El amor
El amor es, sin lugar a dudas, el tema más importante y recurrente del Romanticismo. Esto se ve reflejado con claridad en las Rimas de Bécquer, en donde predominan los poemas amorosos e, incluso, este tema atraviesa a los otros temas destacados de la obra como, por ejemplo, la muerte, la soledad y el genio creativo.
En las Rimas, el amor es presentado como un sentimiento absolutamente irracional, que exalta las emociones del yo lírico hasta extremos inusitados, tanto para bien como para mal. Es importante destacar que esta exaltación exacerbada de los sentimientos también es una de las características fundamentales del Romanticismo.
El amor exalta tanto al yo lírico que modifica su percepción de la realidad. Es una entidad sublime que lo atraviesa por dentro, como si fuera un fenómeno natural que sacude la tierra. Es una fuerza tan poderosa que el yo lírico no necesita tener una relación con su "amada" para que su realidad se vea atravesada, como sucede en la rima XIV, en la que el yo lírico queda perdidamente enamorado de una mujer con la que solamente cruzó una mirada.
En relación a la figura de la "amada" es interesante destacar que durante todas las Rimas esta no es nombrada de ninguna manera en particular. Tampoco hay una descripción física que se repita de manera recurrente y que pueda dar a entender que la amada del yo lírico es solamente una. Esta multiplicidad se fortalece aún más si se tiene en cuenta que en diferentes rimas hay diversas separaciones o rupturas de índole muy distinta. La figura de la amada, por lo tanto, no tiene un referente fijo, sino que le permite al poeta desplegar sus versos creando diferentes escenarios con distintas mujeres amadas. Algunas de ellas son puras, una es considerada “estúpida” por el yo lírico, así como otras son consideradas malvadas y carentes de sentimientos.
El genio
La idea de “genio” nace durante el periodo del Romanticismo. El genio es definido por autores pertenecientes a este movimiento estético como aquel que posee un talento creativo absolutamente innato que lo eleva por encima del resto de los mortales. Al ser una especie de entidad superior, el genio no responde a las reglas racionales del arte, sino que expresa desde su libertad aquello que siente, y con eso le alcanza para llevar a cabo un arte superior. La inteligencia y la sensibilidad del genio dependen solamente de sí mismo, de la fuerza creativa de su espíritu.
Esta definición de "genio" se adapta perfectamente a las Rimas de Bécquer. En estas, el yo lírico se presenta a sí mismo como un genio: una fuerza natural que, en su esencia, contiene el talento y la sensibilidad para conectarse con la naturaleza y las grandes ideas, y expresarlas sin precisar ningún tipo de formación artística.
La rima III es la más importante de la obra al respecto. De sus versos se desprende la idea de que el genio es aquel que siente la inspiración divina, pero que, a la vez, tiene la capacidad racional para "domar" esa inspiración y llevarla a buen puerto.
Además de definirse a sí mismo como un genio, el yo lírico de Bécquer dedica varios versos de diferentes rimas a desdeñar a otros poetas, a los que considera farsantes que escriben poesía sin verdadero talento y son conocidos gracias a su influencia económica. Para Bécquer, el genio debe expresarse artisticamente solo por amor al arte e, incluso, en su moral, debe desdeñar el dinero.
La poesía
La poesía es abordada por Bécquer en sus Rimas como un elemento esencial de la naturaleza, tal como el cielo, la primavera o el mar. Es un elemento que preexiste al hombre. Incluso, en la rima IV, el yo lírico afirma que aun si el mundo se quedara sin poetas, la poesía seguiría existiendo. La única condición que necesita la poesía para existir es que la belleza no desaparezca. El yo lírico afirma que, mientras exista la primavera o una mujer hermosa, existirá la poesía.
Ahora bien, la poesía puede ser y existir sin poetas, pero, paradójicamente, los poetas pueden fallar al intentar expresarse poéticamente. El yo lírico de Bécquer se detiene en varias de sus rimas para criticar a los falsos poetas que solo escriben por sus influencias o intereses económicos, sin tener talento alguno. No considera que los versos de estos poetas sean verdadera poesía, sino que piensa que sus poemas son "ladridos de perros a la luna" (p. 52). En definitiva, para Bécquer es poesía una mujer hermosa en sí, pero puede no ser poesía un poema "malo", escrito sin talento, sobre esa mujer hermosa.
La muerte
Este tema aparece en la obra de dos maneras diferentes e, incluso, opuestas.
La primera es afín al Romanticismo y al tratamiento que se le da dentro de esta estética al tema de la muerte. En el Romanticismo, la muerte es presentada como una tragedia noble. El espíritu romántico considera a la muerte como una salvación de la indiferencia e incomprensión que siente por parte de un mundo vil, materialista e indiferente. Como hemos dicho previamente, el Romanticismo es profundamente idealista. Esos ideales chocan constantemente contra la realidad, al punto de que la muerte aparece como una instancia de libertad. En la muerte, el espíritu romántico se encuentra con algo verdadero y definitivo, que se contrapone a lo efímero y banal de la existencia.
Esta percepción de la muerte aparece en varias de las rimas de Bécquer, en las que el yo lírico lamenta el carácter superficial de la vida e incluso anhela la muerte, que lo salvará y redimirá de la vida mundana, y lo dejará vivir por siempre en el mundo de sus sueños.
Ahora bien, paradójicamente, varias de las rimas de Bécquer se oponen radicalmente a esta postura. En dichas rimas, el yo lírico se lamenta por el final de su vida, demuestra pavor por lo que le acontecerá sus últimos días, y tras su muerte. En estas rimas, la vida tiene un valor positivo y la muerte, un valor negativo. Son poemas que no se adecúan a la estética romántica de su época. Varios biógrafos sostienen que estos poemas son más sinceros y nacen del dolor y el miedo que sentía el autor en vida, ya que desde sus veintiún años padecía de tuberculosis, enfermedad que lo mataría con tan solo treinta y cuatro años.
La belleza femenina
Las rimas dedicadas a la belleza femenina tienen la particularidad de ser las únicas en las que el yo lírico no pone en primer lugar sus sentimientos, sino que privilegia la descripción como una entidad que tiene valor en sí mismo, que existe más allá de él.
El yo lírico, en muchos de sus poemas, describe mujeres hermosas sin siquiera insinuar que tiene una relación con ellas. Incluso, varios de estos poemas están escritos enteramente en tercera persona del singular o con apenas algún verso en el que aparece la primera persona del yo lírico. Esto es relevante en tanto, como hemos visto, en las Rimas, afines a la estética romántica, los sentimientos del yo están siempre en primer lugar, excepto aquí.
Por otro lado, es interesante destacar que al yo lírico ni siquiera le importa el carácter de la mujer bella. Puede ser cruel o estúpida, y eso no evitará que este sienta un interés hacia ella. Una de las características del Romanticismo, precisamente, es la exaltación del valor de la belleza. Si la Ilustración buscaba (y exigía) que la mujer fuera no solo bella, sino culta, pura y con buenos modales; el Romanticismo de Bécquer, en oposición, solo buscará (e incluso exigirá) que la mujer sea sumamente bella, como un objeto, sin que nada más importe.
La belleza femenina, tal como la poesía, es presentada como un elemento natural, una fuerza sublime. Immanuel Kant define a lo sublime como aquello que es bello pero que a la vez aterroriza o conmueve. Así es la belleza femenina romántica de las Rimas. En lugar de la razón del Idealismo, el Romanticismo exige que la belleza haga perder la razón, ya sea para bien o para mal.
La soledad y el desasosiego
La soledad y el desasosiego son temas muy importantes dentro de la estética romántica. Son consideradas como una consecuencia inevitable de la insatisfacción que siente el ser romántico ante la realidad material. En las Rimas, estos temas también tienen una presencia fundamental.
Sin embargo, en la obra de Bécquer, la soledad y el desasosiego no aparecen como algo positivo para el yo lírico. A diferencia de lo que suele sucederle al héroe romántico, el yo lírico becqueriano no encuentra en la soledad un aprendizaje sobre sí mismo o sobre la vida. Tampoco encuentra un consuelo espiritual que nazca del hecho de no estar envuelto en la estupidez mundana y estar refugiado en su propio espíritu. El yo lírico en las Rimas siente que la soledad y el desasosiego solamente lo hacen sentir vacío e, incluso, le hacen perder la razón sin darle nada a cambio. Este abordaje es muy poco afín al Romanticismo y mucho más afín a un existencialismo que nacerá como corriente estética cincuenta años después de la muerte del autor.
El ambiente literario
En varias de sus rimas, Bécquer denigra el ambiente literario de su época, considerándolo falso y lleno de gente sin talento, “boba” y superficial. En estos poemas, el yo lírico se presenta a sí mismo como una contraposición de las personas que conforman dicho ambiente. Si no encaja en él es porque su talento es verdadero y no vive intentando ser parte de lo que considera una farsa. Si no encaja es porque él, en definitiva, es un genio y, como tal, es incomprendido.
El yo lírico becqueriano critica las reuniones en los salones literarios, critica a los poetas que pueden escribir gracias a tener dinero, critica a aquellos poetas que consideran que la literatura ha de ser realista en lugar de constituirse en la ensoñación.
Desde el punto de visto biográfico, es interesante destacar que Bécquer, efectivamente, no formaba parte de esas reuniones selectas, ya que no había alcanzado prestigio alguno en el mundo artístico. Incluso, algunos de sus biógrafos especulan con que esta denigración, en realidad, nace de un rencor del autor por no poder formar parte de dicho ambiente.