La ciudad (Símbolo)
La ciudad en la novela es símbolo de progreso y conocimiento. Desde el comienzo del texto, el peso que ese símbolo tiene sobre la gente que vive en el campo se pone en evidencia en la figura de Daniel. El niño se muestra incapaz de dormir porque al día siguiente partirá a la ciudad, abandonando su pueblo natal, ya que su padre concibe que allí está el progreso. En la ciudad está el estudio y, a través de él, el progreso, la posibilidad de una mejora económica y social. Ejemplo de ello es Ramón, el hijo del boticario, que se ha ido a estudiar a la ciudad y ha regresado con nuevos saberes y nuevas conductas que lo hacen incompatible ya con la gente que vive en el valle. Del mismo modo, el Indiano ha viajado a México y, a pesar de que en el valle era considerado un tonto, regresa con negocios y una fortuna, y es admirado por todos.
Asimismo, la ciudad es símbolo del conocimiento en la medida en que muchos personajes recurren a ella para dar respuesta a sus preguntas. Tal es el caso, por ejemplo, del cura José, que consulta con gente de la ciudad si es posible enterrar a una suicida en el cementerio. De igual manera, el proyecto cinematográfico que el cura y la Guindilla mayor encargan para evitar las conductas pecaminosas llega de la ciudad.
El aspecto físico (Símbolo)
La descripción del aspecto físico de los personajes suele muchas veces corresponderse con condiciones morales o de carácter. Así, por ejemplo, cuando el narrador presenta a Andrés, el zapatero, padre del Tiñoso, asocia su corporalidad inclinada hacia adelante con su tendencia a mirar mujeres: “tenía una muy acusada inclinación hacia delante, quién decía que a consecuencia de su trabajo, quién por su afán insaciable por seguir, hasta perderlas de vista, las pantorrillas de las chicas que desfilaban dentro de su campo visual”. Asimismo, el Tiñoso es caracterizado por las calvas de su cabeza, que comparte con los pájaros. Esta similitud entre el niño y los pájaros simboliza la afición del primero por las aves. Del mismo modo, cuando regresa al pueblo Irene, la Guindilla menor, luego de su fuga con Dimas, el narrador describe su aspecto físico y lo explica según su estado moral: “Aparentaba caminar bajo el peso de un fardo invisible que la obligaba a encorvarse por la cintura. Eran, sin duda, sus remordimientos”.
Los nombres de los personajes (Símbolos)
En la novela se le da mucha importancia a los nombres y apodos que acompañan a los personajes. Así, los nombres se convierten en símbolos pues definen cualidades muy importantes de aquellos y suelen echar luz sobre su rol en la trama. Es muy claro en el personaje principal: su padre lo llama "Daniel" en honor al profeta que, con sus ojos, logró vencer a los leones. Con ese nombre, se simboliza el mandato paterno y la expectativa que el padre de Daniel pone en su hijo, esperando de él un poder de grandes magnitudes, comparables al del profeta sobre las fieras. Ese nombre, en efecto, es acorde al destino que el padre le encomienda a Daniel al enviarlo a la ciudad para progresar. Sin embargo, el apodo de Daniel, "el Mochuelo", contradice la grandeza de su nombre, pues destaca otra cualidad de los ojos del niño: su mirada asustada.
Casi todos los personajes del valle poseen apodos con los cuales el valle ha ido encontrando la forma de condensar y señalar personalidades. Germán, el Tiñoso, es definido por su enfermedad de la piel, y Roque es llamado "el Moñigo", lo que hace referencia a su brutalidad e inutilidad. El apodo de las Guindillas surge de comparar su rostro redondo y colorado con una guinda, pero también simboliza su carácter agrio y picante. Asimismo, Dimas, el oficialito de banco que enamora a la Guindilla mayor, lleva el mismo nombre que un personaje bíblico conocido como “el buen ladrón”. El nombre del oficialito anticipa lo que luego sucederá: su estafa a Irene. El apodo de la hija del Indiano, “Mica”, simboliza su riqueza, en la medida en que, según el narrador “los ricos, en las ciudades, no podían perder el tiempo en llamar a las personas con sus nombres enteros” (35). Por último, los hermanos del Indiano quieren copiarlo con el objetivo de cultivar una fortuna como aquel, lo que queda simbolizado en su apodo, “Ecos del Indiano”.
La quema del proyector (Símbolo)
La quema del proyector cinematográfico simboliza la tarea de erradicación del pecado que el cura José y la Guindilla mayor se proponen. En un comienzo, el proyector buscaba dar a los jóvenes un entretenimiento libre de pecado, para que dejaran de juntarse en el prado. Sin embargo, pronto el cine se convierte en un espacio más para que aquellos desplieguen sus encuentros carnales y pecaminosos. El cura propone entonces donar el proyector a otro Ayuntamiento, pero la Guindilla mayor rechaza esa propuesta pues cree que así el pecado no se eliminaría, sino que solamente se desplazaría de lugar: “Vender la máquina de cine era comerciar con el pecado”.
Por lo tanto, el cura opta por quemar el aparato. La quema asume un tono simbólico muy claro, pues en ella, a modo de ritual, la Guindilla mayor asegura enfervorizada que seguirá luchando por erradicar el pecado: “en plena fiebre inquisidora, proclamó su fidelidad a la moral y su decisión inquebrantable de no descansar hasta que ella reinase sobre el valle”.
El camino (Motivo)
El camino es un motivo que aparece aludido en varias oportunidades en relación con la identidad y el rumbo de vida elegido. Aparece aludido ya desde el título mismo de la novela, con lo que se evidencia la importancia que este motivo tendrá en todo su desarrollo. En efecto, la novela retrata un paso muy significativo en la vida de Daniel: el momento en que debe enfrentarse al destino que su padre ha elegido para él y la contradicción que siente entre ese mandato y su propio deseo.
El motivo del camino es explicitado en la novela por el cura José, durante un sermón que da el día de la Virgen. El cura, desde su característico rol de autoridad y saber, dice que todos los hombres tienen un camino en la vida, señalado por el Señor, y el desafío es acomodar la vida para seguir ese camino, por más de que sea difícil. Este sermón constituye un momento muy significativo en la vida de Daniel pues allí comprende que el camino que el Señor elige no está asociado necesariamente a la grandeza. El niño comprende así que la ambición de su padre le marca un camino que no es aquel para el cual él se siente convocado.
El camino alude así a las elecciones y las decisiones de vida. La novela es una reconstrucción de parte de ese camino de vida de Daniel y las enseñanzas y aprendizajes que lo han llevado a ser quien es. La angustia que desencadena el relato de la novela es, en efecto, la pregunta por cuál es el camino a tomar y la reflexión en torno a la posibilidad de tomar un camino distinto al aconsejado por los padres.