La novela gira en torno a la familia Ventura, un clan numeroso y extremadamente rico formado por 13 adultos y 33 niños que viven en la ciudad, pero pasan tres meses cada verano en el campo. Los adultos de la familia dejan solos por primera vez a los niños, que parten hacia un lugar mítico de su finca. En ausencia de los adultos, los niños desafían el mito utilizado para mantener a raya a la familia: que los nativos que viven fuera de los muros de la finca son caníbales peligrosos y asquerosos.
Mientras tanto, el tío Adriano, que se casó con Balbina Ventura, lleva encerrado y drogado en una torre desde que un terrible suceso lo volvió loco. Es el padre de Wenceslao, de diez años, que está decidido a aprovechar la ausencia de los adultos y liberarlo. Otros niños están creando sus propios planes y muchos dudan de que los adultos regresen. Nos enteramos de que su padre, Adriano, inspiró a Wenceslao, cuya madre se viste con ropa de niña, a establecer contacto con los nativos.
Los adultos también mantienen la casa bajo su control empleando sirvientes e imponiendo su voluntad mediante la violencia y el miedo. Estos sirvientes no sólo están ahí para hacer cumplir las estrictas normas de los padres, sino que también recurren a crueles castigos sin marcas visibles. Los nativos han sido subyugados por los antepasados de Ventura, y ahora trabajan para ellos para alimentar su riqueza. A los blancos les han hecho creer que los nativos son caníbales y lo utilizan como amenaza para mantener a raya a los niños. Esta represión se ve aumentada por la negativa de los adultos a afrontar nada abiertamente y su insistencia en que el tiempo no ha pasado mientras ellos no estaban.
El juego de los niños se ve interrumpido por la instigación de dos forasteros, el padre de Wenceslao y la extraña Mariana, que representan la posibilidad de algo distinto al engaño de los adultos. Sin embargo, sus intentos de escapar al control de los adultos acaban siendo infructuosos y el poder de los adultos se refuerza.
Cuando los adultos regresan, niegan la realidad y envían a los criados a la casa para que lo arreglen todo mientras ellos se van a sus casas en la capital. Los adultos son capaces de mantener el control mediante el uso de historias y mitos, y negando la realidad y envolviéndose en elaboradas fantasías y artificios. Los niños, por su parte, son abandonados a su juego, inconscientes del poder del control de los padres y contentos de permanecer dentro del artificio.