Resumen
Auto XIII
Calisto se despierta y habla consigo mismo, feliz por su encuentro con Melibea. Tristán encuentra a Sosia llorando en la puerta de la casa. Le cuenta que la justicia ha prendido y degollado a Sempronio y Pármeno. Le dicen toda la verdad a Calisto y este se lamenta profundamente, se desespera al saber que mataron a Celestina y se da cuenta de que lo ha engañado. Está preocupado porque todo el mundo se entere de sus negocios con la alcahueta.
Auto XIV
Melibea conversa con Lucrecia. Está preocupada porque Calisto ha prometido visitarla, pero se demora. Finalmente llega, acompañado por Sosia y Tristán, sus criados. Calisto y Melibea tienen relaciones, aunque ella teme perder su honor, es decir, su virginidad. Se siente pecadora y se lamenta, pero le dice a Calisto que espera recibirlo las siguientes noches. Él vuelve a su casa y se lamenta porque el encuentro fue muy breve.
Auto XV
Elicia le cuenta a Areúsa sobre las muertes de Celestina, Pármeno y Sempronio. Culpan a Calisto y Melibea por la tragedia y los maldicen. Deciden cuidarse la una a la otra. Se ponen de acuerdo para sacarle información a Sosia y para que Centurio vengue las muertes.
Auto XVI
Pleberio y Alisa hablan sobre su hija, felices porque creen que ella es virgen. Piensan en casarla. Ella escucha la conversación desde su habitación y se angustia. Reflexiona en voz alta y reafirma su amor por Calisto, su entrega total. Le pide a Lucrecia que distraiga a los padres para que dejen de hablar de aquello.
Auto XVII
Elicia va a la casa de Areúsa; Sosia también. Logran que el criado cuente todo sobre los amores de Calisto y Melibea. Les hace saber que los enamorados van a encontrarse a la medianoche en el huerto de Melibea.
Auto XVIII
Elicia y Areúsa le ruegan a Centurio que vengue las muertes sobre Calisto y Melibea. Él acepta, pero es un mentiroso y no cumple con su promesa. En cambio, planea otra forma de acción para no ponerse en riesgo.
Auto XIX
Calisto se dirige al huerto para encontrar a Melibea. Lo acompañan Tristán y Sosia. Ella lo espera junto a Lucrecia, que canta para complacerla. Una vez que Calisto está dentro del huerto, Melibea le pide que pasen el tiempo juntos conversando y sin sacarse las ropas, pero él insiste. Entonces escuchan a Traso y otros rufianes, que llegan a pedido de Centurio, para cumplir con la venganza contra los enamorados. Calisto intenta escapar por la escalera para salir del huerto, pero se cae desde las alturas y muere. Comprueban que, al caer, se destrozó su cabeza. Tristán y Melibea se lamentan profundamente. Lucrecia intenta calmar a su ama.
Auto XX
Lucrecia llama a Pleberio y le ruega que vaya a ver a su hija. El hombre la consuela y le pregunta qué le pasa. La chica dice que le duele el corazón y le pide al padre que busque unos instrumentos musicales. Ella aprovecha ese momento para subir a lo alto de una torre. El padre llega al pie de la torre. La chica confiesa todo lo sucedido con Calisto y sus amores, desde el comienzo. Luego se suicida, dejándose caer.
Auto XXI
Pleberio llora desconsoladamente, vuelve a su habitación y le cuenta a Alisa que Melibea se ha matado. Le muestra el cuerpo destrozado de la hija. Da fin a la obra con un largo parlamento en el que expresa su profunda tristeza, y reconoce que su hija ha muerto por amor y que el mundo es doloroso e injusto.
Análisis
La muerte de Celestina en el Auto XII desencadena una serie de muertes que confirman el final trágico anticipado desde el comienzo. El tono trágico predomina en esta sección y se expresa en los sentimientos de los protagonistas: preocupación, tristeza, vergüenza, desesperación, enojo, impotencia, venganza. En primer lugar, la justicia condena a la muerte a Sempronio y Pármeno por haber asesinado a Celestina. Curiosamente, mueren degollados, es decir que les cortan las cabezas. Este hecho contrasta, paradójicamente, con las burlas que ambos han proferido hacia Calisto por haber pedido la cabeza al estar enamorado de Melibea.
Calisto se lamenta por la muerte de los criados, pero sobre todo se preocupa por sí mismo, ya que cree que ha perdido su honra para siempre. Tanto es así que por un instante desea haber perdido la vida él mismo. Le preocupa tener una mala reputación en la ciudad. Esto se debe a que sus secretos, su relación con Melibea, pueden quedar expuestos. Entonces reflexiona en voz alta sobre sus próximos pasos y piensa qué le conviene hacer. Asegura que se hará el loco o simulará haber estado fuera de la ciudad para no quedar comprometido en los problemas. En ese parlamento muestra mucha cobardía y egoísmo. Rápidamente justifica las muertes de sus criados y de Celestina: a ellos los describe como atrevidos y a ella, como mala y falsa. Afirma que sus muertes son voluntad de Dios. Curiosamente, cree que su actitud es semejante a la de Ulises, protagonista de la Odisea. Es decir que no se percibe a sí mismo como desleal, cobarde, egoísta y miserable, sino que se compara con un héroe. Este fragmento es una evidencia más de que el joven no percibe la realidad con nitidez y que no es un buen caballero; no es honrado ni valiente, sino todo lo contrario.
Después de haber reflexionado así, el joven visita a Melibea. Ella lo recibe mostrándose totalmente entregada al amor, como "sierva". Pero ante la actitud lujuriosa de Calisto, le pide: "no me quieras robar el mayor don que la natura me ha dado" (Auto XIV, p. 243), refiriéndose a su castidad. Calisto insiste y termina la escena. Por otra parte, Tristán y Sosia perciben ruidos y creen entender lo que está sucediendo. Hay un nuevo corte de escena y de inmediato leemos un breve parlamento en el que Melibea se lamenta por haber perdido su "corona de virgen". Estos cortes abruptos de escena hacen que la relación sexual no aparezca narrada, sino que la infiramos a partir de las palabras que los personajes pronuncian un poco después. Aunque la doncella se siente pecadora y traidora, no se distancia de Calisto, sino que le demuestra un amor total y le pide que la visite todas las noches. Toda la secuencia demuestra una vez más que Calisto no es un buen caballero: no ha respetado los pedidos de Melibea y ha comprometido la honra de la muchacha, a pesar de que ella le ha pedido explícitamente que no lo hiciera. Ella se lamenta, pero él no lo registra. Su torpeza es tal que Sosia, uno de sus criados, lo llama "el bobo de Calisto" (p. 244). En suma, incluso en los pasajes solemnes, angustiosos y trágicos el muchacho se muestra ridículo, impulsivo y narcisista.
Aunque los encuentros entre los amantes se producen en la casa de la chica, sus padres no se dan cuenta de nada de lo que está ocurriendo. De hecho, expresan tranquilidad porque piensan que Melibea es virgen, pura y honesta. La consideran una "joya" que combina todas las características de la joven ideal de la época: belleza, castidad, riquezas y un linaje noble. No sospechan que ha tenido relaciones sexuales y que, además, les miente. Pleberio se muestra como un padre amoroso y preocupado por el bienestar de la hija, e incluso cree que ella puede elegir con quién casarse, lo cual es poco común para la época. Alisa, por su parte, está tan distanciada de la vida de su hija que cree que ella ni sabe qué es la sexualidad; que no piensa en los hombres de esa manera. La ve como una niña. Si bien la obra no los condena con un tono burlón, deja expuesto que este matrimonio burgués no percibe la realidad que lo rodea: ambos viven en una suerte de fantasía. De ese modo, estos personajes ricos también aparecen ridiculizados.
Por otra parte, a medida que avanza esta sección, el huerto de Melibea cobra cada vez más relevancia, porque Calisto entra a la casa por allí para visitarla. La noche de la muerte de Calisto, Lucrecia canta sobre la belleza de las flores y los aromas frescos del jardín. Se crea una atmósfera ideal para el encuentro de los amantes; Melibea afirma: "Todo se goza en este huerto con tu venida" (Auto XIX, p. 281). Sin embargo, el muchacho vuelve a comportarse impulsivamente: ella quiere conversar, pero él insiste con sacarle las ropas. En medio de esa discusión, escuchan ruidos en la calle y Calisto intenta escapar. Tratando de bajar las altas escaleras por las que ha entrado a la casa, cae y muere de inmediato. Esta muerte es presentada, como la de Celestina, en la voz del personaje: "¡Oh, válame Santa María! ¡Muerto soy! ¡Confesión!" (Auto XIX, p. 284). Se trata de una muerte absurda, patética, humillante para un caballero; con ella se potencia la parodia de la ficción sentimental. Su cabeza queda destrozada en la calle y sus sesos repartidos por los rincones. Esa imagen refuerza la metáfora del enamoramiento como pérdida de la razón, de la claridad mental. Además, sirve para señalar la enseñanza central de la obra: desde lo alto, se producen caídas fatales; traspasar los límites es muy peligroso.
Es interesante señalar que, de alguna manera, el poder de Celestina sigue operando en las vidas de los amantes incluso después de su muerte. Por un lado, tal como afirma Lucrecia, ahora que la anciana no está más, no hay nadie en la ciudad que pueda reparar el "virgo" de Melibea, es decir, hacerla pasar por virgen. Eso enfatiza la condena de la chica por haber tenido relaciones sexuales. Por el otro, la huida fatal de Calisto se produce porque oye ruidos en la calle. Se trata de la llegada de unos rufianes que buscan vengar las muertes de Celestina, Sempronio y Pármeno a pedido de Areúsa y Elicia. Las jóvenes prostitutas han tramado esa venganza usando las herramientas y estrategias que han aprendido de la alcahueta: la sensualidad y el engaño a través de las palabras. Así logran obtener información de Tristán y Sosia y mandan a los rufianes a la casa de Pleberio en el momento indicado.
Finalmente, la tragedia se completa con el suicido de Melibea. Esta muerte se presenta de un modo más netamente trágico: no hay componentes burlones en la escena del suicidio. Y tampoco los hay en el lamento final de Pleberio. Además, a ambas instancias se les dedican muchas páginas: la obra se detiene para narrar la tragedia final en detalle y mostrar el profundo sufrimiento que genera. La narración parece perdonar a la figura de la doncella; no la culpa por lo sucedido, ya que es víctima del engaño. A Celestina, Calisto, Sempronio y Pármeno sí se les adjudica, en cambio, cierta responsabilidad por la tragedia, ya que todos se comprometieron en engaños, traiciones y delitos. A Melibea, no. Un componente importante de ese cuidado del personajes es que la muchacha confiesa toda la verdad antes de dejarse caer desde lo alto de la torre. Le cuenta al padre todo lo sucedido con la alcahueta y con Calisto; admite haber perdido la virginidad y la culpa que siente por haber deshonrado a la familia. Esto la devuelve del lado de la verdad, limpiando su imagen. En sintonía con ello, el padre la llora con amor genuino y no la trata de pecadora (como ella misma se siente al morir). La justicia literaria la condena a la muerte pero, de alguna manera, perdona su reputación.