Alejandro Dumas escribe El conde de Montecristo en 1844 y la publica como folletín, en dieciocho fragmentos, entre los años 1844 y 1846. En ese mismo periodo de tiempo, también trabaja en las novelas de D’Artagnan, que tienen por objeto reconstruir la historia nacional francesa, incluyendo hechos históricos reales con personajes que referencian a personalidades históricas. El conde de Montecristo, por su parte, utiliza la historia solo como un telón de fondo, y tanto los personajes como los hechos de la trama son pura invención del escritor. En este sentido, la obra ocurre en el periodo de la historia de Francia que va desde 1814 hasta 1838, abarca el regreso de Napoleón conocido como “Los cien días”, y los reinados de Luis XVII, Carlos X, y Luis Felipe.
La novela es considerada como una de las obras cumbres del romanticismo francés, un movimiento estético, social y literario que exalta la personalidad, la individualidad y las inagotables formas en las que se pueden presentar los sentimientos, los pensamientos y la fantasía. Los escritores románticos se concentran en los temperamentos, los gestos, las excentricidades, y en todo aquello que afirma anárquicamente al individuo por sobre el grupo. En este sentido, el conde de Montecristo representa al héroe romántico por antonomasia.
El conde de Montecristo también representa con mirada crítica las costumbres sociales francesas de la época. Por ejemplo, en aquel entonces era posible que un preso político fuera olvidado en prisión, y también resultaba usual para la sociedad post-napoleónica que muchas de las personas más influyentes de la sociedad parisina fueran de origen humilde.
En este sentido, a través de los tres enemigos del conde que ascienden al poder, Dumas representa lo tres medios por los cuales una persona de origen humilde podía ingresar a la élite de la sociedad parisina en el siglo XIX. Danglars representa el medio financiero, Morcerf el militar y Villefort el judicial.
Algunos teorizan que la escritura de la novela es una forma de Dumas de rendir homenaje a su padre, a quién nunca conoció, pero que había sido un reconocido general en el ejército de Napoleón y un aventurero infatigable. Incluso se supone que un personaje dentro de la novela, el señor Noirtier, representa directamente al padre de Dumas.
Con una infinidad adaptaciones al cine y a la televisión a lo largo de todo el siglo XX, El conde de Montecristo es considerada como una de las mejores novelas de aventuras de todos los tiempos, y una excelente representación psicológica de la venganza y del hombre actuando como una fuerza de la justicia divina.