La esclavitud
El tema principal que estructura toda la novela es la esclavitud de los negros traídos desde el continente africano a las colonias españolas y francesas en América, con el propósito de servir como mano de obra en el proceso productivo y extractivo de la época colonial. Las cuatro partes del libro presentan diferentes momentos de la historia de las revoluciones haitianas y a sus diversos protagonistas, pero todas ellas hacen énfasis (y esto se comprueba claramente en las páginas finales) en que la dificultad no se encuentra en derrotar las fuerzas concretas que nos dominan (para este caso, serían las fuerzas armadas de los imperios coloniales), sino en derrocar las prácticas y modelos sociales de una figura degradante como la esclavitud. Así, a través de Ti Noel se presenta más de medio siglo de luchas y vaivenes políticos en medio de los cuales la colonia hiatiana se convirtió en un imperio, se dividió luego en una república y una monarquía tiránica y se integró finalmente en una república que repitió los esquemas de dominación de la colonia y de la monarquía.
Carpentier no se dedica a describir el modelo colonial europeo ni pinta cuadros costumbristas cargados de patetismo, como han hecho otros autores, sino que da por sentado que el lector bien conoce las características del modelo esclavista colonial, y se centra entonces en las tensiones y los contrapuntos que existen y surgen de la convivencia de las cosmovisiones europeas y africanas. La esclavitud es así denunciada no sólo como una forma de ejercer poder sobre los cuerpos de los esclavos, sino como un complejo sistema de dominación y sometimiento simbólico, cultural que invisibiliza -y trata de hacer desaparecer completamente -las cosmovisiones de los pueblos sometidos.
Finalmente, la esclavitud queda planteada como una estructura de dominación mutable y no erradicada de la isla: los esclavos negros han ganado su libertad y han establecido sus propias formas de gobierno, pero estas han creado nuevas formas de explotación que siguen reproduciendo las mismas estructuras sociales: los negros o mulatos pobres siguen produciendo, acuciados por el látigo de los nuevos amos, para entregar la producción a una estructura superior que solo les entrega migajas.
La lucha por la libertad
Carpentier dedica su novela a los turbulentos procesos que atravesó la población negra de la colonia francesa de la Española hasta la fundación de Haití. Estrechamente relacionado al tema de la esclavitud, entonces, se presenta el tema de la lucha activa de la población negra por la obtención de su libertad.
Hay tres sublevaciones históricas que el escritor recupera en su novela: la primera es la efectuada por Mackandal, que comienza con el envenanmiento de los colonos blancos y se extiende hasta la sublevación de los esclavos en la hacienda de los Dufrené. Si bien como revolución no surte grande efectos, marca un hito en la historia de Haití, y Mackandal es considerado el primer gran revolucionario.
La segunda revolución es las impulsada por el sacerdote vudú, Boukman. Se trata de una sublevación en extremo sangrienta que marca efectivamente la caída del régimen colonial tal como se había sostenido hasta el momento. Si bien los franceses logran sofocarla, dando muerte a Boukman y masacrando a los esclavos negros que han tomado parte, el germen de la revolución no es extinguido y pronto surgen nuevos generales que congregan a las poblaciones negras y continúan la lucha hasta expulsar a los franceses y fundar Haití. Entre ellos destaca Jean-Jacques Dessalines hasta que es traicionado en 1806 por sus seguidores, Pétion y Henri Christophe (aunque Carpentier nada de esto dice en su novela), quienes se dividen las tierras y fundan una república y un reino, respectivamente. De esa tercera revolución nace el reino de Haití, con corte en Sans-Souci, a la que Carpentier dedica la tercera parte de su libro.
La tiranía y el despotismo
La idea de un gobierno ejercido por un tirano o una figura despótica, que no se somete a ninguna ley, está presente en toda la obra, aunque se desarrolla especialmente en sus dos últimas partes.
La mayor figura del tirano se encarna en el personaje de Henri Christophe. Esclavo liberto, cocinero, general de la colonia y luego del ejército revolucionario, el ambicioso seguidor de Jean-Jacques Dessalines traiciona a su jefe y líder de la revolución para autoproclamarse rey de Haití en el norte. Ostentando este nuevo título, congrega a la población negra y promete un reino próspero y libre para todos aquellos antiguos esclavos. Sin embargo, en la práctica estos ideales terminan siendo una ilusión: Henri Christophe crea una nobleza al estilo europeo y un ejército comandado por sus seguidores y somete al campesinado a trabajos forzados con una brutalidad que en nada se diferencia del esclavismo colonial. Así, utilizando a los negros como mano de obra descartable, construye su palacio de Sans-Souci y la fortaleza de La Ferrière.
En la tercera parte de la novela Ti Noel puede experimentar en carne propia la tiranía del monarca negro: los soldados de Christophe lo apresan y lo fuerzan a trabajar, a pesar de su vejez, en el acarreo de ladrillos para la construcción de La Ferrière. El pobre viejo no puede hacer nada más que obedecer, puesto que cualquier queja implica la muerte directa, como es capaz de comprobarlo constantemente a su alrededor.
La brutalidad con la que Henri Christophe somete a su pueblo termina produciendo una nueva sublevación, esta vez en contra del gobernante negro. Al ver que todos lo han abandonado, el monarca se suicida.
Las religiones haitianas
La dimensión religiosa es un tema de importancia fundamental en El reino de este mundo. Carpentier muestra cómo las revoluciones haitianas están estrechamente relacionadas a las creencias religiosas de la población negra: tanto Mackandal como Boukman, los dos primeros grandes revolucionarios, son sacerdotes vudú y sus prácticas religiosas son un factor fundamental en su liderazgo.
Si bien Carpentier no se detiene a explicar o describir en detalle las cosmogonías africanas que operan simbólicamente en la población haitiana, hace referencia a la religión de los Orillas y a los Loas mayores: los Orillas (actualmente se los llama Orishas) congregan a una serie de deidades de la religión Yoruba a las que se les rinde culto en el Caribe; muchas veces también se las menciona como las deidades de La Otra Orilla o de la Gran Orilla, haciendo referencia, por supuesto, a su África de origen. En la religión vudú, a su vez, se denomina Loas a los espíritus que sirven como vínculos entre los humanos y la deidad mayor del mundo sobrenatural, Bondye. Existen muchas familias de Loas, pero Carpentier se refiere en su novela principalmente a los Radá, considerados los más antiguos y los guardianes de los principios morales. Hay tres Loas que se mencionan explícitamente en la novela: Damballah, que representa el principio masculino de la naturaleza y es una de las deidades con mayor culto en Haití, Papá Legba, el espíritu de los caminos, que propicia la conexión entre el mundo terrenal y el sobrenatural, y Ogún de los Hierros, el espíritu protector de los guerreros y de la guerra.
A su vez, Carpentier dedica extensas descripciones a los ritos vudú, especialmente en su relación con personajes históricos importantes, como Mackanda, Boukman o Paulina Bonaparte. En todos ellos destaca el sacrificio de animales como una forma de establecer la conexión entre el mundo sobrenatural y el mundo humano.
A pesar de esta profusión religiosa, cabe destacar que en la novela no se sistematizan de ninguna manera los ritos, y las prácticas religiosas aparecen solapadas o superpuestas entre sí. Esto representa justamente el estado religioso de la isla, en donde conviven diferentes cultos y creencias dentro de las comunidades de esclavos. Haití fue, en ese sentido, un crisol de cosmovisiones que convivieron por siglos y fueron mestizándose para producir nuevos sistemas de creencias a partir de esa fusión necesaria e inevitable.
Los derechos del hombre
Las revoluciones contra el régimen colonial que suceden en Haití se insertan en un periodo histórico de grandes crisis en los paradigmas tradicionales y en la caída de lo que se daba en llamar "el antiguo régimen", propiciada por la Revolución Francesa de 1789. Tras la revolución y la conformación del Directorio como sistema de gobierno en Francia, la declaración de los Derechos del Hombre (en la que participó Robespierre, entre otros) repercute directamente en las colonias.
Dicha declaración asentaba las bases para un proyecto de Nación libre e igualitaria -según los cánones de la época -y giraba en torno a 4 grandes ideas: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Estas ideas tuvieron consecuencias directas sobre las colonias, como la abolición de la esclavitud, declarada en 1795, que no fue cumplida por muchos gobiernos coloniales, pero que provocó estallidos sociales fundamentales para los procesos de emancipación que atravesaban a todo el continente americano.
En El reino de este mundo hay referencias implícitas a estas ideas y a cómo prenden y germinan en La Española. La sublevación de Boukman, por ejemplo, está alimentada en parte por la noción de que estos derechos fundamentales no están siendo cumplidos en las colonias francesas, y son una respuesta clara a los gobiernos de alineamiento monárquico que no aplican las nuevas formas de gobierno desarrolladas en Francia.
La abolición de la esclavitud
Como consecuencia de la Revolución Francesa, el directorio a cargo del gobierno de la nueva nación declara la abolición de la esclavitud en 1795. Sin embargo, las colonias se muestran reticentes a aplicar aquel edicto, puesto que a los terratenientes les significa la pérdida de enormes ganancias que están acostumbrados a obtener a costa de la explotación de sus esclavos. Esto genera en las islas del Caribe un clima de tensión política y social que sirve como telón de fondo a la novela, especialmente a la segunda parte. Los gobernadores del Cabo, por ejemplo, se presentan como monárquicos poco dispuestos a aceptar las ideas liberales, y no hacen nada por hacer cumplir las nuevas leyes.
La revuelta de Boukman, si bien es acallada, pone de manifiesto la problemática de las colonias en relación a los esclavos libertos. En Haití la solución que quiere aplicar el gobernador de Cabo, Rochambeau, es extrema: el exterminio de toda la población negra de la isla. Los planes de Rochambeau, sin embargo, fracasan, y nuevas revoluciones sacuden a la isla cuando el ejército francés trata de reconquistarla con nuevas órdenes de Napoleón, quien ya se ha proclamado Primer Cónsul de Francia.
El intento de recuperar la isla es producto también de un nuevo edicto proclamado por Napoleón en 1802 que deja sin efecto la abolición de la esclavitud. Este es uno de los hitos que marcan el fracaso de los ideales revolucionarios: los Derechos del Hombre no aplican para toda la población: mejor es que los negros sigan siendo esclavos, porque si no Francia pierde mucho poderío al no tener esa mano de obra históricamente gratuita.
No sería sino hasta 1842 que Francia volvería a prohibir la esclavitud.
El sincretismo cultural y la aculturación
El reino de este mundo pone de manifiesto unas mecánicas que históricamente se han generado en las colonias de las grandes potencias europeas: el sincretismo cultural por un lado, y la aculturación por otro.
El sincretismo cultural implica la fusión de prácticas culturales de diferentes poblaciones que conviven en un mismo territorio y una misma época, y atraviesa todas las dimensiones de la vida: la comida, la arquitectura, la vestimenta, las prácticas religiosas, etc. De esta fusión nace la idea de lo criollo en tanto que producto local de una determinada región, nacido del contacto constante entre diversos pueblos. En Haití, por ejemplo, los franceses en contacto con el clima, la fauna y la vegetación de aquellas tierras y con los españoles de la otra parte de la isla, produjeron nuevas costumbres culinarias, adaptaron la arquitectura del viejo continente a las necesidades y posibilidades de la isla, adoptaron costumbres nuevas para sus vestimentas, sus canciones, etc. Todo ello se ve en las descripciones que Carpentier hace de Ciudad del Cabo, donde las culturas conviven y se mezclan día tras días.
Un proceso diferente, y que pone de manifiesto la violencia y la brutalidad de los sistemas coloniales, es la aculturación. Este concepto describe los procesos en los que un pueblo o una cultura debe adaptarse a otra, nueva, generalmente impuesta, a costas de perder los rasgos de la cultura propia. La aculturación implica una relación asimétrica en la que una población debe abandonar los rasgos culturales propios para poder sobrevivir y adaptarse a una cultura que se impone. Esto es lo que sucede con los esclavos negros, cuya cultura y religión están prohibidas, y sobreviven clandestinamente. Por ejemplo, la música de tambores estaba prohibida en las haciendas, y solo se les permitía a los negros ejecutarla en algunos días de fiesta. La religión de los esclavos también estaba prohibida, y los rituales religiosos eran severamente castigados con torturas e incluso con la muerte.
Así, es necesario distinguir estos dos procesos que conviven en las colonias y que son una cara visible de los sistemas de dominación y sometimiento: los franceses en Haití propician un sincretismo cultural a lo largo de generaciones, por el simple contacto con otras culturas, sin que en ello pierdan su cultura francesa o tengan que ocultarla. Los esclavos africanos, en cambio, son sometidos a un proceso violento de aculturación que destruye, al cabo de generaciones, sus vínculos con su su tierra de origen y sus creencias. Esta es una de las razones por la que entre ellos terminan coexistiendo prácticas rituales de diversos orígenes, con sus ritos confundidos, borrados o reinterpretados: todo ello da cuenta de la ruptura en las cadenas de transmisión cultural que los procesos de aculturación implican.