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Explorar el vínculo entre el tópico de la conspiración y el contexto sociohistórico de la época.
Tanto en la Argentina como en el mundo, en los años 20 la ideología era el pivote alrededor del cual giraba toda discusión política. El contexto mundial, por múltiples motivos, estaba signado por una fuerte crisis de fe: la crisis de las mitologías se combinaba con una obsesión por el poder, retratada sin eufemismos no solo en la figura del Astrólogo en Los siete locos sino también, por ejemplo, en Hipólita. Esta voluntad de poder aparece, con mucho sentido, en el contexto de una crisis de liderazgo fuerte y un desencanto de las formas democráticas.
Recordemos que en los años 20 surgieron los grandes extremismos europeos. Los restos dispersos por la sociedad argentina de discursos, sobre todo fascistas, se combinaban con formas propias del país y con otros discursos, como por ejemplo el ocultismo. La conspiración es un tópico que une tanto a la extrema izquierda como a la derecha: el complot, la sociedad secreta, es la forma política que se propone como respuesta a este contexto.
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¿Qué rasgos de la actitud de Erdosain pueden vincularse con lo que después se constituyó en el existencialismo tal cual lo conocemos hoy?
En primer lugar, cabe recordar que el existencialismo tuvo su momento de mayor esplendor en el siglo XX. Para esta corriente, el hombre es arrojado al mundo moderno, carente de Dios, con el sentimiento angustiante del sinsentido de la existencia; lanzado a la masa que lo despersonaliza y lo vacía. Sumido en una crisis de fe en Dios y en un mundo moderno que aturde y atolondra, el hombre solo puede confiar en sí mismo y en las repercusiones de las manifestaciones fenomenológicas sobre sí mismo.
Erdosain se vincula al existencialismo mediante la angustia y la humillación, que son dos pilares sobre los que se edifica una experiencia de la modernidad perturbadora y dolorosa. La ciudad y la masa asedian al individuo, lo acorralan en situaciones de alto nivel de estrés (económicas, emocionales, incluso a nivel del estímulo psico-sensorial). Erdosain se siente asediado por la ciudad (lo notamos en sus descripciones) y por la masa. Perderse en el anonimato de la masa es uno de sus mayores miedos, junto con el desclasamiento. El sujeto, oprimido, solo puede salir a través de varias conductas que el existencialismo luego explorará: en primer lugar, un abandono del cuerpo, una percepción del propio cuerpo casi psicopática. Por momentos esto se manifiesta como "desdoblamiento". Erdosain se separa de su cuerpo y ve su vida "desde fuera".
El aburrimiento y la desidia, la falta de emociones ante situaciones que a priori creemos serán emocionalmente movilizantes, es otra de las características de Erdosain que lo emparentan con el existencialismo. Cabe agregar que no es solo Erdosain quien puede vincularse con esta corriente, sino también Hipólita, Haffner e incluso el Astrólogo, por momentos.
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Explorar la figura del narrador-comentarista en Los siete locos.
La figura del narrador-comentarista se encarga de la mediación narrativa. Es decir, organiza los materiales que le suministran, principalmente, Erdosain en los tres días que pasa en su casa, pero también otras fuentes (de allí que sabe que Barsut está vivo, que Hipólita quiere traicionar a Erdosain, entre otra información que poco a poco nos desliza en algunas notas al pie).
Este comentarista permite un manejo un poco ambiguo pero instrumental de la omnisciencia y el punto de vista personal. Por momentos, nos parece que se trata de un narrador omnisciente focalizado en Erdosain, más que de un receptor de la historia y compositor del relato.
El desarrollo in-crescendo de los signos del comentarista nos hace pensar en que hubo una reformulación progresiva del punto de vista en Los siete locos y cada vez más, a medida que avanza la novela, aparecen "al rescate" notas al pie, aclaraciones y justificaciones, recursos típicos de la literatura folletinesca muy explorada por Arlt.
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Imágenes de la modernidad: ¿cómo se retrata la ciudad moderna en Los siete locos?
Arlt realiza un retrato de la modernidad a través de la mirada sobre la ciudad y el hombre. La experiencia de la modernidad es uno de sus temas predilectos, y la descripción de este escenario se realiza a través de una mirada expresionista de lo que lo rodea. Si en el impresionismo el sujeto se mantenía distante para reflejar la naturaleza cambiante de los objetos, en el expresionismo es el hombre la piedra fundamental. Su percepción es el objeto de interés, ya que desconfía del objeto, es decir, de aquello que ve.
La mirada expresionista tiene el gesto de ordenar esa realidad que se percibe, de generar patrones. Es así como aparecen los colores planos, las formas geométricas duras. Hay un impulso esencialista en el sujeto que percibe, hay una búsqueda de la verdad. Pero esta verdad está en su interior, y no afuera. Erdosain entonces es este sujeto de la modernidad que se somete al autoexamen permanente, al punto de perder contacto con su propio cuerpo o desdoblarse.
La ciudad moderna asedia al hombre; lo acorrala en lugares inhóspitos, en viviendas que no pueden constituirse como hogares. Aparece la oscuridad oblicua, las luces y sombras de alto contraste, los planos horizontales aplastantes. Esta ciudad moderna no tiene Dios; es una ciudad de anónimos, de la masa. El hombre moderno, Erdosain, vive atemorizado por la posibilidad de disolverse en esa masa, de perderse en la multitud.
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La mujer en Los siete locos: ¿cómo se conforman las figuras de Elsa e Hipólita, y qué rol ocupan?
Ambas mujeres, Elsa e Hipólita, buscan, al igual que Erdosain, una salida; el tedio también las alcanza. Por un lado, Hipólita no se imagina, de joven, que su vida sea sencillamente la que tiene; una vida simple, sin sobresaltos, sin emociones. Una vida sin poder, podría decirse, si pensamos en que Los siete locos es, ante todo, una novela que aborda la relación del hombre con el poder. Hipólita desea tener el control de su vida y desea poder. Cuando descubre que a través de la "mala vida" ella puede no solo conseguir un buen pasar económico sin necesidad de someterse a un hombre, sino además doblegar a hombres aparentemente fuertes, sin dudas se vuelva a ella.
Por su parte, Elsa es una arrepentida. Desearía no haberse casado y tener un amante. Desprecia a Erdosain por débil, al igual que Hipólita. No le tiembla el pulso a la hora de abandonarlo por el capitán, con quien, no obstante, no se acuesta, y a quien abandona ese mismo día.
Es clave a la hora de abordar estas dos figuras apreciar cómo Arlt, lejos de establecer que el agobio de la vida moderna es un mal que aqueja solo a los hombres, muestra cómo las mujeres del texto tienen inquietudes que no se diferencian, esencialmente, de las de Erdosain, el Astrólogo o Haffner.