Resumen
Canto IV – Los libertadores
Este canto aparece como el opuesto al anterior, “Los conquistadores”. Aquí, los poemas se centran en loar a aquellas personas que lucharon por lograr la libertad americana, desde los nativos hasta los próceres de la independencia y algunos revolucionarios.
Tiene una introducción general también llamada “Los libertadores”. Luego, con la fecha de 1520, aparece el poema llamado “Cuauhtémoc”, dedicado al último rey del Imperio azteca.
En la primera mitad del canto, sobre todo, se destaca a luchadores de los pueblos nativos y a algunos españoles, como Fray Bartolomé de las Casas, que ayudó a los habitantes originarios del continente. En la segunda mitad del canto, los poemas son dedicados fundamentalmente a los diversos próceres de la independencia de los países latinoamericanos.
Canto V – La arena traicionada
Los poemas de este canto están enfocados en aquellas personas y/o empresas extranjeras que el autor considera que han sido letales para Latinoamérica.
Comienza con una introducción llamada “Tal vez, tal vez el olvido”, en el que el yo lírico afirma que puede ser que, con el tiempo, se olvide lo que sucedió en el continente, pero que él no va a olvidar, sino que obligará al lector a recordar los dolores vividos en Latinoamérica.
La primera parte del canto se denomina “Los verdugos”. Allí hay poemas dedicados a criticar duramente a dictadores, como el paraguayo José Rodríguez de Francia o el boliviano Mariano Melgarejo, entre otros.
La segunda parte del canto se denomina “Las oligarquías”. Allí se hace un repaso por ciertas empresas extranjeras, como la Standard Oil Co., que sacaron provecho del suelo americano, así como también se revisa el accionar de los jueces, los diplomáticos y otros explotadores. Además, se da cuenta de la situación de los oprimidos, como los indios y los mendigos.
La tercera parte del canto se denomina “Los muertos de la plaza”: aquí, a través de nueve poemas, el yo lírico poetiza acerca de los hechos sucedidos el 28 de enero de 1946 en Santiago de Chile, en la llamada “Masacre de la Plaza Bulnes”.
La cuarta parte del canto se denomina “Crónica de 1948 (América)”: aquí el yo lírico se detiene en diferentes dictaduras y acontecimientos negativos para el pueblo sucedidos durante dicho año en distintos países latinoamericanos, así como también le dedica un poema a la guerra civil griega. Este canto termina con un poema llamado “El pueblo victorioso”, que anuncia que, tras padecer todos estos sufrimientos, el pueblo vencerá.
La quinta y última parte del canto está compuesta por un solo poema llamado “González Videla, el traidor de Chile (epílogo) 1949”. Este poema hace referencia al dictador chileno que, entre otras cosas, proscribió a Neruda por ser parte del Partido Comunista.
Canto VI – América, no invoco tu nombre en vano
En este canto, el yo lírico va recorriendo distintas zonas de América y describiendo, desde la primera persona, tanto cuestiones específicas de la naturaleza como particularidades políticas del continente.
El primer poema, llamado “Desde arriba”, está situado en 1942. Este es el único poema fechado. En el resto del canto, los poemas abordan tópicos muy disímiles: narran desde el vuelo de una mariposa hasta una reunión que Neruda tiene con obreros marítimos en Valparaíso, pasando por un poema dedicado a la playa de Santos y otro a los dictadores latinoamericanos.
Análisis
Canto IV – Los libertadores
“Los libertadores” continúa narrando poéticamente la historia latinoamericana de manera cronológica. Tras referirse a los conquistadores españoles, es el turno de abordar a aquellos héroes que resistieron el embate de los conquistadores y a aquellos que, siglos después, lideraron la liberación del continente.
Este canto es diametralmente opuesto a “Los conquistadores”. Si este está atravesado por poemas que narran matanzas y que critican duramente a personajes históricos, “Los libertadores”, por el contrario, está atravesado por poemas que narran hazañas positivas para los oprimidos latinoamericanos, y que loan a diferentes personajes históricos. Por ejemplo, el poema “Lautaro contra el centauro” narra la persecución del líder mapuche Lautaro y sus fuerzas al conquistador Pedro de Valdivia. Este hecho histórico, sucedido el 24 de diciembre de 1553, terminó con la muerte del conquistador a manos del cacique mapuche Leucotón. El tono del poema es épico y reivindica este suceso. Dice:
Llegó Lautaro en traje de relámpago.
Siguió el conquistador acongojado.
Se abrió paso en las húmedas marañas
del crepúsculo austral.
Llegó Lautaro,
en un galope negro de caballos.
La fatiga y la muerte conducían
la tropa de Valdivia en el follaje.
(p. 84)
El poema dedicado a San Martín, por su parte, funciona como perfecto ejemplo de las loas realizadas por el yo lírico dentro de este canto. Dice:
Te galopamos, San Martín, salimos
amaneciendo a recorrer tu cuerpo,
respiramos hectáreas de tu sombra,
hacemos fuego sobre tu estatura.
("San Martín", p. 98)
San Martín es presentado aquí metafóricamente como si su cuerpo fuera el suelo del continente americano.
En esta oposición entre “Los conquistadores” y “Los libertadores” aparece con claridad el marco estético en el que se inscribe todo el Canto general: el realismo soviético o realismo socialista (ver sección “El realismo socialista” en esta misma guía). Entre las características de este movimiento, acaso la más importante es su inscripción dentro de la doctrina marxista del materialismo dialéctico. Desde el materialismo dialéctico, la historia de los seres humanos es concebida como la de una lucha entre clases sociales, entre los opresores y los oprimidos. El materialismo dialéctico considera que, llegado un punto de la historia, los oprimidos lograrán hacerse con el poder y derrotar definitivamente a los opresores. Este momento histórico es, por supuesto, el de la revolución.
El Canto general da cuenta de esta lucha entre esos dos polos opuestos. “Los libertadores” aparece como una respuesta histórica al canto anterior. Del mismo modo, el siguiente canto, “La arena traicionada”, estará dedicado a un nuevo embate de los opresores por sobre los oprimidos. Neruda, a lo largo de la obra, va construyendo este movimiento dialéctico en el que opresores y oprimidos, de manera pendular, se disputan el poder, con la confianza de que llegará ese momento revolucionario, definitivo, en el que el poder quedará en manos de los oprimidos, quienes, a partir de entonces, dejarán de serlo. La llegada de dicho momento es metaforizada por Marx utilizando la figura de un viejo topo que va cavando por debajo de la tierra, socavando las bases del capitalismo, hasta salir a tierra triunfante. En el poema introductorio de Neruda, llamado, al igual que el canto, "Los libertadores", el yo lírico metaforiza el triunfo definitivo de los oprimidos a través de la figura de un árbol que soporta las tormentas y no para de crecer. El final del poema dice
Defiende el fin de sus corolas,
comparte las noches hostiles,
vigila el ciclo de la aurora,
respira la aurora estrellada,
sosteniendo el árbol, el árbol
que crece en medio de la tierra.
(p. 72)
A través de estos versos, el yo lírico llama al pueblo latinoamericano a resistir los embates de los opresores. La elección de la imagen del árbol responde a la idea (que atraviesa toda la obra) de unidad armónica entre la naturaleza y los pobladores americanos. Ese árbol se presenta como un símbolo del triunfo de los oprimidos, que, inevitablemente, vivirán en el centro de la tierra, que les pertenece.
Canto V – La arena traicionada
Tras la conquista de los españoles y la liberación, llega el momento de la traición: esta vez son los mismos americanos quienes actúan contra su propio continente y su pueblo. Este canto comienza con una introducción llamada “Tal vez, tal vez el olvido”. Allí, el yo lírico deja bien en claro que, así como en el primer canto era él quien iba a encargarse de narrar la historia de la América precolombina, ahora es él también quien no va a permitir que el pueblo latinoamericano olvide los dolores causados por estos traidores. Dice: “Mis ojos no vinieron para morder olvido:/ mis labios se abren todo el tiempo, y todo el tiempo” (p. 156). Siguiendo con la lógica dialéctica de la obra, el yo lírico considera que el único modo de que la historia tuerza el rumbo y que los oprimidos dejen de estar en ese lugar es revisando los sucesos históricos e identificando a los traidores. Así, el pueblo aprenderá y podrá tener herramientas en el futuro para combatir a sus enemigos.
El título del canto “La arena traicionada” tiene un doble sentido: por un lado, remite a la arena como terreno literal, la arena que conforma gran parte del suelo del continente; por otro lado, remite a la arena del Coliseo en la que se llevaban a cabo las luchas de los gladiadores. Latinoamérica, como hemos visto, es un terreno en constante disputa.
La primera parte de este canto, llamada “Los verdugos”, está dedicada a una serie de dictadores que gobernaron de manera tiránica sus países durante el siglo XIX: el Doctor Francia (Paraguay), Gabriel García Moreno (Ecuador), Juan Manuel de Rosas (Argentina) y Mariano Melgarejo (Bolivia) son algunos de ellos. En cada uno de estos poemas, el yo lírico recapitula hechos puntuales sucedidos en cada territorio y particulariza los diferentes paisajes. De esta manera, el yo lírico va conformando una constelación de poemas que, aun siendo muy distintos entre sí, tienen un denominador común: la tiranía ejercida por un traidor latinoamericano.
Ahora bien, tras esta primera parte, el yo lírico ingresa en el siglo XX. En “Las oligarquías”, arremete contra otro tipo de traición: la traición económica llevada a cabo por los capitalistas. Les dedica poemas a tres compañías: la Standard Oil Co., Anaconda Cooper Mining Co. y United Fruit Co. Así como “Los verdugos” son traidores de los suyos porque nacieron en el continente, estas tres empresas son consideradas traidoras pues son estadounidenses. El yo lírico encuentra aquí la gran fractura entre Latinoamérica y el país norteamericano. El capitalismo aparece como una fuerza que aliena a los hombres. Las empresas y sus productos tienen un poder en sí que rompe cualquier tipo de hermandad: “La Standard Oil los despierta,/ los uniforma, les designa,/ cuál es el hermano enemigo” (p. 183).
Para que estas empresas tengan el dominio que tienen en Latinoamérica se necesita un sistema funcional a ellas. Neruda les dedica poemas a los diplomáticos, a los “abogados del dólar” e incluso a los poetas que, en lugar de elevar sus voces combativas, cantaron sus versos a la “belleza pura”, al europeísmo de moda. Así los increpa en su poema “Los poetas celestes”:
Qué hicisteis vosotros, gidistas,
intelectualistas, rilkistas, (…)
en una tumba, europeizados,
cadáveres de la moda.
(p. 173)
"Gidistas" remite a André Gide, así como "rilkisitas" refiere Rainer María Rilke, ambos autores europeos con mucha influencia a nivel mundial.
Luego de armar este panorama general, Neruda, en la tercera parte de este canto, se focaliza en un hecho puntual: la Masacre de la Plaza Bulnes. Dedica nueve poemas a describir este hecho trágico de la historia de Chile. La Masacre de la Plaza Bulnes ocurre el 28 de enero de 1946 durante el gobierno de Juan Antonio Ríos. Trabajadores de las Oficinas Salitreras Mapocho y Humberstone realizan un paro porque la compañía les subió los precios en las pulperías. Ese 28 de enero, miles de obreros se movilizan en la Plaza Bulnes en Santiago de Chile. Los carabineros salen a reprimir y matan a seis personas. Es interesante destacar que, tras este hecho, el Partido Comunista decide alejarse del gobierno al que había apoyado. Neruda, integrante de dicho partido, marca también ese distanciamiento y su condena al gobierno a través de esta serie de poemas.
La cuarta parte de este canto no es sobre un hecho puntual, sino sobre un año en el que diversos hechos oscuros se ciñeron sobre el continente: 1948. Entre otras cosas, en ese año, Paraguay está en plena guerra civil; en Brasil, gobierna el militar Eurico Dutra, quien había sido comandante de la represión contra los comunistas en 1935; en Cuba asesinan a Jesús Menéndez, líder sindical azucarero. Además, Neruda le dedica un poema a la guerra civil griega, hermanando, por primera vez en la obra, a los oprimidos latinoamericanos con los del continente europeo.
La quinta y última parte está dedicada a González Videla, a quien el yo lírico llama “el traidor de Chile”. Canto general, desde el principio hasta el final, desde que el yo lírico afirma que él será quien cuente la historia americana, aún proponiéndose narrar dicha historia a través de una reconstrucción precisa de decenas de hechos, es un poemario que tiene un narrador presente, con una visión subjetiva; un narrador que no intenta borrarse, que no intenta hacer pasar la historia que cuenta como una sucesión de hechos objetivos, sino que constantemente pone su presencia en primer lugar.
En este sentido, los hechos que atraviesan la vida de Pablo Neruda funcionan dentro de la obra como una muestra particular de la opresión general que sufren los latinoamericanos. En este caso, puntualmente, González Videla es el presidente chileno que proscribe y persigue a Neruda por ser parte del Partido Comunista. El autor utiliza así su propia experiencia y la pone a la par de los hechos de opresión que va recapitulando canto tras canto. Su figura va tomando tintes épicos: el yo lírico se construye a sí mismo como un ejemplo del militante que lucha contra la injusticia y sufre en carne propia la opresión de los tiranos.
Canto VI – América, no invoco tu nombre en vano
En consonancia con lo mencionado al final del análisis del quinto canto, aquí el yo lírico ya se hace presente desde el título.
En “América, no invoco tu nombre en vano”, el yo lírico vuelve a dedicarle poemas a la naturaleza americana, así como lo hizo en el primer canto, pero formando parte de ella. En el primer canto, el yo lírico se ubica en un tiempo en el que él aún no existía. En paralelo, el mundo americano del siglo XV no estaba atravesado por los conflictos políticos que así lo atraviesan en este canto, situado en el siglo XX. Este sexto canto funciona, de alguna manera, como una actualización del primero. El yo lírico vuelve a dedicarle poemas a la naturaleza, pero los combina con sus propias experiencias en ella, con su propia vida. Él ahora también es un elemento de esa naturaleza:
De tierra es la materia apoderada
del fulgor y del pan de mi victoria,
y no es sueño mi sueño sino tierra.
Duermo rodeado de espaciosa arcilla
y por mis manos corre cuando vivo
un manantial de caudalosas tierras.
(“América”, p. 218)
En este canto, además, el yo lírico demuestra sus conocimientos específicos sobre el continente al recorrer a través de sus poemas distintas zonas por las que Neruda, efectivamente, viajó. De este modo, demuestra que él puede cantarle a América de manera justificada, no en vano.
Por ejemplo, en el poema denominado “Invierno en el sur, a caballo”, el yo lírico dice:
Yo he traspasado la corteza mil
veces agredidas por los golpes australes (…)
yo conozco el final del galope en la niebla,
el harapo del pobre caminante.
(p. 212)
El yo lírico conoce, por experiencia propia, la rústica y hostil naturaleza del sur de América, así como a los pobres de su continente. Conoce también, como lo demuestra en el poema llamado “Centro América”, la idiosincrasia de América Latina, en la que los hombres son oprimidos diariamente:
De noche y día veo los martirios,
de día y noche veo al encadenado,
al rubio, al negro, al indio
escribiendo con manos golpeadas y fosfóricas
en las interminables paredes de la noche.
(p. 215)
Por otro lado, un ejemplo perfecto de la actualización de la naturaleza americana, atravesada por los conflictos políticos del siglo XX, aparece en el poema llamado “Los dictadores”: “Ha quedado un olor entre los cañaverales/ una mezcla de sangre y cuerpo, un penetrante/ pétalo nauseabundo” (p. 214). La naturaleza americana ya no es virgen como en el primer canto: está teñida por la sangre derramada; el pétalo ahora es nauseabundo. El yo lírico, como un líder político-poético, llama a los latinoamericanos a recuperar el continente, la deliciosa fragancia de su tierra.