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Ficciones Resumen y Análisis "Examen de la obra de Herbert Quain"

Resumen

“Examen de la obra de Herbert Quain” es un relato breve en el que el narrador, Borges, realiza un comentario sobre la obra de un escritor ficticio que, en algunos aspectos, guarda semejanzas consigo mismo.

Herbert Quain muere en Roscommon. El suplemento literario del Times (diario de Nueva York) le dedica apenas media columna al suceso, sin poner en valor la obra del escritor fallecido. Otro diario, el Spectator, publica también una noticia sobre Quain, menos breve, pero compara su primera novela, The God of the Labyrinth (El Dios del laberinto), con las novelas policiales de Agatha Christie o Gertrude Stein, lo que para el narrador equivale a menospreciar su obra.

Quain nunca se creyó genial. Sabía que sus libros eran poco acabados, pero admirables por lo experimental. En una carta que envió al narrador en 1939, dice que su obra no pertenece al arte, pero sí a la historia del arte. Para Quain, la literatura, y el hecho estético en general (es decir, aquello que convierte a una obra en arte), están ligados al asombro.

La primera novela de Quain, que el narrador ha prestado a cierta dama, es un relato policial que tuvo poco éxito y de la que Borges apenas guarda un recuerdo vago: hay un asesinato al inicio, una discusión en el desarrollo y una solución en las páginas finales. Luego, un párrafo extenso revisa algunos hechos de la novela y resalta una frase que empuja al lector a repensar todo lo que ha leído, haciéndole entender que la resolución del crimen es errónea y que existe otra, la verdadera. Así, el lector termina descubriendo el crimen donde el detective ha fallado.

Una novela aún más experimental de Quain es April March (que se traduciría como "Abril marzo", y no "La marcha de abril"), publicada en 1936. En ella, Quain se propone contar una novela en retrospectiva (comenzando por un determinado momento y avanzando hacia el pasado de ese momento) y ramificada, compuesta por 13 capítulos. Para ello, comienza el primer capítulo con un grupo de personajes que conversa en un andén. Cada uno de los siguientes tres capítulos (2, 3 y 4) presenta una posible noche anterior a la conversación en el andén. Estas conversaciones se excluyen entre sí y, a su vez, en los capítulos siguientes cada una de estas tres noches da tres saltos a tres posibles noches anteriores. Así, quedan conformadas nueve posibles novelas que comienzan con un evento final común a todas ellas y se ramifican hacia su pasado.

De estos nueve argumentos finales, el narrador menciona que una es de carácter simbólico, otra sobrenatural, otra psicológica, una policial, otra comunista y una anticomunista. Sobre ellas menciona el juicio que Schopenhauer hace sobre Kant: parece que todo está sacrificado para sostener la simetría, es decir, que no tienen valor más allá del juego que proponen.

Otra obra que reseña el narrador es una pieza teatral de Quain, The Secret Mirror (El Espejo Secreto). En el primer acto, se presenta una familia rica en una casa de campo irlandesa. Ulrica, la hija del general Thrale, es venerada por un dramaturgo. Ese primer acto está lleno de lugares comunes de la literatura, y luego se da a conocer que es en verdad la obra de Quigley, el dramaturgo que corteja a Ulrica. El segundo acto revela que los personajes viven en una pensión judeo irlandesa y aborda la acción del primero, pero en él todo está desfigurado, es más horrible y termina en el fracaso. Sobre esta obra, aclamada por el público, la crítica dijo que se trataba de una comedia freudiana, cosa que el narrador pone en duda.

La última obra de Quain se llamó Statements (Declaraciones), y estaba compuesta de ocho relatos que condensaban buenos argumentos para textos más extensos, que el autor luego hacía fracasar. Así, el lector podría completarlos y sentirse autor a la vez. Finalmente, Borges, el narrador, dice que del tercero de estos relatos, “The Rose of Yesterday” (“La Rosa del Ayer”), extrajo el argumento para su cuento “Las ruinas circulares”, incluido en Ficciones.

Análisis:

“Examen de la obra de Herbert Quain” es un cuento que plantea una modalidad narrativa ya conocida y estudiada en cuentos como “Pierre Menard, autor del Quijote”: se trata de una reseña, en este caso necrológica, de la obra de un autor inventado por Borges. Como otros textos de este estilo, el procedimiento permite a Borges explorar las posibilidades de la ficción a la vez que desplegar una serie de apreciaciones sobre la literatura y el arte en general.

Tanto en Pierre Menard como en Quain, el relato parte de las lecturas que se han hecho de ambos autores y que el narrador considera erradas y trata de corregir. Para eso, se propone en ambos casos destacar y poner en valor las virtudes de estos autores y de sus obras. En el caso de Quain, estas virtudes tienen que ver con su condición experimental y con su resistencia a la crítica, que ha juzgado siempre su obra como menor. Este hecho no ha desalentado al escritor irlandés, quien, desde la periferia de las letras inglesas (periferia cultural y geográfica, dada su condición de provinciano irlandés), ha seguido escribiendo y publicando durante toda su vida.

Un aspecto interesante que aborda Borges a partir de este relato es la repercusión de una determinada obra literaria en su contexto de publicación y la influencia que esto puede tener sobre otras obras. Cuando Quain publica, en 1933, The God of the Labyrinth, esta novela es opacada por la publicación de The siamese Twin Mystery, de Ellery Queen, y termina siendo un fracaso comercial. Al respecto, Borges narrador dice “prefiero atribuir a esta coincidencia ruinosa el fracaso de la novela de nuestro amigo” (p. 79) y, aunque luego también reconoce su ejecución deficiente, esta observación vale a modo de reflexión sobre el mercado literario: muchas veces una obra no logra el éxito que merece por condiciones externas de su contexto, como la aparición de otra obra que impacta más en el mercado, aunque no necesariamente por ser mejor.

The God of the Labyrinth es una novela policial cuyo mérito radica en su carácter experimental. Habituados a la literatura policial en la que el detective es quien descubre el crimen y controla todos los sentidos del texto, en este caso es el lector quien toma el rol protagónico al final del relato y descubre el error del detective y la verdad sobre el crimen. Así, la obra no presenta un final lineal y convencional, sino que el lector debe volver a una página intermedia para descubrir la clave del misterio. El libro entonces propone un elemento novedoso y propicia la relectura, ya que su solución no se revela inmediatamente al lector, sino que este debe volver sobre las páginas. De esta forma, la novela toma un carácter interactivo que obliga al lector a abordar la lectura desde una nueva perspectiva. Según el narrador, Herbert Quain era muy consciente de que su aporte a la historia de la literatura estaba en esta experimentación más que en su calidad de escritor. Por eso, no es casual que su primera novela sea policial, dado que este género es muy rico para los críticos y los estudiosos de la literatura, y ha permitido avanzar mucho en las teorías sobre la recepción y la interpretación de una obra.

Otro de los procedimientos que este autor ficticio utiliza (y que está seguro de que otros lo harán después de él) son los mismos que utiliza Borges en Ficciones. Por ejemplo, “El jardín de los senderos que se bifurcan” es un ejemplo de relato que se ramifica. A propósito, sobre la novela que se ramifica en una estructura ternaria, Borges narrador escribe: “No sé si debo recordar que ya publicado April March, Quain se arrepintió del orden ternario y predijo que los hombres que lo imitaran optarían por el binario y los demiurgos y los dioses por el infinito: infinitas historias, infinitamente ramificadas” (p. 82). Esta ramificación infinita es la que ensayará Borges en “El jardín de los senderos que se bifurcan”.

Por otra parte, el final de este cuento nos remite también a Ficciones: Borges dice haber encontrado en Quain el argumento que lo ha llevado a la escritura de “Las ruinas circulares”. Así, Borges se referencia a sí mismo dentro de una genealogía literaria ficcionada que está acompañada de una nutrida cantidad de citas a la cultura letrada. Este procedimiento crea un laberinto de referencias con las que Borges juega y entre las que coloca su propia obra.

A modo de conclusión, vale la pena volver sobre la noción del mercado literario que Borges plantea en este cuento (y en otros, como en "Pierre Menard...") como un espacio muchas veces de mala interpretación, en el que los autores deben competir entre los discursos y las estéticas dominantes de un periodo determinado. Estos discursos, lo que el público y la crítica determinan para una época que es lo correcto, lo bello, lo interesante, etc., son determinantes y marcan cómo es recibida una obra por el público. En la última obra de Quain, Statements, el autor se rebela contra esa lógica de mercado que define qué es bueno y qué no, y produce un texto lleno de argumentos interesantes. Así, atrae a los lectores con buenas tramas que luego hace fracasar a propósito. De este modo, Quain juega con la “correcta” interpretación de su libro y la deja en manos de unos pocos lectores, aquellos que son capaces de comprender su último juego experimental.