“Los encajes de sus vestidos se le antojaban escamas” (Narrador, Capítulo II, p.14) (Símil)
La asociación entre el mal y las serpientes, y estas, a su vez, a las mujeres, no es algo inédito de este cuento, sino que forma parte de la cultura occidental desde hace miles de años. Podemos remontarnos al Génesis del Antiguo Testamento, por ejemplo, en el que una serpiente tienta a Eva, la primera mujer, condenando así a toda la humanidad. Por supuesto, esta asociación es profundamente misógina y se basa, al menos parcialmente, en el hecho de que muchos de estos animales sean venenosos. En este caso, Gúrov recuerda los distintos amoríos que tuvo en su juventud, y el narrador utiliza la comparación de las escamas para dar cuenta del modo en que nuestro protagonista comienza a aborrecer a algunas mujeres luego de acostarse con ellas. Las mujeres, según este prejuicioso personaje, terminan pareciéndose a las serpientes.
“¡Quería vivir! Vivir, vivir… La curiosidad me devoraba…” (Anna, Capítulo II, p.15) (Metáfora)
A diferencia de Gúrov, Anna nunca había sido infiel antes de los acontecimientos de esta historia y se siente terriblemente culpable por haber fallado a sus votos matrimoniales. Este pasaje se produce mientras la joven se lamenta frente a su amante y le explica los acontecimientos que la llevaron a pasar el verano en Yala, donde se conocieron. Anna se casó siendo muy joven con su marido, un hombre al que desprecia, y su vida le resulta tediosa e insípida. Ella siente una fuerte curiosidad por lo que la vida y el mundo podrían depararle; una curiosidad que, tal como expresa esta metáfora, se comporta como un animal con la capacidad de devorarla.
“Ardía en deseos de compartir con alguien sus recuerdos” (Narrador, Capítulo III, p.24) (Metáfora)
Gúrov y Anna se despiden luego de que ella reciba la noticia de que su esposo está enfermo. En la estación de tren, acuerdan no verse nunca más y Gúrov acepta ese destino con indiferencia. Tras ello, regresa a Moscú, donde pasa sus primeros días con la certeza que Anna es solo ‘una más’ de las tantas mujeres con las que le ha sido infiel a su esposa. Sin embargo, el invierno comienza y el tiempo no hace más que contradecir sus expectativas. Pronto comienza a entrañar a Anna con fervor y le afecta profundamente no poder sincerarse con nadie respecto al amor que lo abruma. En este pasaje, su necesidad de compartir lo que siente se presenta bajo la metáfora del ‘ardor’, aludiendo así a la intensidad y el dolor que le produce.
“Sólo se veían en secreto, ocultándose de la gente como ladrones” (Narrador, Capítulo IV, p.32) (Símil)
Los problemas de la moral y la opinión pública son centrales en “La dama del perrito”. En un comienzo, tanto Anna como Gúrov se preocupan de que nadie los vea juntos, ya que temen que la noticia de su amorío llegue a oídos de sus parejas. Sin embargo, a medida que avanza la historia y comprenden que se tienen un amor sincero, superior al que encuentran en el matrimonio, la concepción respecto a lo que sienten cambia radicalmente. Este pasaje se produce cuando ya están cansados de ocultar su cariño. El símil, en este punto, compara desproporcionadamente su relación con el robo. A esta altura, solo les queda hacerse cargo de la verdad y asumir públicamente su relación, pero a los lectores se nos veda la resolución de esta historia de amor.
“Parecían una pareja de aves migratorias, macho y hembra, a los que hubieran cazado y obligado a vivir en jaulas separadas” (Narrador, Capítulo IV, p.33) (Símil)
En este pasaje, el narrador describe la trágica situación en la que se encuentran Gúrov y Anna: aunque estén profundamente enamorados, sus matrimonios los obligan a vivir existencias separadas. En este punto, el narrador recurre a la figura retórica del símil para ilustrar esta situación y muestra a los personajes como una pareja de aves que han sido separadas a la fuerza. Cabe mencionar que la asociación entre las parejas aves y las de humanos es algo común en la historia de la cultura occidental, en parte debido a las formas de emparejamiento que presenta una gran cantidad de especies de aves. Las tórtolas, por ejemplo, se han transformado en un símbolo del amor, debido a que son animales que suelen emparejarse solo una vez en la vida y hasta la muerte; de ahí que sea común llamar ‘tortolitos’ a los enamorados.