Los lectores sabemos que Héctor morirá, a pesar de que el héroe se muestra confiado en vencer a Aquileo (Ironía dramática)
En el canto XXII, Héctor se encuentra con Aquileo. En simultáneo, los dioses vuelven a discutir el destino de los guerreros, mientras el lector es testigo de lo que dicen. Discuten sobre a quién ayudarán y a quién ignorarán. Así, Atenea hace creer a Héctor que es su hermano Deífobo, que va a ayudarlo. Al verlo, Héctor se muestra confiado, mientras el lector sabe que no debería estarlo. Piensa que obtendrá la victoria, pero nosotros sabemos que no encontrará sino la muerte. Como el lector lo sabe de antemano, se trata de una ironía dramática.
Aquileo desea provocar sufrimiento de los aqueos, pero eso llevará a la muerte de su amigo Patroclo (Ironía situacional)
Aquileo le reza a Zeus el fracaso de los aqueos y, tal como le dice su madre Tetis, “Zeus ha cumplido / lo que tú, levantando las manos, le pediste: que todos / los aqueos, privados de ti, fueran acorralados junto a / las naves y padecieran vergonzosos desastres” (18.75-78). La ironía radica en que este deseo de Aquileo conduce finalmente a la muerte de su amigo Patroclo a manos de los troyanos.
Zeus finge ayudar a Agamenón, pero los lectores sabemos que es una estrategia para favorecer a los troyanos (Ironía dramática)
En el canto II, Zeus le envía un sueño fraudulento a Agamenón, en el que le ordena atacar Troya inmediatamente. El rey de los dioses está cumpliendo su promesa a Tetis de ayudar a los troyanos. Esta injerencia de los dioses en los asuntos humanos resulta en un nuevo ejemplo de ironía dramática. Agamenón es convencido por Zeus de que su ejército está a punto de infligir una derrota a los troyanos, pero el lector sabe que los troyanos podrán infligir un daño terrible en este ataque total.
Príamo se lamenta porque no ve entre los troyanos a sus hijos, a quienes los lectores o espectadores sabemos muertos (Ironía dramática)
En los cantos XX y XXI, Aquileo asesina a Licaón y Polidoro, hijos del rey Príamo. Luego, en el canto XXII, el monarca lamenta no ver a sus hijos entre los troyanos: “Y ahora que los teucros se han encerrado en la / ciudad, no acierto a ver a mis dos hijos Licaón y Po- / lidoro…” (22.46-47). Este es un ejemplo de ironía dramática, ya que el lector o espectador sabe que ambos han muerto, aunque su padre no lo sepa.