Yo estoy aquí para contar la historia.
Canto general, desde este primer poema, en el que el yo lírico afirma que él será quien cuente la historia americana, es un poemario que tiene un narrador muy presente, con una visión marcadamente subjetiva. Se trata de un narrador que no intenta hacer pasar la historia que cuenta como una sucesión de hechos objetivos, sino que constantemente pone su presencia en primer lugar.
Es por esto que la obra está atravesada no solo por hechos históricos que tienen como protagonistas a grandes personajes, como José de San Martín o Simón Bolívar, sino también por una sucesión de hechos que forman parte de la biografía de Neruda. Estos hechos funcionan como una muestra particular de la opresión general que sufren los latinoamericanos.
Neruda se construye a sí mismo como la voz capaz de narrar la verdadera historia americana, radicalmente diferente a la que fue narrada por los opresores. Se construye como la voz del pueblo. La decisión de narrar este poemario desde su óptica responde a una construcción poética que hace Neruda de sí mismo: en el Canto general, el autor se construye como aquel que conoce al pueblo, que trabajó junto a los oprimidos, que es perseguido y castigado políticamente como aquellos que son y fueron los oprimidos durante toda la historia latinoamericana. Es, en definitiva, una voz que llegó para contar la verdad que alguien debía contar.
Qué era el hombre? En qué parte de su conversación abierta
entre los almacenes y los silbidos, en cuál de sus movimientos metálicos
vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?
El segundo canto, "Alturas de Macchu Picchu", se presenta como un viaje de descubrimiento, tanto exterior como interior.
El desasosiego de ese hombre urbano que se hace las preguntas en la cita encuentra reparo y respuestas en las ruinas. Durante su viaje a Macchu Picchu, el yo lírico se va quitando “capas” de civilización. Así, se establece un paralelismo entre llegar a la esencia de la tierra y llegar a la esencia del yo lírico, quien, verso a verso, se va desprendiendo de los ruidos de ciudad, de los autobuses, las fiestas, los almacenes, para conectarse consigo mismo y con la vida pura americana, con lo que más adelante, en este mismo poema, denomina “lo genital de lo terrestre”.
En Cholula los jóvenes visten
su mejor tela, oro y plumajes
calzados para el festival
interrogan al invasor.
La muerte les ha respondido.
Miles de muertos allí están.
Corazones asesinados
que palpitan allí tendidos.
En el canto "Los conquistadores", Neruda realiza una reconstrucción poética de lo que fue la conquista de América. Allí, además de retratar a diferentes conquistadores, dedica poemas a ciertos hechos históricos fundamentales, como la “Matanza de Cajamarca” o, en este caso, la “Matanza de Cholula”.
En estos poemas, el estilo es directo. El yo lírico privilegia la reconstrucción histórica utilizando versos claros por sobre la opacidad poética, reflexiva y metafísica que aparece en otros cantos, como “Alturas de Macchu Picchu” o "El gran océano". Estos versos directos, como los de la cita, además de mostrar la crueldad española, evidencian la inocencia y la bondad de los nativos que se prepararon para recibir a los conquistadores con sus mejores ropas, listos para celebrar un festival pacífico, y terminaron siendo masacrados.
Llegó Lautaro en traje de relámpago.
Siguió el conquistador acongojado.
Se abrió paso en las húmedas marañas
del crepúsculo austral.
Llegó Lautaro,
en un galope negro de caballos.
La fatiga y la muerte conducían
la tropa de Valdivia en el follaje.
En esta cita se ve claramente cómo Neruda construye a aquellos que lucharon contra los conquistadores españoles como héroes épicos. De hecho, en estos versos, la descripción del galope de Lautaro es muy acorde al tipo de descripciones que realiza Homero en su poema épico La Ilíada.
Lautaro fue el líder mapuche que realizó, junto a su tribu, una emboscada al conquistador Pedro de Valdivia. Este hecho histórico, sucedido el 24 de diciembre de 1553, terminó con la muerte del conquistador a manos del cacique mapuche Leucotón. Neruda reconstruye este hecho tiñéndolo de romanticismo, exaltando la figura de Lautaro, como lo hace en otros poemas con la figura de Cuauhtémoc, Atahualpa y otros líderes de los pueblos originarios que se enfrentaron a los conquistadores.
Mis ojos no vinieron para morder olvido:
mis labios se abren todo el tiempo, y todo el tiempo.
En esta cita, perteneciente al canto "La arena traicionada", el yo lírico deja bien en claro que, así como en el primer canto afirmó que era él quien iba a encargarse de narrar la historia de América, ahora es él también quien no va a permitir que el pueblo latinoamericano olvide los dolores causados por los traidores del continente. Sus labios seguirán hablando y diciendo verdades.
Continuando con la lógica dialéctica que atraviesa toda la obra, el yo lírico considera que el único modo de que la historia tuerza el rumbo y que los oprimidos dejen de estar en ese lugar es revisando los sucesos históricos e identificando a los traidores. Así, el pueblo aprenderá y podrá tener herramientas en el futuro para detectar, combatir y vencer a sus enemigos.
Qué hicisteis vosotros, gidistas,
intelectualistas, rilkistas, (…)
en una tumba, europeizados,
cadáveres de la moda.
Uno de los fundamentos del realismo socialista en el que se enmarca la obra es la funcionalidad política del arte. Toda obra debe ser útil políticamente para concientizar a los oprimidos. De hecho, Neruda plantea su Canto general como una historia poética latinoamericana que despertará a “sus hermanos”.
Ahora bien, en el polo opuesto de esta estética se encuentran aquellos artistas que “hacen arte por el arte”. En esta cita, el yo lírico critica a aquellos escritores que, en lugar de hacer política con su arte, se dedican a imitar modas europeas. El término "gidistas", aparecido en la cita, remite a André Gide, así como "rilkisitas" hace referencia a Rainer María Rilke, ambos autores europeos con mucha influencia a nivel mundial.
Los pobres viven abajo esperando que el río
se levante en la noche y se los lleve al mar.
En el séptimo canto de la obra, llamado "Canto general de Chile", el autor dedica varios poemas a describir la naturaleza de su país nativo. Lo interesante es que, además de poemas dedicados a la flora y la fauna, hay dos dedicados a los accidentes geográficos: las inundaciones y los terremotos. El terreno chileno, por su ubicación pegada al Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes, está constantemente azotado por estos accidentes naturales.
En la cita, el yo lírico destaca que los que más sufren con las inundaciones son los pobres. Muchos de los asentamientos de clase baja en Chile (y en otras zonas del mundo, no solo de Latinoamérica) se producen a la vera del río, en terrenos muy difíciles de habitar, ya que están constantemente sometidos a las crecidas. Así, a través de estos versos, Neruda une una condición particular de la naturaleza chilena con un problema político, de clases sociales.
Lo ataron, y ahora es decidido soldado.
Lo hirieron, y mantiene su salud de manzana.
Le cortaron las manos, y hoy golpea con ellas.
Lo enterraron, y viene cantando con nosotros.
En esta cita, el yo lírico hace referencia a "Juan". ¿Quién es Juan? Es nadie y, a la vez, son todos los proletarios de la historia latinoamericana.
Con estos versos, Neruda quiere demostrar que, aunque los dueños del poder esclavicen, torturen o incluso asesinen a aquellos trabajadores que entregan el cuerpo en cada jornada laboral, estos no sucumbirán. Porque Juan, aunque haya muerto y muera todos los días, sigue viviendo. Porque Juan no es un ser humano sino un ideal y, por lo tanto, es imposible para los opresores dominarlo, hacerlo callar y convertirlo en su propiedad.
Amo el pequeño hogar del farmer. Recientes madres
duermen
aromadas como el jarabe del tamarindo, las telas
recién planchadas.
Dentro de la obra, Estados Unidos tiene un lugar muy particular. Por un lado, es un país que forma parte del suelo americano: así como el resto de los países americanos, fue colonizado de manera brutal y comparte parte de su historia opresiva. Sin embargo, por otro lado, la historia política y económica de Estados Unidos, ya desde comienzos del siglo XX, es diferente, por no decir radicalmente opuesta, a la de Latinoamérica. Estados Unidos, en la segunda década del siglo XX, ya es una potencia económica mundial, mientras que el resto de los países latinoamericanos tiene una economía frágil y sigue sufriendo la opresión extranjera.
He aquí, entonces, la contradicción que afronta Neruda dentro de su Canto general: el continente americano es idealizado, pero Estados Unidos, parte importante del mismo, es, a la vez, enemigo de su propia tierra. En el canto “Que se despierte el leñador”, Neruda busca resolver esta contradicción dedicando sus poemas, precisamente, a la población explotada, inocente y americana. Como vemos en la cita, el yo lírico afirma que "ama" a ese humilde trabajador de la tierra y a esas mujeres que viven una vida sin grandes ostentaciones. Esa vida simple es construida a partir del olor del tamarindo (el olor de una fruta, el olor de la naturaleza) y el de las telas planchadas.
Este farmer y su familia se oponen a aquellos estadounidenses que viven en las grandes ciudades como Nueva York, que es nombrada varias veces en la obra (por ejemplo, en los poemas “Los abogados del dólar” o “Los satrapías”) como símbolo del capitalismo despiadado, inhumano.
Hermano Pablo, tú hablarás al Ministro
(Sí, hermano Pablo hablará al Ministro, pero ellos no saben
cómo me ven llegar
esos sillones de cuero ignominioso
y luego la madera ministerial, fregada
y pulida por la saliva aduladora.
Este poema forma parte del canto "Las flores de Punitaqui". En este canto, Neruda se construye a sí mismo como alguien que ha trabajado a la par de los trabajadores rurales, que los conoce íntimamente, que es su "hermano".
En esta cita en particular, Neruda intenta dejar en claro que, pese a ser un político, él no tiene en sus manos el poder para cambiar la realidad de su país. Por el contrario, Neruda se hermana con los proletarios, con aquellos que no tienen voz, como si fuera uno más de ellos y no perteneciera a la clase política (recordemos que, desde 1945, Neruda ya formaba parte del Senado).