La opinión pública
La vida pública y la privada son dos mundos en conflicto a lo largo de todo el cuento. Desde los primeros párrafos, el interés de Gúrov por Anna se ve impulsado por “los rumores que corren sobre las licenciosas costumbres de Yalta” (8), y que lo llevan a contemplar la posibilidad de una aventura con ella. Más adelante, la misma opinión pública, que despierta su interés por la joven, se alza como una amenaza cuando la aventura amorosa se consuma: ahora, corren el peligro de ser descubiertos. De este modo, la vida pública se transforma en una fuerza que interviene en la vida privada; que condiciona y reprime en forma contundente los comportamientos de los individuos. De hecho, tanto Anna como Gúrov tienen una identidad desdoblada: “Tenía dos vidas: una que se desarrollaba a la luz del día, que veían y conocían aquéllos a quienes les incumbía (...); y otra que fluía en secreto” (31).
El amor
El amor es el tema más importante de “La dama del perrito”. Al comienzo, Gúrov se muestra muy escéptico respecto a la posibilidad de tener un amor verdadero. Su “amarga experiencia” (7), reflexiona en las primeras líneas, le ha enseñado que las relaciones terminan “convirtiéndose siempre en un auténtico problema, sumamente complejo, que acaba desembocando en una situación desagradable” (8). Es por ello que su intento de conquistar a Anna no comienza más que como un juego entretenido, cínico y superficial. Sin embargo, pronto comienza a sentir un amor sincero por ella, y la experiencia de enamorarse se transforma en un evento trascendente que pone en jaque toda su existencia. En este punto, el amor se presenta como una fuerza capaz de transformar profundamente a las personas.
La juventud y el envejecimiento
La juventud es otro tema de gran recurrencia en “La dama del perrito”. Cuando conoce a Anna, Gúrov considera su aspecto joven como un atributo deseable, sobre todo en comparación con su esposa: “Se había casado joven, siendo estudiante de segundo curso, y ahora su esposa parecía mucho mayor que él” (7). A medida que continúa su aventura amorosa, comienza a adquirir conciencia de la diferencia de edad que hay entre él y Anna: “Estuvo sopesando la idea de que hasta hacía poco esa mujer estudiaba en el instituto, igual que ahora su propia hija” (9). Paralelamente, Gúrov reflexiona constantemente sobre su propio envejecimiento y la historia cierra con un pensamiento suyo acerca de lo sorpresivo que le resulta el haber descubierto el amor siendo un hombre maduro: “Sólo ahora, cuando empezaba a peinar canas, se había enamorado de verdad, por primera vez en la vida” (33).
La infidelidad y la moral
En “La dama del perrito”, Chéjov pinta un cuadro complejo de las relaciones psicológicas que entablan las personas con los principios morales establecidos socialmente. Al comienzo de la historia, Gúrov y Anna ven su infidelidad como algo de lo que avergonzarse y, por lo tanto, algo a ocultar a toda costa.
Después de hacer el amor por primera vez, de hecho, Anna llora incesantemente a causa de la vergüenza y el arrepentimiento que le produce el encuentro, y teme que Gúrov la desprecie como resultado. Por su parte, Gúrov está acostumbrado a ser infiel y se encuentra menos preocupado por la vergüenza personal, pero aún siente la necesidad de mantener el asunto en secreto.
A medida que avanza la historia, esta brújula moral comienza a invertirse: la historia de amor extramatrimonial, antes un secreto vergonzoso, se convierte en “todo lo que era importante, interesante e indispensable” (31). A partir de entonces, lo único que parece inmoral es tener que negar su amor en pos de mantener las apariencias.
La mentira y los secretos
Vinculado a los temas de “La opinión pública” y “La infidelidad y la moral”, las mentiras y los secretos son elementos fundamentales y recurrentes a lo largo de toda esta historia. Desde su primer beso, tras el cual Gúrov “se volvió con inquietud para cerciorarse de que no les había visto nadie” (14), el amorío entre Anna y él sucede por completo entre las sombras. Ello no hace más que pronunciarse a partir de entonces: primero en “esos besos recelosos y furtivos en pleno día, dados con el temor de que alguien pudiera verlos” (17); luego, con la mutua declaración de amor que se dan en la presentación teatral de La geisha, y, finalmente, en las secretas visitas mensuales que Anna le hace a Gúrov en Moscú. Hacia el final de la historia, una charla entre los amantes sugiere que han tomado la decisión de asumir la responsabilidad de sus actos y hacer público su amor.
Las mujeres
Las mujeres en tanto objeto de deseo masculino, así como el modo correcto de tratarlas y el lugar que ocupan en la sociedad son elementos muy importantes en esta historia. Como podemos comprobar a simple vista, el tratamiento que aquí reciben abunda en elementos misóginos. Gúrov siente aversión por su esposa, quien, a diferencia de Anna, “parecía mucho mayor que él”, y la considera “limitada, mezquina y vulgar” (7). Eso lo lleva a engañarla continuamente y a tener una idea prejuiciosa hacia las mujeres en general, de quienes opina: “—¡Esa raza inferior!” (7). Por su parte, Anna se hace cargo de todas las exigencias machistas que pesan sobre las mujeres y se lamenta sinceramente de lo que los hombres puedan pensar sobre ella. Con el transcurso del relato, las opiniones acerca de las mujeres y la virtud femenina se verán parcialmente modificadas en ambos personajes.