El perrito de Anna (Símbolo)
Tal como sugiere el título, el lulú blanco de Pomerania, que pasea Anna por las calles de Yalta, es un elemento central en este relato. Este perro -desde una perspectiva sexista: una típica mascota ‘de mujer’- simboliza la pureza infantil de nuestra protagonista, sentido que se refuerza tanto por su pequeño tamaño como por el color blanco de su pelaje, asociado en el sentido común occidental a la castidad. Esta idea explicaría el hecho de que el perro deje de mencionarse en el momento en que Anna y Gúrov consuman su aventura, aludiendo así a la ‘pérdida’ de la inocencia de la joven. Al margen de su valor simbólico, lo cierto es que el perro de Anna es un motivo central en este relato, más aún si tenemos en cuenta que Gúrov intercambia sus primeras palabras con Anna usándolo como excusa.
El teatro (Motivo)
Para cuando Chéjov escribió este cuento, el teatro era un lugar privilegiado de la vida social rusa. Los espectadores vestían sus mejores galas para asistir a las funciones, y las grandes salas del teatro tenían sectores reservados para los grupos de mayor y menor nivel económico y estatus social. El teatro no solo era un lugar donde se mostraban obras, sino también donde uno mismo iba a mostrarse, lo cual hacía de él un excelente caldo de cultivo para el desarrollo del chismorreo y fisgoneo social. Ello explica el hecho de que, en este cuento, el teatro sea un motivo muy importante: asociado al tema central de “La opinión pública”, este espacio funciona como una muestra de la vida social más amplia en la que se desarrolla el amor entre Gúrov y Anna. El amor, la infidelidad y el peligro de ser descubiertos encuentran en el teatro un espacio idóneo para el despliegue de sus tensiones.
La valla de la casa de Anna (Símbolo)
Obsesionado por el recuerdo de Anna, Gúrov decide viajar a la ciudad de S. para tener un encuentro con ella. Cuando finalmente encuentra su casa, advierte que “Justo enfrente se extendía una valla gris, larga, erizada de clavos” (24). Esta valla que los separa físicamente opera como un símbolo de la imposibilidad de su amor, de la barrera infranqueable que supone el hecho de que ambos estén casados. Este simbolismo se intensifica más adelante cuando Gúrov, impotente ante el hecho obvio de que no puede presentarse sin más en la casa, descarga su resentimiento con la valla: “Seguía yendo y viniendo, sintiendo un odio cada vez más intenso por la valla gris; pensaba con irritación que Anna Serguéievna le había olvidado y quizá se divirtiera ya con otro, lo que sería de lo más natural en el caso de una mujer joven obligada a contemplar desde la mañana a la noche esa maldita valla” (25).
Los impertinentes de Anna (Símbolo)
Los impertinentes son un tipo de anteojos asidos a un mango, precursores de los binoculares que se popularizaron en los teatros a partir del siglo XVIII. Este accesorio cobró una gran popularidad entre las mujeres de las clases más acomodadas durante la aparición del teatro moderno, ya que les permitía observar mejor el espectáculo desde los palcos, espacios destinados a las élites y, muchas veces, más alejados del escenario que los espacios de las clases populares. Pero, además, siendo el teatro un espacio de socialización central en este periodo, los impertinentes eran muy utilizados para fisgonear o reforzar una actitud de insolencia y descaro ante el resto, de ahí su nombre. En este cuento, Anna tiende a observar insistentemente con sus impertinentes a los grupos de personas que la rodean, con el temor de que la descubran en su infidelidad. En este sentido, el objeto simboliza la presencia constante que la opinión pública tiene para ella.