El principito

El principito Temas

El conocimiento empírico

En esta novela corta, hay varios personajes que contribuyen a desarrollar este tema. Algunos de estos personajes van a encarnar el valor de aprender a través del contacto con la realidad; otros representan las limitaciones del conocimiento teórico.

En primer lugar, el principito deja su planeta ante la perplejidad que le produce su relación con la rosa. Este chico, inquisitivo e inquieto, realiza un viaje que le ofrece una serie de aprendizajes y revelaciones a partir de experiencias concretas. El reconocimiento de la importancia de la rosa, por ejemplo, sucede a través de la domesticación del zorro y sus dos visitas al campo de flores. La primera vez que visita el campo, el principito se siente profundamente decepcionado con el descubrimiento de que su rosa no es única. Luego, tras su experiencia con el zorro, debe volver al campo para comprobar si lo que aprendió sobre la domesticación realmente ha trasformado lo que sabe sobre su rosa.

En este sentido, el zorro se presenta como un maestro sabio. No le basta con definir el término, sino que, tras una breve explicación, le pide al principito que lo domestique. Además, es él quien lo envía de vuelta al campo de flores para que pueda experimentar la nueva perspectiva que ha adquirido.

Al contrario, el geógrafo es quien encarna el conocimiento teórico. En su interacción con el principito se revela lo absurdo de sus métodos, que no contemplan lo imperfecto que puede llegar a ser el conocimiento adquirido a través de la experiencia de otros: al anciano le basta un par de piedras para probar la existencia de dos montañas. Considera más importante registrar la experiencia de otros que salir a explorar su propio planeta.

Asimismo, otros personajes con los que se encuentra el principito se aferran a conceptos que pueden definir, pero que difícilmente experimentan. En teoría, el rey es el monarca absoluto de su planeta, pero no puede verdaderamente poner a prueba sus teorías acerca del poder.

Los vínculos con los seres y los objetos

El tema de lo que significa verdaderamente que algo o alguien pertenezca a una persona es central en la novela. El principito no solo se plantea lo que significa poseer un plantea y una serie de objetos, sino que cuestiona el verdadero significado de tener un amigo o una amada.

El capítulo en el que el principito visita al hombre de negocios es especialmente revelador en cuanto a la posesión de objetos. Lo más absurdo de la tarea de este hombre no es su incesante conteo, sino que aquello que considera sus pertenencias no está unido a su dueño mediante ningún lazo. El principito, en cambio, se sabe dueño de un planeta con volcanes, árboles y una flor porque está unido a todos ellos mediante el servicio. Según le explica al hombre de negocios, quien se considere dueño de sus posesiones tiene que ser útil para ellas, es decir, el dueño en realidad sirve a lo que posee.

Un principio muy parecido rige las relaciones personales: una flor se vuelve única por el esfuerzo y el cariño con el que se le presta atención y cuidado. Un zorro se domestica porque se le ofrece algo de lo que carecía; según la novela, el color del trigo. Podemos decir que los lazos que se establecen entre las personas también dependen de la medida en que alguien pueda serle útil a otro.

La importante versus lo urgente

El principito está poblado por personajes que creen conocer qué es lo más importante, cuando en realidad parecen estar hostigados por lo que les resulta urgente. De hecho, una de las cantinas más recurrentes de los adultos con los que se encuentra el principito es que están demasiado ocupados para detenerse. Lo que le llama a la atención al chico sobre esas urgencias es que son absurdas.

Si bien no comprende las ocupaciones de los adultos, el principito es un niño sumamente responsable. Todos los días se ocupa de su planeta con diligencia: limpia el hollín de los volcanes, arranca de raíz los baobabs que brotan en el suelo y cuida de su flor. Lo hace con disciplina y casi devoción. El chico parece tomar este esfuerzo como un deber y también como la única manera coherente de actuar. Sabe que cualquier descuido puede significar la destrucción de su planeta. Pero, sobre todo, lo hace movido por un propósito: ser útil a su planeta.

En algunos de los asteroides que visita, también hay hombres disciplinados y diligentes. La diferencia fundamental yace en el propósito del trabajo. Para el principito, no se trata de estar ocupado, sino de ocuparse de lo importante. Por el contrario, el hombre de negocios, por ejemplo, trabaja sin descanso; no puede parar ni a encender su cigarro, pero lo hace nada más que para sí mismo. Incluso el piloto cae en el error de poner lo urgente por encima de lo importante cuando pierde la paciencia con las incesantes preguntas del chico. Sin embargo, casi inmediatamente corrige su actitud cuando el principito le hace ver lo absurdo de su postura; si bien es urgente reparar el motor del avión averiado, es importante entender por qué las rosas tienen espinas.

La nostalgia

Saint-Exupéry trata temas dolorosos con muchísima sensibilidad. El principito está lleno de ausencias. Desde la dedicatoria del libro hasta las pérdidas que experimentan los personajes, la nostalgia subyace gran parte de la obra.

En la dedicatoria, el autor pide perdón a sus lectores, los niños, por dedicar este libro a un adulto. Uno de los modos en los que justifica esta decisión es la situación en la que se encuentra ese amigo al que menciona: León Werth se quedó en Francia mientras que Saint-Exupéry se refugió en los Estados Unidos tras la ocupación nazi en Francia. El autor expresa el anhelo por el amigo ausente de una manera conmovedora a través de su dedicatoria.

Dentro de la ficción, el piloto narra los hechos seis años después de la partida del principito, a quien extraña y en quien piensa a menudo. Se cuestiona incluso si es capaz de recordar con precisión a su amigo y presentárnoslo correctamente. Así expresa el narrador el propósito de su relato: “si intento describirlo aquí es sólo con el fin de no olvidarlo”. Nuevamente, nos encontramos con la nostalgia como motor del relato.

Asimismo, en sus momentos más melancólicos, el principito piensa largamente en la ausencia de su flor. Extraña su planeta y se angustia por el estado en el que se encuentra su amada. Anhela volver a su planeta tras descubrir qué hace a la flor tan importante para él. Es tal su deseo de reencontrarse con ella que acepta que la serpiente lo muerda para volver con ella.

Por último, la alegre nostalgia que los campos de trigo incitan en el zorro es uno de los regalos que recibe tras ser domesticado por el principito. Asimismo, al piloto lo reconforta mirar al cielo y pensar en su amigo de vuelta en su planeta; siente que “las estrellas ríen dulcemente”.

La nostalgia a veces toma la forma del anhelo por el reencuentro; otras veces, la forma del tributo; y otras, la de la alegría que provoca el recuerdo.

La niñez vs. la adultez

Nuevamente nos encontramos con un tema que aparece desde la dedicatoria: la mirada inocente de un niño versus la del adulto. A lo largo de la obra, los defectos asociados con la adultez van a contrastar fuertemente con la mirada inocente y lúcida de la niñez.

En su dedicatoria a León Werth, Saint-Exupéry se disculpa por dedicar este libro a un adulto, pero lo justifica diciendo que su amigo es capaz de entenderlo todo, incluso un libro para niños. A partir de este comentario podemos concluir que, para el autor, la mirada del niño es más lúcida que la del adulto.

El primer capítulo tiene como tema central la lucidez del niño frente a la dificultad del adulto para comprender aún las cuestiones más sencillas. El caso del dibujo de la boa que se ha comido un elefante asocia la mirada del niño con su capacidad para imaginar y ver más allá de lo que se presenta ante los ojos. Además, el autor pone de cabeza la idea de que el adulto debe explicar al niño el mundo cuando sostiene que lo más tedioso de sostener una conversación con un adulto es tener que explicárselo todo. Ahora bien, el narrador deja en claro que no todos los que envejecen están destinados a perder la mirada del niño.

De hecho, el piloto-narrador no parece haberla perdido y es por ello que consigue establecer una amistad con el principito. La relación no es perfecta y cada tanto el piloto se da cuenta cuánto puede llegar a parecerse a esos mismos adultos que lo exasperaban de chico. Es decir, se trata de alguien que indefectiblemente se ha convertido en un adulto, pero no por ello ha olvidado lo que es ser un niño. El ejemplo más claro de esto es su capacidad de comprender que las dudas que surgen en la cabeza del principito tienen carácter urgente; necesitan inmediatamente una respuesta porque al niño le urge saber lo que él considera importante.

Casi a modo de refrán, cada vez que el principito deja atrás uno de los asteroides que visita, expresa que “las personas mayores son muy extrañas”. La opinión que se ha formado el chico de ellos nace de sus observaciones de primera mano. Los adultos parecen estar motivados por una serie de vicios como la vanidad, la ambición y el orgullo, y son incapaces de ver el absurdo detrás de su modo de actuar.

El episodio que explora la diferencia fundamental entre los niños y los adultos se da en la Tierra, cuando el principito se encuentra con el guardavía. Su trabajo consiste en despachar viajantes que no saben a dónde van ni por qué, aunque lo hacen con mucha prisa. Los únicos que miran por la ventana son los niños. El principito encuentra que la diferencia fundamental entre los niños y los adultos es que los primeros saben lo que quieren, es decir, conocen su propósito, aquello que es esencial para no actuar de un modo absurdo.

La vida con propósito

Este tema se vincula con la diferencia de la mirada del niño y del adulto. En la novela, los niños tienen una sentido de propósito mucho más claro que los adultos: se empecinan en lo que es importante para ellos y son implacables en relación a ello. En el capítulo del guardavía (Capítulo 22), por ejemplo, se contrasta el continuo movimiento de las personas mayores sin un destino claro con la capacidad del niño de abocar todo su tiempo a una muñeca, sin dudar de que eso es lo que debe hacer. Asimismo, los hombres que habitan los pequeños planetas que visita el principito no profundizan sobre lo que los lleva actuar y, como consecuencia, sus tareas son inútiles. Por contraste, el principito actúa reflexionando sobre la utilidad de sus tareas, que, para ser verdaderamente útiles, deben estar al servicio de alguien más que sí mismo.

La constancia

Si el tema más importante de la novela es la creación de vínculos personales, la constancia es una condición sin la cual esos vínculos no se pueden formar. A pesar de ser un niño, el principito es sumamente responsable y constante: todos los días realiza las tareas que son necesarias para mantener su planeta en orden. Muchas de esas tareas no son placenteras, pero son necesarias y cumplen un propósito: servir a las cosas que el principito posee. El zorro también insiste en que para domesticar a alguien se debe ser constante, para permitirle al otro preparar su corazón. Cuando una persona sabe que puede contar con otro, confía y permite que el otro se le acerque. El narrador también muestra constancia cuando escucha al principito incansablemente y continúa haciendo preguntas para conocer mejor a su amigo. Finalmente, la constancia del principito en el amor por su flor hace que el narrador admire cómo "la imagen de la rosa resplandece en él como la llama de una lámpara, aún cuando duerme", y es tan perseverante que se somete a la mordida de una serpiente venenosa para volver con ella.

La soledad

Dos de los conflictos principales de la obra tienen que ver con la incapacidad de conectar con otro. Por un lado, el principito no comprende a su flor y decide salir a explorar para encontrar respuestas. Por su parte, el piloto se encuentra aislado porque no logra congeniar con otras personas adultas. Ambos personajes aterrizan en el medio del desierto, que funciona como una metáfora del lugar existencial en el que se encuentran.

La llegada del principito a la Tierra lo enfrenta con una soledad que no esperaba. Sintiendo ansias de encontrarse con otros hombres, el principito continúa su viaje de exploración, pero se encuentra con que los hombres no viven allí y es difícil contactarlos. En su lugar, se encuentra con una flor, una serpiente, ecos y campos de flores que solo confirman lo difícil que es conectar con otro. La flor, por ejemplo, le dice que los hombres no tiene raíces y por eso el viento se los lleva. La serpiente, en cambio, le explica que aún entre los hombres se puede estar solo. Cuando más solo se siente es cuando se decepciona de su flor, el vinculo más importante de su vida.

El caso del piloto es distinto: él aterriza por accidente en el desierto y, en lugar de explorar, solo busca retornar a casa. De todas maneras, ambos se encuentran en un estado anímico parecido. El piloto también se siente decepcionado con los vínculos que sostiene en su vida porque son superficiales, ya que se encuentra rodeado de "hombres serios" que no comprenden lo esencial.

El encuentro entre el piloto y el principito es transformador porque los saca de ese aislamiento y esa desconexión profundas. En medio de la soledad en la que ambos se encuentran, aprenden lo que es la domesticación y establecen un vínculo que perdura más allá de la ausencia física, además de transformar el modo en que perciben el mundo. El pozo de agua funciona como el lugar en el que ambos logran aplacar la angustia que tiene como raíz su sensación de soledad.

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