“Por su aparición inexplicable podría suponer que son efectos del calor de anoche en mi cerebro. Pero aquí no hay alucinaciones ni imágenes: hay hombres verdaderos, por lo menos tan verdaderos como yo.”
La frase es dicha por el narrador al documentar las primeras apariciones que registra. Él reflexiona sobre el carácter de realidad de los veraneantes. En ese momento, intenta buscar una explicación racional al fenómeno que observa. Sin embargo, inmediatamente dice que “aquí no hay alucinaciones ni imágenes”. Con esas palabras, se acerca a lo que efectivamente será la explicación (la imagen es, de alguna manera, una proyección), pero en esta instancia lo niega. Dice de aquellas personas: “hay hombres verdaderos, por lo menos tan verdaderos como yo”. Esa relativización se resignificará más adelante, en tanto se descubran características humanas en las proyecciones y el narrador acabe volviéndose parte de ellas.
Por otro lado, el hecho de que la afirmación del narrador sobre lo observado no coincida con lo que se terminará develando, además de que él mismo cuestiona su propia percepción de los hechos, constituye un ejemplo de que estamos ante un narrador no fiable. En otras palabras, el texto insta al lector a poner en duda el carácter de los hechos narrados, en tanto quien los narra no demuestra ser una fuente totalmente confiable de información.
“Se movió con esa libertad que tenemos cuando estamos solos.”
El narrador describe el modo en que Faustine se desplaza frente a él, antes de conocer la naturaleza de la imagen (es decir, antes de saber que es una proyección). Con la frase, el narrador busca expresar una comparación. Sin embargo, al desarrollarse la trama, sabemos que la soledad es más bien literal: la mujer se mueve como si estuviera sola porque, efectivamente, estaba sola al momento de realizar esos movimientos. Lo que el fugitivo ve es una proyección de ese momento pasado. De la misma manera, él lee una “estricta delicadeza” y cierta amabilidad en esta indiferencia de la mujer, ya que supone que ella está disimulando el desagrado que le produjo el “jardincito”, haciendo como que no lo ha visto. Dice: “No lo olvidaré: dominó el desagrado que le produjo mi horrendo jardincito y simuló, piadosamente, no verlo.” (p. 54). Esta observación del narrador lo exhibe, nuevamente, como no fiable: presenta en el relato, como si se tratara de datos objetivos, una interpretación de hecho errónea de lo que se presenta ante él.
"Creí haber hecho este descubrimiento: en nuestras actitudes ha de haber inesperadas, constantes repeticiones. La ocasión favorable me ha permitido notarlo. Ser testigo clandestino de varias entrevistas de las mismas personas no es frecuente. Como en el teatro, las escenas se repiten."
Esta frase se ubica en la línea de apreciaciones que el narrador realiza mientras ignora la naturaleza del fenómeno en la isla. Ante lo percibido, busca una explicación que acerque la situación a su propia realidad. Es por eso que, en esta instancia, en lugar de ver en las conversaciones repetidas un indicio del misterio que luego descubrirá, desplaza su atención para reflexionar acerca de la naturaleza repetitiva de la vida.
Realiza, sin embargo, una comparación ("como en el teatro") que funciona de alguna manera como presagio del desenlace de la trama. Las conversaciones que él presencia son proyecciones de escenas grabadas con aterioridad. Ese fenómeno no está lejos de lo puramente cinematográfico, cuyo origen es, si se quiere, el teatro.
"Contaré fielmente los hechos que he presenciado entre ayer a la tarde y la mañana de hoy, hechos inverosímiles, que no sin trabajo habrá producido la realidad..."
El narrador comienza con esta frase a contar lo que ha descubierto. Unas páginas antes había esbozado al menos cinco hipótesis acerca de la naturaleza de los intrusos. Ahora sabe que ninguna de ellas era acertada. De esta manera, da inicio a lo que podríamos considerar la segunda parte de la novela, a lo largo de la cual se desenlaza la trama y se explican los acontecimientos anteriores.
En esta frase, además, se condensa cierta poética de la novela. Podríamos pensar que el autor ofrece la clave de lectura para analizar los sucesos que acontecen en el relato: aunque resulten "inverosímiles", son productos de la "realidad", aunque mediante un "trabajo". Ese trabajo, en la trama, alude a las invenciones de Morel, pero también podríamos considerar una alusión autorreferencial al trabajo narrativo que Bioy Casares desarrolla en la novela para lograr este particular relato fantástico con tintes de ciencia ficción.
"Nuestros hábitos suponen una manera de suceder las cosas, una vaga coherencia del mundo. Ahora la realidad se me propone cambiada, irreal. Cuando un hombre despierta o muere, tarda en deshacerse de los terrores del sueño, de las preocupaciones y de las manías de la vida. Ahora me costará perder la costumbre de temer a esta gente."
El fragmento pertenece a la primera entrada que narra el fugitivo después de haber escuchado la conferencia en la que Morel confiesa su invento a los veraneantes. El narrador, sin embargo, oscila entre distintos sentimientos: por momentos, lo tranquiliza el hecho de saber que no pueden buscarlo; por otros, sigue temiendo que todo sea una máquina para capturarlo. En el fragmento citado, postula el carácter humano de estas oscilaciones entre lo que consideramos real o irreal, comparándolo con el momento en que nos depertamos y tardamos en discernir qué era parte del sueño y qué de la vigilia. El tema de la disyuntiva entre realidad e ilusión, acá ilustrado, es uno de los más importantes de la novela.
"Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma)."
Desde el punto de vista psicoanalítico, el fantasma es, a grandes rasgos, el modo en que "el Otro" se mantiene presente en la psiquis. Quizás este concepto explique la frase del narrador. Por un lado, la aclaración entre paréntesis puede responder a la idea de que el deseo, cuando se ama a alguien, es que ese alguien se mantenga imperturbable, tal y como existe para nosotros, en nuestra cabeza, en contraposición a una existencia real, en la cual la persona gozaría de una voluntad que no podemos controlar. Luego, la comparación puede tener que ver con el hecho de que el fantasma de la mujer amada pertenece a la propia imaginación, a la propia psiquis del fugitivo; mientras que esta imagen ha sido creada por la máquina de Morel. De algún modo, lo que perturba en esa instancia al narrador es el hecho de haberse enamorado de un "fantasma artificial" creado por su entonces enemigo.
"Aquí estaremos eternamente -aunque mañana nos vayamos- repitiendo consecutivamente los momentos de la semana y sin poder salir nunca de la conciencia que tuvimos en cada uno de ellos, porque así nos tomaron los aparatos; esto nos permitirá sentirnos en una vida siempre nueva, porque no habrá otros recuerdos en cada momento de la proyección que los hábitos en el correspondiente de la grabación, y porque el futuro, muchas veces dejado atrás, mantendrá siempre sus atributos."
Morel explica su invento frente al grupo de amigos. La primera línea podría, a simple vista, resultar paradójica: dice que, aunque se vayan, seguirán allí para siempre. Sin embargo, lo que está presentando son los dos porvenires que existen desde el momento en que han sido duplicados por las máquinas. Las imágenes de ellos, con las acciones y la conciencia que hayan tenido al momento de ser captados por los receptores, se repetirá para siempre, mientras funcionen los motores.
"Paso las otras noches a lo largo de la cama de Faustine, en el suelo, sobre una estera, y me conmuevo mirándola descansar tan ajena a la costumbre de dormir juntos que vamos teniendo."
El narrador, que durante gran parte de la trama temblaba al hablarle a Faustine y se apenaba cuando era ignorado por ella, ahora la sabe simple imagen. Si bien instantes después de enterarse del secreto de Morel siente repulsión por esas imágenes, llega a acostumbrarse a ellas y, de hecho, a disfrutar de su compañía. En especial, disfruta de la de Faustine. Como ella no puede percibir la presencia de él, el fugitivo puede dormir al lado de ella. La última línea describe con cierto humor la paradójica situación: ella permanecerá siempre ajena a la cercanía que, de cierto modo, comparten.
"La eternidad rotativa puede parecer atroz al espectador; es satisfactoria para sus individuos. Libres de malas noticias y de enfermedades, viven siempre como si fuera la primera vez, sin recordar las anteriores. (...) Acostumbrado a ver una vida que se repite, encuentro la mía irreparablemente casual. Los propósitos de enmienda son vanos: yo no tengo próxima vez, cada momento es único, distinto, y muchos se pierden en los descuidos."
El narrador reflexiona sobre el modo de "vida" de las imágenes, y lo compara con su propia existencia. Si bien inmediatamente después de la conferencia de Morel el fugitivo siente repulsión por las imágenes, condenadas a la repetición, poco después su reflexión tiende a encontrar aspectos positivos en esa clase de existencia. De algún modo, esta consideración adelanta la decisión final del fugitivo, quien acaba filmándose junto a Faustine para "vivir" en calidad de imagen, eternamente, junto a ella.
"Mi alma no ha pasado, aún, a la imagen; si no, yo habría muerto, habría dejado de ver (tal vez) a Faustine, para estar con ella en una visión que nadie recogerá."
Es una de las últimas frases del relato. El fugitivo está, en el presente en el que escribe, en el proceso de su muerte. Se ha grabado para que su imagen viva junto a la de Faustine. En la frase, aparece incorporada una creencia sobre la cuál antes había dudado: el hecho de que el alma abandona el cuerpo del "original" para pasar a la "copia", en este caso, la imagen. Ese es el proceso que termina con la vida del original, que es lo que espera el fugitivo mientras escribe. Él sabe que no ha muerto porque puede seguir contemplando las imágenes. Cuando muera, ya nadie las "recogerá", porque la isla estará desierta y las representaciones ofrecidas por las imágenes no gozarán de ningún espectador.