... y no se lo tragó la tierra

... y no se lo tragó la tierra Resumen y Análisis Viñeta 2, Un rezo, Viñeta 3, Es que duele

Resumen

Viñeta 2

Una señora acude a una persona con poderes adivinatorios para preguntar por su hijo: quiere saber si está vivo o no, dado que ha partido hacia la guerra y no sabe nada de él, salvo por una carta gubernamental que le ha llegado en la que informan que está perdido en acción. La adivina le dice que no se preocupe, que Julianito está bien y regresará al mes entrante.

Un rezo

Esta historia es una oración religiosa que, por tercer domingo consecutivo, una madre le reza a Dios, Jesucristo y la Virgen para pedir que protejan a su hijo, que está en la guerra en Corea y del cual espera noticias. Ella pide que no lo atraviese ninguna bala de los comunistas, los coreanos o los chinos, como ha sucedido con el hijo de otra mujer. Suplica que regrese con vida y ofrece a cambio de su corazón de madre. También menciona lo bueno y temeroso que es el joven; afirma que él no quiere matar a nadie y no sabe nada de todo aquello. La madre guarda sus juguetes de la infancia a la espera de que regrese.

Viñeta 3

Esta viñeta es un diálogo entre un hombre y una mujer que son compadres entre sí. Él le pregunta a la mujer si piensan ir para “Iuta”, refiriéndose al estado de Utah. Ella le dice que no porque no confía en la persona que está contratando gente para ir hacia allí. Además, no ha oído hablar de ese lugar, por lo que cree que no existe un sitio con ese nombre. El hombre le dice que es la primera vez que contratan para ese rumbo y que no sabe dónde queda ese estado, pero le han dicho que es cerca de Japón.

Es que duele

Esta historia está narrada en primera persona por un niño al que han expulsado de la escuela porque golpeó a un compañero. A medida que va narrando, lo interrumpe un pensamiento recurrente y esperanzador que, inmediatamente, es negado por él mismo. Consiste en la ilusión de que, quizá, no lo hayan echado: “A lo mejor siempre no es cierto. A lo mejor no. N´ombre sí. Sí, es cierto, sí me expulsaron” (85). Luego se explica que aquello que lo llevó a actuar así fue la vergüenza y el enojo. Ahora teme llegar a su casa, porque no sabe qué les va a decir a sus padres y cree que van a castigarlo a golpes o a enviarlo a un correccional.

Los acontecimientos se precipitaron debido a que su madre lo envió a una de las escuelas del norte, donde los chicos como él siempre pasan vergüenza: todos los miran de arriba a abajo, las maestras y enfermeras les buscan piojos y les colocan ungüentos olorosos, los otros niños se ríen de ellos. Su expulsión se debe a que golpeó a uno de los compañeros estadounidenses que continuamente lo maltrataba. En inglés, este compañero suele decirle que los mexicanos son ladrones y, un día, lo ataca por la espalda sorpresivamente. Así, a pesar de que el protagonista solo se defiende, llaman a la autoridad principal de la escuela y deciden expulsarlo.

Mientras regresa de camino a su casa, piensa varias cosas, como que, al final, se siente más libre trabajando que asistiendo a clases; que si se apura a regresar, quizá pueda pasar por el dompedero con doña Cuquita; que ya no podrá recorrer ese camino que pasa por el camposanto, lo único que le gusta de ir a la escuela; que lo apena avergonzar a su familia; y, por último, que lo que más le duele es saber que no podrá ser operador de teléfonos, como quiso su padre desde el día en que vio una película en la que un trabajador de esos tenía el rol protagónico.

Análisis

La Viñeta 2 y “Un rezo” se relacionan en el hecho de que ambos relatos presentan a madres sufrientes que se encomiendan a la fe, pagana una y católica la otra, para rogar por sus hijos que han partido hacia la guerra. Se trata, quizás, de la misma madre, aunque también pueden ser madres diferentes que pasan por la misma situación dolorosa. En todo caso, lo que sí transmite el texto, mediante la reiteración de los hechos, es la sensación de que todo aquello es parte de la vida cotidiana de los chicanos. Por un lado, la representación del sufrimiento vinculado con la falta de noticias de los familiares que se encuentran en la guerra; por el otro, el hecho de que la fe y la religión ocupa una parte importante de la idiosincrasia del pueblo.

Para contextualizar las experiencias de estas madres desesperadas, hace falta remitirse a un conflicto bélico sucedido geográfica y culturalmente lejos de los espacios representados en ...y no se lo tragó la tierra. La guerra a la que se alude en los dos relatos es la Guerra de Corea, que se desarrolla entre los años 1950 y 1953. En este conflicto participan, gracias a un acuerdo entre los gobiernos de México y de Estados Unidos, jóvenes mexicanos que viven en Estados Unidos y realizan el servicio militar en su país de residencia; es decir, en suelo estadounidense. Este acuerdo se firma unos años antes, tras el apoyo de México a los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. En la Guerra de Corea se enfrenta el norte del país asiático, con el apoyo de China y la Unión Soviética, contra el sur, con el apoyo de varias fuerzas bajo el mando de Estados Unidos. Es decir que el enfrentamiento se produce entre dos modelos económicos: el comunista y capitalista. La guerra deja un gran número de víctimas hasta que finalizan las hostilidades con un Acuerdo de Armisticio, firmado entre Estados Unidos y Corea del Norte en 1953. Técnicamente, este conflicto aún no ha terminado y la frontera entre las dos Coreas, en el Paralelo 38, es una de las más fortificadas a nivel mundial. En suma, son más de cien mil los soldados mexicanos y chicanos que participan en las filas de Estados Unidos y las Naciones Unidas. De hecho, el diez por ciento de las bajas de soldados estadounidenses son latinoamericanos; entre ellos, dos tercios son de origen mexicano.

Cabe mencionar que para ese momento, en Estados Unidos se establece el derecho de ius solis, también conocido como “derecho de suelo”. Este principio establece que cualquier persona nacida en suelo estadounidense se considera un ciudadano del país. Los hijos de los trabajadores rurales mexicanos que nacen en Estados Unidos son, por lo tanto, y hasta que puedan elegir al llegar a la mayoría de edad, estadounidenses para el gobierno del norte. Por esta razón, al cumplir dieciocho años y mientras rige el servicio militar obligatorio, deben cumplimentarlo. Para evadir su participación en la guerra, muchos jóvenes hijos de mexicanos hacen el camino inverso al de sus padres y se van a vivir a México. Pero otros deciden quedarse y, ya enrolados en el ejército tras haber realizado el servicio militar, son llamados para participar en combate. Los jóvenes nacidos en México, en cambio, no tienen la obligación de enrolarse, pero hay quienes sostienen que muchos de ellos, incluidos los que participaron en el Programa Bracero, fueron llevados a la fuerza. A su vez, otros se anotan de forma voluntaria para poder, luego, acceder a la documentación que les permita quedarse legalmente en el país.

Volviendo a la novela, la madre que se encomienda a la espiritista sostiene que hace dos meses que no tiene noticias de su hijo y que le ha llegado una carta del gobierno en la que se le informa que no hay noticias suyas. Dado que es un documento oficial, la carta seguramente esté escrita en inglés e informe que la situación del joven es missing in action; traducida al español como “desaparecido en acción” y, por la protagonista del relato, como “perdido en acción” (81). El hecho de que esté en esta situación no es un síntoma de buenas noticias: tanto puede significar que ha sido capturado por el enemigo, como que está muerto o se ha convertido en un desertor. Así y todo, la espiritista le brinda esperanzas a la madre y sostiene que regresará durante el siguiente mes.

Por su parte, la madre de “Un rezo” se encomienda a la fe cristiana y le suplica a Dios, la Virgen y Jesucristo por la vida de su hijo. Su oración evoca las figuras religiosas que considera que son las únicas capacitadas, mediante poder divino, para salvar la vida de su hijo. Utiliza, como comúnmente se hace en las oraciones religiosas, el modo verbal imperativo para realizar las súplicas y la reiteración. En el primer párrafo, se dirige a Dios; en el segundo, a la Virgen; en el tercero, a Jesucristo. En todos ellos pide por su protección y cuenta las virtudes de su hijo. Tras ello, en la última parte del texto, la mujer propone un sacrificio a cambio de que su súplica sea escuchada: “Aquí está mi corazón por el de él. Aquí lo tienen. Aquí está en mi pecho, palpitante, arránquenmelo si quieren sangre, pero arránquenmelo a mí […] Regrésenmelo vivo y les doy mi corazón” (83).

Entre las razones que esgrime esta protagonista para que los seres celestiales intercedan por su hijo se encuentran la bondad que lo ha caracterizado desde su nacimiento y el desconocimiento del muchacho sobre la situación que atraviesa: “¿Por qué se lo han llevado? Él no ha hecho nada. Él no sabe nada. Es muy humilde. No quiere quitarle la vida a nadie” (83). Esto da cuenta de que no se trata de un rol voluntario el que está ejecutando en la guerra, sino que el joven ha sido enviado por el gobierno de Estados Unidos, seguramente, por haber nacido allí y, por lo tanto, haber realizado el servicio militar.

Las alusiones a Dios, los santos y los espíritus no se dan solamente en estos dos textos: como veremos, las creencias religiosas son un motivo repetido en toda la obra. Lo mismo sucede con el tema de las relaciones familiares. Es evidente en el rol de estas abnegadas madres que hacen lo que sea por sus hijos. En la tercera viñeta, el rol familiar se da entre un compadre y una comadre. El compadrazgo consiste en la relación que se establece entre personas a las que las une el vínculo con un niño: uno de ellos es el padrino o la madrina del menor; el otro es el padre o la madre. Entre los adultos, la relación es de compadres. Así, mediante estos términos, usados como vocativos en un breve diálogo, el autor da cuenta de los lazos familiares y solidarios que se establecen entre los miembros de la comunidad chicana.

Tanto esta viñeta como el relato “Es que duele” están relacionados por la confusión que sienten los protagonistas ante las cosas que les suceden. En la viñeta, la mujer está confundida sobre el sitio al que el contratista la quiere enviar. Duda de su existencia y, al tratar de averiguar dónde queda, recibe una respuesta errónea y exagerada: “Dicen que queda cerca de Japón” (84). Estos viajes, en los que los jornaleros son contratados por un corto periodo de tiempo y los obliga a trasladarse de un sitio a otro constituyen un modo de vida habitual de los trabajadores chicanos; una vida regida por los ciclos rotativos de la agricultura en Estados Unidos, en los que hay distintas temporadas de siembra y cosecha. Esto lleva a que las familias chicanas no tengan un lugar fijo de residencia o que deban abandonar por largos periodos de tiempo sus hogares. Muchas veces viven en cierto lugar, pero luego se trasladan para ganar dinero extra en las cosechas de temporada. El trato de los patrones, como se muestra en varios de los relatos que constituyen esta novela, es bastante abusivo, por lo que se vulneran aún más las condiciones laborales de estos trabajadores. Así, es tal la desconfianza de la mujer con este patrón que, incluso, duda de la existencia de ese lugar.

“Es que duele” es un relato narrado en primera persona por su protagonista, un niño que posiblemente sea el que no consigue ordenar sus pensamientos en “El año perdido” y que volverá a aparecer en el final, en el relato “Debajo de la casa”. Aquí, la narración de los acontecimientos que llevan a la expulsión del niño en el estado del norte, donde pasan un tiempo con su familia, está constantemente interrumpida por una expresión que aparece en cursiva: “N´ombre sí”. Esta expresión popular es la contracción de una frase constituida por una negación, un vocativo y una afirmación que busca aclarar cómo son en realidad las cosas: “No, hombre, sí (es así)”. Lo que sucede es que el muchacho, que no tiene otra persona con quien hablar más que consigo mismo, formula falsas esperanzas acerca de que su expulsión haya sido una confusión. Sin embargo, apenas surge este anhelo, su razón prima y le recuerda que las cosas no han sucedido de según sus deseos: la expulsión no puede revertirse.

Así, el título del cuento refiere a un dolor colectivo; el dolor que sufren los niños chicanos que se incorporan a la educación oficial estadounidense y se ven obligados a pasar por las mismas penurias. No le duelen los golpes que ha dado ni los que le han propinado. Lo que le duele, sobre todo, es la discriminación sistemática que sufre y de la que es consciente. Además, lo lastima y avergüenza el hecho de no poder complacer ni enorgullecer a su familia.

Además, hay varias situaciones en la escuela que le generan vergüenza e ira. Los adultos responsables en ese mundo escolar, que simboliza el ingreso formal a la sociedad estadounidense, no generan los puentes necesarios para que el niño chicano se sienta a gusto y se integre. En lugar de lograr equidad a través del acceso a la educación, los encargados de brindarla son quienes propician y normalizan la violencia y la segregación a través de sus actitudes y prácticas: “Y luego se ríen de uno y la maestra con el palito de paleta o de ésquimo pie buscándote piojos en la cabeza. Da vergüenza. Y luego cuando arriscan las narices. Da coraje” (85).

Son también los adultos de la institución escolar los que, en lugar de educar en el respeto o establecer sanciones justas, despliegan favoritismos sobre los niños estadounidenses cuando deben intervenir: “The Mexican kid got in a fight and beat up a couple of our boys” (89). Aquí, la principal de la escuela sostiene en inglés que el niño mexicano se peleó y golpeó a un par de sus muchachos. Para ello, utiliza el posesivo cuando se refiere a los niños estadounidenses —dice “our boys”, es decir, “nuestros niños”—, lo que sugiere que hay niños que se conciben como propios, mientras que otros, los chicanos, son vistos como otredades disruptivas y agresoras. A estos últimos se los expulsa del sistema si no se muestran sumisos y aceptan el flagelo que sistemáticamente se les impone.

Como vemos, el idioma es también un generador de incomodidades. El protagonista de este relato comienza la escuela con conocimientos del idioma inglés, pero esta no es su lengua materna. En su narración, en español se cuelan algunos anglicismos, como “ésquimo pie”, que alude al nombre de una marca de helado, pero en el resto de sus expresiones predominan los regionalismos chicanos. En forma simultánea, cuando los demás se dirigen a él o hablan de él, suelen hacerlo en inglés y de forma despectiva, reproduciendo estereotipos estigmatizantes hacia su cultura. Un ejemplo de ello encontramos cuando su compañero de escuela le dice que no le gustan los mexicanos porque son ladrones: “Hey, Mex... I don´t like Mexicans because they steal. You hear me?” (88). De este modo, la presunta víctima del protagonista lo violenta verbalmente antes de golpearlo, iniciando así la pelea que culminará con la expulsión del niño chicano.

Frente a ese mundo escolar hostil, su mundo cotidiano, externo a la escuela, resulta acogedor. Al niño le gusta el camposanto por su verde pasto, por donde puede correr subiendo las lomas y recostarse a pensar en la hierba; donde espera encontrar a doña Cuquita para acompañarla al “dompe“, el basural, para revolver los desechos y encontrar algo de valor. En contraste, sus expectativas con su familia le hacen sentir temor y vergüenza. El temor se debe al posible castigo por la expulsión; la vergüenza, que es aun mayor, es por la decepción que sentirán sus padres, quienes están orgullosos de que su hijo estudie y esperan que escale social y económicamente.