Fuenteovejuna

Fuenteovejuna Resumen y Análisis Acto I (primera parte)

Resumen

La obra comienza cuando el nuevo Comendador de la Orden de Calatrava, Fernán Gómez de Guzmán, llega a Almagro para reunirse con el Maestre. Habla con Ortuño y Flores, sus criados, y se asombra de que el Maestre no lo reciba. Flores le advierte que es una persona joven. Al primero le parece una conducta descortés. Hablan sobre la cortesía que debe mantener cualquier persona que ingrese a una Orden. El Comendador dice que esta cualidad es la llave para ganarse el afecto de las personas.

Entonces se presenta el Maestre, Rodrigo Téllez Girón, y pide disculpas al Comendador por no haberlo recibido antes, pues recién le han dado la noticia de su llegada. El Comendador dice que debe honrarlo, puesto que arriesgó la vida por él en varias ocasiones. El Maestre afirma que lo honra.

A continuación, el Comendador dice que el Maestre accedió a su cargo a los ocho años y que, ahora que murió su coadjutor, está solo a cargo del gobierno, a pesar de su corta edad. Le dice también que “es honra vuestra seguir en aqueste caso la parte de vuestros deudos” (vv 87 - 89), es decir, le aconseja tomar el mismo partido que sus familiares, que son Alfonso de Portugal y Juana, y oponerse de esta manera a los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, en la toma de Ciudad Real. Entonces le aconseja que reúna los caballos de Calatrava en Almagro.

Luego, el Maestre le pregunta al Comendador si tiene soldados donde vive. Él le responde que vive en Fuenteovejuna, que allí tiene pocos soldados pero que pelearán como leones. No obstante, también admite que la gente que vive allí no tiene conocimientos militares, sino del campo y de la labranza.

Estos personajes salen de escena y, a continuación, la acción se traslada a Fuenteovejuna. Allí hablan Laurencia y Pascuala, dos labradoras. La primera desea que el Comendador, a quien llama Fernando, nunca vuelva a Fuenteovejuna. Comentan que este ya ha abusado de muchas mujeres de la aldea. Laurencia dice que se niega a aceptar una relación deshonrosa con él. Pascuala le responde que sería un milagro poder escapar de él y la primera comenta que hace un mes que la persigue. Además, le dice que Flores y Ortuño le mostraron objetos pertenecientes a su señor que la atemorizaron, pero que no conseguirán torcer su voluntad.

Luego, Laurencia menciona todas las comidas y acciones campestres que le gustan y que prefiere antes que los engaños y pedidos persistentes del Comendador. Pascuala compara a los amantes con gorriones interesados, que cantan halagos cuando necesitan comer, en invierno, mientras que luego, en verano, se olvidan de los beneficios e insultan a quienes le dieron de comer.

Entran en escena Mengo, Barrildo y Frondoso, tres aldeanos de Fuenteovejuna. Están discutiendo sobre un asunto que se retomará a continuación. Laurencia se sorprende de que Frondoso las llame a ella y a Pascuala “damas”, y él explica que quiere usar el lenguaje de la manera en que está de moda en la ciudad, “andar al uso queremos” (v 292), esto es, manipulando la lengua y cambiando las palabras ofensivas por otras más agradables.

Entonces Laurencia dice que en la ciudad la lengua se usa así por cortesía, y que ella conoce el uso descortés que hace con el lenguaje todo lo contrario. Luego Laurencia pregunta sobre qué estaban discutiendo y Frondoso explica que él y Barrildo se oponen a la opinión de Mengo, quien sostiene que no hay amor. Barrildo dice que sin amor no se podría conservar el mundo. Mengo menciona los elementos que viven en discordia en el mundo y Barrildo afirma que el amor es armonía y rige el cielo y la tierra. Mengo aclara entonces que no niega la existencia del amor, sino que afirma que el único que existe es el amor a sí mismo: “nadie tiene amor más que a su misma persona” (vv 401-402). Laurencia dice que el amor es búsqueda de belleza y gozo. Entonces le preguntan a Laurencia si ella ama, a lo cual ella responde que ama su propio honor. Frondoso resuelve que la discusión queda cerrada, pues con ese desdén Laurencia afirma que no hay amor.

Análisis

Este acto se abre con uno de los personajes principales, Fernán Gómez de Guzmán, el Comendador, presentándose a sí mismo. Este es recurso dramático clásico, que sirve para que el personaje sea identificado por los espectadores desde el primer momento.

El tema de la cortesía y la descortesía se presenta al inicio de la obra en el diálogo entre el Comendador y su criado. El primero dice: “Es llave la cortesía / para abrir la voluntad / y, para la enemistad, / la necia descortesía.” (vv 13-16). A lo cual Flores responde: “Llaman la descortesía / «necedad» en los iguales, / porque es entre desiguales / linaje de tiranía.” (vv 25-28). El Comendador se presenta de este este modo hablando sobre los beneficios de la cortesía. Sin embargo, muy pronto el espectador captará la hipocresía de sus palabras, puesto que el personaje carece de este atributo. Por otra parte, Flores, su criado, da su inteligente opinión, pero el Comendador, como se verá más adelante, no sabe escucharla. Siguiendo la definición de Flores, el Comendador es “necio” con los Reyes Católicos, puesto que son sus iguales en tanto que pertenecen a la nobleza, y es un “tirano” con sus vasallos, que son “desiguales” a él en tanto que son sus súbditos. Por eso, el Comendador pierde el atributo fundamental de todo caballero: la cortesía.

En el diálogo entre él y el Maestre se presenta un tema político. El Comendador le aconseja tomar el mismo partido que tus familiares, Doña Juana y su esposo Alfonso V de Portugal e involucrarse en un conflicto político y militar en contra de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Rodrigo Téllez Girón, el Maestre, ha accedido al maestrazgo a los ocho años, por eso se lo presenta como inexperto. Este es un dato en el que se insiste en la obra, pues servirá de pretexto para justificar que se haya enfrentando a los Reyes Católicos siguiendo el consejo del Comendador.

Por otro lado, el sitio que el Comendador le aconseja tomar, Ciudad Real, es un punto estratégico, ya que ese lugar está entre Andalucía y Castilla, y sirve para controlar ambos reinos: “y a Ciudad Real toméis, que divide como paso a Andalucía y Castilla, para mirarlos a entrambos.” (vv 107-110).

La acción se traslada luego a Fuenteovejuna. Este recurso dramático rompe con la unidad de lugar que se exigía en el teatro clásico, fundado en los preceptos de la poética aristotélica. Lope de Vega rechaza este principio en su Arte nuevo de hacer comedias, así como también rechaza la unidad de tiempo.

La lista de acciones y comidas que menciona Laurencia (vv 217 -244) sirven para mostrar que prefiere la vida sencilla del campo antes que dejarse engañar por las astucias del Comendador. Al mismo tiempo, su actitud frente al Comendador le da a su personaje un carácter noble, que contrasta con el carácter descortés de él. Los atributos de estos personajes resultan así invertidos: el Comedador, que pertenece a esfera de la corte, pierde su “cortesía”, mientras que Laurencia, que pertenece a la aldea, adquiere “nobleza” por medio de su conducta moral.

Laurencia explica que el único propósito de él es tener relaciones sexuales con ella: “porque todo su cuidado / después de darnos disgusto, / es anochecer con gusto / y amanecer con enfado” (vv 245-248). La palabra “cuidado” se debe entender como “preocupación”. Con la palabra “gusto” se refiere al acto sexual. En el mismo sentido, Pascuala compara a los hombres con los gorriones que después de satisfacer su apetito insultan a quienes les han dado de comer (Ver “Gorrión (Símbolo)” en la sección “Símbolos, alegorías y motivos” de esta guía).

Por otra parte, es de notar que Lope considera que en la comedia los personajes deben ajustarse a las reglas del “decoro poético”, esto es, cada personaje debe hablar según su condición social. Por eso el dramaturgo caracteriza a los personajes mediante la forma en la que hablan. Algunos rasgos del habla rústico sirven para caracterizar a las mujeres de Fuenteovejuna, que son campesinas de bajo estrato social. Por ejemplo, se sustituye la f por h, como en “he” por “fe” (v 174) o en “huego” por “fuego” (v 220), o se reemplaza la r por l, como en “brando” por “blando” (v 182). Con el mismo propósito, el dramaturgo pone en boca de Laurencia la expresión “inducas tentación” (v 240), una deformación rústica de la frase en latín “Et ne nos inducas in tentationem” (“y no nos dejes caer en la tentación”), las palabras finales de la oración al “Padre nuestro”.

Por otro lado, ya en esta primera parte encontramos también un arcaísmo propio de la lengua literaria del Siglo Oro en la forma del verbo “rezalle” (v 241), que significa “rezarle”. Se trata de un cambio consonántico de “rl” por “ll”. Lo mismo ocurre más adelante con los verbos “visitalla” (v 1072), “guardalla” (v 1214) y “dalle” (v 1635). Estas formas se alternan con el uso de verbos sin el cambio consonántico, como “gozarla” (v 412), “hacerlo” (v 680) y “darles” (v 710).

A continuación, Frondoso satiriza cómo se manipula el lenguaje con hipocresía en la ciudad para no decir las cosas exactamente como son, o diciéndolas parcialmente. Por ejemplo, dice, al ciego se lo llama “tuerto” y al buboso, “resfriado”. El buboso es el enfermo de sífilis, de manera que, llamándolo “resfriado”, se oculta su verdadera enfermedad y se disminuye la gravedad de su situación. Se trata del uso de eufemismos. Frondoso proporciona una extensa lista de ejemplos. Este tópico de la manipulación del lenguaje había sido también explorado por otros autores, como Erasmo en el siglo XVI o Quevedo en el siglo XVII.

Este uso del lenguaje, según Laurencia, es propio de la ciudad, donde reina la hipocresía, en contraste con la vida rural. La falsedad urbana se opone a la sinceridad y naturalidad del habla campesina. Por otro lado, también existe un uso del lenguaje que es propio de las personas que desprecian las virtudes. Este es otro tipo de manipulación del lenguaje y su efecto es el contrario al expuesto por Frondoso. Laurencia menciona una larga lista de ejemplos de ese uso del lenguaje, donde se sustituyen las palabras que se refieren a buenos valores por otras que los minimizan. Por ejemplo, afirma, se llama “lisonjero” al cortés o “casta” a la mujer honrada.

A continuación tiene lugar un coloquio filosófico sobre el tema del amor. Mengo afirma que no hay amor. Barrildo, por su parte, dice que el amor es lo que permite preservar al mundo pues le da unidad. Mengo responde aristotélicamente mencionando los elementos que viven en eterna discordia. El universo, según esta cosmovisión, se rige por elementos en oposición. Mengo explica que estos corresponden a cuatro humores: “cólera y melancolía, / flema y sangre” (vv 377-378). Barrildo menciona entonces otra idea difundida en el medioevo, que consiste en que la armonía rige el cielo y la tierra, “el mundo de acá y de allá” (v 379) y la armonía es el amor. Mengo dice que no niega que exista el amor, pero afirma que el que existe es el amor a sí mismo, relacionándolo con el instinto de autoconservación. También el amor a los otros es amor propio para Mengo, puesto que el fin que busca el amor es la satisfacción propia. Laurencia menciona una idea clásica sobre el amor como búsqueda de la belleza y el gozo, y Barrildo recuerda los conceptos de Platón, para quien se ama el alma y la virtud de lo amado. La discusión se cierra después de que Laurencia afirma que ama su propio honor.

Sobre la versificación

Esta obra está compuesta por versos de diferente extensión y forma de rima, correspondientes a distintos sistemas de versificación. En esta primera parte, entre los versos 1 y 68, encontramos redondillas, que son estrofas que se componen por cuatro versos de ocho sílabas cada uno. Estos versos tienen rima consonante, es decir, riman todos los sonidos a partir de la última sílaba tónica. La rima corresponde a la forma "abba", es decir, riman el primer verso con el cuarto y el segundo con el tercero. Entre los versos 69 y 140 hallamos la forma de versificación del romance. Esta consiste en una serie indefinida de versos también de ocho sílabas, de los cuales solo riman los versos pares. La rima es asonante, es decir, riman sólo las vocales a partir de la última sílaba tónica. En este fragmento, las dos vocales que riman al final de cada verso par son la á (indicamos con la tilde la vocal acentuada, aunque la palabra no lleve acento gráfico) y la o: "alto", "claro", "maestrazgo", etc. Finalmente, entre los versos 141 y 456, encontramos nuevamente redondillas.

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