Fervor de Buenos Aires

Fervor de Buenos Aires Borges, un flâneur en Buenos Aires 

Flâneur es un término francés que significa ‘paseante’, y remite a aquel individuo que camina o vaga sin rumbo por las calles de la ciudad. El flâneur se transformó en un tipo recurrente de la literatura francesa durante el siglo XIX, y fue a partir de su aparición en la obra del poeta Charles Baudelaire, y el análisis que de ella hizo el gran ensayista y filósofo Walter Benjamin, que el término se volvió un objeto de gran interés, tanto artístico como académico.

Para comprender la aparición del flâneur como un tipo social indisociable del paisaje urbano francés debemos retrotraernos a la Revolución Industrial, que comenzó en Europa durante la segunda mitad del siglo XVIII y finalizó en la primera del XIX. Este periodo se caracterizó por presentar una de las mayores transformaciones tecnológicas, económicas y sociales vistas, así como el paso de una economía de carácter rural a una urbana, mecanizada e industrializada.

Con la Revolución Industrial se produjo un cambio en la geografía de las potencias nacionales debido a la industrialización de los grandes centros urbanos y las migraciones internas masivas de los campos hacia estos. Ello produjo una gran concentración poblacional y la necesidad de adaptar la ciudad, en términos tanto habitacionales como comerciales, transformando por completo la realidad urbana.

En medio de este nuevo paisaje urbano signado por las multitudes, las fábricas y las ofertas comerciales, nace el flâneur: un paseante callejero que camina sin rumbo y en una actitud contemplativa, abierto a las experiencias de la vida urbana y moderna.

Como decimos, uno de los escritores que más se abocó a la representación de este personaje urbano fue Charles Baudelaire, uno de los poetas más representativos del siglo XIX. Sin embargo, basta una rápida lectura a los poemas que integran Fervor de Buenos Aires para darnos cuenta de que la caracterización del flâneur describe con bastante precisión al yo poético que se construye a lo largo del poemario: casi cien años después del nacimiento de Baudelaire, y en una Buenos Aires que recién está comenzando a verse modificada por la fuerza del progreso, Borges nos presenta a una subjetividad que se dedica a pasear por las calles más alejadas de los centros urbanos, mientras reflexiona perezosamente acerca de la filosofía, los recuerdos y el cambio.

En Las letras de Borges y otros ensayos, la crítica Sylvia Molloy señala las coincidencias y los alejamientos entre los flâneurs de ambos autores: Comienzo por un acercamiento evidente, el que permiten dos libros, Fervor de Buenos Aires y el Tableaux parisiens. En los dos casos se trata, temáticamente y hasta formalmente, de una poesía de errancia, de flánerie: textos organizados en torno a un sujeto deambulante que percibe la ciudad y, en esa percepción, se percibe a sí mismo (...). El hecho de que en ambos casos (...) sea una ciudad en vías de modernización -París a punto de volverse «capital del siglo diecinueve», Buenos Aires despojándose de restos de Gran Aldea-” (1999: 192). Tenemos en ambos casos la construcción de un individuo que percibe la ciudad y, en ese mismo movimiento, adquiere conciencia de sí mismo, incorpora la ciudad como un elemento propio y la hace parte de su identidad. En palabras de Borges: “Las calles de Buenos Aires / ya son mi entraña” (17).

Cabe señalar, sin embargo, una diferencia fundamental respecto a la construcción del flâneur que realizan ambos autores: mientras Baudelaire sitúa a su yo poético en el centro de la ciudad, rodeado de vitrinas y de una muchedumbre entre la que este se siente parte, aunque también ajeno; el de Borges elige transitar aquellas calles periféricas de la ciudad, espacios despoblados que aún no han sido tocados por la vertiginosa violencia del progreso. Desde allí, este flâneur porteño contempla nostálgicamente el paisaje mientras se aferra literariamente a una imagen urbana cuya apariencia está a punto de transformarse por completo.

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