Resumen
Capítulo I, La bofetada
De repente, llega Barsut. Erdosain se levanta, apurado, para abrirle, e intenta disimular. Barsut tampoco está cómodo. Torpe, pregunta por Elsa. Erdosain termina diciéndole la verdad: le informa que Elsa se fue con un hombre y le guiña el ojo, como lo hace el farmacéutico Ergueta. Agrega que pudo matarlos y no lo hizo. Gregorio está indignado. Le pregunta cómo dejó que se lleven a su mujer así como así, a lo que Erdosain responde a la defensiva: “¿qué te interesa a vos?” (p.60). Barsut se sobresalta y le da una bofetada que lo hace caer de la silla. La cabeza de Erdosain golpea contra el muro y se desvanece.
Cuando Erdosain se recompone, Barsut le pide disculpas pero también le pide silencio, para que pueda decirle todo lo que tiene para decirle. Comienza confesando que fue él quien lo denunció a la Compañía Azucarera. Erdosain se sorprende, pero Barsut continúa: quiere destruirlo, pero su objetivo último es humillarla “a ella”. Gregorio devela sentirse profundamente humillado por Elsa desde siempre: durante toda su vida intentó estar cerca suyo, ayudarla tan solo para escucharla decir “gracias”. Pero Elsa siempre le negó ese placer. Ahora, siente que es un “cornudo”. Erdosain se sorprende de que el engañado sea Barsut y no él mismo. La intención de Barsut con la denuncia a Remo era la de doblegar a Elsa, hacer que ella le pidiera ayuda de rodillas. Muchas veces quiso mostrarle a Elsa que Remo era un canalla, un loco y un cobarde, pero Elsa lo defendía.
A partir de acá, Erdosain empieza a recordar las dulces palabras de Elsa antes de partir; sus promesas de que iba a volver, de que lo quería y que siempre lo había querido. Decide que debe matar a Barsut. Debe secuestrarlo, hacerlo matar y, con su dinero, fundar la sociedad secreta que planea construir el Astrólogo.
Capítulo I, “Ser” a través de un crimen
Nuevamente estamos ante un apartado introspectivo: Erdosain se hace preguntas: ¿Será capaz de sentir el deseo de matar? ¿De dónde habrán salido tantos monstruos? Elsa, el Astrólogo, el Rufián, Barsut… Remo se siente como el “hombre sombra”: puede percibir lo que lo rodea pero es incapaz de sentir. ¿Sentirá algo al matar? El hombre sombra es una especie de desdoblamiento del ser, que observa la vida y no puede terminar de afirmar su existencia.
A través del crimen, tal vez haya un modo de “ser”: el hecho de activar todo un aparato estatal (policía, guardiacárceles, abogados) puede ser un modo de comprobar la propia existencia. El mal afirma la presencia del hombre sobre la tierra. Es posible que, a través del crimen, el hombre pueda “ser”.
Erdosain va hacia la casa del Astrólogo. Es tarde, pero por alguna razón siente que el Astrólogo puede estar esperándolo. Cree que el Astrólogo es, como él, un misterio para sí mismo.
Capítulo I, La propuesta
Erdosain le cuenta al Astrólogo todo lo que le sucedió: el abandono de Elsa, la visita de Barsut, la bofetada, sus reflexiones. Le pregunta al Astrólogo si sería capaz de matar con tal de conseguir los veinte mil pesos que necesita para fundar la sociedad secreta. Hablan sobre el plan. El Astrólogo siente curiosidad por saber qué es lo que Erdosain pretende obtener a partir de este crimen. Remo le expone su teoría: básicamente, siente curiosidad; quiere saber si al matar a alguien siente algo.
Remo desarrolla un poco cómo piensa que debería ser el secuestro, el robo y la muerte de Barsut. La idea es engañarlo diciéndole que sabe dónde están Elsa y el Capitán, y darle la dirección del Astrólogo. Para esto necesita algo que certifique que el Ministerio de Guerra le ha dado el paradero del Capitán. El Astrólogo puede gestionar una circular falsa del Ministerio. Luego, hay que enviar un telegrama con la firma de Barsut desde Rosario a su pensión, para que la dueña de la pensión envíe todas sus pertenencias a un determinado hotel, donde va a esperarlas el Astrólogo bajo el nombre de Gregorio. El plan es tan perfecto que a Remo se le hace poco novelesco; tan geométrico que es poco peligroso, poco excitante. Se despide del Astrólogo al amanecer.
Capítulo I, Arriba del árbol
Este apartado comienza con Erdosain caminando y pensando en Elsa, en como ella debe estar ahora en brazos del capitán. El comentador, por su parte, nos aclara en la nota al pie que no es así: Remo no lo sabe, pero que en realidad Elsa, ante el primer comentario torpe del capitán, se tiró del auto.
Erdosain camina por Temperley y piensa en una joven de quince años que conoció unos tres años atrás en el tren, y con quien conversó durante quince días algunos minutos cada vez que viajaban juntos. Se llamaba María, y apoyaba la cabeza en su hombro. Remo siente el amor, una presencia divina que lo invade; un impulso, también, de violar el sentido común. Se sube a un árbol y grita, pero inmediatamente se siente avergonzado. Violar el sentido común no es suficiente para ser feliz, se dice, y vuelve a encorvarse, apesadumbrado.
Una nueva nota al pie del comentador nos repone la reflexión que tiempo después hizo Erdosain sobre esta escena: dice que se sintió tan avergonzado que se hubiera matado ahí mismo de haber podido. Lo que no recordaba en ese momento es que el revólver estaba en su bolsillo.
Análisis
Luego de la bofetada de Barsut, no sería irrisorio que nos preguntemos cuánta humillación puede soportar un hombre y cuál es exactamente el límite: el abandono de Elsa, el desprecio del Capitán y el de Barsut... la humillación no termina nunca. Después de que Remo vuelve en sí, Gregorio habla sin parar, explica sus razones, sus sentimientos hacia Elsa, las motivaciones de sus actos; Remo lo escucha. Se sinceran; se declaran mutua aversión.
Pero hay algo diferente en Erdosain: mientras Barsut habla, la “idea” se revela fríamente en él como si se tratara de una información metafísica, una epifanía: “Yo, en aquel instante, supe que tenía que hacerlo matar a Barsut, y él, frente a mí, amontonando palabras inútiles no se imaginaba que yo, con la boca hinchada, la nariz dolorida, retenía una alegría estupenda, un deslumbramiento semejante al que se experimenta cuando lo que se ha descubierto es fatal como una ley matemática” (p.65).
El apartado “«Ser» a través de un crimen” es atravesado por esta idea del crimen y la experiencia vital: Erdosain se pregunta si tendrá la “voluntad de sentir el deseo de matar”. Así formulada, esta frase resulta críptica, pero resulta sencilla si nos enfocamos en el deseo y no tanto en la idea del crimen. La pregunta por la moralidad del crimen está apartada del análisis introspectivo por el momento. El foco, entonces, está puesto en el deseo, y el deseo por la propia existencia confirmada en una experiencia vital, un “prodigio”. “Era probable que para vivir tranquilo fuera necesario exterminarlo [a Barsut]” (p.64), se dice Erdosain en la escena anterior, mientras escucha a Gregorio hablar. Ahora va un poco más allá. Tal vez la muerte de Barsut no solo le traiga tranquilidad, sino también una experiencia vital, ese hecho maravilloso que tanto busca. El crimen entonces se presenta como uno de los temas clave de la novela, ya que encarna, por excelencia, la posibilidad de afirmar la existencia a través de la experiencia. Y no solo se refiere a la experiencia metafísica o psicológica de la muerte, sino a algo mundano y terrenal, como la activación de los protocolos estatales a su alrededor, en caso de ser descubierto: “Yo, que soy la nada, de pronto pondré en movimiento ese terrible mecanismo de polizontes, secretarios, periodistas, abogados, fiscales, guardiacárceles, coches celulares, y nadie verá en mí un desdichado si no el hombre antisocial, el enemigo que hay que separar de la sociedad” (p.70). A través del crimen, el ser se hace presente; se activa una maquinaria a su alrededor. El mal afirma (o confirma, en su reiteración) la presencia del hombre sobre la tierra.
Este deseo no es expresado aún; no sabemos si siquiera Erdosain tiene la voluntad de sentirlo. Pero hay una atracción hacia la idea que toma la forma de la curiosidad. “Me sube la curiosidad del asesinato, curiosidad que debe ser mi última tristeza, la tristeza de la curiosidad. O el demonio de la curiosidad. Ver cómo soy a través de un crimen. Eso, eso mismo. Ver cómo se comporta mi conciencia y mi sensibilidad en la acción de un crimen” (p.69), dice Erdosain, y también: “Esa es la curiosidad que tengo. Saber si mi vida, mi forma de ver las cosas, mi sensibilidad, cambian con el espectáculo de su muerte. Además, que tengo ya necesidad de matar a alguien. Aunque sea para distraerme, ¿sabe?” (p.76). Esta curiosidad, esto que incluso podríamos llamar “morbo”, es impulsado entre otras cosas por cierto aburrimiento, algo que ya vimos también en el Rufián Melancólico en los apartados anteriores. Al Rufián lo motiva el simple hecho de estar aburrido; escuchar al Astrólogo lo entretiene, a pesar de que no cree que sus planes sean viables. Básicamente, no tiene nada mejor que hacer.
Esta curiosidad surgida del aburrimiento existencial lleva a Erdosain a planificar concretamente y con detalle no solo el asesinato de Barsut sino también su secuestro previo para quitarle todo cuanto tiene y financiar los planes del Astrólogo. El plan es tan perfecto que apena a Erdosain, quien lo siente “poco novelesco” (p.76).
Como dijimos, el Astrólogo es un seductor, y en cierta manera Erdosain busca ser seducido. A este Erdosain inventor fracasado, el Astrólogo le ofrece una fábula reivindicativa, y Erdosain lógicamente cae en sus redes. En el análisis de la segunda parte de este capítulo cabía la pregunta de si realmente Remo no debía sentirse aludido cuando el Astrólogo hablaba de cooptar a los “inventores fracasados” y atraerlos a la sociedad secreta. Ahora, al ver que Erdosain puede atraer fondos, comienza a delinear un rol más claro para él, a darle importancia, a confiarle ideas para la sociedad secreta e intensificar esta seducción. Más adelante hablará concretamente de fondos para la investigación de Erdosain, de cargos jerárquicos dentro de la sociedad, de un laboratorio para él. La contracara de la humillación que padece Erdosain es la vulnerabilidad con la que se para ante la seducción del Astrólogo. La seducción de los desencantados, de los solitarios, es la forma de operar por excelencia de la sociedad conspirativa. Ellos encuentran allí su lugar de pertenencia a la vez que de diferenciación del resto de la sociedad.
El motivo del empleado está en juego constante con la humillación. Y hablamos de motivo porque podemos rastrear en la historia moderna de la literatura una larga serie de personajes que funcionaron como burócratas humillados (en Balzac, Gogol, Larra, Courteline, Pérez Galdós, Kafka) y que fueron protagonistas centrales en tanto tales. El empleado, sometido a la tiranía mezquina de jefes autoritarios, vive en la rutina gris tras las bambalinas del mundo moderno, agobiado por la insuficiencia de su salario. Además, en algunos casos, como el de Erdosain, sufre un fuerte miedo al desclasamiento y un deseo por el reconocimiento, tanto económico como social. Cabe aclarar que, en el caso de Remo, el reconocimiento social vendría por el lado de su fallida carrera de inventor. Así, en él se conjugan el motivo del empleado con la figura del inventor fracasado al que aludimos más arriba.
Además, se pueden precisar algunos aspectos de la caracterización de Erdosain, muy propios de la literatura arltiana y de su aguda observación del entorno social de su época: en Erdosain hay un fuerte desencanto ante la vida que se le presenta; él se niega a convertirse en un “hombre de provecho”. Además, es un inventor fracasado, pero se considera a sí mismo un intelectual; es un observador “de café barrial”. En sus Aguafuertes porteñas, Roberto Arlt tiene una expresión particular para estos sujetos; llama squenún a este tipo de personajes desencantados como Erdosain que vinculan cierto “atorrantismo” (un atorrante, en Argentina, es una persona algo astuta, sinvergüenza y, sobre todo, perezosa) con “intelectualismo”. Erdosain es una versión alucinante y trágica de estos squenunes; por un lado, es un intelectual pero, por el otro, es tan solo un comentarista de café, un "atorrante" (al menos, así podría calificarse en base al robo a la Compañía Azucarera o a su intento de aprovechar el vínculo con Ergueta para obtener dinero).
A partir de la bofetada de Barsut, estos temas, es decir, la figura del inventor fracasado, el motivo del empleado, el abandono, los fantaseos humillantes, se reescriben. Narrativamente, la trama de Los siete locos se organiza en torno a esta idea de Erdosain de secuestrar, extorsionar y matar a Barsut. Es claro que, originalmente, la estrategia narrativa era la de narrar los hechos desde el punto de vista de Erdosain mismo. Con el desarrollo de la trama, lógicamente este punto de vista sesgado conlleva limitaciones en el nivel de la acción. Para descomprimir estas limitaciones, Arlt introduce, poco a poco, la figura del narrador-comentarista. En el apartado llamado “Arriba del árbol”, esta voz desdobla la línea narrativa de la novela: en el cuerpo del texto, Erdosain se imagina a Elsa con el Capitán, pero en una nota al pie el comentador inserta lo que realmente estaba sucediendo en ese momento con Elsa : “Nota del comentador: sólo más tarde supo Erdosain que a aquella hora Elsa se encontraba en compañía de una hermana de caridad. Un solo gesto torpe del capitán Belaunde bastó para darle conciencia de su situación y se arrojó del automóvil. Entonces se le ocurrió dirigirse a un hospital, siendo albergada por la hermana superiora, que se dio cuenta de que frente a ella tenía a una mujer desequilibrada por la angustia” (p.79). Lo que sabemos hasta ahora sobre este narrador-comentador informante es que Erdosain es su amigo, pasó tres días en su casa y le narró todo esto que él vuelca en el texto de Los siete locos.
El apartado "Arriba del árbol" comienza con una participación particular del comentador. Ya a esta altura, el narrador viene haciendo algunas intervenciones que dan la pauta de que es alguien a quien Erdosain le ha contado todo lo sucedido; a partir de aquí comienza a participar con su propia información. El narrador-comentador organiza los materiales, la información. Se apoya en las notas para introducir datos por fuera de la narración principal, o incluso introducir valoraciones personales. En los capítulos siguientes veremos que estas acciones se trasladan también al cuerpo del texto, y también que este narrador tiene un manejo ambiguo de la omnisciencia y los puntos de vista.