Julio César

Julio César Resumen y Análisis Acto V

Resumen

Escena I

Octavio y Antonio están en las llanuras de Filipos y se acaban de enterar de que Bruto y Casio están marchando hacia ellos. Llega un mensajero y les advierte que el enemigo está muy cerca; deben hacer algo de inmediato. Antonio le ordena a Octavio que lleve sus legiones "a mano izquierda sobre el campo llano" (V.I., 166), pero Octavio lo contradice: prefiere marchar por el lado derecho. Antonio se molesta y le pregunta por qué lo enfrenta. Octavio niega enfrentarlo, pero "lo quiero así" (V.I., 166), afirma.

Llegan Bruto y Casio. Octavio le consulta a Antonio si deben dar la señal de combatir, pero este prefiere esperar y contraatacar. Aunque los generales intentan dialogar, se limitan a agraviarse y reprocharse mutuamente sus acciones, por lo que se disponen para la batalla.

Casio llama a Mesala y le enumera una serie de señales que han acompañado a su ejército desde Sardis y que parecen indicar malos presagios. Luego se dirige a Bruto y le pregunta qué hará si pierden la batalla. Este rechaza la idea del suicidio, pero también admite que no se resignaría a ser arrastrado por las calles de Roma como prisionero. Ambos generales se despiden dramáticamente y regresan a sus respectivos ejércitos para prepararse para la batalla.

Escena II

Comienza la batalla, y Bruto le ordena a Mesala que lleve de inmediato la orden de atacar al flanco de Casio.

Escena III

En otra parte del campo de batalla, Casio está molesto porque sus hombres están retrocediendo. Titinio opina que "Bruto dio la orden / demasiado temprano" (V.III., 175) cuando tuvo cierta ventaja sobre Octavio, y sus soldados se entregaron al pillaje mientras el ejército de Antonio estaba rodeando al de Casio.

Llega Píndaro y le dice a Casio que huya, pues Marco Antonio está ya en las tiendas de campaña. Casio le pregunta entonces a Titinio si son suyas las tiendas que está viendo arder a lo lejos, y este lo confirma. Casio lo envía a averiguar si aquellas tropas son suyas, y le ordena a Píndaro que observe lo que pasa con Titinio desde lo alto de la colina. Píndaro le dice desde arriba que Titinio ha sido apresado, y Casio se lamenta por la caída de su mejor amigo. Cuando Píndaro baja, el general le pide que lo apuñale con la espada con la que él asesinó a César. "¡César, estás vengado, / y con la misma espada que te mató!" (V.III., 178), exclama Casio antes de morir. Píndaro huye.

Aparecen Mesala y Titinio, y el primero anuncia que Octavio fue dominado por las fuerzas de Bruto, mientras que las legiones de Casio están siendo derrotadas por la de Antonio. Entonces ve el cuerpo de Casio en el suelo y ambos reconocen que hubo un malentendido. Mesala sale a informarle a Bruto lo sucedido, mientras Titinio anuncia que buscará a Píndaro. Antes de salir, Titinio se lamenta —a la vez que explica a los espectadores / lectores que Píndaro desinformó a su general—:

¿Para qué me enviaste, bravo Casio?

¿No encontré a tus amigos? ¿No pusieron

en mis sienes laureles de victoria

rogándome que te los diera a ti? (...)

¡Ay! Interpretaste mal todas las cosas.

(V.III., 180-181)

Luego toma la espada de su amigo y se suicida.

Entran Mesala y Bruto junto a algunos de sus hombres y ven los cadáveres. Bruto exclama:

¡Ah, Julio César! Eres

todavía grandioso. Tu espíritu

anda vagando y hace que se vuelvan

nuestras propias espadas contra nuestras

propias entrañas.

(V.III., 182)

Pero se recupera rápidamente por las pérdidas y ordena a sus soldados que se preparen para una nueva batalla, esta vez contra Antonio.

Escena IV

En otra parte del campo, Bruto arenga a sus hombres. Catón cae. Lucilio finge ser Bruto y desafía a unos soldados enemigos, pero es capturado por estos soldados, que le informan a Antonio que tienen a Bruto prisionero. Aunque Antonio reconoce a Lucilio enseguida, también admite que tiene a un hombre valioso, y les pide a sus hombres que lo traten bien, pues prefiere tenerlo de amigo que de enemigo. También les ordena que lo mantengan al tanto de lo que sucede en la batalla y sale.

Escena V

En otra parte del campo, entra Bruto, derrotado, con algunos de sus hombres. Les pide, primero a Clito y luego a Dardanio, que lo maten, y evitar así ser capturado, pero ambos se niegan. Luego se lo pide a Volumnio, quien replica que esa no es tarea para un amigo. Se escucha el toque de rebato y entra Clito a anunciar que deben huir. Bruto les ordena a sus hombres que se le adelanten. Retiene a Estratón y le ruega que sostenga su espada mientras él se arroja sobre ella.

Llegan Antonio y Octavio con sus hombres, y Estratón les informa lo sucedido. Antonio afirma que Bruto "Fue el más noble de todos los romanos; / salvo él, todos los conspiradores / hicieron lo que hicieron por envidia / del gran César; sólo él se unió a ellos / pensando honestamente en el bien público" (V.V., 191-192). De acuerdo con estas palabras, Octavio anuncia que lo tratarán de acuerdo a su virtud y respetarán los ritos funerarios en su honor antes de dar por finalizada la contienda.

Análisis

Por primera vez en la obra, Octavio ​​emerge aquí como un nuevo líder. La crítica ha indicado que cada acto de la obra pertenece a un hombre diferente. Así, el primer acto pertenece a Casio; el segundo, a Bruto; el tercero, a César; el cuarto, a Antonio, y el último acto es protagonizado por Octavio. Cuando Antonio le ordena a Octavio que lleve sus legiones "a mano izquierda sobre el campo llano" (V.I., 166), este lo contradice por primera vez, y Antonio se siente, en efecto, desafiado. Octavio niega estar confrontándolo, pero reafirma su deseo con determinación. Esta declaración presagia el modo en que Octavio eventualmente sacará a Antonio del poder, concentrándolo en su persona: al final de este acto, Octavio gobernará solo. A diferencia de César, con quien los lectores o espectadores pudieron identificarse a nivel personal, Octavio es presentado como un líder frío y despiadado; un político sin escrúpulos morales ni conflictos emocionales.

Este cambio de poder de Antonio a Octavio se expresa mediante el uso de nombres. Hasta el momento en que Octavio ​​desafía a Antonio, se lo identifica como "el joven Octavio". Solo después de que Octavio afirma su autoridad ante Antonio se lo empieza a nombrar sin ese calificativo. Después de preguntarle a Antonio si debería dar la señal de batalla, este le responde: "No, César, sólo vamos / a contraatacar cuando ellos ataquen" (V.I., 167). Así, por primera vez, a Octavio se le llama simplemente "César", y así se lo reconocerá hasta el final de la obra, incluso por Casio.

Los presagios, omnipresentes en el Acto I, reaparecen aquí con fuerza. Casio está tan abrumado por estas señales que compara el combate que tiene por delante con aquel en el que Pompeyo luchó y perdió contra César: las poderosas águilas que los seguían desaparecieron y, en cambio, los sobrevuelan cuervos y buitres. Esta mala señal lo lleva a creer que perderá la batalla.

Las muertes de Casio y Bruto demuestran la poderosa influencia de César, aun muerto: su espíritu domina en la batalla. Las últimas palabras de Casio son: "¡César, estás vengado, / y con la misma espada que te mató! (V.III., 178). Bruto, por su parte, también invoca la imagen de César, no solo al morir, sino también al ver el cuerpo de Casio en el suelo: "¡Ah, Julio César! Eres / todavía grandioso. Tu espíritu / anda vagando y hace que se vuelvan / nuestras propias espadas contra nuestras / propias entrañas" (V.III., 182), exclama entonces. Y luego, cuando se suicida: "César, / quedaste en paz ahora. No tenía / al matarte, la mitad del deseo / con que ahora te mato" (V.V., 190).

Al descubrir el cuerpo de Casio, Titinio recuerda las palabras de Cicerón, quien al principio de la obra advertía que "los hombres pueden explicar / las cosas a su modo, aunque éste / sea contrario al de las cosas mismas" (I.III., 46). Titinio aquí exclama: "¡Ay! Interpretaste mal todas las cosas" (V.III., 181). Este comentario, que alude directamente a la causa del suicidio de Casio —quien se adelanta a asumir la derrota y la muerte de su amigo—, puede leerse también de modo literal, y en ese caso, si Casio interpretó mal todas las cosas, eso significa que su motivación para asesinar a César partía de un error.

En todo caso, la figura reivindicada entre los conspiradores es la de Bruto. Antonio reconoce su grandeza al final de la obra, afirmando que "Fue el más noble de todos los romanos" (V.V., 191-192) porque accionó genuinamente en contra de su amigo y a favor del pueblo romano. Y aunque ya hemos sugerido que Bruto parecía motivado, al menos parcialmente, por su propia ambición —recordemos cuán fácilmente accede a los argumentos de Casio y malinterpreta las cartas que este le envía para alimentar una interpretación viciada sobre el accionar de César—, lo cierto es que él es el único de los conspiradores que da muestras de un conflicto interno, de remordimiento y de dignidad a lo largo de toda la obra. Se erige así como un ejemplo de honorabilidad frente al inescrupuloso Casio, quien miente, manipula y parece aceptar sobornos.

Sin embargo, la caída de Bruto tiene su contracara en la ascensión de Octavio. Así, la conclusión de la obra combina la trágica derrota del "más noble de los romanos" con el surgimiento victorioso de un nuevo César. Por tanto, es Octavio, y no Antonio, quien se queda con las últimas palabras de la pieza: "llamad al campamento a descansar; / y vayamos ahora a compartir / los honores de este dichoso día" (V.V., 192). Para los lectores / espectadores, difícilmente se trate de un día dichoso, no solo en consideración de los recientes sucesos, sino también por lo que vendría. La historia de Julio César era ampliamente conocida por el público isabelino, y tras la guerra civil que siguió a la muerte de César, Octavio se convirtió en el Emperador César Augusto, primer emperador romano que puso fin a la república que los conspiradores intentaban defender. Así, la celebración que arenga Octavio al final de la pieza es una en favor de su propia suerte, y no de la de Roma.

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