Resumen
Una crecida del arroyo Caraguatá, en Tacuarembó, Uruguay, obliga al narrador a hacer noche en la estancia La Colorada, cuyo dueño es un inglés de nombre desconocido. El inglés es un hombre conocido por la severidad con la que trata a los peones de su estancia, y por la cicatriz que le atraviesa la cara, desde la frente hasta el pómulo.
Durante su estadía en la estancia, el narrador trata de empatizar con su anfitrión y para eso elogia a Inglaterra. Sin embargo, el dueño de La Colorada en verdad es un irlandés, como le dice a su huésped. Entrada la noche y tras beber ron hasta la ebriedad, el narrador se anima a preguntarle por la cicatriz que atraviesa su rostro, y el irlandés acepta contarle, con la condición de que su interlocutor no debe ocultar el desprecio que va a sentir cuando conozca su historia.
El relato remite a 1922 y la guerra civil. El irlandés lucha por la libertad de su nación y recibe un día a un afiliado que viene de Munster: John Vincent Moon. Este es un joven marxista que discute con vehemencia desde la perspectiva del materialismo histórico, lo que a su interlocutor le parece lamentable. Un día, de camino al encuentro con otros miembros de la lucha, un soldado los intercepta. John Vincent Moon queda paralizado por el miedo y el narrador debe intervenir y salvarlo de la muerte. Sin embargo, una bala le hiere el hombro. Los dos compañeros se refugian entonces en una casona que pertenecía al general Berkeley. Allí, el narrador cura el hombro de Moon y, en los días siguientes, se encarga de reunirse con los compañeros de armas para resistir los ataques de los ingleses. Sin embargo, Moon aduce un fuerte dolor en el hombro y no se anima a participar de aquellas escaramuzas.
Lo único que el narrador destaca de esos nueve días que pasan con Moon en la casona es un ataque en el que pueden vengar a dieciséis compañeros caídos en la lucha. El décimo día, sin embargo, la ciudad cae definitivamente en manos enemigas. El narrador llega antes a la casona y descubre a Moon hablando con alguien al teléfono. Rápidamente, nota que su compañero lo está vendiendo a las autoridades inglesas, y que estas llegarán a prenderlo a la misma casona en la que están.
Furioso, arremete contra Moon, quien rápidamente escapa por la gran mansión. La persecución es larga, y finalmente el narrador logra alcanzar al traidor en el momento en que las autoridades irrumpen en el edificio. Tomando una espada ornamental de la pared, golpea a Moon en la cara, dejándole una cicatriz desde la frente hasta el pómulo. Luego, es prendido por los soldados.
En este punto del relato, el narrador dice que al otro día presencia el fusilamiento de alguien en la plaza –podría haber sido un maniquí y una práctica de tiro –y luego abandona Irlanda y se embarca hacia Brasil, desde donde baja hasta Uruguay y compra la estancia La Colorada. Finalmente, Moon confiesa que ha decidido contar su historia de esa manera, invirtiendo los roles, para que su interlocutor lo escuche hasta el final sin indignarse. Ahora que ya ha terminado, el cobarde e infame traidor, John Vincent Moon, puede recibir el oprobio y la censura de su huésped.
Análisis
“La forma de la espada” es un cuento que hunde sus raíces en el relato fantástico, como muchos otros analizados en Ficciones, pero cuya resolución no propone ningún elemento sobrenatural, sino que trabaja con la disolución de la identidad de un personaje y su reconstrucción desde otro punto de vista.
En este relato, Borges desarrolla el tema de la traición y la cobardía en el escenario de la guerra civil irlandesa. Sin embargo, como ha demostrado a lo largo de toda su obra, más que el argumento, lo que interesa es la estructura del relato y la estética que se despliega a partir del uso del lenguaje.
El texto comienza con un narrador externo, en tercera persona omnisciente y describe la cicatriz que surca la cara de un personaje y que se transformará luego en una huella de la narración: “Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo. Su nombre verdadero no importa; todos en Tacuarembó le decían el inglés de La Colorada” (p137). Esa primera voz se retira rápidamente y da paso a un narrador en primera persona, que es el personaje de Borges, que llega a La Colorada y debe hospedarse allí porque no pueden cruzarse los ríos para proseguir el camino. “La última vez que recorrí los departamentos del Norte, una crecida del arroyo Caraguatá me obligó a hacer noche en La Colorada” (p. 138). Luego, cuando Borges le pregunta a su anfitrión por su cicatriz y se introduce una nueva capa al relato: la voz del irlandés que va a contar su propia historia.
Ahora, es la voz del irlandés la que narra los hechos. Sin embargo, en este procedimiento se produce en verdad un desdoblamiento de la personalidad y un plagio de la vida de otro individuo: el narrador elige contar su historia desde la perspectiva del compañero traicionado. En síntesis, el argumento detrás de la cicatriz es sencillo: durante la guerra civil en Irlanda, John Vincent Moon traiciona a un compañero de lucha y lo entrega a las autoridades militares. Como el hecho lo convierte en un traidor y lo llena de vergüenza, decide contar la historia haciéndose pasar por el traicionado. Así, el narrador cuenta en primera persona cómo ese independentista irlandés es traicionado por un marxista enclenque y cobarde.
Al final del relato, la cicatriz, huella que ha disparado la narración, vuelve a transformarse en la huella que hace visible el desdoblamiento de la personalidad del narrador: “De una de las panoplias del general arranqué un alfanje; con esa medialuna de acero le rubriqué en la cara, para siempre, una medialuna de sangre” (p. 145). En ese momento, al lector se le revela el desdoblamiento de papeles: el narrador no es el héroe aguerrido de la libertad y la independencia; es el otro, el cobarde traidor que ha entregado a su amigo para que lo fusilen. Esta revelación de desdoblamiento se explicita a continuación, cuando el narrador impreca a Borges, que parece reacio a creer su historia: “¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infamia? Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin. Yo he denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme” (p. 145).
Así, a nivel estructural, puede considerarse que el relato desdoblado espeja el argumento: el tema que da cuerpo a la historia es la infamia de la traición que ha cometido John Vincent Moon. A nivel estructural, Borges se vale de un desdoblamiento y un plagio identitario que se asemeja a esa infamia: John Vincent Moon toma la voz de su compañero, lo que puede leerse como una nueva traición o impostura. De esta manera, la estructura del relato vehiculiza en el juego narrativo esa traición de identidades.
Es necesario también rescatar otra clave de lectura: al inicio del texto, el narrador en tercera persona dice, sobre el inglés, que “su nombre verdadero no importa” (p. 137). Esta declaración se vincula directamente con el afán de mantener oculta hasta el último momento la identidad del irlandés de La Colorada, que no es otro que el traidor John Vincent Moon. Sin embargo, también se relaciona con otros dos aspectos de la narración: en primer lugar, la noción de que esta es, en verdad, la historia de una marca y no de un hombre. Pero tampoco es la historia de la marca en sí, sino de una afrenta, de una infamia cometida por un hombre: la traición hacia un semejante. Borrar las marcas individuales para construir la noción de una experiencia universal es otro de los procedimientos frecuentes en Borges. En “La forma de la espada”, esta idea se explicita en el mismo relato: “Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres. Por eso no es injusto que una desobediencia en un jardín contamine al género humano. Por eso no es injusto que la crucifixión de un solo judío baste para salvarlo” (pp. 142-143). Estas palabras, en boca del traidor, remiten a la traición universal para el catolicismo: la de Judas a Cristo. De la misma manera, en el sistema de creencias cristiano, la crucifixión de Cristo implica el perdón de los pecados a toda la humanidad. Así, los hechos cometidos por un hombre singular, Vincent Moon, se desdibujan y se transforman en la historia de la humanidad. De la misma manera, en la universalización de los gestos, Vincent Moon construye también su perdón. Así, la historia de un hombre se conoce a través de su marca, y sirve, en última instancia, para ilustrar un componente universal de la psicología del ser humano: la infamia de la traición.