cumplir con el mandato social que se le había impuesto. Gregorio está tan alienado que antes de preocuparse por su monstruosa metamorfosis, siente culpa porque ya no puede cumplir con ese mandato social que lo definía como persona.