En muchos sentidos, la carrera de Paulo Coelho ha estado atravesada por las misma dificultades que han atravesado muchos otros escritores famosos. Coelho es simultáneamente adorado por millones de lectores alrededor del mundo y atacado por los medios literarios de todos los países que sus libros han conquistado. Esto no podría ser más cierto en Brasil, un país en el que la comunidad literaria se siente injustamente tratada por la falta de atención a sus obras, dado que solo recibe atención por sus obras más comercializadas. El mundo, especialmente el anglohablante, no considera regularmente a Brasil entre las mejores tradiciones literarias. En cierto sentido, Brasil ha sido excluido del fervor general mostrado por la ficción latinoamericana de los años sesenta, que llevó a la fama a García-Márquez, Vargas Llosa, etc.
Esencialmente, los escritores internaciones más famosos de Brasil han sido Jorge Amado y Paulo Coelho. Ambos han sido acusados de ser muy simplistas y no "suficientemente literarios". Jorge Amado, por su parte, fue acusado esencialmente de traficar estereotipos gastados de Brasil y de comercializarlos para el consumo del mundo. Paulo Coelho, por el otro lado, no puede ser acusado de este mismo hecho. Una razón es que sus libros no tienen ningún rasgo de la cultura brasileña. El estilo de cuento de hadas de sus historias, especialmente en El Alquimista, deja muy claro que la exactitud histórica no es la meta de la narración. En el caso de Coelho, los argumentos en su contra son muy diferentes.
Primero, hay muchos que se quejan de que el portugués de Coelho no es muy bueno. Lo interesante es que sus errores gramaticales son omitidos al ser traducidos a otros idiomas. De esa forma, solo son percibidos por los lectores de habla portuguesa, que son muy pocos. En efecto, estos pecados contra de la gramática simplemente le dan una cualidad coloquial al lenguaje y no previenen de disfrutar y entender el texto. Esta queja es más política que otra cosa, ya que el portugués brasileño, un dialecto que distingue pronunciadamente la escritura y el habla, también ha aceptado la inclusión del habla coloquial en su literatura. El problema es político porque se entiende que estas inclusiones han sido hechas por miembros de la inteliguentsia a quienes su posición de élite les permitió salirse con la suya. Paulo Coelho no era parte de este grupo de élite, y su posterior membresía en este grupo es muy debatida.
Un aspecto de esta polémica puede verse en las reacciones a la inclusión de Coelho en la Academia Brasileña de Letras, el grupo más prestigioso de intelectuales literarios en Brasil. La Academia consiste en un grupo de cuarenta poetas y escritores que se reúnen cada semana, y es una gran fuerza intelectual en Brasil. La aceptación de Paulo Coelho en la Academia fue un asunto muy controversial, ya que su trabajo ha sido catalogado por críticos de la comunidad como insuficientemente literario y de autoayuda. Hasta aquellos que no se ven ahuyentados por el carácter de autoayuda de sus libros sostienen que Coelho apoya un tipo de religión libre de complicaciones, y que es compatible con el consumismo materialista. Irónicamente, sus defensores también apuntan a estas cuestiones como evidencia de la vitalidad de su filosofía. Coelho sostiene una espiritualidad pragmática.
Los detractores de Coelho también argumentan que su mal uso del portugués, así como su estilo, no amerita seria atención literaria. Estas opiniones son tan comunes que se han convertido en una suerte de reflejo en círculos de críticos, llevando a varios a juzgar sus novelas sin haberlas leído. Un famoso ejemplo es el comentario de un crítico que trabaja para la Folha de São Paulo, un gran periódico nacional, que afirmó: “No lo leí y no me gusta”.
Sin embargo, también hay quienes apoyan a Coelho, su membresía en la Academia y su literatura en general. Algunos sostienen que su estilo es simple, no porque sea un defecto de su parte sino porque Coelho busca crear un mundo de fantasía cuya complejidad proviene del mensaje que busca llevarle a los lectores. Por otro lado, muchos de sus defensores concuerdan en que los libros de Coelho no son grandes piezas de literatura. Estos son clasificados, por el contrario, como importantes artefactos culturales. Coelho es un hombre que ha tocado millones de vidas usando sus palabras escritas. También puede decirse que ha atraído a lectores sin hábito de lectura y sin contacto con la literatura en general. Por lo tanto, Paulo Coelho le estaría haciendo un favor a las letras brasileñas al poner a Brasil en el mapa como un centro literario relevante.