La ciudad y el campo
La oposición entre el campo y la ciudad ha sido un tópico central para la literatura argentina durante los siglos XIX y XX. Sin embargo, su centralidad en la cultura nacional no se agota en discusiones de carácter meramente estético, sino que posee vinculaciones con una multiplicidad de discursos culturales y políticos referidos a la identidad de la nación. La relación entre ambos conceptos no está exenta de tensiones: mientras que la ciudad fue asociada por las distintas élites políticas a la civilización, el progreso y la población; el campo se vinculó a la barbarie, lo salvaje y lo inhóspito. Más allá del hecho de que los distintos autores privilegien uno u otro término de la oposición, lo cierto es que ambos espacios son centrales para la tradición cultural argentina. Borges retoma esta tradición como un elemento central de toda su producción literaria.
En el caso de Fervor de Buenos Aires, el propio título de la obra remite a la centralidad que el tema de la ciudad tendrá en el suceder de los poemas. Sin embargo, Borges no toma como objeto de inspiración el centro urbano, sino que elige ubicarse en los márgenes de la urbe, en esos espacios liminales que delimitan la ciudad y el campo. Allí situado, el yo poético que se construye en Fervor de Buenos Aires discurre y reflexiona tanto acerca de uno como del otro.
Cabe mencionar que, aunque ambos territorios son parte de su identidad, de su patria y su literatura, es la ciudad de Buenos Aires la que recibe un mayor tratamiento literario por parte del autor. Sobre ello, el especialista Robin Lefere señala que la caracterización de Buenos Aires que realiza Borges es una “representación mítica” por tres sentidos: en principio, porque “pretende revelar la esencia de Buenos Aires”. Además, porque “Pretende revelar, al mismo tiempo que la esencia de Buenos Aires, la esencia de lo criollo (lo auténticamente argentino, la «argentinidad»)”. Finalmente, porque en la descripción de la ciudad que hace Borges, se genera “una percepción de tipo religiosa” (2007: 150 y 151).
En otras palabras, el ‘carácter mítico’ que señala Lefere se explica por el hecho de que la descripción borgeana de Buenos Aires construye cierta esencialidad -o si se quiere, cierta espiritualidad- de la ciudad y de lo criollo, mientras que, por otro lado, produce un relato del tipo mitológico sobre la ciudad. En este último sentido deben comprenderse los distintos pasajes en los que Buenos Aires se presenta atemporales o eternos -“Serena,/ la eternidad espera en una encrucijada de estrellas” (23)-, al igual que aquellos en los que se describe como un espacio sagrado:
“Grandiosa y viva
como el plumaje oscuro de un Ángel
cuyas alas tapan el día
la noche pierde las mediocres calles.”
(43)
El arrabal
En Borges, un escritor en las orillas, Beatriz Sarlo explica que Borges se inspira en un Buenos Aires de principios del siglo XX para la creación de Fervor de Buenos Aires. Se trata de un periodo en el que los progresos que trajeron consigo modernidad, las grandes innovaciones tecnológicas y urbanísticas que terminarían de modificar el aspecto de las grandes ciudades, todavía no se han generalizado. Entre todos los espacios que el yo poético de Fervor de Buenos Aires recorre, son las orillas o los arrabales los que más se privilegian en los poemas. Si bien los términos ‘orilla’ y ‘arrabal’ no son idénticos, ambos remiten, tal como menciona Sarlo, a eso “barrios alejados y pobres, limítrofes con la llanura que rodeaba a la ciudad” (1995: 19). Estos espacios se encuentran en las periferias que dividen la ciudad del campo y tienen debido a ello un carácter híbrido, en tanto no terminan de pertenecer a ninguno de los dos. Esa hibridez define toda la primera etapa de la producción borgeana: “Borges se detiene precisamente allí y hace del límite un espacio literario. En «las orillas», define un territorio original, que le permite implantar su propia diferencia respecto del resto de la literatura argentina” (1995: 20).
La metafísica
Borges es un gran conocedor de filosofía tanto occidental como oriental, y en su producción poética y narrativa tiende a expresar, discutir y problematizar ideas fundamentales de distintas tradiciones filosóficas. Sobre todo, los intereses de Borges giran en torno a la metafísica, área de la filosofía que se pregunta acerca de la naturaleza del ser y de la realidad, y que desarrolla aproximaciones en torno a conceptos como el tiempo, el espacio y la existencia, entre otros.
Entre los principales referentes de los que se nutre la obra borgeana podemos destacar a Schopenhauer, Platón, Leibniz y Hume. A su vez, la corriente filosófica más fácilmente rastreable en sus textos es el idealismo. Sobre ello, el filósofo Pablo Pachilla explica:
“El término idealismo cobra en Borges dos sentidos o puede traducirse en dos postulados diferentes, que corresponden con la equivocidad del término en la propia tradición filosófica. El primero, que el mundo es la representación de un sujeto (Alguien), y en este sentido el mundo es «ideal» (...). En un segundo sentido, «idealismo» alude a la doctrina platónica de las Ideas, de acuerdo con la cual –en sus variadas formulaciones– estas poseen mayor realidad que lo que se nos presenta en el mundo sensible” (2015: 60 y 61).
Tenemos, por lo tanto, dos tradiciones idealistas diferentes, e incluso antepuestas, coexistiendo en el seno de la obra de Borges. Mientras que una construye la idea de que el mundo es ilusorio, un efecto del pensamiento humano, la otra considera que el mundo material es un reflejo imperfecto y derivado del mundo ideal. En este sentido, la idea abstracta, asequible a través del pensamiento, es más importante para la producción del conocimiento que la experiencia sensible. Ambas acepciones, como veremos en este estudio, se presentan a lo largo de los poemas de Fervor de Buenos Aires.
El tiempo
De todas las preguntas que la metafísica se hace, aquellas que giran en torno al problema del tiempo son de las que más recurrencia tienen en la obra de Borges. Este tema fundamental para el autor es transversal a toda su obra, y puede rastrearse Fervor de Buenos Aires, su primer libro de poesía, hasta sus últimas producciones. La inmensa cantidad de estudios críticos en torno al tema borgeano del tiempo dificulta un análisis exhaustivo de cada uno de los aspectos que puede llegar a presentar. Sin embargo, basta mencionar que el autor estaba fascinado con este concepto y que problematiza en sus textos distintas manifestaciones temporales, tales como el instante, la eternidad, el tiempo cíclico, el tiempo cronológico y el infinito, entre otros.
Para ello, Borges recurre a las conceptualizaciones de diversas culturas, ciencias, artes y corrientes filosóficas. De hecho, en su ensayo Historia de la eternidad, el autor realiza un recorrido sobre el tema en el que recurre a los postulados de Platón, Nietzsche y a las cosmovisiones de las culturas griegas, nórdicas y judeocristianas. En el caso de Fervor, cabe mencionar que, muchas veces, el autor presenta sus reflexiones ocultas en imágenes o descripciones, en apariencia, banales, como una puesta de sol, la existencia de una flor, o una caminata nocturna.
La identidad
“Las calles”, el primer poema de esta selección, comienza con dos versos que ofrecen una clave de lectura útil para todo el conjunto: “Las calles de Buenos Aires / ya son mi entraña” (18). El yo poético establece una relación de mutua correspondencia entre las calles arrabaleras de la ciudad de Buenos Aires y el cuerpo mismo del poeta: su identidad.
En términos generales, la identidad puede ser definida como el conjunto de rasgos, características y acciones que definen a un individuo, que lo vuelven consciente de sí mismo. En este poemario, el sujeto adquiere su identidad en el momento mismo en que reconoce la ciudad, reflejándose con ella y codificándola como parte constitutiva de su subjetividad. Al respecto, la crítica Sylvia Molloy señala que “se trata, temáticamente y hasta formalmente, de una poesía de errancia, de flânerie: textos organizados en torno a un sujeto deambulante que percibe la ciudad y, en esa percepción, se percibe a sí mismo (...), autorretrato evanescente contra una ciudad en transición que es a la vez telón de fondo y substancia misma del yo” (1999: 192 y 193).
Es en el tránsito errante que la voz poética borgeana adquiere conciencia de sí misma, una autoconciencia que, sin embargo, no es fija, sino inestable y fugaz como una caminata nocturna en una perdida calle arrabalera.
La soledad
“He nombrado los sitios / donde se desparrama la ternura / y estoy solo y conmigo” (45). Estos versos pertenecen a “Cercanías” uno de los pocos poemas que integran Fervor de Buenos Aires en los que se hace explícito el modo en que el tema de la soledad se relaciona con las descripciones de la ciudad y el andar errante del individuo en sus calles.
Sin embargo, el hecho de que no abunden referencias explícitas al tema de la soledad, no implica que este tópico deje de ser un elemento central de la mayoría de los títulos que componen esta selección, títulos en los que el yo lírico se constituye como un individuo solitario que yerra sin rumbo a través de las distintas calles de la ciudad. De hecho, esta soledad constitutiva se presenta como la condición necesaria que le permite a este personaje expresar sus reflexiones filosóficas y estéticas, al tiempo en que impregna a los poemas de un aura de nostalgia y melancolía.
La nostalgia
Borges escribe la primera edición de Fervor de Buenos Aires al volver de Europa en 1923, en un periodo en el que los procesos de modernización, las innovaciones tecnológicas, las migraciones masivas y el crecimiento demográfico estaban cambiando por completo el paisaje urbano. Esto estimula el intento, por parte del autor, de recrear una imagen de la ciudad que se encontraba amenazada, que estaba por perderse. En palabras de la crítica Beatriz Sarlo:
Cuando Borges regresa de España, en 1921, Buenos Aires entraba en una década de cambios vertiginosos: la ciudad de la infancia coincidía sólo en parte con la que se estaba construyendo. Borges llega a una ciudad que debe recuperar (como él lo dijo entonces), después de siete años de ausencia: recuperar, en una Buenos Aires transformada, a la ciudad de sus recuerdos y también recuperar esos recuerdos frente a un modelo que estaba cambiando. Borges debía recordar lo olvidado de Buenos Aires en un momento en que eso olvidado comenzaba a desaparecer materialmente. Esta experiencia encuentra su tono poético: la nostalgia de Fervor de Buenos Aires (1995: 9).
Como vemos, la nostalgia se presenta como un tópico central a lo largo de los poemas que conforman esta selección. Se trata de un sentimiento transmitido por un yo poético que transita en soledad los arrabales y las calles perdidas de los barrios más alejados, espacios que, a pesar de aún permanecer a salvo de los cambios que trae la modernización, tienen los días contados.