La sordera de César (Símbolo)
A partir de la segunda escena del primer acto, abundan los presagios que anuncian la caída de César: un adivino le advierte al líder sobre los Idus de Marzo, y este le comenta a Antonio su desconfianza respecto a Casio. En la tercera escena, Casca le cuenta a Cicerón una serie de hechos extraños, sobrenaturales, que estuvieron sucediendo, y que constituyen una mala señal. La sordera de César en su oído izquierdo ("Ponte a mi diestra, que este oído es sordo", I.II, 38, le pide a Antonio) constituye un símbolo de su incapacidad de identificar el peligro que lo rodea.
El insomnio de Bruto (Símbolo)
A lo largo de la obra, Bruto es el único de los conspiradores que presenta remordimientos por el asesinato de César: "Desde que Casio por primera vez / me instigó contra César, no he dormido", afirma (II.I., 59). Su insomnio simboliza su lucha interna, pues Bruto cree que, al traicionar a su amigo, está actuando para los mejores intereses de Roma, pero eso lo llena de remordimiento.
El espectro de César (Símbolo)
La aparición del espectro de César al final del tercer acto materializa la influencia de César tras su propia muerte, operando como un símbolo de su poder y prevalencia.
En los relativamente pocos discursos que tiene César a lo largo de la obra, se muestra consciente de la grandeza de su imagen pública y de su importancia como institución, como entidad prácticamente abstracta que concentra poder. Así, destaca su propia constancia ("yo soy inconmovible, al modo / de la estrella polar", III.I., 93-94), desdeña su propia mortalidad ("la muerte, inevitable fin, / va a venir cuando tenga que venir", II.II., 78) y se refiere a sí mismo en tercera persona, particularmente en el ámbito público ("¿Qué faltas hay que César y el Senado / deberían ahora remediar?, III.I., 92). En este sentido, su percepción de sí mismo como una entidad poderosa que excede su carácter de individuo parece confirmarse en el caos que produce su muerte. Y esta influencia tiene una encarnación simbólica en el espectro que se le aparece a Bruto.
Los presagios (Motivo)
Presagios de todo tipo abundan a lo largo de la obra —concentrándose especialmente en el primer y el último acto—, constituyendo un motivo central. Hechos sobrenaturales, sueños, sacrificios y presentimientos, así como las advertencias de Artemidoro y de un adivino, le advierten a César sobre su inminente caída, pero el líder, cegado por su soberbia, se niega a resguardarse del peligro.
Las cartas (Motivo)
Las cartas funcionan en la obra como un motivo recurrente, relacionado con el tema de la comunicación en general y de la interpretación en particular: Casio le envía cartas falsificadas a Bruto para convencerlo de que el pueblo romano teme la ambición de César y él, entonces, debería unirse a la conspiración contra él; Artemido intenta entregarle a César una carta para advertirle sobre sus asesinos, pero el líder la ignora; ya en plena guerra civil, en el campo de batalla, Bruto y Metelo comparan cartas que han recibido desde Roma para comprobar que se contradicen en relación a los sucesos que están teniendo lugar allí. En definitiva, las cartas en Julio César siempre suponen una mediación problemática en la comunicación y aluden también al tema de la interpretación.