“Quizá la palabra ladrón no estuviera en consonancia con su estado interior. Existía otro sentimiento y ese era el silencio circular entrando como un cilindro de acero en la masa de su cráneo, de tal modo que lo dejaba sordo para todo aquello que no se relacionaba con su desdicha” (Capítulo 1, p.12) (Símil)
El silencio se describe aquí como un cilindro de acero. Arlt usa muchas palabras provenientes de la física y la química para describir no solo la ciudad y el mundo circundante, sino también la interioridad, como en este caso. A través de imágenes formadas con palabras provenientes de las ciencias duras, muy propias del expresionismo alemán, materializa lo inasible de, por ejemplo, el silencio ligado a la angustia.
"¿Qué he hecho yo por la felicidad de este desdichado cuerpo mío? Porque lo cierto es que se sentía en circunstancias tan ajeno a él, como el vino del tonel que lo contiene" (Capítulo 2, p.91) (Símil)
Es muy poco lo que Erdosain dedica en sus reflexiones al cuerpo. En este caso, compara el cuerpo con un tonel contenedor. Y es que eso representan los cuerpos en la novela: incapaces de concretar en sí mismos el deseo, son tan solo la materialidad que transporta los espíritus, las mentes.
"Pero él ya estaba vacío, era una cáscara de hombre movida por el automatismo de la costumbre" (Capítulo I, p.13) (Metáfora)
Como en el caso de la comparación de sí con un cubilete de dados o un tonel de vino, esta metáfora apunta nuevamente a la distinción interioridad/exterioridad escindida. Erdosain es una “cáscara” movida por las rutinas de la modernidad. Inclusive, Erdosain se desdobla y puede verse desde fuera: su interioridad se escapa de esa cáscara vacía que es su cuerpo (ver "El doble" en la sección Temas).
"Quizá fuera yo el que lo matara, quizá fuera el astrólogo, el caso es que había arrojado mi vida a un recoveco monstruoso, en el que los demonios jugaban con mis sentidos como con los dedos metidos en un cubilete" (Capítulo II, p.98) (Metáfora y símil)
La metáfora de la vida arrojada al recoveco monstruoso remite al capítulo "Capas de oscuridad" donde él es este monstruo enroscado en la oscuridad de la habitación. En este caso, Arlt elige la imagen de un cubilete para compararlo al espíritu de Remo. Como bien dijimos a lo largo del análisis, la sensación de encierro de Erdosain es recurrente. De mismo modo sucede con la percepción de que son otros quienes controlan su vida, que meten los dedos en ese cubilete que es su espíritu para manipular los dados, que son sus sentidos.
"Borbotones de desesperación se apelotonaban en su garganta asfixiándolo" (Capítulo I, p.55) (Metáfora)
La angustia y la desesperación siempre “suben” hacia la garganta. La angustia es algo que para Arlt bulle, hierve, inunda. En este caso, sube en forma de “borbotones”.