El amor
El tema central de esta obra es el amor. Juan Ruiz distingue desde el comienzo dos tipos de amor: el “buen amor”, “que es el de Dios” (prólogo, línea 36), esto es, el amor a Dios o conforme a la ley de Dios; y el “loco amor”, que es el amor profano. Cuando explica los propósitos de su obra, el poeta indica que incluyó en ella los sutiles engaños del loco amor para dar ejemplo y para que, conociéndolos, las personas puedan evitar caer en el error que hace perder las almas, apoca la vida y trae deshonra. Sin embargo, también afirma que, como es humano pecar, si alguien quisiera “usar del loco amor” (líneas 118-119), en el libro encontrará consejos para hacerlo, aunque él no lo recomienda.
El poema relata una serie de aventuras amorosas, la mayoría de las cuales están protagonizadas por el arcipreste (excepto el episodio de doña Endrina). Los episodios están protagonizados por figuras femeninas muy diversas: una mujer rica y noble, una panadera, una mujer muy joven, unas serranas, una viuda lozana y rica, una monja, una mora. Todas las aventuras, de un modo u otro, concluyen con el fracaso del arcipreste. Así, solo en dos oportunidades el arcipreste alcanza sus objetivos, pero las mujeres de las que se enamora mueren poco tiempo después.
El poeta también se refiere a los efectos positivos del amor y a sus cualidades negativas. Entre los efectos positivos, señala que el amor hace mejores a los hombres, les da elocuencia, osadía y los vuelve más activos. Entre las cualidades negativas, afirma que el amor engaña con falsas apariencias.
La seducción
En el Libro de buen amor se ofrecen numerosos consejos para seducir y cortejar a las mujeres. Tras los primeros fracasos amorosos, don Amor se presenta para instruir al arcipreste sobre el arte de la seducción. A estos consejos se añaden, luego, los que le ofrece doña Venus, la esposa de don Amor, a don Melón de la Uerta, con lo que el libro puede leerse también como un arte de amar, un manual con normas y recomendaciones para los enamorados. Sin embargo, se trata de un arte del cortejo que el protagonista no aprende, o más bien, es uno que viene a demostrar que los consejos no resultan del todo útiles, puesto que el arcipreste no consigue, en general, buenos resultados. En ese sentido, el Libro de buen amor invierte la lógica de las artes de amar que circulaban en la Edad Media.
El poder del dinero
En el ejemplo sobre las propiedades del dinero, don Amor satiriza sobre el poder que este posee para trastocar toda la sociedad: por ejemplo, afirma que con dinero o por dinero, el torpe parece bueno e importante, el cojo corre y el mudo habla. Además, el dinero es capaz de hacer cambiar de condición social al rudo labrador o volver sabio al necio. Pero además, por el dinero las personas se corrompen: los curas, por ejemplo, ofrecen beneficios eclesiásticos a cambio de él, y los jueces y abogados pactan acuerdos que favorecen a los ricos y perjudican a los pobres. Por último, con el dinero se puede conseguir seducir a la mujer amada. En suma, Don Amor concluye que todo lo mundano se hace por amor al dinero.
La alegría
El poeta se refiere a la necesidad de las personas de interponer alegres razonamientos a sus preocupaciones, puesto que la tristeza conduce al pecado. De esta manera justifica la inclusión de numerosas burlas, o cuentos con humor, en su libro, ya que, como explica, las personas no pueden reírse de los asuntos serios (“de buen seso”):
“Palabra es del sabio e dízela Catón,
que omne a sus coidados, que tiene en coraçón,
entreponga plazeres e alegre razón,
que la mucha tristeza mucho pecado pon.E porque de buen seso non puede omne reír,
avré algunas bulras aquí a enxerir (...)” (44 - 45 ab)
Por eso, el arcipreste, al comienzo del libro, le pide a Dios poder componer un libro que alegre a los cuerpos y ayude a las almas (13 c). El libro, en efecto, como el poeta afirma hacia el final, es un “leccionario” (o libro de lecciones) de santidad, pero también un breviario de juegos y burlas (1632) con el que el lector puede obtener esparcimiento.
En el sentido opuesto, el poeta también afirma, a propósito de la muerte de Trotaconventos, que el pesar y la tristeza embotan el ingenio (1518 b).
La muerte
El tema de la muerte aparece marcadamente en tres ocasiones en el poema. En dos casos, la muerte interrumpe las aventuras del protagonista: se trata de la primera y última aventura en la que participa Trotaconventos como intermediaria. En el primer caso, quien muere es una mujer muy joven, y en el segundo, doña Garoza. El poeta afronta estas situaciones con pesar, pero toma la muerte como algo natural. En la primera ocasión, señala:
Como es natural cosa el nasçer e el morir,
ovo por mal pecado la dueña a fallir:
murió a pocos días, ¡non lo puedo dezir!
¡Dios perdone su alma e quiérala resçebir! (943).
En el segundo caso, se expresa en términos similares:
Atal fue mi ventura que, dos messes pasados,
murió la buena dueña; ove nuevos cuidados.
A morir han los ornes que son o serán nados ("nacidos"):
¡Dios perdone su alma e los nuestros pecados! (1506)
El tercer caso es la muerte de Trotaconventos, y aunque el arcipreste la anuncia con un tono algo jocoso (“Trotaconventos ya non anda nin trota” 1518), el acontecimiento da lugar a la introducción de un memorable planto o elegía en el que el poeta lanza una invectiva contra la muerte. En ella desarrolla algunos lugares comunes que adapta de una extensa tradición literaria, como, por ejemplo, que la muerte no hace distinciones de estado o riqueza entre las personas, o que destruye la belleza corporal. Además, el poeta se refiere a la certeza de la muerte, lo súbito de su llegada y la necesidad de disponerse a ella practicando virtudes.
El carácter ambiguo de las palabras
El arcipreste insiste, al comienzo y al final del libro, en señalar el carácter ambiguo y polisémico de las palabras que este contiene, instando así a los lectores a realizar un sutil ejercicio crítico y extraer el sentido oculto de sus versos. Así, por ejemplo, al inicio del poema indica:
Las del buen Amor son razones encubiertas:
trabaja do fallares las sus señales çiertas;
si la razón entiendes o en el sesso açiertas,
non dirás mal del libro que agora refiertas ("repruebas"). (68)
El arcipreste sugiere, mediante una serie de imágenes, que detrás del sentido literal del texto se halla otro sentido: “En feo libro está saber non feo” (16 d); “so ("debajo de") la espina está rosa, noble flor” (18 a); “so mal tabardo está el buen amor” (18 c, posiblemente, “bajo una vestimenta pobre se halla el Libro de buen amor”). Esto parece indicar que detrás de las palabras del libro (a veces concupiscentes) se esconde un conocimiento de otro carácter, y acaso sugiere que las aventuras amorosas que se relatan pueden contener un significado distinto al que se manifiesta en una lectura superficial.
El cuento que se incluye entre los textos preliminares a cerca de cómo los romanos obtuvieron las leyes de los griegos es ilustrativo respecto del carácter equívoco de los signos: el romano y el griego tienen una comprensión absolutamente diferente de las señas que entre ellos se emiten en la disputa, puesto que cada uno se inclina a comprender al otro según su formación cultural y su experiencia personal. Esto da como resultado una comprensión completamente errónea de las señales del oponente. De la misma forma, el poema puede dar lugar a interpretaciones diferentes, dependiendo de sus lectores:
En general a todos fabla la escriptura:
los cuerdos con buen sesso entendrán la cordura;
los mançebos livianos guárdense de locura:
escoja lo mejor el de buena ventura. (67)
Al final del poema, el arcipreste vuelve a advertir a los lectores sobre la ambigüedad del texto y advierte sobre sus posibles malinterpretaciones: “Muchos leen el libro e tiéntenlo en poder / que non saben qué leen sin lo pueden entender” (1390 ab); "Fizvos pequeño libro de testo, mas la glosa / non creo que es chica, ante es bien grand prosa / que sobre cada fabla ("cuento, episodio o historia") se entiende otra cosa" (1631 abc).
Las críticas al celibato
Uno de los elementos más analizados del Libro del buen amor son las críticas al celibato que realiza el autor. En la apertura de la obra, arcipreste se refiere en la necesidad que tienen los seres humanos de estar acompañados. Su argumento se basa en una concepción aristotélica extraída del tratado De anima (muy difundido en la Edad Media hasta la segunda mitad del siglo XIII). A propósito de esta concepción naturalista, el poeta afirma al inicio del poema:
Que diz verdat el sabio claramente se pueva:
omnes, aves, animalias, toda bestia de cueva
quieren segund natura compaña siempre nueva,
e cuanto más el omne que toda cosa que·s mueva. (73)
Al final del poema, se incluye una composición satírica referida a las protestas contra el celibato que suscitaron entre los clérigos de Talavera las reformas eclesiásticas impuestas por entonces. En dicha ocasión, uno de los clérigos, imaginando apelar al rey de Castilla en su defensa, afirma: “Que sabe el rey que todos somos carnales: / quererse ha adolesçer de aquestos nuestros males” (1697 cd). Así, vemos que la postura que adopta el clérigo coincide con la concepción que manifiesta el arcipreste al comienzo del libro, y con la que justifica la búsqueda de compañía. Además, la inclusión de este episodio al final del libro puede ser entendida como una toma de posición frente a las medidas eclesiásticas que en aquel momento pretendían imponer el celibato a los integrantes de la Iglesia.
Además, añade que todas las criaturas, a su tiempo, se juntan, aunque el hombre con falta de entendimiento lo hace sin mesura. El arcipreste también sostiene que, por su condición de hombre y de pecador, no está exento de esta ley natural, y esta justificación sirve como marco de la autobiografía ficcional que inicia a continuación, donde relata sus repetidos intentos de cortejar a las mujeres.