Desayuno en Tiffany's

Desayuno en Tiffany's Resumen y Análisis Secciones 14-17

Resumen

Sección 14

El narrador comenta que en la prensa nocturna aparecieron fotografías de Holly. Sin embargo, los hechos no tenían nada que ver con caballos desbocados, sino que los titulares rezaban que la joven muchacha había sido detenida por tráfico de drogas. Debajo de la fotografía de Holly entrando en la jefatura de policía, el pie de foto indicaba que había sido acusada de ser una figura clave en una red internacional de traficantes de drogas ligada al gánster Sally Tomato. También O’Shaughnessy había sido arrestado, y se reveló que no era un abogado sino un sacerdote que había dejado los hábitos. Según la prensa, Holly fue detenida en su lujoso apartamento y acusada de haber transmitido mensajes en clave entre Tomato y O'Shaughnessy, que le permitían sostener el control de los narcóticos. La nota también aclaraba que Holly era aficionada a las drogas, ya que la muchacha había comentado tomar de vez en cuando un poco de marihuana porque no era tan destructiva como el alcohol. También afirmaba que Sally era un encanto de persona.

Frente a toda esta información, el narrador destaca que había un error notable, ya que Holly había sido detenida en su cuarto de baño, en donde ella lo estaba cuidando luego de los incidentes sufridos a caballo. De repente llamaron a la puerta y Sapphia Spanella y una pareja de detectives entraron al departamento para llevársela, luego de que Spanella la identificara como la chica a la que buscaban. Cuando la detective tomó a Holly del hombro, la muchacha le contestó fríamente que le quitara de encima esas manos de marimacho. Enfurecida, la policía le pegó una fuerte cachetada. Mientras la llevaban escaleras abajo, Holly le pidió al narrador que por favor alimentara al gato.

Sección 15

Si bien al principio el narrador no pensaba que el asunto de Holly pudiera tener tan terribles dimensiones, todo cambió cuando Joe Bell le mostró los periódicos. Ambos especularon sobre si realmente Holly estaba implicada en este asunto; el narrador sostuvo que si bien ella estaba complicada en la causa, no lo había hecho de manera consciente porque no sabía lo que estaba haciendo. Joe le ordenó comenzar a telefonear a los amigos adinerados de Holly, para así poder encontrar un buen abogado para la muchacha.

Desde la cabina telefónica del bar de Joe, el narrador llamó a O. J. Berman, que no estaba disponible, y después insistió con Rusty Trawler. Sin embargo, quien atendió fue Mag Wildwood, que no solo se negó a ayudarlos, sino que se manifestó dispuesta a demandar a todo aquel que relacionara su nombre y el de su marido con esa repugnante y degenerada muchacha. El narrador colgó y, si bien estuvo a punto de llamar a Doc Golightly, pensó que Holly se enojaría mucho si lo hiciera.

Finalmente, volvió a llamar a Berman, quien aseguró haber hablado ya con el mejor abogado de Nueva York, Iggy Fitelstein. Además, comentó que esa misma noche soltarían a Holly, luego de haber pagado la fianza correspondiente.

Sección 16

Sin embargo, cuando el narrador fue a dar de comer al gato, Holly no estaba allí. En su lugar, había un hombre misterioso en el departamento, que llenaba unas maletas con la ropa de José. Su parecido con el prometido de Holly hizo que el narrador sospechara que era familiar de José; efectivamente, el hombre admitió ser su primo y le pidió al protagonista que le diera una carta a Holly de su parte. El narrador afirmó que así lo haría.

Sección 17

A pesar de no tener ganas, el narrador le entregó la carta a Holly cuando la vio un par de días después del arresto. La muchacha estaba en una habitación de hospital, ya que había sufrido la pérdida del embarazo. Allí, le contó al narrador sobre la presencia de “la mujer gorda”, una figura siniestra que veía cada vez que estaba en situaciones de profundo dolor. Ella había aparecido por primera vez cuando se enteró de la muerte de su hermano Fred y nuevamente con la pérdida del embarazo. Luego, la muchacha le preguntó por José; el narrador le dio la carta. Al recibirla, Holly se empolvó y maquilló para la ocasión; leyó rápidamente el texto mientras sus gestos se endurecían. Finalmente, le pidió al narrador que la leyera en voz alta. En ella, José explicaba que, a pesar de que realmente amaba a Holly, no podía casarse con ella debido a su carrera política y profesional. Le pedía que lo perdonara y le deseaba que Dios la acompañara siempre.

Holly le pidió al narrador su opinión sobre la carta; el muchacho confesó que le parecía honrado y hasta enternecedor. Sin embargo, la muchacha exclamó que estaba enamorada de él, a pesar de que ahora le parecía una rata gigante.

Cambiando de tema, Holly le agradeció al narrador por haber sido tan mal jinete y así haber causado la pérdida de su embarazo, ya que no hubiera querido convertirse en madre soltera. Sin embargo, la muchacha le dijo a la policía que la responsable de su aborto había sido la bofetada de la detective para poder demandarlos por diversos motivos. El narrador, aterrado frente a este plan, le sugirió que fuera razonable y pensara planes para salir de la prisión. Así, la muchacha confesó que mantendría el pasaje para irse a Brasil, a pesar de la acusación criminal que existía contra ella. Severamente, el narrador insistió en que desistiera de esa estrategia, ya que no le permitiría regresar nunca más a su país. Sin embargo, Holly afirmó que no la pescarían, ya que en realidad no existía una intención de procesarla; únicamente querían que testificara en contra de Sally Tomato. Además, ella quería escapar del escrutinio público, ya que, aun cuando la encontraran inocente, no tendría ningún tipo de futuro en Nueva York porque le cerrarían las puertas de todos los sitios. Por esto, ya estaba tomada la decisión de escapar del juicio.

Antes de la partida del narrador, Holly le pidió que buscara una lista de los cincuenta hombres más ricos de Brasil. Además, también le exigió que le trajera la medalla de San Cristóbal que le había regalado, ya que la necesitaría para el viaje.

Análisis

En estos capítulos, la detención de Holly pone el foco en uno de los ejes centrales de la novela: la imposibilidad de que exista un relato objetivo de los hechos. En este sentido, alrededor del arresto de la muchacha emergen chismes, mentiras, rumores que pretenden ser verdaderos y que tienen un rol crucial en transmitir información entre los personajes y modelando también cómo ellos piensan sobre sí mismos y sobre los demás. Las portadas de los diarios que cubren la detención de Holly tergiversan y exageran hechos de la vida tanto como lo hace la misma protagonista cada vez que inventa una nueva vida según lo exigen sus circunstancias. “Holly no fue detenida en «su lujoso apartamento »” (p. 114) acota el narrador; la prensa distorsiona la realidad para sus propios propósitos, tal como lo hace Holly con la creación de nuevas identidades. En este sentido, si contar y crear una historia siempre está atravesado por la subjetividad del que la cuenta, es posible pensar que también el narrador incorpora elementos de su propia percepción a la hora de contar esta historia.

Otro elemento fundamental en el episodio de la detención de Holly es que en este capítulo se quiebra con la estructura lineal de la novela. En ese sentido, el lector conoce las consecuencias del arresto de la muchacha a partir del relato que los medios masivos hacen sobre el evento antes de la narración que el mismo protagonista hace de los hechos. Este cambio de perspectiva quiebra con las expectativas del lector y confluye en una narrativa no-lineal, en donde accedemos primero a lo que pasó con Holly y luego el narrador cuenta cómo fue realmente la escena del arresto. En este sentido, Capote juega con el suspenso y la intriga que generan estos hechos; acceder a las repercusiones de la detención de Holly seduce al lector para que continúe leyendo y así pueda entender cómo se llegó a semejante desenlace. En este punto, el autor usa una estructura inesperada que refleja también el impactante giro que tomaron los eventos en la novela.

Cuando accedemos finalmente al relato que el narrador hace de los hechos, el protagonista comenta que fue Sapphia Spanella la encargada de delatar a la muchacha a las autoridades. Las principales objeciones de Spanella eran dirigidas contra la conducta de Holly a nivel moral, específicamente, por su tendencia a la promiscuidad. Al verla cuidando al lastimado narrador, la mujer acota “¡Qué puta es!” (p. 115). En el mundo de la novela, repleta de marginados, excéntricos y artistas, Spanella representa los valores sociales y morales de la Estados Unidos de mediados de siglo XX. Su persecución permanente y su ensañamiento con Holly nos recuerda que, a pesar del encanto y el carisma de la muchacha, la sociedad convencional tenía poco de empático con las mujeres que no encajaban en los estereotipos de femineidad. Liberal e independiente, Holly representa una amenaza para el orden establecido que encarna Spanella y, como tal, no solo merece censura sino también castigo.

Si bien la mirada sin prejuicios de la muchacha es una de los puntos más fuertes y genuinos de su personalidad, también le trae otros problemas además de la denuncia de Spanella. Cuando en el periódico se describe a Holly como “aficionada a las drogas” (p. 144), la prensa busca que las declaraciones de la muchacha sobre su consumo esporádico causen repudio en los lectores. En este sentido, esta declaración genuina y poco ortodoxa termina siendo una complicación más para la vida de Holly.

Si bien tanto el narrador como Joe Bell intentan buscar ayuda para Holly, descubren, sorpresivamente, que cuentan con recursos limitados. En particular, aquellas personas que solían ser amigos de la muchacha ahora le dan la espalda de manera repentina y violenta. Cuando el narrador habla con Rusty, atiende su esposa Mag, que no duda en llamar a Holly “una cabeza de chorlito sin más moral que una perra en celo. La cárcel es su sitio apropiado” (p. 117). A partir de esta cruel definición, se revela el tramado oscuro que existe detrás de la popularidad y los vínculos sociales de Holly en la ciudad de Nueva York. Así como la muchacha no duda en utilizar a sus contactos para obtener dinero o favores, con la respuesta de Mag la relación parece ser recíproca; tal vez, Wildwood usó a Holly para conseguir su propio peso en la escena social neoyorquina. Una vez casada con Rusty, no duda en condenar a su antigua amiga y desearle todo tipo de desgracias.

Si bien finalmente el narrador consigue la ayuda de O. J. Berman, que se encarga de contratar a un abogado, el agente confiesa que le exigió que mantuviera su nombre en el anonimato. Una vez más, el círculo social de Holly no desea estar implicado personalmente en el escándalo de la muchacha.

En contraste con sus amigos de la alta alcurnia, inconstantes y deshonestos, Joe y el narrador permanecen dedicados a ayudar a su amiga, lo que sugiere que su cariño por ella es sincero y desinteresado. Es interesante leer cómo estos personajes difieren de la gente a la que Holly suele elegir como amigos. Tanto Joe como el narrador parecen escapar de los estereotipos asignados a la masculinidad; si bien no se expresa tácitamente que sean homosexuales, se sugiere que ambos quieren a Holly en un sentido no sexual sino amistoso o familiar. Además, ninguno de los hombres cuenta con los recursos económicos que la muchacha busca en un pretendiente. En este punto, la novela exhibe la fortaleza de este sentimiento como una forma del amor que no está basada en la atracción sexual ni en la necesidad económica de alguna de las partes involucradas.

En este sentido, la carta de José refuerza la falta de honestidad y sinceridad que prima en las relaciones amorosas de pareja de Holly; frente al escándalo de la detención, el hombre prioriza su devenir económico y social antes que la solidez del vínculo con la muchacha. Es interesante que el narrador no se sorprende con la carta, sino que le parece “completamente honrado” (p. 123) porque al menos admite su propia incapacidad de poder lidiar con una mujer como Holly para lograr su objetivo personal.

Si bien la muchacha admite estar enamorada de “esa rata” (p. 123), planea seguir adelante con su vida de aventura y nomadismo más allá de las imputaciones que le hacen por su complicidad con Sally Tomato. Al aceptar que, luego de la detención, su rol como figura distinguida en la alta sociedad neoyorquina corre riesgo, expresa también que sus propios ingresos corren riesgo. En este sentido, Holly les recuerda a los lectores que su sociabilización entre millonarios y magnates es parte de su trabajo y, como tanto, depende de ellos para poder llegar a fin de mes.

Además de profundizar en los vínculos que sostiene la protagonista con la gente que la rodea, en estos capítulos se despliega la patología de Holly en todo su esplendor. Incapaz de discutir su tristeza y miedo de manera directa, la simboliza en una metáfora. Así, “la mujer gorda” (p. 121) emerge como herramienta para explicarle su depresión al narrador. Este símbolo aparece por primera vez con la muerte de Fred y vuelve cuando la protagonista pierde su embarazo: “¿Comprendes ahora por qué enloquecí y destrocé todo?” (p. 121). En este sentido, Holly crea un personaje maligno y diabólico como forma de condensar todos sus temores y angustias.

Otra herramienta con la que Holly se defiende contra la tristeza es el artificio y la máscara, a través del uso de maquillaje, joyería y sus característicos lentes negros. Cuando recibe la carta de José, pasa de ser una “niña de doce años” (p. 122) a estar “así armada” (p. 122); esta metamorfosis simboliza los intentos permanentes de la protagonista de protegerse contra las emociones asumiendo identidades diferentes y artificiales. En este sentido, cuando O. J. Berman repite que Holly es “una verdadera falsificación” (p. 118) pone en primer plano esta característica de la muchacha: la necesidad de impostar y crear diferentes roles frente a la imposibilidad de asumir y manejar de manera adulta las emociones y los miedos.

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