Resumen
Rima X
El yo lírico, en primera persona del singular, describe las extrañas e intensas sensaciones que percibe: la tierra se estremece, el cielo se deshace, oye un rumor de besos, entre otras cosas. Finalmente, cierra los ojos y pregunta a un interlocutor imaginario si aquello que está sintiendo es el amor que, en ese momento, está pasando cerca de él. Los ocho versos de este poema se encuentran concentrados en una sola estrofa. Su métrica es endecasílaba (cada verso tiene once sílabas) y hay rima asonante en los versos pares.
Rima XIV
El yo lírico, en segunda persona, se dirige a una mujer. Afirma que tras verla pasar, la imagen de sus ojos quedó grabada en sus propios ojos. Desde entonces, mire donde mire, ve las pupilas de ella. Finalmente, el yo lírico afirma que se siente arrastrado por esta visión, aunque no sabe a dónde. Este poema consta de cuatro estrofas de cuatro versos. La métrica es irregular y hay rima asonante en los versos pares.
Rima XXIV
El yo lírico describe varias imágenes que remiten a la unión de dos elementos (dos lenguas, dos notas del laúd, dos jirones de vapor, entre otros). Finalmente afirma, utilizando la primera persona del plural, que esos dos elementos son su alma en unión con la de su amada. Este poema tiene cinco estrofas de cuatro versos cada una. Su métrica es octosílaba (cada verso tiene ocho sílabas) y hay rima asonante entre algunos de sus versos.
Rima XXX
El yo lírico recuerda el momento en el que se separó de su amada. Afirma que ella estaba por llorar, y él por pedir perdón, pero ninguno de los dos hizo nada. Ahora, separados, se pregunta el yo lírico por qué calló, y supone que ella ha de estar preguntándose por qué no lloró. Este poema contiene dos estrofas de cuatro versos. La métrica es endecasílaba y hay rima asonante en los versos pares.
Rima XL
El yo lírico recuerda cómo solía pasear junto a su amada armoniosamente, hasta que un día, se toparon con un amigo de él y se devela que ella había estado con él un año antes. Entonces, el yo lírico lamenta el modo en que se relacionan amorosamente las personas en los salones. Luego, en segunda persona del singular, le dice a su antigua amada que se perdió de vivir una gran historia de amor junto a él. Termina afirmando que, en su vida, no conoció a nadie tan ocultador y falso como ella. Los versos de este poema se distribuyen en seis estrofas irregulares (de diferentes cantidades de versos). Su métrica es heptasílaba (sus versos tienen siete sílabas) y hay rima asonante en los versos pares.
Análisis
Para comenzar este análisis, es fundamental situar históricamente las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Estas fueron escritas en 1868 y, por lo tanto, la obra se enmarca dentro del Romanticismo. Más precisamente, del Romanticismo tardío, ya que para esa época, la estética romántica (que había nacido en España a comienzos del siglo XIX) comenzaba a desaparecer y a dejar su lugar al Modernismo.
Entre las características principales del Romanticismo que aparecen con claridad en las Rimas de Bécquer (no solo las dedicadas al amor, sino en toda la obra) se pueden enumerar:
· La exaltación de los sentimientos: el Romanticismo nació como una respuesta al movimiento intelectual de la Ilustración, que privilegiaba a la razón y la lógica. El Romanticismo, en contrapartida, exalta los sentimientos y la subjetividad.
· Ruptura de las reglas: el Romanticismo se caracteriza por la oposición a las reglas consolidadas del arte y por privilegiar la libertad del artista.
· La importancia del yo: el Romanticismo da lugar a que el artista exprese sus propios sentimientos y a que estos sean fundamentales dentro de sus obras.
· La valoración de lo sublime: el Romanticismo se opone a la idea clásica de la belleza equilibrada e incluso encuentra sublime a lo terrible, lo incómodo, lo excesivo.
· La exaltación de la fantasía: alejado de todo tipo de racionalidad, el Romanticismo valora la fantasía, lo sobrenatural y los sueños.
· El idealismo: el Romanticismo exalta las grandes ideas y le da una enorme importancia a valores como el honor, la lealtad, la abnegación y la honestidad, entre otros.
Antes de analizar cómo aparecen estas características del movimiento en la poesía amorosa de Bécquer, es importante destacar que el amor es, sin lugar a dudas, el tema más importante del Romanticismo y, consecuentemente, de las Rimas de Bécquer. Si bien en esta sección analizaremos cinco poemas que tienen al amor como tema predominante, como veremos posteriormente, este tema atraviesa también los otros temas destacados de la obra.
El amor, en Bécquer, es un sentimiento absolutamente irracional que exalta las emociones del yo tanto para bien como para mal. Por ejemplo, en la rima X, el yo lírico siente que: “Los invisibles átomos del aire / en derredor palpitan y se inflaman / el cielo se deshace en rayos de oro / la tierra se estremece alborozada” (p. 42) y luego se pregunta: “…¿Qué sucede? / ¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa?” (p. 42).
En este caso, el amor no está dirigido hacia ninguna dama, sino que es presentado desde lo que este genera en el yo lírico: una exaltación absoluta de los sentidos. El amor se presenta como una entidad sublime que, cual si fuera un fenómeno natural como un terremoto o un huracán, sacude el mundo. Entre las características del Romanticismo se destaca la exaltación de la fantasía. Como vemos en esta cita, el yo lírico, entre otras cosas, afirma que el cielo se está deshaciendo y que la tierra está temblando.
Esto, a la vez, está relacionado íntimamente con la importancia del yo y la subjetividad por sobre toda objetividad racional: lo que le sucede al yo lírico es presentado como si realmente estuviera sucediendo. En ningún momento hay una separación entre lo real y lo que siente el yo lírico. Atravesado por la exaltación del amor, el yo lírico siente que esos hechos están sucediendo y así los presenta, sin hacer ninguna salvedad acerca de su carácter de fantasía. La realidad es presentada desde adentro del yo lírico. El mundo es tal como él lo percibe y no de otro modo.
En la rima XIV, el amor sí aparece ligado a una persona. Ahora bien, dentro de su exaltación romántica, el yo lírico ni siquiera precisa establecer una relación con esa persona para sentir una emoción que lo atraviesa enteramente. Con solo haberla visto una vez le alcanza para perder la cabeza: “Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos / la imagen de tus ojos quedó / como la mancha obscura, orlada en el fuego / que flota y ciega si se mira al sol” (p. 45).
En relación a la figura de la "amada" es interesante destacar que durante todas las Rimas esta no es nombrada de ninguna manera en particular. Tampoco hay una descripción física que se repita de manera recurrente y que pueda dar a entender que la amada del yo lírico es solamente una. Esta multiplicidad se fortalece aún más si se tiene en cuenta que en diferentes rimas hay diversas separaciones o rupturas de índole muy distinta. La figura de la amada, por lo tanto, no tiene un referente fijo, sino que le permite al poeta desplegar sus versos creando diferentes escenarios con distintas mujeres amadas. Algunas de ellas son puras, una es considerada “estúpida” por el yo lírico, así como otras son consideradas malvadas y carentes de sentimientos.
Por ejemplo, en la rima XL, el yo lírico exclama: “Y ella… ella / ¡no hay máscara / semejante a su rostro!” (p. 61). Este poema es uno de los pocos que se caracteriza por ser en gran parte narrativo. Cuenta una historia completa que comienza con la felicidad que viven los amantes hasta el momento en que él se entera de que ella tuvo una relación amorosa con un amigo suyo un año atrás.
Algo muy interesante de este poema es que esa historia amorosa de la amada con el amigo del yo lírico sucedió en los “salones”. Los salones literarios eran muy comunes en el siglo XIX. Allí se reunían diferentes artistas (no solo escritores) a hablar, compartir sus obras y debatir sobre arte. Además de, por supuesto, pasar veladas entretenidas. Aquí, el yo lírico, tras enterarse de que su amada estuvo con su amigo afirma: “¡Ah, bobos que sois de los salones / comadres de buen tono / y andáis por allí a caza / de galantes embrollos” (p. 61).
Este es uno de los poemas en los que Bécquer denigra el ambiente literario de su época, considerándolo falso, y lleno de gente sin talento, “boba” y superficial. En estos poemas, el yo lírico se presenta a sí mismo como una contraposición de las personas que conforman este ambiente. No encaja en él porque su talento es verdadero y no vive intentando ser parte de lo que considera una farsa. Desde el punto de visto biográfico, es interesante destacar que Bécquer, efectivamente, no formaba parte de esas reuniones selectas ya que no había alcanzado prestigio alguno en el mundo artístico. Incluso, algunos de sus biógrafos especulan con que esta denigración, en realidad, nace de un rencor del autor por no poder formar parte de dicho ambiente.
En relación al estilo de Bécquer, como hemos visto en las citas previas, sus poemas no tienen ningún tipo de cripticismo. Todo lo contrario, las imágenes que construye son absolutamente cristalinas. Esta es una de las características particulares de Bécquer que lo diferencia del Romanticismo tradicional: la no utilización de lo ampuloso ni de lo histriónico en la expresión de sus imágenes. En este sentido, es interesante destacar la simpleza de la rima XXIV: “Dos rojas lenguas de fuego que a / un mismo tronco enlazadas se / aproximan, y al besarse / forman una sola llama / Dos notas que del laúd / a un tiempo la mano arranca / y en el espacio se encuentran / y armoniosas se abrazan” (p. 50).
Luego de estos versos, tras mencionar la unión de dos jirones de vapor y de dos ideas, el yo lírico finaliza afirmando: “Dos besos que a un tiempo estallan / dos ecos que se confunden/ eso son nuestras dos almas” (p. 50). Este poema, gracias a su estructura basada en la repetición y la acumulación de diferentes imágenes cristalinas (aunque originales para la época) que tienen el mismo referente, logra transmitir la sensación de la unión con su amada de manera simple y, a la vez, contundente. Sin dudas, en la utilización de este tipo de estructuras, fáciles de comprender y memorizar, está una de las claves de la inmediata popularidad que adquiere el autor tras la publicación póstuma de sus Rimas.
Otro tipo de estructura que aparece frecuentemente en la obra es la oposición en binomios. Es decir, la utilización de dos términos que se oponen durante todo el desarrollo del poema. Por ejemplo, en la rima XXX, el yo lírico comienza oponiendo la “lágrima” que su amada no lloró con la “frase de perdón” que él no pronunció, y a partir de esa oposición, que se retoma al final, construye todo el poema: “Asomaba a sus ojos una lágrima / y a mis labios una frase de perdón (…) Yo voy por un camino, ella por otro; pero / al pensar en nuestro mutuo amor, yo / digo aún: «¿Por qué callé aquel día?» y / ella dirá: «¿Por qué no lloré yo?»” (p. 56).
En resumen, la poesía amorosa de Bécquer combina los tópicos del Romanticismo con una estructura simple y un lenguaje cristalino. Si bien ha sido (y aún es) muy criticada, precisamente, por esa simpleza, es innegable que esta es, hasta el día de hoy, la poesía amorosa por antonomasia dentro de la lengua española, y que ningún otro poeta ha logrado escribir poemas de amor que alcancen la popularidad que alcanzaron los del autor sevillano.