Resumen
Apartado 25
Dice el fugitivo: “Esto es un infierno” (83), refiriéndose a la isla bajo esos dos soles que lo abruman. Dice que súbitamente apareció un buque de carga, blanco, muy cerca. Los intrusos se juntaron en los bordes de la colina, saludaron con pañuelos. Desembarcó en la isla un marino vestido de oficial o capitán. Subió a la colina. El fugitivo subió por otro lado. Los intrusos le preguntaron al marino por el viaje y si “había conseguido todo en Rabaul” (p. 84). Morel se llevó al hombre para hablar con él. El fugitivo temió que el buque viniera a llevarse al grupo. Pensó en raptar a Faustine, o meterse en el buque, o dejarla ir.
Piensa en hablar, en explicarle a Faustine o a Morel su situación y, si cae mal su historia, matarse o hacerse matar antes de llegar a prisión. Recuerda que un hombre alto le dijo a Morel que se hacía tarde y que debían preparase. Morel le pidió un momento. Un hombre gordo y dos más corrieron hacia el museo. El grupo los siguió.
El fugitivo no sabe qué hacer, pero pronto ve a Faustine, Morel, Dora, Alec y algunos más bajar a la pileta en traje de baño. Ve a los hombres trotar como para sacarse un frío “inconcebible en este régimen de dos soles” (p. 87). El fugitivo piensa que el grupo se desilusionará al asomarse a la pileta que, desde que él no limpia, está verde, opaca, con pájaros muertos, víboras, sapos. Impenetrable “al menos para una persona normal” (p. 87). Pero Faustine se zambulle. El fugitivo los oye agitar el agua y reir. Los demás nadan.
Apartado 26
El narrador decide contar lo presenciado, anunciando que se trata de hechos inverosímiles y sin embargo reales. Iba a vigilar día y noche. Le pareció innecesario e iba a irse, pero apareció el muchacho de pelo negro y cejas cargadas. Pronto sorprendió a Morel, que espiaba, escondido en una ventana, y luego bajó la escalinata. Lo escuchó: decía que iba a someter a algunos a algo, que lo contaría a la noche, y que no quería que las mujeres se enteraran. Luego, Morel se fue corriendo.
Apareció un barbudo gordo. Morel volvió. El narrador oyó que decía: “¿...si yo le dijera que están registrados todos su actos y palabras?” (p. 89). El otro respondió que no le importaría. El narrador se preguntó si habrían descubierto su diario. Salieron caballeros y criados y pusieron sillas, donde se sentaron las mujeres. Los hombres se echaron al pasto. El narrador recuerda su patria.
Faustine cruzó hacia las rocas. El narrador dice que ya es molesto cuánto quiere a esta mujer con la que no ha hablado nunca. Ella se levantó y el narrador dice haberse puesto muy nervioso, como si ella hubiese podido oír lo que él imaginaba y se hubiera ofendido. Pero fue a buscar un libro en el bolso y volvió a sentarse. En un momento, cuando “se entró el más débil de los soles” (p.92), el fugitivo la siguió, se arrodilló y le gritó: “Faustine, la quiero” (p. 92). No sabe qué pasó después, porque lo ahuyentaron unos pasos y se escondió. Era Morel, que decía que necesitaba hablarle. Faustine aceptó y le dijo de ir al museo. Morel no quiso porque estaban los amigos. Ella se negó a quedarse. Morel le pidió que a la noche, cuando todos se fueran, ella se quedara. El fugitivo los vio irse caminando del brazo, en silencio. Se propuso vigilar a la noche.
Apartado 27
Se escucharon dos temas musicales que los veraneantes solían hacer sonar, Té para dos y Valencia, hasta la madrugada. De pronto vio “un fantasma del Tratado de Belidor” (p.94), el libro que él se había llevado quince días antes. Sacó de su bolsillo el que tenía y observó que no eran dos ejemplares, sino el mismo ejemplar dos veces (con los mismos corrimientos de tinta). Se escondió en el salón verde, desde donde podía ver el salón del acuario.
Morel ordenó poner sillas como en una sala de conferencias. Fueron entrando todos. El narrador transcribe el diálogo textual, porque “viendo a esa gente, oyendo esa conversación, nadie podía esperar un suceso mágico ni la negación de la realidad que vino después” (p.95).
Luego escuchó a Morel hablar con unos hombres para que buscaran a otro. Esos hombres dijeron ya haber recorrido todo. El fugitivo, creyendo que se referían a él, se sintió acorralado. Sin embargo, escuchó a Dora anunciar que Haynes dormía en el cuarto de Faustine. El fugitivo dice: “Ahora se me ocurre que tal vez nunca haya ocupado la atención de esta gente… Es más: ahora sé que no pueden buscarme” (p.97). Sin embargo, se pregunta si no es todo una máquina para capturarlo. A pesar de lo que ahora sabe, está acostumbrado a temer a esos hombres.
Morel tenía hojas escritas a máquina y cartas con recortes de avisos de Yachiting y Motor Boating, con precios de barcos.
Apartado 28
Cuenta el fugitivo que Morel anunció que iba a leer una declaración. El fugitivo apunta que al día siguiente encontró las hojas de las que leyó Morel y las guardó. Inserta entonces las palabras de Morel en su relato. En su discurso, Morel se disculpaba por “esta escena, primero fastidiosa, después terrible. La olvidaremos” (p.98). Admitía que no les iba a decir nada, pero que por ser sus amigos tenían derecho a saber que los grabó sin su autorización. Según su último invento, vivirían en esa fotografía siempre, como un escenario en que se representara la vida de los integrantes del grupo durante siete días, interpretados por ellos mismos. En este momento del discurso, el fugitivo vio que los que escuchaban se indignaron. Morel continuó diciendo que podría haberles anunciado que vivirían para la eternidad, pero se hubiese arruinado, hubiese quedado forzado. Prefirió grabar una semana agradable y eternizarla. Dijo luego que faltaban algunos amigos: Claude, que no había querido interrumpir la escritura de su novela sobre un desacuerdo entre Dios y el individuo, y Madeleine, que hacía años no iba a la montaña por temas de salud. También faltaba Leclerc, que había ido a Florida, y el “pobre Charlie”. El narrador apunta que por el tono solemne y la inmediata actitud de todos, Charlie debía de haber muerto recientemente.
Morel ofreció su invento a quien lo quisiera ver. El aire de la sala estaba horrorizado. Morel dijo luego que había tenido, en el último tiempo, dos ocupaciones primordiales: pensar en sus inventos y “pensar en…” (p.101). El narrador anota que esto restableció la simpatía entre Morel y la sala, incluso motivó aplausos.
Morel dijo que el invento le parecía un “increíble proyecto" con el cual "dar perpetua realidad a mi fantasía sentimental” (p.101). Dijo que lo había empujado a la acción la esperanza de enamorar a una mujer, y que la esperanza, en su presente, había quedado muy lejos. Dijo que tuvo que emplear una táctica. Primero pensó en que fueran solos a la isla, pero era imposible; nunca la había visto sola desde que le había confesado su pasión. También pensó en raptarla, pero hubieran peleado “eternamente”. Luego, Morel anunció que explicaría su invento.
Apartado 29
El fugitivo le propone al futuro lector que juzgue él mismo las palabras de Morel y continúa con la transcripción de la conferencia.
Morel habla de la radiotelefonía, el cinematógrafo, la fotografía, la televisión, el teléfono: inventos que procuraron contrarrestar ausencias, en cuanto al oído o en cuanto a la vista. A eso, según él, se ha limitado la ciencia hasta hace poco. Morel dice haber decidido continuar el razonamiento y las enseñanzas de los sabios inventores. Agradece a industriales de Francia y de Suiza por comprender la importancia de sus investigaciones y prestarle sus laboratorios. Dice que trabajó solo, buscando ondas y vibraciones inalcanzadas e ideando instrumentos para transmitirlas. Obtuvo la sensación olfativa, térmica y táctil. Se enfocó en la “retención de las imágenes que se forman en los espejos" (p.104). Mediante un juego de receptores logró hacer aparecer a la persona (tomó como ejemplo a Madeleine) “completa, reproducida, idéntica” (p.105). Explica que su máquina tiene tres partes. La segunda graba, la tercera proyecta. La proyección no necesita pantalla; se acoge al espacio.
Morel dice que pensó en tomar escenas de la vida de él y de sus amigos, componer un álbum “de presencias muy durables y nítidas” (p.106), como un legado. Observó que las reproducciones de objetos serían objetos, pero las de animales o plantas no serían animales ni plantas. Los simulacros de personas no tendrían conciencia de sí.
Las personas se reconstituyen y desaparecen si él desconecta el proyector. Viven los momentos capturados por las máquinas y, al acabar, los repiten. Las imágenes, dice, no se pueden distinguir de las personas vivas. Morel afirma: “Congregados los sentidos, surge el alma” (p.107). Utiliza el ejemplo de Madeleine: si ella está a la vista, al oído, al sabor, al olfato, al tacto, está Madeleine.
Morel afirma que puede llamarse “vida” a lo que está latente en un disco o hace funcionar las cosas. “¿No perciben un paralelismo entre los destinos de los hombres y de las imágenes?” (p. 108), pregunta. Afirma que las imágenes tienen alma y que eso lo confirman “los efectos de mi máquina sobre las personas, los animales y los vegetales emisores” (p. 108).
Morel agrega que los primeros ensayos los hizo con empleados de la casa Schwachter. Los tomaba trabajando sin avisarles. Hubo fallas, a veces menos notorias, a veces más.
Apartado 30
El fugitivo continúa relatando lo que presenció.
Cuando Morel terminó de hablar, Stoever le preguntó si podían ver las primeras imágenes. Morel le dijo que sí, pero advirtió: “hay fantasmas ligeramente monstruosos” (p. 109). Stoever insistió en verlos porque recordó “unas muertes inexplicadas” en la casa Schwachter. Alec trató a Stoever de “creyente” y este respondió que después de que Morel los tomó, los empleados murieron. Morel salió del cuarto y los demás gritaron. Stoever se enfureció. Explicó que todos iban a morir, ahora que Morel los había “tomado”. Un hombre de dientes salidos fue a buscar a Morel, pero volvió diciendo que había sido imposible traerlo. Salieron, de a grupos, todos.
El fugitivo los escuchó hablar. Luego no hubo ruidos, y quedaba poca luz. El fugitivo dudó si la gente se había ido a dormir, o si acaso estarían acechando para capturarlo a él. Fue a la mesa y se guardó los papeles en el bolsillo. Saltó por una ventana y bajó corriendo.
Análisis
El narrador recurre a una metáfora para describir la isla (implícita en la expresión): “Esto es un infierno” (83). Se refiere, más expresamente, al calor, producto del fenómeno de la duplicación de soles. Sin embargo, el contexto en que se enmarca esta frase permite pensar una significación que excede la temperatura. En el apartado anterior, ha postulado hipótesis acerca de la identidad de los intrusos y la propia. La última, que llega a convencerlo, propone que él mismo está muerto. Debido a los dolores y terrores que sufre en la isla, la comparación puede indicar que el fugitivo asocia el lugar de su muerte con el infierno.
Desde el punto de vista de la información, en estos apartados se concentra lo más importante de la novela: se devela el misterio principal, que es la naturaleza y aparición de los habitantes de la isla. Además, se devela en conjunto la causa de muerte de todos ellos: Stoever se alarma por lo sucedido con los empleados que Morel ha tomado antes. También se brindan elementos que permiten ampliar el conocimiento que tenemos acerca del narrador en tanto personaje. El fugitivo, temiendo que sea la última oportunidad de probar suerte con Faustine, imagina lo que le diría, y así nos enteramos de que estuvo preso, condenado a perpetua, de que es escritor y que siempre ha querido estar en una isla solitaria, por lo que sintió irritación cuando apareció la gente, pero ahora teme que se vayan.
El narrador comienza con esta frase a contar lo que ha descubierto: "Contaré fielmente los hechos que he presenciado entre ayer a la tarde y la mañana de hoy, hechos inverosímiles, que no sin trabajo habrá producido la realidad..." (p.88). Unas páginas antes había esbozado al menos cinco hipótesis acerca de la naturaleza de los intrusos. Ahora sabe que ninguna de ellas es acertada. De esta manera, da inicio a lo que podríamos considerar la segunda parte de la novela, a lo largo de la cual se desenlaza la trama y se explican los acontecimientos anteriores. En esta frase, por otro lado, se condensa cierta poética de la novela. En este sentido, se hace presente el tema de la representación en tanto reflexión sobre el estatuto de la literatura. Podríamos pensar que el autor ofrece la clave de lectura para analizar los sucesos que acontecen en el relato: aunque resulten "inverosímiles", son productos de la "realidad", aunque mediante un "trabajo". Ese trabajo, en la trama, alude a las invenciones de Morel, pero también podríamos considerarlo una alusión autorreferencial, al propio trabajo narrativo que Bioy Casares desarrolla en la novela para lograr este particular relato fantástico con tintes de ciencia ficción.
También se hace presente el tema de la representación cuando el narrador anuncia haberse quedado con las hojas de Morel: hay una nota al pie, donde el “editor” anuncia que entrecomillará el texto de las páginas de Morel y que “lo que va sin comillas son anotaciones en los márgenes, a lápiz, y de la misma letra en que está escrito el resto del diario” (p.98). Al igual que las demás “notas de editor”, el recurso narrativo contribuye a la ilusión de realidad. De hecho, en esta se explicita aún más esa intención. Alude a una instancia en la que supuestamente el editor accede al diario manuscrito, cuya caligrafía coincide con la de otras anotaciones al margen del discurso de Morel. De esta manera, se legitima la “existencia” de la voz que relata la novela, siendo la prueba de esa existencia el diario, que ha quedado como documento.
En estos apartados se nos presenta un relato enmarcado y aparece la voz de Morel, supuestamente insertada de manera fiel en el relato del fugitivo. En ese relato, además de que se presentan las bases del invento de Morel, lo cual devela los principales misterios de la novela, nos enteramos de que este es un hombre enamorado. En estos apartados se consolida aún más el paralelismo entre los personajes de Morel y del fugitivo. Hay un paralelismo entre la lógica que expone Morel, las reflexiones que ha tenido en torno a cómo enamorar a su amada y el modo en que decidió actuar, por un lado, y la lógica, las reflexiones y el modo de actuar del fugitivo, por el otro. Se hace presente, por lo tanto, el tema del doble en la relación narrador-Morel, al punto de que la mujer homenajeada es, de hecho, la misma. El fugitivo había considerado, al ver el buque, raptar a Faustine y llevarla consigo, pero entiende que pelearían. El mismo razonamiento expone Morel en su discurso. Por otro lado, Morel manifiesta que ha dividido todo su tiempo en pensar en sus inventos o pensar en una mujer. Lo mismo hemos visto hacer al fugitivo, que oscila entre sus investigaciones y sus registros y la esperanza de conquistar a Faustine. En la misma línea, Morel, mediante sus máquinas, grabó siete días de sus amigos. Podríamos decir que los registros del fugitivo, en su diario, procuran hacer lo mismo. De hecho, el fugitivo cree que están hablando de su diario cuando escucha a Morel decir “¿...si yo le dijera que están registrados todos su actos y palabras?” (p. 89).
Debido a la información que se revela sobre la naturaleza de las apariciones, se hace presente el procedimiento del narrador no fiable: la mayoría de las observaciones que ha hecho antes se revelan erróneas. Al mismo tiempo, sin embargo, el fugitivo reflexiona sobre su propia percepción, enfrentándose a un problema: tiene dificultades para aceptar la realidad que ha descubierto. El fugitivo dice: “Ahora se me ocurre que tal vez nunca haya ocupado la atención de esta gente… Es más: ahora sé que no pueden buscarme” (p.97). Y luego agrega: "Nuestros hábitos suponen una manera de suceder las cosas, una vaga coherencia del mundo. Ahora la realidad se me propone cambiada, irreal. Cuando un hombre despierta o muere, tarda en deshacerse de los terrores del sueño, de las preocupaciones y de las manías de la vida. Ahora me costará perder la costumbre de temer a esta gente." (p.97). Podemos observar que en estas citas se repite cuatro veces la palabra “Ahora”. Eso indica el presente de la narración: en el momento de escritura, el fugitivo ya ha escuchado la conferencia de Morel y conoce, por lo tanto, la verdad. El tema de la disyuntiva entre realidad e ilusión es quizás el más importante de la novela. Estos fragmentos corresponden a la primera entrada del fugitivo después de haber escuchado la conferencia en la que Morel confiesa su invento a los veraneantes. El narrador, sin embargo, oscila entre distintos sentimientos: por momentos lo tranquiliza el hecho de saber que no pueden buscarlo; por otros, sigue temiendo que todo sea una máquina para capturarlo. En el segundo fragmento citado postula el carácter humano de estas oscilaciones entre lo que consideramos real o irreal, comparándolo con el momento en que nos depertamos y tardamos en discernir qué era parte del sueño y qué de la vigilia.