La invención de Morel

La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 20-24

Resumen

Apartado 20

El fugitivo cuenta que intentó hacer funcionar la usina de luz. Hubo unas explosiones débiles. Cuando subió, se le aparecieron enfrente dos hombres. El narrador dice que eran un cocinero y un sirviente, y que hablaban en español de las ocurrencias de Morel. Luego se fueron, cuando alguien anunció que la comida estaba lista hacía una hora.

El narrador pensó en huir, pero lo supo imposible. Decidió vigilar a esa gente y esperar. Se escondió en un cuartito debajo de la escalera. Se preguntó cómo podían haber llegado esas personas a la isla, teniendo en cuenta la tormenta, y más que nada, cuándo: alguien dijo que la comida estaba lista desde hacía una hora, pero hacía sólo quince minutos que él había bajado a encender los motores, y en ese entonces no había nadie. Como nombraron a Morel, asume que todo el grupo volvió a la isla.

Apartado 21

Subió y se asomó al comedor. Había más de una docena de personas sentadas a la mesa. Encontró a Faustine. Morel estaba enfrente de ella. Escuchó la conversación. Morel propuso el tema de la inmortalidad.

A un lado de Faustine estaba Dora, una mujer rubia y risueña. Después estaba Irene, una muchacha alta con expresión de asco. También estaba la que había dicho “no es hora para cuentos de fantasmas” la noche en la que el fugitivo subió a la colina.

La gente se fue al hall. El fugitivo bajó por la escalera y vio a Irene y a otra mujer dialogando. Siguió bajando y vio a Morel jugando a las cartas con cinco personas. Pasó un tiempo queriendo averiguar si los pies de Morel y Faustine se tocaban bajo la mesa. De pronto, dice, notó que un sirviente lo había estado mirando. El fugitivo se alejó corriendo y se escondió entre columnas sobre el acuario. Allí vio que estaban nadando peces idénticos a los que había sacado, podridos, el día de su llegada.

Apartado 22

El fugitivo cuenta que vio a Faustine subir la escalera junto a Dora y Alec. La contempló; ella es la razón por la que él arriesga todo. Los siguió hasta que ellos entraron a un cuarto. El fugitivo entró al de enfrente, iluminado y vacío. Quiso apagar la luz pero la llave estaba atrancada. Se escondió. Apareció Dora. El narrador dice: “Sus ojos pasaron por mí” (p.74). Ella salió, sin intentar apagar la luz. Él quedó aterrado. No se fue porque no quiso dejar ese cuarto que le permitía vigilar el otro, en el que estaba Faustine. Se durmió. Dice que soñó que Faustine entraba a su cuarto y que estaba cerca de él.

Se despertó. No había luz. Llegó al corredor, había total silencio. Bajó una escalera, llegó a una puerta y quiso abrirla. Ni siquiera pudo mover el picaporte. Se convenció de que salir era imposible. Escuchó pasos. Caminó por la oscuridad, llegó adentro de uno de los cálices de alabastro. Se preguntó si Faustine se habría quedado sola con Alec en la habitación.

Lo despertaron voces, a la mañana. Quiso salir. No pudo mover las cortinas; le parecían de piedra. Sintió desmayos, ganas de reír, caminó sin miedo. Quiso abrir otra puerta hacia afuera y no pudo. Oyó pasos. Corrió. En el hall encontró a Irene y a la mujer que hablaba de fantasmas, y a otro joven declamando poesía en francés. El fugitivo caminó entre ellos, casi los tocó. Se arrojó por la ventana y corrió barranca abajo.

Escribe que tal vez no lo hayan visto en el museo. Pasó todo el día y nadie fue a buscarlo.


Apartado 23

Se dirige a los lectores de su “informe”. Quiere datar que, al día siguiente de la segunda aparición de los intrusos, se vieron “las dos lunas y los dos soles” (p.78). Asume que se trata de un fenómeno de espejismo. El segundo sol le parece mucho más violento. Siente que en el último día ascendió la temperatura terriblemente.

Cita una frase de Cicerón en De Natura Deorum, en latín. Una nota al pie del “editor” indica que la citó mal, pues se salteó la palabra más importante, que se traduce por “duplicado”, “repetido”, “reiterado” (p.79). Anota que hay infinidad de mosquitos. Siente nostalgia de cuando era “dueño de la subordinada soledad” (P.79).


Apartado 24

El narrador reflexiona sobre la naturaleza de los intrusos y de sus encuentros con ellos. Postula cinco hipótesis. La primera es que él tenga la famosa peste y que eso le provoque efectos en su imaginación. Segunda: el aire de los bajos y la mala alimentación lo han vuelto “invisible” (p.80), y los intrusos no lo han visto. Sin embargo, no es invisible para los pájaros, ratas, mosquitos. Tercera hipótesis: los "intrusos" son seres de otro planeta, que no ven ni oyen. El idioma francés, en el que hablan, es un elemento paralelo de los distintos mundos. A la cuarta hipótesis, dice, llega por un sueño. Soñó que estaba en un manicomio y Morel era el director. Él alternaba entre saberse en la isla, creerse en el manicomio y ser el director del manicomio. La quinta hipótesis: los intrusos son un grupo de muertos amigos. Él sería un viajero “como Dante o Swedenborg”, u otro muerto, pero de una casta distinta. La isla sería el purgatorio o el cielo de aquellos muertos. Dice que entiende por qué los novelistas proponen fantasmas quejosos; porque los muertos siguen entre los vivos. Les cuesta renunciar a sus costumbres de vivos. Pensó en Faustine, fuera de su alcance entonces.

Acumuló pruebas que mostraban su relación con los intrusos “como una relación entre seres en distintos planos” (p.82). Supone que en la isla sucedió una catástrofe imperceptible para “sus muertos (yo y los animales que la habitaban)” (p.82) y que después habrían llegado los intrusos. Le entusiasmó la idea de estar muerto. Recapituló su vida anterior, los meses que estuvo en la isla. Pensó que su muerte podría haber sucedido en dos momentos: en su cuarto de pensión, antes de la llegada de la policía, o en el viaje en bote. Supone haber perdido la conciencia antes de llegar. Luego, piensa: “no estuve muerto hasta que aparecieron los intrusos; en la soledad es imposible estar muerto” (p. 83).


Análisis

En estos apartados aparecen más indicios de la entidad fantasmática de los personajes de la isla, pero las hipótesis del narrador suelen tender a la propia invisibilidad. El cocinero y el sirviente “aparecen” frente al fugitivo y hablan con tranquilidad, “como si no hubieran oído mis pasos, como si yo no estuviese” (p.68). Sin embargo, observa hechos que no respetan la lógica de la realidad. Por ejemplo, se pregunta cómo y cuándo llegaron a la isla los hombres que acaba de cruzarse, e intenta razonar relacionando hechos lógicos. Dice: “La comida estaba lista desde hacía un rato largo; no hacía un cuarto de hora que yo había bajado a los motores, que no había nadie en la isla” (p.69). Aún ignora que la presencia de esos hombres se debe, justamente, a que él ha encendido los motores de la proyección.

El narrador integra en su relato los hechos junto a sus suposiciones, ya que en ese momento los cree datos objetivos. Por ejemplo, dice ver a un sirviente que “lo estuvo mirando” (p.72). Más adelante sabremos que eso es imposible, y que la escena se debe a una mera coincidencia (el fugitivo estaría en el espacio al que la proyección dirige su mirada, pero en planos temporales distintos). Este tipo de ambigüedades responde, como hemos dicho, a que los hechos son presentados por un narrador no fiable. En relación a esto, cabe destacar cierto estilo narrativo, presente en estos apartados, que tiene que ver con la percepción limitada del fugitivo. El narrador refiere, en varias ocasiones, a los habitantes de la isla por medio de sus partes. En general, esto se ve asociado al temor, al miedo a ser descubierto. Por ejemplo: "Empecé a caminar por el corredor, a sentir que inesperadamente se abriría una puerta y yo estaría en poder de unas manos bruscas y de una voz inamovible, burlona" (p.75). En este caso, además, la sinécdoque (las manos y la voz aluden, en verdad, a la persona que posee esas manos y esa voz) responde a la oscuridad: no pudiendo ver, sentiría a su enemigo por vía del tacto (manos) y del oído (voz). La percepción limitada del narrador se combina con la cuestión de la superposición de planos.

El fugitivo ve, en el acuario, peces “idénticos” a lo que él había sacado, ya muertos y podridos, el día en que llegó a la isla. Ese fenómeno responde también a la proyección: los peces proyectados son los que, después de haber sido grabados, terminaron pudriéndose. También responde a la superposición de planos la presencia de los dos soles y las dos lunas. En resumen, entonces, en estos apartados el narrador explicita la teoría de los dos planos, refiriéndose a las diferencias en la naturaleza entre él y los intrusos. Sin embargo, en esta instancia, y debido a su percepción limitada, la teoría invierte la relación: él cree que él es el muerto, no los otros. Una vez más, por otra parte, la reflexión sobre la muerte entra en relación con la idea de soledad: “no estuve muerto hasta que aparecieron los intrusos; en la soledad es imposible estar muerto” (p. 83).

La teoría de los dos planos bien puede relacionarse, nuevamente, con el tema del doble. Este tema, en tanto desdoblamiento de identidad, también vuelve a hacerse presente en un sueño del fugitivo: “Morel era el director. Por momentos, yo sabía que estaba en la isla; por momentos, creía estar en el manicomio; por momentos, era el director del manicomio” (p. 81). En esta ocasión, el paralelismo entre Morel y el fugitivo se hace explícito. En relación a este punto, cabe destacar que cuando el fugitivo se detiene a contemplar a Faustine dice que ella es la mujer por la que él arriesga todo. Ignorando que la amenaza de los intrusos no es real, se refiere a estar arriesgando la propia vida. El mismo riesgo corre Morel con su invento, que termina llevándose su vida y las de sus amigos.

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