Oliverio Girondo mantuvo relaciones con diversas tradiciones literarias, adoptando estéticas y poéticas de vanguardia, y proponiendo un camino literario novedoso para el contexto argentino de su época. La principal escuela de la que se distanció fue el modernismo latinoamericano.
Gracias a los viajes que realiza al continente europeo durante su juventud, el poeta estableció contacto con un movimiento estético muy importante para la literatura de Europa: el surrealismo. Si bien no fue la única corriente que influyó en la estética de Girondo, el surrealismo produjo un impacto notorio en buena parte de su producción poética. El poeta tuvo un rol muy importante en el hecho de que el arte argentino acabase por albergar un importante grupo de representantes locales de las ideas surrealistas.
El primer ideólogo público del movimiento surrealista fue el poeta francés André Breton, quien publicó, en 1924, un manifiesto en el que buscaba explicar los principios estéticos del surrealismo. ¿Qué es lo que vincula a Oliverio Girondo con el surrealismo? ¿De qué manera se produce esta relación? Tal vez leyendo un fragmento de aquel primer manifiesto podamos darnos una idea aproximada. Breton comienza citando a Pierre Reverdy (otro poeta francés), quien ha dicho: "Cuanto más lejanas y justas sean las concomitancias de las dos realidades objeto de aproximación, más fuerte será la imagen, más fuerza emotiva y más realidad poética tendrá". Acto seguido, agrega:
Estas palabras, un tanto sibilinas para los profanos, tenían gran fuerza reveladora, y yo las medité durante mucho tiempo. Pero la imagen se me escapaba. [...] El caso es que una noche, antes de caer dormido, percibí, netamente articulada hasta el punto de que resultaba imposible cambiar ni una sola palabra, pero ajena al sonido de la voz, de cualquier voz, una frase harto rara que llegaba hasta mí [...] Verdaderamente, la frase me había dejado atónito; desgraciadamente no la he conservado en la memoria, era algo así como «Hay un hombre a quien la ventana ha partido por la mitad», pero no había manera de interpretarla erróneamente, ya que iba acompañada de una débil representación visual de un hombre que caminaba, partido, cortado en la mitad de su altura por una ventana perpendicular al eje de su cuerpo. Se trataba sin duda del simple efecto de enderezamiento en el espacio de la figura de un hombre asomado a una ventana. Pero habiendo la ventana acompañado al hombre en su desplazamiento, me di cuenta de que me encontraba frente a una imagen bastante extraña, y repentinamente me dominó la idea de incorporarla a mi material de construcción poética.
Breton está expresando, en esta cita, su experiencia al observar, desde un ángulo extraño, a un hombre asomado por una ventana. Al observarlo desde una perspectiva inusual, imagina que la escena no es la que en verdad está mirando, sino que se figura una ventana atravesando a un hombre por la mitad. Asoma aquí la posibilidad de una poética de la apariencia, como efecto que lo real -lo observado- produce en el poeta, que se ofrece a la dimensión que él se forma de lo que ve.
¿No se relaciona, este modo de ver y describir, con algunas imágenes utilizadas por Girondo en su primer poemario? Acaso los quioscos que tragan personas (en "Pedestre"), los árboles que tragan a los niños (en "Río de Janeiro"), o los faroles que fuman (en "Otro nocturno") u observan (en "Pedestre"), no responden a esta misma lógica constructiva que Breton atribuye al surrealismo? Allí, elementos de universos opuestos o alejados (el natural y el artificial, o el inerte y el vivo) colisionan en una imagen poética que presenta sentidos novedosos. En este primer manifiesto surrealista, del que citamos un fragmento, ya se hacía un gran hincapié en el factor visual de la construcción de las imágenes poéticas, y, fundamentalmente, en aquellas que consistían en una síntesis entre elementos diversos. Esto es algo con lo que Girondo experimenta, como hemos mencionado, en profundidad.
Breton hace referencia, en el fragmento citado, a una suerte de confusión o consecuencia de una visión errada o distraída que generó una imagen falsa, irreal. El poeta decide, de alguna manera, tomar esa visión 'en serio', e "incorporarla a su material de construcción poética". El poeta aprovecha este extrañamiento o distanciamiento de la imagen real para producir, en la poesía, el mismo efecto de dislocación. Al alejarse de su significado literal (un hombre asomado a una ventana), ingresa en el universo imaginario o poético (una ventana atravesada en un hombre), y posibilita que estos mundos diversos se encuentren, dejando de lado la lógica tradicional con que observamos el mundo.
Girondo parece dar una vuelta más a este efecto de lectura, buscando transmitir, en su visión de los espacios -mayormente urbanos-, cierta afectación de la mirada del poeta, que produce que las cosas se encuentren, se choquen, se fusionen o se confundan (los objetos con las personas, las personas con los animales, los elementos naturales con productos artificiales). Girondo parece adoptar ciertos principios surrealistas, al traer a un primer plano la imagen "literal" de lo que está viendo. Es decir, no construye la imagen real, sino que transmite aquello que imagina en base a lo real. En lugar de una persona entrando en un quiosco, se refiere a un quiosco tragando a una persona.
Esto se relaciona, también, con uno de los principios que enarboló el surrealismo como mecanismo creativo, que figura mencionado en otros documentos: la escritura automática. Esta práctica de escritura consistía en la posibilidad de escribir sin someter al texto a la revisión racional, sino persiguiendo un estado de escritura en el que el poeta no se detuviera a reflexionar o racionalizar sobre lo que está produciendo. El objetivo de la escritura automática es sumergirse en un presente acelerado, donde la escritura avanza con más rapidez que el pensamiento racional, para dejar que emerja aquello que el pensamiento lógico clausuraría. Desde esta perspectiva, también podemos concebir a la "velocidad" que se construye en los textos de Veinte poemas... como cierta expresión de esta búsqueda surrealista: la forma de escritura produce una ilusión de velocidad y superposición, generando un exceso de sentidos, que llega al lector antes de que se produzca el mecanismo de interpretación racional. Girondo busca reflejar la experiencia de la modernidad a través de estos recursos, valiéndose de las enseñanzas del surrealismo.
El surrealismo, entonces, está presente de maneras diversas en esta obra de Girondo, desde la construcción de sus imágenes poéticas, hasta la búsqueda estética más general de la concepción del poemario.
Girondo trajo, por medio de sus primeras publicaciones, estas ideas surrealistas al campo literario argentino de su época. En ese momento, el diálogo, el intercambio, y la experimentación literaria se realizaban, fundamentalmente, en las revistas destinadas al arte y la literatura. La que más relevancia tuvo en aquel contexto, como hemos mencionado, fue la revista Martín Fierro, que se publicó entre los años 1924 y 1927. Luego vinieron otras publicaciones, donde la discusión tomó nuevas formas y se fue renovando.
En su artículo "Oliverio Girondo y la negación de la vanguardia", Luciana del Gizzo menciona, entre otras, a las revistas "poesía buenos aires", "Qué", "Ciclo", "Letra y Línea" y "A partir de cero" como las principales para el desarrollo de las ideas surrealistas en la escena porteña. Los encuentros en eventos y lecturas de poesía eran también comunes, y tenían importancia para la circulación de innovaciones estéticas. En el mismo artículo, la autora comenta:
De forma paralela aunque menos aglutinada, otro grupo de poetas estaba reivindicando el surrealismo. El interés de Enrique Molina, en confluencia con el pionero Aldo Pellegrini y algunos jóvenes entre los que se destacaban Francisco Madariaga y Olga Orozco, hizo que esta corriente se afianzara por primera vez en la poesía argentina*. Girondo comenzó a vincularse con esta nueva generación vanguardista, que rescataba sus rupturas pasadas y difundiría las próximas. Surrealistas e invencionistas participaban de las particulares veladas en su casa donde, además de compartir la mesa, generaban una sociabilidad común de apoyo a la experimentación. Entre otros, allí solían encontrarse Enrique Molina, Edgar Bayley, Carlos Latorre, Julio Llinás, Francisco Madariaga, Olga Orozco, Aldo Pellegrini, Mario Trejo y Alberto Vanasco. [...] Es conocido que Girondo promovió sus iniciativas mediante la subvención de revistas como Ciclo y Letra y Línea. Pero además, la conformación de “nuestro pequeño grupo surrealista […], [por el] que nos convertimos, con el tiempo, en los más íntimos” (Pellegrini) le permitió legitimar definitivamente su experimentación. Fueron estos poetas, a través de sus publicaciones periódicas, quienes conformaron la figura heroica de un Girondo vanguardista a ultranza [...].
Hacia 1956, Raúl Gustavo Aguirre publica poemas de Girondo en la revista poesía buenos aires, señalando que la rebeldía del poeta "Está, por otra parte, de acuerdo con la vivacidad espiritual y el claro sentido de la función interrogadora de la inteligencia, que son la permanente característica personal de Oliverio Girondo [...] [Durante toda su producción poética] Oliverio Girondo ha permanecido fiel a la idea de la poesía como una búsqueda inquieta y permanente, de la solvencia expresiva [...]". Este principio de renovación, de deseo por una expresión auténtica del lenguaje poético responde, aun años después, también a los principios surrealistas que buscaron, fundamentalmente, un lenguaje expresivo, eficaz en su poder de transmisión. Por ello, no es errado considerar a Girondo como un poeta profundamente influido por las encendidas directivas del movimiento de Breton.