Jardín
Resumen
El poema se inicia con una descripción de un paisaje patagónico junto a sus sierras, médanos y tierras secas de escasa vegetación. En medio de este, un pequeño jardín destaca y suaviza el paisaje como “un día de fiesta en la pobreza de la tierra” (34).
Análisis
“Jardín” constituye una excepción respecto al resto de los títulos que componen esta colección, en la medida en que no nos presenta a un yo poético ubicado en la ciudad o sus inmediaciones, sino que se sumerge por completo dentro de los sectores más áridos de Chubut, provincia de la Patagonia argentina. A su vez, es el único título que lleva, al pie del texto, los datos de su creación: “Yacimientos del Chubut, 1922” (34).
Aunque no abunden los textos críticos sobre este poema de Borges, los datos contextuales con los que se acompaña sugieren que puede haberse originado cerca de los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia, una de las ciudades más pobladas de la provincia. Para la época en que se encuentra fechado el texto, el paisaje desértico de Comodoro había comenzado a transformarse, producto de las poblaciones que se mudaron allí para trabajar en las perforaciones de petróleo que comenzaron a realizarse a partir del descubrimiento de este valioso bien. De este modo, el jardín al que alude el texto sería más un producto de la intervención humana que algo propio del paisaje natural.
El poema se inicia con una descripción de los paisajes chubutenses en el que no se escatiman imágenes visuales, táctiles y personificaciones para dar cuenta de la aridez del territorio:
Zanjones,
sierras ásperas,
médanos,
sitiados por jadeantes singladuras
y por las leguas de temporal y de arena
que desde el fondo del desierto se agolpan.
(34)
‘Sitiar’, ‘agolpar’, ‘jadeantes’: estas palabras tienen como objetivo darle un carácter animado al desierto patagónico, al tiempo que lo presentan como un lugar inhóspito y hostil. Incluso pueden ser interpretadas en conjunto dentro del campo léxico de las guerras o las batallas a caballo.
En medio de este paisaje, un pequeño jardín contrasta alegremente con la aridez del entorno:
Todo el jardín es una luz apacible
que ilumina la tarde.
El jardincito es como un día de fiesta
en la pobreza de la tierra.
(34)
Como vemos, el carácter “apacible” del jardín cambia radicalmente la percepción del lugar. Su belleza lo ‘ilumina’, metáfora que se vincula a la idea de la luz como aquello que se opone al mal, a lo vil y lo sórdido. Finalmente, la tierra desértica se define mediante la metáfora de la ‘pobreza’, en alusión al hecho de que carece de plantas y árboles. En esta tierra pobre, el jardín se presenta como una excepción hermosa, aunque breve; de ahí que se compare con ‘un día de fiesta’.
Inscripción en cualquier sepulcro
Resumen
Este poema reflexiona acerca de lo que es universal y perdura tras la muerte de los individuos, y aquello que, por el contrario, cae indefectiblemente en el olvido. Los nombres, las opiniones, los logros y acontecimientos vividos por las personas tienden a desaparecer con el tiempo. La esperanza, el dolor y el goce son sentimientos universales y, por lo tanto, inmortales.
Análisis
El yo lírico inicia su reflexión acerca de la muerte utilizando la figura retórica de la personificación con el objetivo de caracterizar los sepulcros que, realizados en mármol, llevan impresos los epitafios de los muertos:
No arriesgue el mármol temerario
gárrulas transgresiones al todo poder del olvido,
enumerando con prolijidad
el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria.
Tanto abalorio bien adjudicado está a la tiniebla.
(35)
De este modo, los primeros versos contienen una expresión de deseo respecto a lo que no debería ser recordado de las personas cuando mueran. Poco importan los nombres, las hazañas y la nacionalidad; estas cualidades son como ‘abalorios’, mostacillas que, aunque se sumen las unas a las otras, caerán irremediablemente en el olvido, en ‘la tiniebla’.
En su lugar, el poema propone recordar “Lo esencial de la vida fenecida”, es decir, de la vida que se ha acabado: “La trémula esperanza,/ el milagro implacable del dolor y el asombro del goce”. Esperanza, dolor y goce, por tanto, conforman lo esencial de la vida, aquello que “siempre perdurará” (35), debido a que todas las personas lo comparten.
Para el yo lírico, entonces, resulta absurdo esperar que sea aquello que nos vuelve personas singulares lo que prolongue nuestro recuerdo tras la muerte. Por el contrario, es lo que nos hermana con el resto de las personas, aquello que nos vuelve iguales, lo único que puede garantizarnos cierta permanencia en el tiempo:
Ciegamente reclama duración el alma arbitraria
cuando la tiene asegurada en vidas ajenas,
cuando tú mismo eres el espejo y la réplica
de quienes no alcanzaron tu tiempo
y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.
(35)
La vuelta
Resumen
El yo poético, que vuelve a su casa de la infancia luego de "los años del destierro" (36), se pregunta cuánto tiempo deberá transcurrir hasta volver a acostumbrarse a ella como antes.
Análisis
Tal como sugiere su título, este poema versa sobre la experiencia de volver a la tierra de origen “Al cabo de los años del destierro” (36). Considerando que Borges comienza a escribir este poemario entre 1921 y 1922, tras pasar varios años viviendo en Europa, es posible postular que la voz poética coincide en este texto con la figura del autor. Se trata de un yo poético que redescubre nostálgicamente su ciudad de origen y transforma esa experiencia en un motor para su producción literaria. Sobre ello, la crítica Beatriz Sarlo señala:
Cuando Borges regresa de España, en 1921, Buenos Aires entraba en una década de cambios vertiginosos: la ciudad de la infancia coincidía sólo en parte con la que se estaba construyendo. Borges llega a una ciudad que debe recuperar (como él lo dijo entonces), después de siete años de ausencia: recuperar, en una Buenos Aires transformada, a la ciudad de sus recuerdos y también recuperar esos recuerdos frente a un modelo que estaba cambiando. Borges debía recordar lo olvidado de Buenos Aires en un momento en que eso olvidado comenzaba a desaparecer materialmente. Esta experiencia encuentra su tono poético: la nostalgia de Fervor de Buenos Aires” (1995: 9).
De este modo, vemos sucederse distintas imágenes del barrio a través de la mirada de un yo poético que se pregunta cuánto tiempo deberá pasar hasta volver a sentirse identificado con el lugar de su infancia. Así recorre “antiguos caminos/ como si recobrara un verso olvidado”, comparación que asemeja a las calles del barrio con los poemas, lo que sugiere el valor estético que los tranquilos barrios de Buenos Aires tienen para el autor. También se pregunta cuánta “quebradiza luna nueva/ infundirá al jardín su ternura” (36) antes de sentirse nuevamente en casa. Aquí, el poema hace uso de la figura retórica de la personificación para dar cuenta del modo en que la luna -de una belleza delicada, ‘quebradiza’ y ‘tierna’- ilumina el patio de su hogar.
Afterglow
Resumen
El poema da cuenta de lo conmovedor que es el último resplandor del cielo tras el ocaso, momento en que la llanura se tiñe de rojo, como si el espacio tuviera “miedo de la sombra” (37). Ese resplandor es tan breve que desaparece en cuanto lo advertimos.
Análisis
Al igual que otros títulos de esta selección, en “Afterglow” se aprovecha la descripción de una puesta de sol para transmitir reflexiones metafísicas borgeanas acerca del tiempo y la realidad. Aquí, el poema describe lo conmovedor del resplandor crepuscular durante ese momento del día en que, aunque el sol ya se ha escondido por completo, sus últimos rayos aún pintan tenuemente el paisaje de un color rojizo:
Pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumbra la llanura
cuando el sol último se ha hundido.
(37)
Como es usual en la primera etapa de Borges, sus poemas abundan en personificaciones y metáforas en las descripciones de los paisajes y las calles arrabaleras. En este caso, el hecho de que el sol ‘herrumbre’ la llanura alude a la iluminación rojiza, similar al óxido, que toma el paisaje cuando el sol se oculta en el horizonte.
La luz crepuscular, esa que se produce justo en el momento previo al anochecer, tiene una corta duración. Esta brevedad inspira al yo poético y le induce a reflexionar acerca del instante, una de las expresiones del tiempo que, por su fugacidad e intensidad, más le interesa a Borges. La luz “tirante y distinta” del crepúsculo hace que todo parezca una “alucinación” que lo lleva a dudar del propio estatuto de la realidad. Sin embargo, esta imagen desaparece rápidamente, “como cesan los sueños/ cuando sabemos que soñamos” (37).