Resumen
Sección 4
Al día siguiente, el narrador encontró una nota con un cesto de flores. En ella, Holly Golightly le pedía disculpas por haberlo molestado y le juraba no volver a hacerlo. El jueves siguiente, Holly lo invitó a su departamento a tomar una copa.
Cuando el narrador llegó allí, le abrió la puerta un hombre pequeño, que le comentó que Holly se estaba bañando. Mientras la muchacha se duchaba, el sujeto se dedicó a hablar con el narrador sobre la mujer, a la que describe como una “falsificación verdadera”. Luego se presentó como O. J. Berman, representante de actores de Hollywood, y procedió a contarle cómo había conocido a Holly: a los quince años, la muchacha era la amante de un jockey en Santa Anita, California. El hombre vio en ella un estilo muy particular que siempre le quedaba muy bien. También contó que nunca nadie sabía de dónde era la muchacha, y que estuvo casi un año intentando quitarle el acento tan particular que tenía al hablar para poder posicionarla como una estrella del cine; incluso le había conseguido una audiencia para la película La historia del doctor Wassell. Berman cuestionaba que los deseos de Holly fueran estar con hombres viviendo de propinas y criticó que la muchacha quisiera casarse con Rusty Trawler, al que describió como un “mal asunto”.
Luego de quince minutos, el apartamento se llenó de hombres desconocidos, muchos de ellos mayores que Holly y que parecían no conocerse entre sí. El narrador se dedicó a inspeccionar la biblioteca hasta que llamó su atención un hombre con aspecto de bebé, que se comportaba como si fuera el anfitrión. Dentro de un libro llamado La guía del béisbol, el narrador encontró recortes de columnas de chismes en las que descubrió que este personaje tan particular era Rusty Trawler, conocido por ser un heredero multimillonario huérfano, con una adultez tormentosa marcada por tres casamientos y divorcios. También había fotos de Holly y Rusty en eventos sociales.
Sin darse cuenta, Holly se acercó al narrador y le cuestionó el libro que estaba leyendo, pero le aclaró que esa literatura formaba parte de su preparación para seducir hombres. También le aclaró que decidió abandonar su carrera como actriz porque no estaba dispuesta a abandonar su ego. Mientras abrazaba a su gato, le comentó al narrador que no le había puesto nombre a su mascota porque no se pertenecían entre sí, sino que el gato era independiente de ella. Además, le confesó que, cuando se sentía asustada y con miedo, iba a la joyería Tiffany’s porque su soberbio aspecto la calmaba completamente.
En ese momento, Rusty Trawler se acercó con una bebida para el narrador; al darse vuelta, Holly comentó que había intentado sugerirle a Rusty que enfrentase el problema de su homosexualidad, pero que el hombre había querido asesinarla con el cuchillo de la manteca frente a la mínima propuesta.
De repente, apareció una mujer joven, alta, vestida excéntricamente que hablaba con un marcado tartamudeo. Frente a su presencia, claramente inesperada, Holly se puso tensa; la recién llegada avanzó hacia O.J. Berman y se presentó como Mag Wildwood. Cuando la muchacha se fue al baño, Holly difundió entre los asistentes que Mag padecía una enfermedad de transmisión sexual; por eso, al regresar, notó que los hombres se iban sin pedirle el número de teléfono. Enfurecida, insultó a Holly y retó a luchar a un hombre mayor. Frente a esta situación, la dueña de la casa le pidió al narrador que metiera a Mag en un taxi a su casa; sin embargo, Wildwood se desmayó y se quedó dormida en el piso de Holly.
Sección 5
A la tarde del día siguiente, un viernes, el narrador se encontró con Holly en la escalera del edificio; la muchacha le reprochó haber dejado a Mag durmiendo en su apartamento.
Un día del fin de semana, un hombre atractivo y elegante, proveniente de algún país sudamericano, tocó la puerta del narrador; estaba buscando a Mag Wildwood. Más tarde, vio al mismo hombre entrando al edificio con un montón de valijas. El domingo, el narrador vio a Holly y Mag tomando sol en la escalera de incendios. Atento, las oyó discutir sobre sus relaciones amorosas; Mag destacaba que, al menos, Rusty era estadounidense, lo que era un motivo de orgullo para el contexto de guerra mundial que el país estaba atravesando. Holly dijo que su hermano Fred, un soldado, era estúpido; pero Mag creyó que hablaba del narrador, a quien Holly llamaba también Fred, y admitió que parecía estúpido. Sin embargo, Holly corrigió el error de su amiga y argumentó que el narrador era una persona ansiosa, que deseaba terriblemente pertenecer a otro mundo.
Luego, Mag expresó su preocupación en tener que mudarse a Brasil si se casaba con José, algo que parecía inevitable porque el principal deseo del hombre era ser presidente de Brasil. La muchacha le preguntó a Holly si ella y José parecían locamente enamorados; su amiga respondió que eso dependía de la conducta que tuvieran en la cama. Inhibida, Mag comentó que era muy convencional, que no se fijaba en esas cosas, ya que no le parecían muy importantes. Holly la motivó a prestarle atención, para ella “no hay nada malo en echar una mirada decente a un tipo que te gusta” (p. 64). Comparó a Mag con un plato de macarrones fríos, ya que ni siquiera deseaba mirar a su pareja; finalmente, confesó que ella misma estaría mejor en Brasil que su amiga.
Sección 6
El lunes siguiente, el narrador descubrió que en la tarjeta del buzón de Holly había un nuevo nombre; a miss Golightly se le había sumado miss Wildwood. Si bien esto llamó la atención del narrador, se distrajo fácilmente por una carta de una pequeña Universidad que había decidido publicar un cuento suyo. Si bien aclaraban que no podían pagarle, el narrador se emocionó tanto que tocó la puerta de Holly para festejar con ella. Aunque la muchacha no estaba de acuerdo con que lo publicaran sin pagarle, felicitó al narrador y lo invitó a comer. Mientras se cambiaba en el baño, Holly explicó que su decisión de aceptar a Mag como su compañera de piso se basaba en que, si bien no era una lesbiana, era una perfecta tonta y como tal se podía encargar de las labores domésticas. Además, al trabajar como modelo, casi no pasaba el tiempo en casa y, al estar comprometida, no traía problemas en los hombres. Luego de haberse cambiado, Holly tomó por la barbilla al narrador y lo felicitó nuevamente por la publicación de su cuento.
Análisis
En estos capítulos, el vínculo entre el narrador y Holly se afianza. Si la visita de la muchacha al departamento del hombre exhibía una incipiente amistad entre ambos, llamar al narrador con el nombre de Fred, su hermano menor, exhibe que Holly se siente segura y confiada frente a su presencia. En este punto, la asociación entre el verdadero Fred y el escritor es clave para entender la dinámica entre ambos: familiar y confidente.
Esta cercanía entre ambos permite que el narrador ingrese en dinámicas que tienen a Holly como protagonista absoluta. Es ejemplar al respecto la invitación que le hace la muchacha a tomar una copa en su apartamento; si bien los lectores pensamos que se trata de un evento íntimo, al llegar a la casa, el narrador se encuentra con otro hombre, presumiblemente un amante de Holly. Tras unos pocos minutos, el departamento se llena de gente y toda pretensión de privacidad queda absolutamente derruida. En este punto, la conversación entre el narrador y uno de los invitados, O. J. Berman, vuelve a poner en el centro al personaje de Holly como un artificio poco natural. Por su trayectoria como agente de estrellas de cine, Berman está acostumbrado a lidiar con el proceso de convertir a un personaje común y corriente en una figura del espectáculo. Aunque el hombre llama a Holly “una maldita embustera” (p. 43), destaca que la muchacha es una “falsificación verdadera” (p. 41). Si bien este conjunto de palabras puede sonar una paradoja, en tanto son dos términos de significados que se oponen entre sí, permite ver que la identidad de Holly y su forma de vida falsa terminaron siendo reales para la muchacha. Esto se ve claramente con la narración que hace Berman sobre el pasado de Holly; para hacer de la muchacha una actriz de Hollywood, el agente había tenido que borrar “el acento aquel” (p.43), que sugería un origen precario del Sur. Aunque no se expresa explícitamente, con este comentario los lectores intuimos que detrás de la muchacha sofisticada y con estilo, hay una historia oculta sobre su vida antes de llegar a Nueva York. En este sentido, la naturaleza camaleónica de Holly la posiciona como una muchacha capaz de dejar atrás cualquier rastro sobre su pasado y centrarse únicamente en su presente como un personaje carismático y seductor.
En la fiesta de Holly, las conversaciones entre los personajes permiten que reaparezca la noción de la sexualidad como una dimensión mutable en el ser humano. En este punto, la orientación sexual del narrador aparece construida a partir del rechazo que el personaje manifiesta con respecto a los estereotipos masculinos. Cuando, en la biblioteca de Holly, encuentra solo libros sobre caballos y béisbol, se ve obligado a manifestar un “fingido interés” (p. 47). Si bien esto puede pasar desapercibido y no implicar necesariamente un rechazo de los consumos asignados a hombres, Holly le explica al narrador: “Si a un hombre no le gusta el béisbol, entonces le gustarán los caballos. Y si no le gusta ninguna de las dos cosas, bueno, de todas maneras estoy frita: no le gustan las muchachas, seguro” (p. 50). Frente a esta observación, el narrador se mantiene en silencio; lo que permite inducir que coincide en esta percepción de Holly sobre la masculinidad y la sexualidad.
Si bien esto permite intuir que el narrador es homosexual, en Desayuno en Tiffany’s la sexualidad nunca es reducida a la dualidad hétero/homosexual. Para continuar complejizando esta dicotomía, el personaje de Rusty Trawler ejemplica la identidad sexual como un proceso fluido que escapa a toda etiqueta posible. Desde el primer momento en que Trawler aparece en la fiesta, el narrador destaca rasgos infantiles en el personaje, al que describe como “un niño de edad madura que nunca había abandonado la gordura de un infante” (p. 47). En esta caracterización, la mirada sobre Rusty exhibe un personaje infantil, incapaz de sostener un vínculo adulto y de paridad con otra persona. Efectivamente, la relación entre Trawler y Holly está signada por la jerarquía y la diferencia; la muchacha lo obliga a evitar alimentos prohibidos por el médico y lo llama “niño malo” (p. 54). En este sentido, Holly sugiere que el lazo entre ambos se asemeja más al de una madre y su hijo que al de una pareja de adultos.
Cuando el narrador destaca esta asimetría, la muchacha le responde: “¿No comprendes que Rusty se siente más seguro en pañales de lo que sentiría con falda? (…) Quiso apuñalarme con el cuchillo de la mantequilla porque le dije que debía crecer y enfrentarse con la realidad” (p. 55). En esta observación sobre Rusty, Holly no se limita únicamente a verlo como un niño, sino que sugiere que estas conductas infantiles son una forma de negar su identidad homosexual. En este sentido, la imposibilidad de definir a Rusty permite leer a la sexualidad humana como un complejo entramado de relaciones y manifestaciones que no se reduce a los estereotipos asignados a cada género.
Es importante destacar el significado que tiene la reunión en la casa de Holly para el narrador. Desde su mirada periférica, sin formar parte del centro del evento, se permite analizar y observar los movimientos y gestos de la muchacha en relación con los demás participantes de la fiesta. Así como analiza la biblioteca de Holly, también la ve a ella en acción y saca conclusiones sobre sus conductas. Es ejemplar al respecto el comentario que hace el narrador sobre la muchedumbre de la fiesta: “era como si la anfitriona hubiese distribuido invitaciones zigzagueando entre diversos bares; lo cual, muy probablemente, era lo que había ocurrido” (p.47). Desde esta observación, el narrador teoriza y concluye que la conducta errática de Holly la llevó a invitar a todos estos hombres a su casa.
Junto con el análisis que el narrador hace sobre la muchacha, la misma Holly revela algunos elementos fundamentales para entender su personalidad y forma de ver el mundo. En este punto, la mención de la joyería Tiffany's –que, además, da título a la novela- aparece como uno de los símbolos más recurrentes de la narración. Holly describe Tiffany's como el antídoto perfecto para los momentos depresivos a los que la protagonista llama “las horas negras” (p. 52). Así, la joyería es el espacio en donde nada malo puede ocurrir, ya que “el soberbio aspecto y la tranquilidad que se respira allí dentro [la] calman completamente” (p. 53). La descripción que hace Holly sobre un espacio asociado al lujo y la ostentación como una zona de comodidad exhibe la mirada que la muchacha tiene sobre el consumo material; ese mundo, que puede parecer superficial y obsceno es, para ella, seguridad y placer. La mención de “las horas negras” permite ver que, detrás del carisma y la seducción de Holly, hay una muchacha que sufre y tiene miedo. En este punto, escapar de este cuadro depresivo viene de la mano del deseo de poder pertenecer a algún lugar, de poder sentirse, finalmente, como en casa.
Además de estos dos símbolos, el gato sin nombre de Holly exhibe su convicción de no pertenecer a ningún lado. “Nosotros nos aceptamos en cierta manera, un día junto al río, pero no nos pertenecemos” (p. 51) dice la protagonista. Justamente, esta falta de pertenencia le impide ponerle un nombre y considerarlo suyo. Sin embargo, Holly anhela poder llegar a ese estado en el que, finalmente, pueda vivir de manera confortable; así, podrá sostener una identidad y un estilo de vida estable, sin necesidad de tener una vida basada en la huida permanente.
La aparición de Mag Wildwood en la fiesta es fundamental para entender la relación entre esta muchacha y Holly. Si bien la protagonista se siente molesta por la presencia sorpresiva de Wildwood, finalmente, acepta convivir con ella como compañera de piso. Si bien este cambio de actitud llama la atención del narrador, Holly explica que Mag es “una perfecta tonta (…) así se le puede hacer pagar el alquiler a ella y mandarla a la lavandería” (p. 67). Esta mirada sobre su inquilina revela la naturaleza oportunista y especuladora de Holly, que no duda en sacar ventaja de Mag sin demasiado remordimiento. Es interesante observar la dicotomía que representan ambas mujeres en la novela. Desde las observaciones que hace el narrador al verlas conversando, analiza la inconstante relación que hay entre ellas. A través del diálogo entre Holly y Mag, una “persona muy muy muy convencional” (p. 64), se subraya la mirada poco ortodoxa que tiene la protagonista sobre la vida y, en este caso, el sexo. Mientras que Mag se avergüenza de hablar del tema y cuenta que no presta atención al encuentro sexual, Holly le cuestiona esta actitud y afirma que ella prefiere “ser natural” (p. 64). En esta oposición entre natural y normal, el comentario de la muchacha deja ver que las definiciones de lo “normal” son absolutamente arbitrarias y controlan y restringen la verdadera libertad del espíritu humano. Asimismo, el interés de Holly en los hábitos sexuales de Mag y José, su candidato brasileño, anticipan la posibilidad de un vínculo amoroso entre la protagonista y el hombre.