El reino de este mundo

El reino de este mundo Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos V a VIII

Resumen

V. De profundis

En la isla comienza a expandirse el veneno y los animales de cría mueren sin que nadie pueda descubrir de dónde viene el veneno que las diezma. Mientras los campos comienzan a llenarse de cadáveres y a apestar a podrido, la muerte comienza a entrar a las casas. Son tantos los blancos que mueren, que los sacerdotes no dan abasto con las misas de responso y deben acortar sus ceremonias para poder atender a todas las familias que están de luto. La mujer de Monsieur de Lenormand muere el sábado de Pentecostés, poco después de probar una naranja que arrancó directamente de las ramas del árbol.

Una tarde, al ser amenazado con llenarle las entrañas de pólvora y hacerlo reventar, el esclavo fula patizambo confiesa que la peste es producto de Mackandal, el esclavo manco fugado que se ha convertido en un houngán, un sacerdote del rito Radá de los dioses de la Otra Orilla. Mackandal, favorecido por los dioses mayores, es el Señor del Veneno. Su objetivo es acabar con los blancos y crear un gran imperio de negros libres en la isla, y millares de negros se han unido a su causa. Al enterarse de esto, los blancos llenan de pólvora el cuerpo del esclavo patizambo y lo hacen estallar.

Esa misma tarde, partidas de blancos se movilizan y comienzan a darle caza a Mackandal.

VI. La metamorfosis

Durante semanas los soldados y las patrullas de colonos registran la comarca a fondo, pero no dan con Mackandal. Así pasa el tiempo, y finalmente la búsqueda comienza a relajarse y los blancos se entregan al ocio. Los negros, por el otro lado, se muestran de buen humor y realizan sus tareas con energía. De hacienda en hacienda se corre la voz de hechos maravillosos, como mariposas nocturnas que vuelan en pleno mediodía, iguanas que toman sol sobre los techos de los secaderos de tabaco o un alcatraz despiojándose lejos del mar, pero nada de todo eso sorprende a los negros, pues saben que se trata de Mackandal y su habilidad de transformarse en el animal que desee. El houngán de los dioses tiene la capacidad de metamorfosearse en la criatura que desee, y así se mueve por toda la isla, esperando el momento adecuado para encarnar en un humano nuevamente y comenzar la revolución contra los blancos. Cuatro años pasan en esa espera, hasta que Mackandal vuelve a aparecer en su cuerpo humano.

VII. El traje de hombre

Se aproxima la Navidad y Monsieur Lenormand vuelve a casarse con una viuda rica, coja y devota por orden del párroco, quien sabe que el gentilhombre había reinstalado en su habitación a Marinette, una lavandera negra, y debía hacerlo regresar a la senda de la corrección.

Durante esa época de festejos, los blancos descuidan el cuidado sobre sus esclavos, y estos logran vivir un poco más tranquilamente. Ti Noel, sin embargo, durante la noche de fiesta se dirige al barracón de esclavos de la hacienda Dufrené, quienes están autorizados a beber una taza de aguardiente por cabeza para festejar el nacimiento del primogénito del amo. Allí, mientras se preparan para beber, detrás del Tambor Madre aparece repentinamente una figura humana: es Mackandal recuperando su cuerpo, aunque todavía parece conservar en él algunos rasgos de los animales en los que se ha estado transformando. Los esclavos, en silencio, le acercan el aguardiente que están por beber, porque saben que el recién llegado estará sediento después de tantos años viviendo como un animal.

Tras la aparición, los esclavos comienzan a batir los tambores y a cantar a viva voz una letanía de reclamos hacia los blancos y de quejas sobre su destino. Los amos en la hacienda escuchan estos cánticos y cargan sus armas, preparándose para un posible sublevamiento.

VIII. El Gran Vuelo

Mackandal es capturado y en la Ciudad del Cabo los blancos pretenden quemarlo vivo frente a todos los esclavos negros que se han reunido para contemplar el espectáculo. Mackandal es subido a una plataforma donde se ha preparado un mástil rodeado de leña y combustible. Allí lo atan y le prenden fuego. Los negros miran tranquilos la escena, esperando que en cualquier momento el houngán se metamorfosee en ave o mosquito y escape indemne al castigo de los blancos.

Así, cuando sus piernas comienzan a arder, Mackandal da un fuerte grito, se suelta de las ligaduras y salta sobre la marea de esclavos negros que lo contemplan impasibles. Es tanto el revuelo que se arma, los gritos de los esclavos, el tumulto de los soldados que quieren dispersar a la muchedumbre y recuperar el cuerpo del prisionero, que nadie parece notar cómo vuelven a echar a Mackendal a la hoguera.

A partir de ese día, todos los esclavos están seguros de que Mackandal ha cumplido su promesa y ha permanecido en el reino de este mundo, transformado en algún animal o insecto. Por eso se muestran risueños y regresan a sus casas contendos. Los blancos, por el otro lado, se sumergen en reflexiones sobre la superioridad de su raza al pensar que esos negros no se conmueven por nada, ni siquiera cuando queman hasta la muerte a uno de ellos.

Análisis

Se ha dicho en el análisis de de los capítulos I a IV que Alejo Carpentier es un escritor barroco. A ello cabe agregar la conexión íntima entre ese barroquismo y la noción de lo real maravilloso, que también propone el autor y que queda clara en estos capítulos finales de la primera parte del libro. Carpentier entiende a lo barroco como una constante humana, una pulsión creadora que se manifiesta repetidamente en diferentes épocas de la historia; se trata de un arte que busca la ornamentación excesiva y expresiva, que se expande desde un eje y crece mientras explora su realidad. Por eso Latinoamérica es la tierra de elección del barroco, porque el mestizaje y la simbiosis cultural, esos sincretismos de etnias y cosmovisiones, generan tensiones, movimientos y pulsiones que constituyen, finalmente, al criollo latinoamericano y su espíritu esencialmente barroco.

Por otro lado, Carpentier acuña la noción de lo real maravilloso justamente a partir de la visita que realiza en 1943 a Haití. Como manifiesta en el prólogo de El reino de este mundo,

Esto se me hizo particularmente evidente durante mi permanencia en Haití, al hallarme en contacto cotidiano con algo que podríamos llamar lo real maravilloso. Pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución. (…) A cada paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera, donde todavía no se ha terminado de establecer, por ejemplo, un recuento de cosmogonías. Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados. (p. 8)

Lo real maravilloso se encuentra, en su estado bruto y omnipresente en todo lo latinoamericano, nos dice el escritor cubano.

El punto es, entonces, ¿cómo desarrollar un lenguaje que pueda dar cuenta de lo real maravilloso latinoamericano? La respuesta de Carpentier es el barroquismo: a la desmesura de estas tierras, a la tensión de sus etnias y de sus cosmogonías le corresponde una lengua rica y expansiva capaz de describir con detalles las realidades particulares del continente. La lengua debe poder mostrar esa realidad, y por eso la descripción se hace tan necesaria y fundamental en su obra.

En El reino de este mundo, la narración de acciones está nivelada por extensas descripciones que no sólo complementan, sino que conforman en verdad la riqueza principal de su obra. Estas descripciones permiten al lector sumergirse y compartir la intimidad de los personajes y lo ayudan a experimentar junto a ellos las maravillas y los portentos de la tierra que los alberga.

En el capítulo V de la primera parte se despliegan los recursos literarios asociados a la descripción que son característicos del barroquismo ya mencionado, las imágenes sensoriales, que ayudan a construir una escena vívida desde lo visual, lo auditivo y lo olfativo, la repetición, que produce sucesiones, en este caso de estructuras sintácticas similares y, finalmente, la acumulación de miembros diferentes entre sí, coordinados o subordinados.

Repetición y acumulación se complementan y estructuran largos pasajes descriptivos abundantes en imágenes sensoriales. Así se construyen las escenas de muerte y desolación cuando el veneno comienza a extenderse por todas las haciendas de la parte francesa de la isla:

El veneno se arrastraba por la Llanura del Norte, invadiendo los potreros y los establos. No se sabía cómo avanzaba entre las gramas y alfalfas, cómo se introducía en las pacas de forraje, cómo se subía a los pesebres. El hecho era que las vacas, los bueyes, los novillos, los caballos, las ovejas, reventaban por centenares, cubriendo la comarca entera de un inacabable hedor de carroña (…) Los más expertos herbolarios del Cabo buscaban en vano la hoja, la resina, la savia, posibles portadoras del azote. Las bestias seguían desplomándose, con los vientres hinchados, envueltas en un zumbido de moscas verdes. (p. 25)

A continuación, las estructuras de repetición y acumulación se mantienen cuando el problema avanza y el veneno se hace presente en las haciendas, afectando a las familias de colonos:

Antes de que la noticia fuese llevada a las fincas vecinas, otros propietarios habían sido fulminados por el veneno que acechaba, como agazapado para saltar mejor, en los vasos de los veladores, en las cazuelas de sopa, en los frascos de medicinas, en el pan, en el vino, en la fruta y en la sal. A todas horas escuchábase el siniestro claveteo de los ataúdes. A la vuelta de cada camino aparecía un entierro. En las iglesias del Cabo no se cantaban sino Oficios de Difuntos, y las extremaunciones llegaban siempre demasiado tarde, escoltadas por campanas lejanas que tocaban a muertes nuevas. (p. 25)

Estos pasajes son un claro ejemplo de cómo las descripciones constituyen el elemento fundamental de la novela.

Las muertes por envenenamiento son producidas por Mackandal, el esclavo manco fugado. Cuando los colonos se enteran de esto, tratan de dar con él por toda la comarca, pero no lo consiguen. Los esclavos negros están felices porque saben que Mackandal tiene el don de transformarse en cualquier animal, y así puede burlar la persecución de los blancos. A través de este personaje, Alejo Carpentier introduce un rasgo de lo real maravilloso, lo insólito entremezclado con lo real y dado como natural por los pueblos que habitan en Latinoamérica. “La revuelta de Mackandal, que hace creer a millares y millares de esclavos, en Haití, que tiene poderes licantrópicos, que puede transformarse en ave, que puede transformarse en caballo, en mariposa, en insecto, en lo que quiera, y promueve con ello una de las primeras revoluciones auténticas del Nuevo Mundo” (Carpentier, 1984, p. 123). Eso es lo real maravilloso. Carpentier piensa a lo real maravilloso como un fenómeno que surge de la alteración de la realidad (Como el milagro) o, más bien, de una ampliación de las escalas de la realidad que la complejiza y la enriquece con una iluminación inhabitual pero que, en las cosmovisiones latinoamericanas, son tomadas por los individuos como hechos dados y naturales.

A lo real maravilloso le corresponde lo barroco, como se ha dicho. Por eso, es fácil encontrar descripciones realizadas a partir de enumeraciones que presentan con naturalidad los portentos maravillosos:

Todos sabían que la iguana verde, la mariposa nocturna, el perro desconocido, el alcatraz inverosímil, no eran sino simples disfraces. Dotado del poder de transformarse en animal de pezuña, en ave, pez o insecto, Mackandal visitaba continuamente las haciendas de la Llanura para vigilar a sus fieles y saber si todavía confiaban en su regreso. De metamorfosis en metamorfosis, el manco estaba en todas partes, habiendo recobrado su integridad corpórea al vestir trajes de animales. Con alas un día, con agallas al otro, galopando o reptando, se había adueñado del curso de los ríos subterráneos, de las cavernas de la costa, de las copas de los árboles, y reinaba ya sobre la isla entera. (p. 29)

Incluso la muerte de Mackandal quedar revestida de lo real maravilloso: cuando el Señor del Veneno recupera su cuerpo humano, es apresado por los blancos y quemado en la hoguera, frente a la multitud de negros expectantes. Sin embargo, Mackandal logra liberarse y arrojarse sobre la muchedumbre antes de morir incinerado. En el medio del caos que produce su salto, los esclavos parecen no darse cuenta de que su guía espiritual es echado a la hoguera nuevamente, y todos consideran que ha logrado escapar transformándose en algún animal volador.

El final de la Parte 1 plantea, entonces, una doble óptica sobre un mismo suceso, y pone de manifiesto el contexto cultural de la novela. Por un lado, los blancos observan cómo los esclavos presencian el castigo ejemplar de uno de los suyos sin inmutarse, sin mostrar signos de tristeza o dolor. Incluso los ven reír cuando abandonan la plaza de regreso a las haciendas donde viven, y piensan que aquellos hombres son insensibles, “sacando de ello ciertas consideraciones filosóficas sobre la desigualdad de las razas humanas” (p. 35). Del otro lado, los esclavos negros regresan felices puesto que consideran que su guía espiritual, Mackandal, ha burlado a los amos blancos y ha escapado para seguir cuidando de ellos transformado en algún animal: “Mackandal había cumplido su promesa, permaneciendo en el reino de este mundo” (p. 35). Esto revive las esperanzas de revolución de los negros, quienes entienden que pronto llegará el tiempo de un nuevo alzamiento.

Con este contrapunto ideológico, Carpentier ilustra las diferencias culturales de cada grupo humano y cómo estas conviven y son interpretadas de manera equívoca por los blancos que ostentan el poder y someten a los negros. Una cierta relatividad cultural e ideológica queda así establecida y atraviesa toda la novela. Carpentier no necesita indicar explícitamente a quiénes favorece su narración, puesto que eso se hace evidente al dar lugar al tratamiento de las creencias de los esclavos negros desde la propia óptica de los esclavos negros, sin mediarla por explicaciones de intelectual blanco, sino contraponiéndola simplemente al sistema de intelección de los colonos blancos.