El reino de este mundo

El reino de este mundo Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos I a IV

Resumen

I. Las cabezas de cera

Ti Noel, un esclavo de origen africano, acompaña a su amo, Monsieur Lenormand de Mezy, al Cabo Francés para participar en una compra de caballos para la cría. De allí, ambos se dirigen a los comercios del pueblo y Lenormand entra a una peluquería a rasurarse. Ti Noel se queda en la entrada, contemplando los productos exhibidos en los frentes de los locales. En la peluquería se presentan, entre cremas y pomadas, cabezas de cera que sostienen pelucas a la venta. Justo al lado, separados por solo un tabique, se exponen cabezas de animales y tripas cocidas; más allá, un librero muestra también estampas llegadas de Francia que muestran la pompa de reyes y magistrados. Otro grabado, de un hombre negro rodeado de plumas y sentado en un trono llama la atención de Ti Noel, quien pregunta descaradamente al tendero de quién se trata. Este le responde que es un rey del país de Ti Noel.

Ti Noel ha escuchado historias sobre los reyes de África y sus grandes hazañas de boca de otro esclavo de Monsieur Lenormand, el mandinga Mackandal. Para el muchacho, estas historias de reyes feroces que también eran cazadores, guerreros, jueces y sacerdotes supera con creces las figuras de los reyes europeos, que parecen unos incapaces amanerados.

II. La poda

Ti Noel y Mackandal están trabajando en el trapiche. El muchacho se encarga de controlar el andar del caballo que empuja las ruedas del molino, mientras que su compañero arma los haces de cañas y los coloca en los cilindros de hierro que los trituran. Mientras Ti Noel se pierde en la fascinación que el esclavo adulto le genera, el caballo cae de rodillas, vencido por el cansancio, y los cilindros comienzan a girar con mayor velocidad, atrapando la mano y el brazo de Mackandal hasta triturárselos por completo. Cuando Ti Noel y los esclavos que se acercan al molino debido a los gritos logran liberar el brazo de la prensa, Mackandal no puede moverlo puesto que los huesos están completamente triturados. La única solución que queda es amputarle el brazo al esclavo.

III. Lo que hallaba la mano

Como Mackandal no puede realizar sus tareas habituales con un solo brazo, el patrón lo emplea para el pastoreo de las vacas. En los días que pasa en el campo, el esclavo comienza a interesarse por todas las plantas que allí crecen y a las que nunca había prestado atención. Entre toda la flora, se interesa particularmente por la amplia variedad de hongos que va descubriendo. Para saber si son comestibles o no, los acerca a los hocicos de las vacas y contempla su reacción. Frente a un hongo en particular, los animales huyen espantados, por lo que el esclavo intuye que deben ser altamente venenoso, y comienza a recolectarlo.

Durante esa época, Ti Noel usa el pretexto de ir a bañar los caballos para poder visitar a su amigo mientras este pastoreaba. Juntos, tienen la costumbre de visitar a una anciana que vive sola. Mamán Loi les cuenta antiguas historias sobre los dioses africanos y sobre ciertos hombres que tenían poderes licantrópicos, es decir, de convertirse en lobos. Una vez, Ti Noel contempló como Mamán Loi colocaba sus brazos en aceite hirviendo sin recibir ni una sola quemadura, pero como Mackandal no parecía asombrado por este hecho, se guardó mucho de manifestar su maravilla.

Un día, Ti Noel y Mackandal prueban en un perro un preparado hecho en base de los hongos venenosos, y el animal muere en medio de fuertes convulsiones. Al día siguiente, en la propiedad del amo se da la alarma porque el esclavo manco se ha escapado. Como Monsieur Lenormand considera que un esclavo manco no podrá huir lejos y que pronto algún vecino lo capturará, no envía a sus hombres a que lo cacen.

IV. El Recuento

Ti Noel se siente mal porque su amigo Mackandal no lo ha hecho partícipe de sus planes de evasión. Sin embargo, un día la vieja de la montaña que solían visitar juntos le trae un mensaje de su amigo, quien le pide que se dirija a una caverna en el monte. Allí, escondido, sobrevive Mackandal y establece contactos con esclavos de todas las propiedades vecinas. De esa forma, está muy informado de lo que sucede en el exterior y desarrolla poco a poco ciertos planes para los que necesita también a Ti Noel. Ese mismo día, Monsieur Lenormand se entera de que sus dos mejores vacas lecheras agonizan debido a la ingesta de malas pasturas.

Análisis

El reino de este mundo es una novela corta dividida en cuatro partes que presenta el contexto histórico de Haití hacia fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX a través de los ojos de Ti Noel, un esclavo negro que funciona en verdad como un dispositivo narrativo: la función de Ti Noel es la de prestar sus ojos al narrador, y se convierte así en condición de posibilidad del relato. Mucho de lo que se presenta al lector se ve desde la óptica de este esclavo negro. Esto implica, desde el inicio de la novela, un contrapunto marcado entre la cosmovisión del esclavo, que representa a toda la comunidad negra sometida de Haití, y la cosmovisión del colono francés, representada por su amo, Monsieur Lenormand de Mezy.

La estructura de la novela presenta cuatro partes, dividida cada una en capítulos breves, entre 4 y 8 capítulos por parte. Una característica del estilo de Carpentier es la utilización de un vocabulario rico y complejo para describir con lujo de detalles las escenas que constituyen el entramado contextual de la acción en la novela; al abordar una determinada situación, Carpentier recurre al campo léxico propio de la temática de la escena y despliega un español barroco, florido, abundante de palabras cultas o técnicas que no se utilizan en el lenguaje cotidiano. Por ejemplo, al inicio de la novela, Ti Noel acompaña a su amo al Cabo Francés para recibir un grupo de caballos enviados desde Normandía: “Entre los veinte garañones traídos al Cabo Francés por el capitán de barco que andaba de media madrina con un criador normando, Ti Noel había elegido sin vacilación aquel semental cuadralbo, de grupa redonda, bueno para la remonta de yeguas que parían potros cada vez más pequeños” (p. 13). En este fragmento, la presencia de los vocablos "garañones" (caballos usados para la cría), "semental" (caballo usado para la cría), "cuadralbo" (o cuatralbo, caballo que tiene los cuatro pies blancos) y "grupa" (parte trasera del caballo) construyen un campo léxico complejo en torno a la figura del caballo que solo los conocedores del tema o los eruditos de la lengua pueden comprender con velocidad o sin valerse de un diccionario. El campo léxico continúa e incluye, a su vez, los vocablos "percherona" (caballo o yegua de gran tamaño y fuerza) y "alazán" (caballo de pelaje marrón claro, con tonalidades rojizas).

Por citar otro ejemplo en relación a la construcción de campos léxicos, cabe mencionar un episodio la tercera parte del capítulo I, en el que Mackandal, destinado al pastoreo de las vacas, descubre todo un mundo vegetal que para sus ojos es nuevo. El narrador se aprovecha de esta situación de descubrimiento del personaje para desplegar una amplia descripción de las hierbas que se encuentran en los campos de Haití: “la mano traía alpistes sin nombre, alcaparras de azufre, ajíes minúsculos; bejucos que tejían redes entre las piedras; matas solitarias, de hojas velludas, que sudaban en la noche; sensitivas que se doblaban al mero sonido de la voz humana…” (p. 20), y la descripción continúa con esa enumeración de especies, conocidas y desconocidas, que constituyen el contexto vegetal del mundo que se describe al lector.

Este procedimiento se desarrolla a lo largo de toda la novela y constituye una de sus principales riquezas, a la vez que es también la concreción del proyecto de escritura de Carpentier: el autor cubano sostiene en sus ensayos la necesidad del escritor latinoamericano de describir con profusión los contextos en los que se inscribe la acción de sus novelas, puesto que Latinoamérica necesita en el siglo XX hacerse su lugar en los sistemas literarios internacionales y, para eso, “nosotros, novelistas latinoamericanos, tenemos que nombrar todo –todo lo que nos define, envuelve y circunda: todo lo que opera con energía de contexto –para situarlo en lo universal” (Carpentier, 1984, p. 27). Este es el plan que se despliega con claridad en su novelística, y del que El reino de este mundo es un claro ejemplo: la profusión y la precisión del léxico está ligada a la necesidad de construir escenas que describan en profundidad los contextos latinoamericanos y su relación con el resto de occidente y del mundo.

Así, el estilo de El reino de este mundo es barroco, tal como el mismo autor lo definía. Ese barroquismo, que implica una sobrecarga de elementos descriptivos, de largas enumeraciones de sustantivos adjetivados, como se ha visto en los ejemplos mencionados anteriormente, es la principal característica del estilo que Carpentier desea para la novela latinoamericana. En su ensayo fundamental, Problemática actual de la novela latinoamericana (citado anteriormente), Carpentier propone el barroquismo como el estilo necesario para Latinoamérica, aún en contra de todas las modas y los estilos que se están desarrollando en el siglo XX en Europa y Estados Unidos.

No temamos, pues, el barroquismo en el estilo, en la visión de los contextos, en la visión de la figura humana enlazada por las enredaderas del verbo y de lo ctónico (…) no temamos el barroquismo, arte nuestro, nacido de árboles, de leños, de retablos y altares (…) barroquismo creado por la necesidad de nombrar las cosas, aunque con ello nos alejamos de las técnicas en boga. (Carpentier, 1984, p. 27).

La profusión de descripciones y el despliegue de un vocabulario complejo es el estilo que corresponde a una novela que tiene el deber de nombrar todo lo que el sistema literario, regido por la estética europea, desconoce.

Esta necesidad de nombrar lo desconocido está magistralmente explicada en el ensayo mencionado bajo el ejemplo de los árboles. Un autor europeo puede hablar de los pinos y las palmeras, y cualquier lector comprende sin necesidad de explicaciones:

La palabra pino basta para mostrarnos el pino; la palabra palmera basta para definir, pintar, mostrar, la palmera. Pero la palabra ceiba –nombre de un árbol americano al que los negros cubanos llaman “La madre de los árboles” –no basta para que las gentes de otras latitudes vean el aspecto de columna rostral de ese árbol gigantesco, adusto y solitario (…) cuyas ramas horizontales, casi paralelas, ofrecen al viento unos puñados de hojas tan inalcanzables para el hombre como incapaces de todo movimiento. Allí está, en lo alto de una ladera, solo, silencioso, inmóvil, sin aves que lo habiten, rompiendo el suelo con sus enormes raíces escamosas… (Carpentier, 1984, pp. 25-26)

Esa descripción barroca que hace el autor de la ceiba es el tono necesario para una tierra que debe ser presentada con lujo de detalles para poder ingresar al panorama literario mundial y constituye el principal rasgo de estilo del escritor cubano.

Carpentier menciona en sus ensayos la necesidad del novelista latinoamericano de desplegar en sus narraciones los complejos contextos en los que se desarrollan los argumentos de sus obras. Con contextos, no se refiere simplemente a lo que está sucediendo históricamente en torno al hecho narrado, sino a una amplia variedad de dimensiones necesarias para mostrar de forma clara, fehaciente y profunda, qué implica ser y vivir en determinada región de Latinoamérica. Así, todo escritor latinoamericano debería prestar atención a los contextos raciales, económicos, ctónicos (esto es, folklóricos, en conexión con la tierra que se habita y sus cosmovisiones), políticos, burgueses, de distancia y proporción, de ajuste cronológico, de iluminación, culinarios, culturales e ideológicos. A lo largo de toda la novela, estos contextos emergen y constituyen no el trasfondo de la narración sino más bien el entramado de significados que sustenta a la acción.

En estas cuatro primeras partes del capítulo I, los contextos raciales comienzan a esbozarse y a constituir la trama de relaciones sociales que dan lugar al argumento de la novela: el foco narrativo está puesto sobre Ti-Noel, un esclavo africano que trabaja para un amo francés establecido en el Cabo Francés. El tema de la esclavitud se aborda desde su figura y la de Mackandal, un esclavo manco que escapa y organiza la revolución que lleva a la fundación de Haití.

A los esclavos se los llama según su procedencia: se habla de mandingas, una etnia del África occidental a la que pertenece Mackandal, caracterizada por su ánimo indomable y su tendencia a escapar y buscar la libertad, de congos y de angolas. Esta manera de reconocer y diferenciar a los esclavos negros cumple varias funciones: la primera es presentar al lector una diversidad étnica dentro de un grupo históricamente invisibilizado y homogeneizado como los esclavos negros africanos. Pero también cumple la función de introducir la complejidad étnica en el seno de los grupos de esclavos y comenzar a ilustrar sus diferentes psicologías, costumbres, creencias y expectativas. Este paso es fundamental para comprender y representar el complejo proceso de revolución que se desarrollará en los próximos capítulos y tiene que ver con la responsabilidad que el novelista latinoamericano tiene, según el mismo Carpentier, de pintar lo hondo, lo verdadero, lo universal del mundo que se presenta. Ese interés por llegar a lo profundo e inscribirlo en lo universal es el que mueve al autor cubano a construir escenarios tan minuciosos y ricos en datos contextuales de todo tipo.

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